La máquina térmica y los huracanes
Impacto Ambiental
Juan José Morales
Como se sabe, la fuente de energía de los huracanes es el calor acumulado en las aguas del océano. Por eso resulta lógico suponer que el calentamiento global influirá sobre estos fenómenos. Pero lo que no está muy claro aún, es si el efecto será un aumento en el número de huracanes o un incremento en su potencia.
Pues bien, a juzgar por los datos que se han ido acumulando durante los últimos tiempos, el efecto será —o más bien ya es— que aunque en promedio la cantidad de huracanes se mantenga sensiblemente igual, mayor número de ellos alcanzarán lo que los meteorólogos denominan máxima intensidad posible, o MIP para abreviar. Es decir, la intensidad más alta a la que podrían llegar dadas las condiciones meteorológicas existentes en la zona por la cual se mueven, pero que no siempre alcanzan ya que influyen diferentes factores que lo impiden.
Para entender mejor esto, hay que recordar que los fuertes vientos de un huracán se generan por un mecanismo en el cual el aire cálido cargado de vapor de agua que se encuentra al nivel del mar se eleva rápidamente, enfriándose durante el ascenso, y luego se desparrama en las alturas hacia los alrededores, para ser reemplazado por más aire que asciende desde la superficie. En ese proceso, al enfriarse y condensarse para formar nubes y lluvia, el vapor de agua libera lo que se llama calor latente de evaporación, o sea el calor utilizado para convertir el agua líquida en vapor. Esa energía es la que mantiene y en caso dado fortalece al huracán. Por ello, en términos generales, mientras mayor sea la temperatura del mar, mayor cantidad de energía se transmitirá a la atmósfera a través de esta máquina térmica.
Como ya hemos comentado en esta columna, durante los últimos 35 años la temperatura de los océanos ha estado aumentando. En el caso del Atlántico —de donde provienen los huracanes que afectan a la península de Yucatán—, el incremento ha sido de alrededor de medio grado centígrado. Aunque eso pueda parecer muy poco, ha sido suficiente para aumentar en 4 % la cantidad de vapor de agua presente en la atmósfera y entre 6 y 8 % la precipitación pluvial. Y no olvidemos que la condensación de vapor de agua libera calor que alimenta al huracán. En pocas palabras: hay ahora una enorme cantidad de energía térmica adicional que puede intensificar los huracanes más de lo usual.
De hecho, algunos estudios científicos indican que eso ya está ocurriendo. Kerry Emmanuel, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, por ejemplo, afirma haber comprobado que tanto la duración de las tormentas tropicales y los huracanes como la velocidad máxima de sus vientos han aumentado en promedio alrededor de 50 % de 1970 a la fecha, tanto en el Atlántico como en el Pacífico del norte.
Otro estudio, de investigadores de la universidad estatal de Florida y la Universidad de Wisconsin-Madison, indica que cada vez hay más huracanes de gran potencia que alcanzan la máxima intensidad posible. Durante las últimas décadas, dicen, han sido cada vez más los huracanes que llegan o se aproximan mucho a su MIP.
De acuerdo con este estudio, en 1981 los vientos de los huracanes más violentos eran en promedio de 224 kilómetros por hora. En 2006, ya eran de 250 Km/h, o sea un nada desdeñable incremento de más de 10 %. Esto, a juicio de los investigadores, está directamente relacionado con el aumento en la temperatura media del mar, que pasó de 28.2 a 28.5 grados durante el mismo período.
Y no hay que pasar por alto que el potencial destructivo de los vientos de un huracán aumenta con el cuadrado de su incremento de velocidad. Es decir, un aumento de 10 % en la velocidad implica un 100 % de aumento en la destrucción que causa.
De modo, pues, que lo que debe preocuparnos no es tanto que pudiera haber más huracanes que de costumbre, sino que los más fuertes alcancen mayor intensidad. Conviene irse preparando para ello.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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