Taller internacional “La Declaración Universal de los Derechos Humanos: 60 años después”, celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana, 10 de diciembre de 2008 |
Queridos amigos, queridas amigas, llegados desde los más diversos lugares para participar en este taller;
Compañeras y compañeros cubanos:
Saludamos la iniciativa de los Capítulos venezolano y cubano de la Red de Redes “En defensa de la Humanidad” y de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO de convocar este Taller Internacional “La declaración universal de los Derechos Humanos: 60 años después.” Les damos a los amigos llegados de otros países cordial bienvenida a nuestra patria.
Sesenta años atrás la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su aprobación fue posible solo tras la victoria de las fuerzas progresistas sobre el fascismo y constituye, sin duda, un éxito de los pueblos en la lucha por el reconocimiento de sus derechos.
Aun con las limitaciones resultantes del momento en que se proclamó, la Declaración marcó un hito y sirvió de inspiración y estímulo al ulterior desarrollo y codificación de los derechos humanos, tanto de las personas como de los pueblos, incluidos los derechos de solidaridad.
En 1948, al aprobarse la Declaración, ya había comenzado la llamada Guerra Fría. Prácticamente la mitad de los actuales Estados miembros de las Naciones Unidas estaban sometidos al dominio colonial o eran simplemente neocolonias. Fue la época del surgimiento del oprobioso régimen del apartheid en Sudáfrica, a cuya derrota contribuyeron los combatientes cubanos décadas después.
En un día como hoy me gustaría también evocar la memoria de los más de 2 000 combatientes cubanos caídos en África para conseguir la derrota del ejército del apartheid y para obtener la independencia de Namibia, la liberación de Nelson Mandela, el desmantelamiento de aquel odioso engendro y la preservación de la integridad territorial de Angola. En un día como hoy quisiera evocar su sacrificio, a miles de kilómetros de Cuba, y hacer llegar también un testimonio de respeto a sus familiares en nuestra patria.
Aunque el propio preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, proclamada en 1945, identificó entre sus propósitos el respeto al principio de la libre determinación de los pueblos, no fue hasta la década de 1960 que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó ese principio —el de la libre determinación de los pueblos— como un derecho.
A lo largo de los años, la batalla de muchos países en desarrollo y de las fuerzas progresistas en el mundo industrializado permitió la ulterior reivindicación y reconocimiento de otros derechos inalienables de los pueblos, en particular, de sus derechos a la paz y al desarrollo.
En 1993, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, celebrada en Viena, brindó un importante impulso a la cooperación internacional en materia de derechos humanos. El reconocimiento de la universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de todos los derechos humanos y de la necesidad de darles un tratamiento justo y equitativo, fueron elementos esenciales del consenso alcanzado en Viena en 1993.
El respeto a la diversidad, el reconocimiento de las particularidades nacionales y regionales, de los diferentes patrimonios históricos y culturales y del derecho de los pueblos a establecer su propio sistema económico, político y social, se erigieron entonces en elementos esenciales para la promoción de una genuina cooperación internacional en materia de derechos humanos, con apego a los principios de objetividad, imparcialidad y no selectividad.
Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos y sus aliados siguieron manipulando el tema de los derechos humanos a su antojo y utilizándolo como herramienta de chantaje y presión contra aquellos países que, como Cuba, persistíamos en nuestro derecho a la libre determinación y la independencia. Durante años, asistimos a las prácticas discriminatorias y corruptas orquestadas en la desprestigiada Comisión de Derechos Humanos. Hoy, nos congratulamos por el surgimiento del Consejo de Derechos Humanos, libre de aquellas prácticas aberrantes. Alertamos, sin embargo, del peligro latente de que se intente entronizar en el Consejo de Derechos Humanos otra vez un clima de confrontación y selectividad; si así fuere, plantaremos batalla nuevamente. Bueno es advertirlo claramente en este día.
La proclamación del derecho de los pueblos a la solidaridad internacional, en un mundo caracterizado por las inequidades y el egoísmo de los más ricos y poderosos, constituye la más reciente conquista en el desarrollo progresivo del derecho internacional de los derechos humanos a favor de los intereses de los más necesitados del planeta.
