Euroanarcos
MARCO APPEL
Los ataques de grupos anarquistas, que en México comienzan a inquietar a las autoridades a raíz de los bombazos perpetrados en septiembre contra sucursales bancarias, centros comerciales y agencias automotrices, se realizan en Europa desde la década pasada, cada vez con mayor virulencia. En su reporte 2009, Europol, el cuerpo de seguridad de la Unión Europea, documenta las acciones de las principales organizaciones que han sembrado el terror lo mismo en Holanda que en Grecia, Alemania, Italia, España…Sus blancos son, arguyen, los instrumentos del “orden represivo”: cárceles, embajadas, bancos, eurodiputados, firmas comerciales.
BRUSELAS.- El 6 de mayo de 2002, Volkert van der Graaf, un activista defensor de los derechos de los animales, decidió asesinar a Pim Fortuyn, el carismático líder de la extrema derecha holandesa.
En esa época, el partido de Fortuyn ocupaba el segundo sitio de las preferencias de voto para los comicios legislativos que tuvieron lugar el 15 de mayo de ese mismo año en Holanda.
Van der Graaf practicaba el veganismo, un estilo de vida que rechaza radicalmente el consumo de cualquier producto de origen animal. En 1992 el activista fundó una organización no gubernamental llamada Vereniging Milieu Offensief (Asociación por la Ofensiva Medioambiental) en Wageningen, localidad en la que realizó estudios de agronomía.
El activista de 32 años se desempeñaba como abogado en esa organización y había ganado a las autoridades municipales la mayoría de las 2 mil 220 demandas legales contra las granjas intensivas de crianza animal en ese municipio y contra las empresas productoras de pieles para abrigos y otras prendas.
Según él, Fortuyn era “un peligro” para el mundo, incluso lo comparaba con Adolfo Hitler, de acuerdo con una trasmisión de la BBC difundida el 15 de abril de 2003 a partir de las declaraciones del detenido. De acuerdo con la misma fuente, Van der Graaf admitió que ejecutó a Fortuyn porque “representaba una amenaza para las minorías más débiles de la sociedad”, en particular los musulmanes, y también porque el político ultraconservador pugnaba por reformas a la ley holandesa que afectarían de manera negativa al medio ambiente y la causa animal.
El día que cometió el asesinato, Van der Graaf salió de su domicilio en Waningen y condujo su auto al poblado de Hilversum, donde Fortuyn daría una entrevista a Radio 3FM. Con ayuda de mapas del poblado y fotografías del edificio de la radiodifusora obtenidas en internet, el activista llegó a su destino a las cuatro de la tarde. Esperó a su víctima durante dos horas, escondido tras unos arbustos.
Fortuyn salió del edificio a las seis de la tarde. Iba acompañado por varias personas, pero sin guardias de seguridad. Al verlo, Van der Graaf se puso unos guantes de látex, se acomodó la gorra de beisbol y los lentes oscuros para ocultar su identidad y envolvió en una bolsa de plástico una pistola semiautomática Firestar M-43 cargada con siete balas de .9 milímetros.
Dejó que el político pasara a su lado y cuando se había alejado un metro y medio le disparó por la espalda. Fortuyn recibió cinco impactos en el cuerpo y la cabeza. Murió ahí mismo. El homicida fue aprehendido por la policía. Poco después, los agentes hallaron en su casa sustancias para fabricar explosivos. El 15 de abril de 2003, Van der Graaf fue condenado a 18 años de prisión.
La conexión anarquista
Mientras en México los ataques con explosivos a sucursales bancarias, centros comerciales y agencias automotrices son reivindicados por grupos defensores de los derechos de los animales y por grupos anarquistas, un fenómeno relativamente nuevo, en países europeos como Holanda esos grupos radicales actúan desde los setenta y son vigilados estrechamente por los servicios antiterroristas.
