Tuesday, August 19, 2008

Miami: se tambalea el poder del exilio cubano


Se vive una transición política, señalan expertos; candidatos demócratas podrían entrar al relevo

David Brooks (Corresponsal)

Miami, 18 de agosto. Durante casi medio siglo en esta ciudad han esperado un cambio de régimen en La Habana, pero resulta que esa transición está ocurriendo precisamente en Miami.

Este giro, que ya se manifiesta en la dinámica política local y estatal, tiene implicaciones potencialmente históricas sobre todo para el mapa electoral nacional y para las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba.

La manifestación política más visible del cambio que se opera en Miami es que dos, y tal vez hasta los tres legisladores federales cubano-estadunidenses republicanos que representan esta ciudad, y que abanderan la política del bloqueo a la isla, por primera vez se enfrentan a una competencia real para lo que antes eran relecciones casi garantizadas.

De hecho, Lincoln Díaz Balart, la figura más conocida aquí, la cual representa el poder conservador de los cubano-estadunidenses, está en grave riesgo de perder su puesto en las elecciones federales en noviembre ante el reto del demócrata Raúl Martínez, según las más recientes encuestas y la opinión de analistas entrevistados aquí.

Mario Díaz Balart –hermano de Lincoln– contiende con Joe García, quien fue líder de la misma organización que inicialmente llevó al poder a los Díaz Balart, la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF, por sus siglas en inglés).

Si gana uno solo de los demócratas, dice el analista cubano-estadunidense Francisco Aruca, en entrevista con La Jornada, “eso representaría el principio del fin, el derrumbe de la derecha en Miami”. Aruca, director de Radio Progreso y comentarista en uno de los pocos espacios de los medios aquí que no controla el ala conservadora del exilio cubano, se siente optimista, junto con otros, porque dice: “aquí ya se está perdiendo el miedo” a los que gobernaban con mano dura y que amenazaban a todo aquel que disintiera de la línea impuesta por ellos.

Aunque todos los candidatos opositores se han definido como críticos del régimen cubano y no abanderan ningún giro radical en la política estadunidense hacia la isla, sí se atreven a señalar que la estrategia de Washington durante cinco décadas ha fracasado, opinión impensable hace unos años.

Pero, sobre todo, sus campañas ya representan en sí mismas una apertura en Miami que llevaría a cambiar el papel tradicional de este estado en la política nacional y en las relaciones con América Latina.

Sergio Bendixen, encuestador y asesor político del Partido Demócrata, considera que en esta coyuntura se reflejarán en el escenario electoral los cambios que durante la década anterior han transformado a esta ciudad, y que aunque han pasado en gran medida desapercibidos fuera de aquí, “ése es el cambio que viene”, advierte.

Los factores que impulsan la transición política en Miami son múltiples, analiza Álvaro Fernández, veterano organizador político aquí, director de la revista cibernética Progreso Weekly y quien encabeza regionalmente la organización de promoción del voto latino denominada Proyecto de Empadronamiento y Educación del Votante del Suroeste (SVREP).

Por un lado hay un cambio generacional dentro de la comunidad cubanoestadunidense con las principales figuras más influyentes del exilio cubano cada vez más viejos o muriéndose (entre ellos, Jorge Mas Canosa, fundador del CANF y principal interlocutor de la comunidad con Washington, quien falleció en 1997, y cuya ausencia llevó a una ruptura y división entre la comunidad conservadora aquí).

Las nuevas generaciones junto con inmigrantes que llegaron después de 1980 empiezan a tener posiciones diferentes o por lo menos no comparten las del exilio en los 60. Aún más alarmante para la vieja guardia, cuya relación especial con el Partido Republicano otorgó la única base latina de ese partido, los nuevos migrantes cubanos aquí al convertirse en ciudadanos están optando por inscribirse más como demócratas o independientes que como republicanos, afirma Fernández.

Por otro lado, hay un cambio demográfico tanto en Miami como en Florida que está transformando los cálculos electorales. “Miami es cada vez más latino, pero menos cubano”, comenta Fernández al señalar que hay más colombianos, venezolanos, centroamericanos y mexicanos aquí. De hecho, por primera vez, los cubanos ya no son mayoría entre los latinos en el estado, algo que provoca cambios en los cálculos electorales tanto locales como nacionales.

A la vez, algunos políticos, analistas y organizadores electorales aquí comentan que otro factor del cambio es la transición misma en Cuba. Tanto jóvenes como veteranos de las luchas políticas aquí señalan que el consenso fundamental entre la comunidad es que Cuba y su revolución no podrían existir sin Fidel Castro. Pero cuando Cuba no sólo no se desintegra con la enfermedad y ausencia de Castro, sino que sigue adelante con un proceso de transición sin ninguno de los desastres y explosiones que aquí se pronosticaban, la credibilidad de todo un sector conservador aquí empieza a ponerse en duda. Junto con sectores de inmigrantes nuevos que desean mantener vínculos con sus familias en la isla a través de viajes y envío de remesas, las bases del argumento viejo sobre el embargo y el apoyo anteriormente casi universal para esa política empiezan a desvanecerse.

De esta manera, la transición política en Cuba está obligando a una transición política en Miami.

Fernández comenta que en Miami, por primera vez, ya no existe una sola voz cubanoestadunidense, y mucho menos una latina. De hecho, parte del cambio aquí es que cada vez hay más espacios mediáticos no sólo liberados del monopolio conservador, sino que se dedican a denunciar a lo que llaman la “ultraderecha” que ha controlado esta ciudad durante décadas, como lo hace todas las noches en su programa de radio de enorme raiting el periodista cubanoestadunidense Edmundo García.

Todo esto ha despertado expectativas entre los que eran disidentes ante el control político, económico, mediático y cultural del sector anticastrista conservador. “No es una revolución, es un cambio gradual”, advierte Max Lesnick, veterano periodista y disidente tanto en Cuba como en Miami, “pero sí es la vuelta de la baraja”.

Los disidentes de Miami insisten que una transición en Miami ya es una realidad imparable. No pocos expresan su esperanza de que se manifieste en las elecciones en unos tres meses. Hay impaciencia después de casi 50 años de un Miami bajo un sólo régimen.

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