Traducido para Rebelión por Caty R. |
El presidente de Estados Unidos prepara una nueva iniciativa de paz para resolver el conflicto árabe israelí, que se presentará en la próxima reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, prevista para finales de septiembre.
El senador George Mitchell, auténtico artífice de esta iniciativa, prefiere trabajar en el secreto más absoluto y lejos de los medios de comunicación, pero los rumores que corren dan a entender que dicho plan se basa en la iniciativa de paz árabe modificada en ciertos puntos esenciales, como la anulación del derecho de retorno y la introducción de una fórmula «nebulosa» que hace de Jerusalén la capital de los dos Estados, de hecho, introduciendo algunos retoques a la situación actual.
La aplicación de esta iniciativa se hará, probablemente, al revés del plan de la iniciativa árabe, de forma que empezaría por la normalización, previa a la retirada israelí de los territorios árabes ocupados, según las condiciones impuestas por Netanyahu. Lo que puede explicar las intensas presiones estadounidenses ejercidas sobre los Estados árabes, sobre todo en el Golfo y en el Magreb, dirigidas a crear los «primeros pasos» de la normalización, como la apertura de oficinas de representación comercial y la autorización de libre circulación en el espacio aéreo para los aviones de la compañía aérea israelí «El AI», a cambio de la congelación de la construcción de colonias en Cisjordania, pero no en Jerusalén.
Las presiones de la administración Obama podrían dar resultados en las próximas semanas, y no sería sorprendente que asistiéramos a encuentros, reuniones e intercambios de sonrisas entre los responsables y líderes árabes y Netanyahu, al margen de las reuniones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, para romper el hielo, y que a esos gestos les siguieran pasos diplomáticos efectivos.
Por el lado palestino, los preparativos van a buen ritmo, con minuciosidad y detallismo excepcionales, según las directrices estadounidenses y europeas y con la bendición israelí indirecta, de manera que la sociedad palestina está perfecta y totalmente dispuesta a integrar la nueva iniciativa.
Los preparativos se pueden resumir en los puntos siguientes:
1) El presidente de la Autoridad de Ramala, Mahmud Abbas, reunió el congreso de Fatah y procedió a la «elección» de un nuevo comité ejecutivo que incluye a cuatro ex responsables de la seguridad y del cual se ha excluido, de una forma u otra, a la mayoría de los miembros de la vieja guardia opuesta al proceso de Oslo; a pesar de todo, hay que reconocer que algunos de los nuevos miembros del comité gozan de una buena reputación y están considerados personalidades independientes y devotas de la causa nacional.
2) Abbas logró reunir al Consejo Nacional Palestino en una asamblea extraordinaria «en presencia de los presentes» para completar la legitimidad del comité ejecutivo de la OLP y la elección de seis nuevos miembros, entre ellos las dos personas responsables de las negociaciones: Ahmad Qorei (Abu Ala) y Saeb Erekat, a quienes, podemos concluir, se convocará próximamente para negociar sobre la base de la nueva iniciativa de paz; no como representantes de Fatah, sino en nombre de la OLP, única representante legítima del pueblo palestino.
3) Salam Fayad, el Primer Ministro palestino, ha revelado que prepara un nuevo proyecto para la infraestructura del Estado palestino, que estará listo en dos años. Dicho proyecto se compone de dos partes: la primera la de la seguridad, con el establecimiento de las fuerzas de seguridad palestinas sobre la base de los criterios estadounidenses, bajo la supervisión del general Dayton, y con las bendiciones israelíes, jordanas, egipcias y palestinas. La segunda parte, económica, dirigida a mejorar el día a día de la población de Cisjordania, con el fin de hacerle olvidar la Intifada y alejarla definitivamente de la resistencia, considerada como un factor de inestabilidad y sufrimiento.
El entorno del presidente Mahmud Abbas ha logrado, bajo las instrucciones de Tony Blair, el «emisario de la paz» europeo, reducir la causa palestina a «Cisjordania», amputándole su esencia que es la «causa de los refugiados», y la ha convertido en una cuestión puramente económica regida por las condiciones de vida de los habitantes de Cisjordania. Y éste es, sin duda, su éxito más peligroso.