Estimados amigos:
Aun cuando se han producido avances en el reconocimiento internacional de los derechos humanos, la realización y disfrute de todos los derechos humanos para todos los pueblos y personas no pasa de ser hoy una quimera.
Nuestros pueblos sufren el egoísmo, la injusticia, las pretensiones de dominación, la inequidad, el derroche y el consumismo desmesurado de una minoría insensible y derrochadora, frente al desamparo, el hambre y la desnutrición, el analfabetismo y las enfermedades para los más de 2 600 millones de personas que se preguntan hoy, 60 años después de haberse proclamado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por qué se les condena a vivir para siempre en la desesperanza y la pobreza.
Nuestra voz se levanta hoy en un grito de denuncia y solidaridad con los 1 000 millones de personas que son víctimas del hambre y la desnutrición, con los más de 800 millones que no pueden leer y escribir, con los 11 millones de niñas y niños que morirán este año, antes de su quinto cumpleaños, a causa de enfermedades prevenibles y curables.
Esta cruel realidad tiende a agravarse. La profunda crisis a la que el egoísmo y la irresponsabilidad han arrastrado al mundo, especialmente visible en los ámbitos financiero, alimentario, energético y climático, impacta con mayor fuerza sobre los países del Sur y sobre los más necesitados, mientras que los responsables se resisten a buscar soluciones apropiadas con tal de preservar sus privilegios.
El alza sin precedentes en los precios de los alimentos, la especulación irresponsable con los precios de los productos básicos, el intercambio desigual, el enorme peso de la deuda externa, el proteccionismo selectivo que imponen los países ricos al comercio y los subsidios que aplican, la reducción de los ya insuficientes recursos destinados a la Asistencia Oficial al Desarrollo —que no superan en este momento apenas el 0,28 % del Producto Interno Bruto de los países desarrollados, cada vez más lejos de aquel 0,7% de su Producto Interno Bruto que prometieron en 1970 dedicar a la Ayuda Oficial al Desarrollo. Han pasado ya 38 años de aquella promesa, y hoy, en un mundo donde son tan necesarios esos recursos para paliar y enfrentar las enfermedades, la pobreza, el analfabetismo, la falta de oportunidades para miles de millones de seres humanos, apenas destinan el 0,28%; el que menos dedica, por debajo del 0,2%, es el más rico y poderoso de todos, Estados Unidos- y el incremento en la frecuencia y magnitud de los desastres naturales, son solo, junto a los demás elementos que mencioné, algunas de las amenazas que hoy enfrentan nuestros pueblos.
Estamos llamados, como nunca antes, a luchar por el establecimiento de un orden internacional equitativo, justo y democrático. No podemos aceptar que unos pocos países ricos condenen a la pobreza y al subdesarrollo a la inmensa mayoría de los pueblos.
Un orden internacional justo, democrático y equitativo es una condición imprescindible para que los esfuerzos dentro de los países rindan los resultados esperados. Ningún país podrá ejercer para su pueblo el derecho a la paz, al desarrollo, a la igualdad de oportunidades si no cambia el actual orden internacional, que constituye el obstáculo mayor a que los esfuerzos nacionales puedan tener resultados más allá de los esfuerzos de los gobiernos y de los pueblos.
Ese injusto y antidemocrático orden internacional que se nos impone es también responsable del abismo que separa al Norte del Sur en cuanto a la producción, el acceso y el flujo de la información. Sustenta, además, la violación del derecho de nuestros pueblos a recibir información veraz y objetiva, requisito imprescindible al ejercicio de la libertad y la libre determinación.
Somos bombardeados continuamente por falsas alegaciones o percepciones tergiversadas de nuestra propia realidad. La mentira se vuelve práctica cotidiana. Se intenta interpretar y escribir la historia desde la óptica de los poderosos. Se pretende justificar la discriminación y la xenofobia. Se nos intenta hacer creer que somos responsables del subdesarrollo impuesto a los países del Sur.
Un día como hoy, Cuba reivindica nuestro derecho a un Nuevo Orden Internacional de la Información y las Comunicaciones que haga posible el disfrute de la libertad de expresión e información para todos, en condiciones de objetividad y justicia.