El 11 de septiembre pasado, por ejemplo, la Coordinación Nacional Antiterrorista de Holanda reportó al Comité de Seguridad Nacional del gobierno de La Haya un “incidente violento” que atribuyó al Frente de Liberación Animal (FLA), cuya rama mexicana reivindicó el ataque del 14 de septiembre contra la tienda Max Mara en la colonia Polanco, al poniente de la Ciudad de México.
El reporte, al que tuvo acceso este semanario, señala que en marzo pasado los seguidores de ese frente en Holanda pintaron algunos muros para anunciar la colocación de una bomba en el Centro de Investigación de la Universidad de Wageningen, donde se realizan pruebas con animales.
La alerta resultó falsa. Sin embargo, el documento advierte que ante la violencia creciente de esas organizaciones extremistas, la policía y las autoridades judiciales intensificaron las medidas de seguridad para evitar que hagan daño.
El 3 de marzo último, el ministro del Interior de Holanda, Guusje ter Horst, envió una carta a la Cámara de Representantes en la que alertaba a los legisladores de su país sobre “los cada vez más serios ataques de los defensores de los animales” en territorio holandés.
Y añadía: “El Servicio General de Inteligencia y Seguridad considera el combate contra esa clase de radicalismo como una prioridad, ya que amenaza al orden democrático legal.”
El año pasado, los promotores de los derechos de los animales cometieron 24 “actos vandálicos” en Holanda, atacaron una vivienda, amenazaron directamente a 17 personas y provocaron tres incendios, según datos de la Agencia Nacional de los Servicios Policiacos.
En el ámbito europeo, en su reporte de 2009 sobre situación y tendencias del terrorismo, Europol revela que también en Francia, Bélgica, Portugal y Gran Bretaña se registraron incendios provocados por militantes de esos “grupúsculos” en 2008.
En Suecia, Dinamarca, Austria, Alemania, Italia y España se reportaron actos de vandalismo e intimidación periódicos contra tiendas de pieles y compañías asociadas a la firma británica de experimentación animal Huntingdon Life Sciences.
La organización radical Alto a la Crueldad Animal de Huntingdon (Stop Huntingdon Animal Cruelty, SHAC) no ha dejado de actuar desde entonces. En mayo de 2007, en una operación conjunta, en varios países europeos fueron arrestados 30 miembros de esa organización, principalmente en Gran Bretaña.
Aun así, militantes de la SHAC prendieron fuego a la casa de verano suiza de Daniel Vasella, presidente ejecutivo de la trasnacional farmacéutica Novartis el 3 de agosto pasado. Los activistas acusaron al empresario de mantener vínculos con Huntingdon Life Sciences.
Cartas bomba
El 6 de enero de 2004, un asistente del entonces presidente del Partido Popular Europeo, el eurodiputado alemán Hans Poettering, descubrió en la correspondencia del político un paquete que parecía contener un libro. Al abrirlo estalló un artefacto y provocó una llamarada que destruyó el sobre y quemó parte de un escritorio.
Minutos más tarde, apareció otro paquete sospechoso en la oficina del eurodiputado conservador José Ignacio Salafranca. Los peritos belgas intervinieron y provocaron una explosión controlada que no causó daños.
Un tercer paquete bomba fue recibido por el eurodiputado Gary Titley, líder de los laboristas británicos en el Parlamento Europeo, en su oficina de Manchester, Gran Bretaña. El sobre fue abierto por una secretaria, quien se cubrió a tiempo para evitar que las llamas la dañaran.
Los ataques contra políticos e instituciones de la Unión Europea comenzaron el 27 de diciembre de 2003. Ese día, Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, recibió en su domicilio de Bolonia, Italia, un documento bomba que ardió tras ser activado el dispositivo que contenía.
Dos días después, el servicio de seguridad del Banco Central Europeo, con sede en Francfort, Alemania, interceptó otra carta con pólvora en su interior dirigida al presidente de esa institución, Jean-Claude Trichet. La policía holandesa desactivó también un paquete enviado al director de Europol, Juergen Storbeck, en La Haya.