En la actualidad, en vez de comparar la situación actual del pueblo palestino con la que prevalecía durante la primera o la segunda Intifadas, o la que existía en 1965 cuando surgió la primera explosión de la resistencia y Cisjordania y Gaza eran árabes, se oponen la degradación de los medios de subsistencia y de la seguridad en Gaza, bajo la dominación de Hamás, a la prosperidad de Cisjordania bajo el reinado de la Autoridad. En Gaza, la situación económica está deteriorada debido al bloqueo asfixiante que todo el mundo ha decidido olvidar, y la seguridad está controlada por el puño de hierro de la policía de Hamás, lo que se vio con claridad en el ataque sanguinario y sin precedentes a la mezquita Ibn Taymiyah en Rafah, para «sacar» al movimiento Ansar Jund Allah, y por la prohibición de cualquier operación de resistencia y de lanzamientos de cohetes.
En cuanto a la prosperidad económica de Cisjordania, ésta se debe sobre todo a la afluencia a los bolsillos de la Autoridad de miles de millones de dólares procedentes de Estados Unidos, Europa y los países árabes; la generosidad de estos últimos es más un resultado de las inyecciones estadounidenses que del deber moral de solidaridad.
Pero no hay que olvidar que esa prosperidad corresponde a la aplicación de la letra del plan Netanyahu y del precedente plan de «paz económica» de Tony Blair. Una paz que en la práctica significa el olvido, aunque sea temporal, de los fundamentos de la causa palestina.
La pregunta a la que nadie quiere responder es: ¿Cómo podrá existir el Estado palestino que nos prometen en presencia de 249 colonias israelíes donde viven medio millón de colonos, sin olvidar los 600 puestos militares de control israelíes que supuestamente garantizan la seguridad?
Las sutilezas bizantinas del discurso actual no se ocupan de la legalidad de las colonias, sino primero de su crecimiento natural, de la inadmisibilidad legal, total o parcial, de dicho crecimiento y de la contrapartida que deberán pagar los árabes en términos de «normalización».
Comprobamos que el chantaje israelí ha conseguido, sin ninguna duda, dictar sus condiciones, y no solamente en cuanto al plan de evacuación del derecho de retorno y la «disolución» de la cuestión de la Jerusalén ocupada, sino también por el vínculo creado entre la secundaria «congelación provisional» de las colonias (presentada como una concesión enorme) y la imposición de un bloqueo total, marítimo, aéreo y terrestre, a Irán.
Del mismo modo que la Conferencia para la Paz de Madrid, en 1991, sirvió para golpear, destruir y aislar a Iraq, vemos cómo se conecta en la actualidad la nueva iniciativa de paz estadounidense con la cuestión nuclear de Irán para proceder al desmantelamiento de las instalaciones iraníes, por la vía militar o la de las sanciones, a cambio de promesas –simples promesas- de una solución estadounidense a la cuestión palestina, con arreglo a una fórmula que no enfade a Israel ni a los regímenes árabes «moderados».
No olvidemos que en vez de poner en paralelo un reactor israelí, que ha producido hasta la fecha 300 cabezas nucleares, con un reactor iraní todavía en gestación, se ha establecido una relación entre el reactor iraní y una lista de abdicaciones árabes de los fundamentos palestinos, como contrapartida de promesas de solución, que vienen a añadirse a las numerosas promesas que nos hicieron con anterioridad y que han desaparecido, unas detrás de otras, después de haber servido a los objetivos estadounidenses.
Pero el gran problema actual es la debilidad del frente de rechazo árabe, el deterioro del campo de rechazo palestino, la preocupación siria por la apertura hacia Estados Unidos y la recepción de sus enviados con el objetivo de engatusarlos, y la concentración de esfuerzos en la constitución del gobierno libanés, como si ésta fuera la prioridad de las prioridades a nivel regional, mientras Hamás sigue atascado en la «trampa» de Gaza, la subsistencia alimentaria de un millón y medio de palestinos, y las aperturas hacia Occidente para resolver el asunto de Gilad Salit.
En la actualidad, para nuestra desolación, Hamás ya no lleva la bandera de la resistencia con la fuerza que se espera del movimiento islámico yihadista. Hay que añadir que dentro de Hamás existe una corriente que perjudica los esfuerzos que despliega la organización para ganar el reconocimiento de Occidente con el establecimiento de contactos y, mucho más, para participar en las conferencias de Ginebra en presencia de los israelíes, con el fin de convencer al mundo de que Hamás es un movimiento realista y moderado con el que se puede trabajar y que merece permanecer en el poder.
La causa palestina, tal como la conocemos, en la actualidad se encuentra bajo el bisturí del «cirujano plástico» estadounidense para una operación que le va a rehacer la cara. El producto se comercializará rápidamente por los expertos en comunicación árabes, y sobre todo palestinos, y se venderá a todos los que creen en la paz económica, la seguridad y la prosperidad de Cisjordania.
En árabe (traducido al francés por Nadine Acoury):
En francés:
http://www.ism-france.org/
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