Cuba reivindica el respeto a la diversidad cultural y la promoción y defensa de las culturas de nuestros pueblos, como garantía de identidad y arma insustituible en la protección de la soberanía de nuestras naciones.
Nuestro mundo, queridos amigos, ha sido testigo de las más abominables violaciones de los derechos humanos. En el pasado reciente, cientos de miles de familias latinoamericanas se cubrieron de luto ante las atrocidades cometidas por dictaduras militares patrocinadas por Estados Unidos.
Expresamos nuestra solidaridad con las víctimas de aquellos crímenes y sus familiares, y exigimos justicia. Un día como hoy, en que se cumplen 60 años de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, vale recordar que nuestra Revolución, atacada con saña, bloqueada, hostigada, invadida, bombardeada, víctima del terrorismo, víctima de los sabotajes, víctima de las campañas de descrédito, que ha tenido que defenderse durante 50 años, lo ha hecho, bajo el liderazgo y el magisterio de Fidel, en el respeto absoluto a los más elevados principios de la ética.
Vale recordar, un día como hoy, que no hay una sola familia cubana que en los últimos 50 años llore a un familiar desaparecido, no hay una sola, o llore a un familiar asesinado extrajudicialmente, no hay una sola. No hay una sola familia cubana denunciando trato inhumano y degradante, torturas como las que se aplicaron en los países de América Latina que enfrentaron dictaduras tenebrosas apoyadas por Estados Unidos, como las que se aplicaron durante el Plan Cóndor, el secuestro, la tortura sin límites, la vesania contra los presos indefensos.
Hoy no hay ninguna familia cubana que llore a un familiar desaparecido o asesinado, como no hay ninguna familia cubana que lamente el que su hijo no pueda ir a la escuela o que el pariente enfermo no pueda ejercer su derecho a recibir atención médica.
De esos casi 1 000 millones de analfabetos que hoy lamentamos en el mundo, ninguno es un cubano que por falta de acceso a los recursos económicos imprescindibles no pueda enviar a su hijo a la escuela.
Los participantes en este taller podrán salir ahora a las calles de La Habana a ver si encuentran en algún semáforo a un niño limpiando los cristales del carro y pidiendo algo de comer. No lo hay.
Hemos defendido a la Revolución; hemos construido una obra, imperfecta como toda obra humana, perfectible; somos los más inconformes con lo hecho, tenemos noción clara de que falta mucho más por hacer que lo que hemos logrado, y aspiramos a la justicia no solo para nuestro pueblo, sino para todos los pueblos de la Tierra, porque consideramos al mundo nuestra patria, porque Patria es humanidad, como nos enseñó José Martí. Pero vale decir, cuando se va abriendo la bruma de las campañas y las mentiras vertidas contra Cuba, que la Revolución Cubana se defendió sin aplicar jamás el “ojo por ojo” y “diente por diente”, sin aplicar jamás el que “el fin justifica los medios”, preceptos borrados de la práctica de los revolucionarios cubanos, aun en medio de la defensa de un país acosado y amenazado de manera permanente.
Un día como hoy sumamos nuestras voces para exigir justicia junto a los cientos de miles de familias latinoamericanas que sufren todavía hoy y lloran la pérdida de seres queridos, mientras reclaman el cese de la impunidad para los represores.
Bajo el pretexto de una supuesta guerra global contra el terrorismo o la hipócrita y falsa promoción de la libertad y la democracia, se intenta legalizar la agresión y la ocupación militar y se perpetran graves violaciones a los derechos humanos; se intenta justificar los bloqueos y la coacción; se busca imponer el modelo político, económico y social que responda a los intereses y designios de los poderosos, y se discriminan culturas y religiones.
Uno de los ejemplos más aborrecibles del desprecio a la condición humana, es la creación y la permanencia, todavía hoy, del centro de detenciones arbitrarias y tortura establecido en la ilegal Base Naval que Estados Unidos nos impone en Guantánamo.
Condenamos los abusos y violaciones que tienen lugar allí y exigimos su cierre inmediato y la devolución de ese territorio a nuestra patria.