El 30 de diciembre la policía holandesa repitió la operación en el edificio de la Agencia de Cooperación Judicial Europea (Eurojust), cuyas instalaciones se encuentran también en La Haya.
La Federación Anarquista Informal de Italia (FAI), conformada por la Cooperativa Artesana Fuego y Afines; la Brigada 20 de julio (en alusión al día en que un carabinieri mató de un balazo al activista Carlo Giuliani, en 2001); las células contra el capital, la cárcel, sus carceleros y sus celdas (5C) y Solidaridad Internacional, reivindicó los ataques.
En un texto enviado al diario La Repubblica, la FAI explicó que se trataba de una campaña “contra el aparato de control represivo del nuevo orden europeo”. Entre 1998 y 2004, la federación realizó 68 ataques con explosivos.
El 5C actúa incluso en Barcelona, España, donde el 12 de diciembre de 2002 envió un paquete bomba a la redacción del diario El País en esa ciudad. Los técnicos españoles desactivaron el mecanismo antes de que explotara.
En su reporte 2009, Europol identifica cuatro temas comunes a los grupos anarquistas europeos: el antimilitarismo, la inmigración y el medio ambiente, además de un rechazo al sistema carcelario, al que consideran un instrumento del “orden represivo” que únicamente sirve para contener “la rabia de los explotados”, según manifiesta el citado grupo italiano 5C.
Las Células Autónomas de Revolución Inmediata Práxedis Gilberto Guerrero, que se atribuyeron el bombazo del 8 de septiembre pasado en la agencia automotriz Renault de la colonia Moctezuma en la Ciudad de México, dejaron mensajes similares a los de sus pares europeas para protestar por “la remodelación del Reclusorio Norte”. Esa obra, dijeron, servirá para “albergar cada vez más presos producto de la brutal represión y la injusticia social”.
Nueva generación
La capacidad de fuego anarquista ha ido en aumento en los últimos años. Un caso: el 12 de enero de 2007, militantes del grupo extremista Lucha Revolucionaria dispararon un proyectil antitanque de 40 milímetros contra la embajada de Estados Unidos en Atenas, Grecia. El proyectil no estalló.
El reporte de Europol indica que en 2008 hubo 28 “atentados terroristas” realizados por anarquistas y extremistas de izquierda en Grecia, Italia y España. En los dos primeros países, los autores recurrieron a los bombazos, mientras que en España, en particular en Barcelona, recurrieron a los “incendios premeditados”.
Aunque la mayoría de los ataques anarquistas tienen como blanco instalaciones corporativas o gubernamentales, el grupo Lucha Revolucionaria se atribuyó un ataque realizado en Atenas el 5 de enero pasado contra tres policías. El semanario griego Pontiki divulgó el 18 de ese mes un comunicado de esa organización en el que se detalla ese atentado.
Los militantes de las células anarquistas en Europa son jóvenes educados de clase media conscientes de los alcances de la tecnología y que están enfadados con el modelo económico extremadamente competitivo y consumista porque, según ellos, no conduce a nada, a diferencia del socialismo que imbuyó de energía a los grupos armados de izquierda de las décadas de los setenta y los ochenta.
La FAI, por ejemplo, difundió un comunicado el 1 de enero de 2004 en el que explica que su sistema de funcionamiento está muy alejado de la filosofía y las técnicas de los movimientos guerrilleros tradicionales.
“Incluso poniendo en práctica la lucha armada, la FAI rechaza las organizaciones monolíticas, estructuradas de manera ‘clásica’: bases, fuerzas regulares-irregulares, clandestinidad, columnas, cuadros dirigentes, enormes necesidades de dinero. Esas estructuras son fácilmente vulnerables por el poder: es suficiente el clásico infiltrado o delator para hacer caer como un castillo de naipes toda la organización o gran parte de ella.
“Por el contrario, (la FAI) es una organización informal constituida por mil individuos o grupos que sólo se reconocen a través de las acciones realizadas y el pacto de apoyo mutuo que los vincula; los casos de infiltración o delación permanecen circunscritos al grupo concreto, sin extenderse”, precisa la FAI.
