Alfredo Jalife-Rahme
En nuestras recientes conferencias –en el seminario internacional del Partido del Trabajo en México, el 21 de marzo, y en la Lebanese American University en Beirut, el 3 de abril (a invitación del doctor Imad Salamah)– sustentamos la híbrida tridimensionalidad del nuevo orden multipolar
(con componentes bipolares y unipolares): 1) en geoestrategia, existe un empate nuclear entre Estados Unidos y Rusia a partir de la respuesta de Moscú a la agresión de Georgia a Osetia del Sur (en un tercer lugar muy distante viene China, gracias a su ascenso satelital); aquí, al menos de una tercera guerra mundial que tanto desea la banca anglosajona, el mundo será relativamente estable, si es que no se precipita la dislocación interna de uno de los actores; 2) en geoeconomía, las tendencias son muy claras: descenso del G-7 y ascenso tanto del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) como de las potencias petroleras del Golfo Pérsico, entre las que destaca Irán (aquí se pudiera agregar la resurrección de Turquía, que Barack Obama intenta fortalecer para sustituir al alicaído Israel en la región medio oriental y contrarrestar el redespliegue ruso en el mar Negro), y 3) en geofinanzas (término acuñado por Bajo la Lupa, que ya empieza a usar sin derecho de autor la prensa anglosajona), donde la hegemonía del dólar se resiste a ceder su innegable poder: éste es el punto más inestable y peligroso del híbrido orden tridimensional.
El nuevo orden multipolar
asentó sus reales en el ámbito geoestratégico en agosto de 2008, cuando Rusia repelió en Osetia del Sur la agresión de Georgia (azuzada por Estados Unidos e Israel), mientras en el ámbito geoeconómico se pudiera plantear la hipótesis de que ocurrió primordialmente a partir de la primavera de 2004, cuando la dupla anglosajona exhibió a la luz del día su impotencia en controlar los hidrocarburos de Irak, lo cual, de cierta manera, dio lugar a la serendipia (hallazgo fortuito) del posicionamiento irresistible del BRIC.
Queda así muy suelto el ámbito geofinanciero donde, guste o disguste, prevalece la hegemonía, para no decir unipolaridad, del dólar estadunidense pese al tsunami financiero global que provocó la otrora superpotencia unipolar.
La prevalencia del dolarcentrismo, que la cumbre del G-20 en Londres avaló subrepticiamente, suena a la gran tragedia del siglo XXI: una divisa sin sustento económico, pero muy funcional y que no dispone de sustitutos en el corto plazo. Las bombas nucleares de Estados Unidos protegen ahora al dólar.
Nadie en el seno del BRIC posee una divisa susceptible de remplazar el dólar en el corto plazo: el rublo ruso y el real brasileño, dos divisas convertibles
, distan mucho de ser competitivos frente a la moneda estadunidense, mientras el yuan chino y la rupia india aún no son convertibles
y no presentan ningún peligro para Estados Unidos, que se da el lujo de poseer la divisa que constituye la reserva mundial y de imprimir billetes en forma irresponsable e hiperinflacionaria.
Permanece impávido el viejo orden mundial geofinanciero de hace 65 años. Como sostuvimos (ver Bajo la Lupa; 25/03/09), el nuevo orden geofinanciero global
deberá ser multipolar y reflejar la nueva correlación de fuerzas en los ámbitos geoestratégico y geoeconómico. Pero es más fácil enunciarlo que ponerlo en práctica.
Una de las exquisitas vulnerabilidades del BRIC se centra en su subdesarrollo financiero frente al predominio anglosajón, cuyas plazas (Wall Street y la City) ostentan los dos primeros lugares del índice de desarrollo financiero del Foro Económico Mundial de Davos, donde relucen el G-7 y sus paraísos fiscales en los primeros sitios.
Quien gana las guerras mundiales impone el orden financiero que más conviene a sus intereses –el caso trasatlántico desde el siglo XVII de Holanda, Gran Bretaña y Estados Unidos–, como demuestran Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver en Caos y orden en el sistema-mundo moderno, (Ediciones Akal; 2001), libro que no nos cansamos de recomendar para entender la dinámica del vigente viejo orden financiero anglosajón hoy dolarcéntrico.
Adam Posen, anterior economista en la Reserva Federal y director adjunto del influyente Peterson Institute for International Economics, asienta sin desparpajo que el papel del dólar es un asunto geoestratégico (¡supersic!) y monetario
(Le Monde; 30/03/09). Desecha la propuesta china, con apoyo ruso, de crear una divisa de reserva global
que sustituya al dólar: el gobierno de Estados Unidos tiene todas las razones en creer que el dólar debe permanecer como la divisa de referencia del comercio internacional. Es un asunto geoestratégico (¡supersic!) como monetario. Ofrece en la economía mundial la mayor seguridad (sic) a Estados Unidos
. Luego fustiga que ni Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía y partidario de una reformulación del sistema monetario internacional) ni nadie (sic)
haya presentado una alternativa clara al sistema actual
y concluye que ni los estadunidenses ni los europeos (sic) están dispuestos a abandonar ninguna parte del control (¡supersic!) que tienen sobre las instituciones financieras internacionales
.
Queda claro que el último baluarte de la unipolaridad geofinanciera de Estados Unidos lo constituye el dólar, y nadie en el seno del BRIC parece estar dispuesto a una tercera guerra mundial para imponer su cosmogonía monetaria. Pareciera más bien que el BRIC espera la entropía del dólar debido a la decadencia militar y económica de la otrora superpotencia unipolar, por lo que se ha confinado a proponer ajustes insulsos al viejo orden monetario internacional sin crear uno nuevo.
Desde el punto de vista geoestratégico, más que una multipolaridad propiamente dicha, el mundo parece haber retornado a una bipolaridad nuclear entre Estados Unidos y Rusia, con nuevos actores (como China e India) todavía muy alejados del primer plano.
Con mayor propiedad, la verdadera multipolaridad
se desarrolla en el ámbito geoeconómico: los países emergentes con 32 por ciento del PIB global (entre los cuales el BRIC dispone de 13 por ciento mundial), la Unión Europea (con 31) y Estados Unidos (con 25 por ciento). Este renglón geoeconómico representa la matriz operativa del nuevo orden mundial, que sigue siendo añejo en el ámbito geofinanciero, donde el dólar prevalece por encima de las demás divisas con más de 66.5 por ciento de las reservas y los intercambios comerciales, frente a 24.4 por ciento del euro –que el eje anglosajón busca balcanizar y vulcanizar, según la severa acusación del centro de pensamiento europeo LEAP/Europe 20/20 (boletín GEAB número 33; 15/03/09)–, la libra esterlina 3.7 por ciento, el yen japonés 3.6 por ciento y el resto de las divisas 1.7 por ciento. En realidad, la libra esterlina y el yen nipón son apéndices del dolarcentrismo.
El mundo navega ya en la híbrida tridimensionalidad con un dolarcentrismo unipolar que lo puede llevar al naufragio.
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