En inequívoca prueba de la falsedad y la hipocresía de la política de Estados Unidos en materia de terrorismo, sus autoridades eluden todavía su obligación de enjuiciar por cargos de terrorismo o extraditar a Venezuela al terrorista Luis Posada Carriles, uno de los principales responsables de la destrucción en pleno vuelo de un Avión de Cubana de Aviación, en 1976, con 73 personas a bordo. Aquí entre nosotros están hoy compañeras y compañeros que perdieron familiares víctimas de ese acto de terrorismo. Un día como hoy reiteramos nuestra demanda de que los terroristas concurran por fin ante la justicia y que cese la impunidad y la protección que el gobierno de Estados Unidos ha concedido a hombres que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de haber asesinado a decenas de personas inocentes. Sin embargo, al mismo tiempo, el gobierno de Estados Unidos mantiene a cinco cubanos injustamente encarcelados por 10 años ya, por desafiar la impunidad que disfrutan los grupos terroristas que han actuado contra el pueblo cubano a lo largo de décadas desde Miami.
En el Día Mundial de los Derechos Humanos, exigimos también la inmediata liberación de Gerardo, Ramón, Antonio, René y Fernando. Su firmeza, su integridad y sus profundos valores éticos sirven de inspiración al pueblo cubano y a todos los defensores de derechos humanos en el mundo.
A sus familiares aquí presentes, les reiteramos nuestro compromiso de no cejar, no cansarnos y no desistir de la batalla porque ellos regresen junto a sus familias y su pueblo.
Compañeras y compañeros;
Estimados amigos:
Cuba, bloqueada y asediada por 10 sucesivas administraciones del Gobierno de Estados Unidos durante casi cinco décadas, puede mostrar hoy avances sustantivos e irrefutables, resultados de programas y planes nacionales encaminados a mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo y el disfrute de todos los derechos humanos.
Reitero, sin embargo, nuestra aspiración a construir la sociedad con justicia e igualdad de oportunidades y bienestar para todas las cubanas y todos los cubanos, con la que hemos soñado, por la que han luchado y batallado generaciones de cubanos y que constituye todavía una meta por alcanzar.
Quisiera recordar en este Día Mundial de los Derechos Humanos, de modo especial, a los más de 37 000 profesionales cubanos de la salud que se encuentran salvando vidas en 73 países. Ellos son el testimonio de que, como dijera Fidel: “Revolución es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo”.
A los miles de médicos, enfermeras y técnicos de la salud cubanos, que a esta misma hora caminan por las intrincadas montañas de Guatemala, o viven junto a los habitantes de los barrios de Caracas, en el Altiplano boliviano, en las selvas africanas, a esos hombres y mujeres que a esta hora tratan a un enfermo, alivian el dolor, llevan una palabra de consuelo o un medicamento, lejos de sus hijos, a miles de kilómetros de sus hogares, dedicamos, hoy, Día Mundial de los Derechos Humanos, un mensaje especial y un pensamiento de todo su pueblo y sus familiares.
En el año en que se cumple el 60 aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Cuba renueva su compromiso contra toda discriminación y con la lucha por un mundo de justicia, libertad e igualdad para todos.
En un día como hoy, expresamos nuestra satisfacción de recibirlos a ustedes, de poder intercambiar, compartir, debatir sobre este sueño imprescindible que guía nuestros actos y nuestras luchas de conquistar un mundo con justicia, igualdad y paz para todos.
Quisiera, de modo especial, recordar a Fidel que ha sido el artífice y el guía de los cubanos en su lucha por el respeto a los derechos humanos para nuestro pueblo y para nuestros hermanos más allá de nuestras fronteras.
Quisiera renovar nuestro compromiso con la construcción de una América Latina integrada que luche unida por los derechos de sus pueblos.
Quisiera también reiterar nuestra esperanza de ver un día un Puerto Rico libre e independiente, de ver a su pueblo ejercer su derecho a la libre determinación e incorporarse en carácter de miembro pleno, junto a sus hermanos de América Latina y el Caribe.
Y quisiera saludar, en nombre de nuestro pueblo, a todos los que en cualquier rincón del planeta batallan cada día por construir ese mundo mejor que todos soñamos.
Bienvenidos, y que tenga éxito nuestro Taller Internacional.
Muchas gracias .
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