Según los dirigentes de la federación italiana, sus adeptos se prepararan a conciencia para realizar alguna acción concreta, pero una vez cumplidos sus objetivos vuelven a su vida normal. Así, arguyen, es difícil que las autoridades los destruyan.
BRUSELAS.- El 6 de mayo de 2002, Volkert van der Graaf, un activista defensor de los derechos de los animales, decidió asesinar a Pim Fortuyn, el carismático líder de la extrema derecha holandesa.
En esa época, el partido de Fortuyn ocupaba el segundo sitio de las preferencias de voto para los comicios legislativos que tuvieron lugar el 15 de mayo de ese mismo año en Holanda.
Van der Graaf practicaba el veganismo, un estilo de vida que rechaza radicalmente el consumo de cualquier producto de origen animal. En 1992 el activista fundó una organización no gubernamental llamada Vereniging Milieu Offensief (Asociación por la Ofensiva Medioambiental) en Wageningen, localidad en la que realizó estudios de agronomía.
El activista de 32 años se desempeñaba como abogado en esa organización y había ganado a las autoridades municipales la mayoría de las 2 mil 220 demandas legales contra las granjas intensivas de crianza animal en ese municipio y contra las empresas productoras de pieles para abrigos y otras prendas.
Según él, Fortuyn era “un peligro” para el mundo, incluso lo comparaba con Adolfo Hitler, de acuerdo con una trasmisión de la BBC difundida el 15 de abril de 2003 a partir de las declaraciones del detenido. De acuerdo con la misma fuente, Van der Graaf admitió que ejecutó a Fortuyn porque “representaba una amenaza para las minorías más débiles de la sociedad”, en particular los musulmanes, y también porque el político ultraconservador pugnaba por reformas a la ley holandesa que afectarían de manera negativa al medio ambiente y la causa animal.
El día que cometió el asesinato, Van der Graaf salió de su domicilio en Waningen y condujo su auto al poblado de Hilversum, donde Fortuyn daría una entrevista a Radio 3FM. Con ayuda de mapas del poblado y fotografías del edificio de la radiodifusora obtenidas en internet, el activista llegó a su destino a las cuatro de la tarde. Esperó a su víctima durante dos horas, escondido tras unos arbustos.
Fortuyn salió del edificio a las seis de la tarde. Iba acompañado por varias personas, pero sin guardias de seguridad. Al verlo, Van der Graaf se puso unos guantes de látex, se acomodó la gorra de beisbol y los lentes oscuros para ocultar su identidad y envolvió en una bolsa de plástico una pistola semiautomática Firestar M-43 cargada con siete balas de .9 milímetros.
Dejó que el político pasara a su lado y cuando se había alejado un metro y medio le disparó por la espalda. Fortuyn recibió cinco impactos en el cuerpo y la cabeza. Murió ahí mismo. El homicida fue aprehendido por la policía. Poco después, los agentes hallaron en su casa sustancias para fabricar explosivos. El 15 de abril de 2003, Van der Graaf fue condenado a 18 años de prisión.
La conexión anarquista
Mientras en México los ataques con explosivos a sucursales bancarias, centros comerciales y agencias automotrices son reivindicados por grupos defensores de los derechos de los animales y por grupos anarquistas, un fenómeno relativamente nuevo, en países europeos como Holanda esos grupos radicales actúan desde los setenta y son vigilados estrechamente por los servicios antiterroristas.
El 11 de septiembre pasado, por ejemplo, la Coordinación Nacional Antiterrorista de Holanda reportó al Comité de Seguridad Nacional del gobierno de La Haya un “incidente violento” que atribuyó al Frente de Liberación Animal (FLA), cuya rama mexicana reivindicó el ataque del 14 de septiembre contra la tienda Max Mara en la colonia Polanco, al poniente de la Ciudad de México.
El reporte, al que tuvo acceso este semanario, señala que en marzo pasado los seguidores de ese frente en Holanda pintaron algunos muros para anunciar la colocación de una bomba en el Centro de Investigación de la Universidad de Wageningen, donde se realizan pruebas con animales.
La alerta resultó falsa. Sin embargo, el documento advierte que ante la violencia creciente de esas organizaciones extremistas, la policía y las autoridades judiciales intensificaron las medidas de seguridad para evitar que hagan daño.
El 3 de marzo último, el ministro del Interior de Holanda, Guusje ter Horst, envió una carta a la Cámara de Representantes en la que alertaba a los legisladores de su país sobre “los cada vez más serios ataques de los defensores de los animales” en territorio holandés.
Y añadía: “El Servicio General de Inteligencia y Seguridad considera el combate contra esa clase de radicalismo como una prioridad, ya que amenaza al orden democrático legal.”
El año pasado, los promotores de los derechos de los animales cometieron 24 “actos vandálicos” en Holanda, atacaron una vivienda, amenazaron directamente a 17 personas y provocaron tres incendios, según datos de la Agencia Nacional de los Servicios Policiacos.
En el ámbito europeo, en su reporte de 2009 sobre situación y tendencias del terrorismo, Europol revela que también en Francia, Bélgica, Portugal y Gran Bretaña se registraron incendios provocados por militantes de esos “grupúsculos” en 2008.
En Suecia, Dinamarca, Austria, Alemania, Italia y España se reportaron actos de vandalismo e intimidación periódicos contra tiendas de pieles y compañías asociadas a la firma británica de experimentación animal Huntingdon Life Sciences.
La organización radical Alto a la Crueldad Animal de Huntingdon (Stop Huntingdon Animal Cruelty, SHAC) no ha dejado de actuar desde entonces. En mayo de 2007, en una operación conjunta, en varios países europeos fueron arrestados 30 miembros de esa organización, principalmente en Gran Bretaña.
Aun así, militantes de la SHAC prendieron fuego a la casa de verano suiza de Daniel Vasella, presidente ejecutivo de la trasnacional farmacéutica Novartis el 3 de agosto pasado. Los activistas acusaron al empresario de mantener vínculos con Huntingdon Life Sciences.
Cartas bomba
El 6 de enero de 2004, un asistente del entonces presidente del Partido Popular Europeo, el eurodiputado alemán Hans Poettering, descubrió en la correspondencia del político un paquete que parecía contener un libro. Al abrirlo estalló un artefacto y provocó una llamarada que destruyó el sobre y quemó parte de un escritorio.
Minutos más tarde, apareció otro paquete sospechoso en la oficina del eurodiputado conservador José Ignacio Salafranca. Los peritos belgas intervinieron y provocaron una explosión controlada que no causó daños.
Un tercer paquete bomba fue recibido por el eurodiputado Gary Titley, líder de los laboristas británicos en el Parlamento Europeo, en su oficina de Manchester, Gran Bretaña. El sobre fue abierto por una secretaria, quien se cubrió a tiempo para evitar que las llamas la dañaran.
Los ataques contra políticos e instituciones de la Unión Europea comenzaron el 27 de diciembre de 2003. Ese día, Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, recibió en su domicilio de Bolonia, Italia, un documento bomba que ardió tras ser activado el dispositivo que contenía.
Dos días después, el servicio de seguridad del Banco Central Europeo, con sede en Francfort, Alemania, interceptó otra carta con pólvora en su interior dirigida al presidente de esa institución, Jean-Claude Trichet. La policía holandesa desactivó también un paquete enviado al director de Europol, Juergen Storbeck, en La Haya.
El 30 de diciembre la policía holandesa repitió la operación en el edificio de la Agencia de Cooperación Judicial Europea (Eurojust), cuyas instalaciones se encuentran también en La Haya.
La Federación Anarquista Informal de Italia (FAI), conformada por la Cooperativa Artesana Fuego y Afines; la Brigada 20 de julio (en alusión al día en que un carabinieri mató de un balazo al activista Carlo Giuliani, en 2001); las células contra el capital, la cárcel, sus carceleros y sus celdas (5C) y Solidaridad Internacional, reivindicó los ataques.
En un texto enviado al diario La Repubblica, la FAI explicó que se trataba de una campaña “contra el aparato de control represivo del nuevo orden europeo”. Entre 1998 y 2004, la federación realizó 68 ataques con explosivos.
El 5C actúa incluso en Barcelona, España, donde el 12 de diciembre de 2002 envió un paquete bomba a la redacción del diario El País en esa ciudad. Los técnicos españoles desactivaron el mecanismo antes de que explotara.
En su reporte 2009, Europol identifica cuatro temas comunes a los grupos anarquistas europeos: el antimilitarismo, la inmigración y el medio ambiente, además de un rechazo al sistema carcelario, al que consideran un instrumento del “orden represivo” que únicamente sirve para contener “la rabia de los explotados”, según manifiesta el citado grupo italiano 5C.
Las Células Autónomas de Revolución Inmediata Práxedis Gilberto Guerrero, que se atribuyeron el bombazo del 8 de septiembre pasado en la agencia automotriz Renault de la colonia Moctezuma en la Ciudad de México, dejaron mensajes similares a los de sus pares europeas para protestar por “la remodelación del Reclusorio Norte”. Esa obra, dijeron, servirá para “albergar cada vez más presos producto de la brutal represión y la injusticia social”.
Nueva generación
La capacidad de fuego anarquista ha ido en aumento en los últimos años. Un caso: el 12 de enero de 2007, militantes del grupo extremista Lucha Revolucionaria dispararon un proyectil antitanque de 40 milímetros contra la embajada de Estados Unidos en Atenas, Grecia. El proyectil no estalló.
El reporte de Europol indica que en 2008 hubo 28 “atentados terroristas” realizados por anarquistas y extremistas de izquierda en Grecia, Italia y España. En los dos primeros países, los autores recurrieron a los bombazos, mientras que en España, en particular en Barcelona, recurrieron a los “incendios premeditados”.
Aunque la mayoría de los ataques anarquistas tienen como blanco instalaciones corporativas o gubernamentales, el grupo Lucha Revolucionaria se atribuyó un ataque realizado en Atenas el 5 de enero pasado contra tres policías. El semanario griego Pontiki divulgó el 18 de ese mes un comunicado de esa organización en el que se detalla ese atentado.
Los militantes de las células anarquistas en Europa son jóvenes educados de clase media conscientes de los alcances de la tecnología y que están enfadados con el modelo económico extremadamente competitivo y consumista porque, según ellos, no conduce a nada, a diferencia del socialismo que imbuyó de energía a los grupos armados de izquierda de las décadas de los setenta y los ochenta.
La FAI, por ejemplo, difundió un comunicado el 1 de enero de 2004 en el que explica que su sistema de funcionamiento está muy alejado de la filosofía y las técnicas de los movimientos guerrilleros tradicionales.
“Incluso poniendo en práctica la lucha armada, la FAI rechaza las organizaciones monolíticas, estructuradas de manera ‘clásica’: bases, fuerzas regulares-irregulares, clandestinidad, columnas, cuadros dirigentes, enormes necesidades de dinero. Esas estructuras son fácilmente vulnerables por el poder: es suficiente el clásico infiltrado o delator para hacer caer como un castillo de naipes toda la organización o gran parte de ella.
“Por el contrario, (la FAI) es una organización informal constituida por mil individuos o grupos que sólo se reconocen a través de las acciones realizadas y el pacto de apoyo mutuo que los vincula; los casos de infiltración o delación permanecen circunscritos al grupo concreto, sin extenderse”, precisa la FAI.
Según los dirigentes de la federación italiana, sus adeptos se prepararan a conciencia para realizar alguna acción concreta, pero una vez cumplidos sus objetivos vuelven a su vida normal. Así, arguyen, es difícil que las autoridades los destruyan.
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