Sunday, September 30, 2007

El arte del embuste PDF Imprimir E-Mail
  • Durante su sexenio, Vicente Fox entregó puntualmente sus declaraciones patrimoniales, pero desde el principio hizo trampas. Si en enero de 2001 rompió con la vieja costumbre de la secrecía y dio a conocer el supuesto monto de su patrimonio, los años siguientes recurrió a un sinfín de trucos para evitar que se conociera cuál era realmente su fortuna. Su juego era doble, múltiple: entregaba su declaración a la Secodam, transformada luego en Secretaría de la Función Pública, pero en la versión que hacía pública nunca proporcionaba los detalles de sus nuevas adquisiciones ni las de su cónyuge. Descubiertas ahora sus mañas, Fox sigue mintiendo…

Las declaraciones patrimoniales de Vicente Fox, que él pregona como prueba de honestidad y transparencia, son un revoltijo de datos confusos, incompletos, contradictorios y no ajustados a la normatividad

Antonio Jáquez/ Proceso


MEXICO, D.F., 29 DE SEPTIEMBRE/
Las declaraciones patrimoniales de Vicente Fox, que él pregona como prueba de honestidad y transparencia, son un revoltijo de datos confusos, incompletos, contradictorios y no ajustados a la normatividad. En otras palabras: muy en su papel, Fox manifestó lo que quiso y como le dio la gana.

Aun así, esas declaraciones contienen información que revela el talante del hombre que ocupó la Presidencia de la República por seis años: empresario, más que funcionario público. Los datos –“capturados directamente por el servidor público”, dicen las formas entregadas por él a la Secretaría de la Función Pública– hablan más de un inversionista “exitoso” que de un funcionario probo.

En el mejor estilo Fox, hay por lo menos dos versiones de las declaraciones: las que él hizo públicas y las que entregó a la SPF en mayo de cada año y que contienen los datos hasta el 31 de diciembre de 2006. La diferencia está en los detalles –donde suele estar el diablo, según la sabiduría popular–, que en algunos casos sólo se anotaron en las formas entregadas a la dependencia. En otros, sucede al revés: se divulgaron datos que no constan en las formas oficiales y que, al parecer, sólo existían en la mente de Fox.

Por ejemplo, en las declaraciones patrimoniales que divulgó, Fox anotó entre sus posesiones varios vehículos, uno de los cuales llegó a registrar como “robado”, pero estos autos no fueron reportados a la SPF: “el servidor público no proporcionó información de vehículos a su nombre”. El enredo es mayor: Fox usó y usa vehículos de los que no informó a nadie, entre ellos un Jeep (rojo) y una Hummer (plateada).

Más que despejar dudas, esas declaraciones provocan interrogantes y sospechas. Confirman, eso sí, la proclividad de Fox a los enredos, confusiones, omisiones y mentiras. Mintió, por ejemplo, en el caso de la remodelación de su casa en La Granja y en la construcción de sus cabañas en La Estancia, al reportarlos a costos inverosímiles.

Declaraciones modestas

El 30 de enero de 2001, dos meses después de asumir el mando, Fox dio a conocer su declaración patrimonial. Rompió así la costumbre de la secrecía que siguieron los presidentes de la era del PRI –aprovechando que la ley sólo establece la obligación absurda de “presentar” la declaración ante la instancia oficial: para que los ojos del poder vigilen a sus propias criaturas.

En esa misma ocasión, el presidente instruyó a los secretarios de Estado a que siguieran su ejemplo y dieran a conocer sus bienes. Así se hará “en los próximos días”, dijo su vocera, Marta Sahagún. Por supuesto, nadie acató la “instrucción” de Fox. El 5 de febrero de aquel año, el contralor Francisco Barrio se sacó de la manga un comodín: “Por razones de seguridad. Hubo dos o tres secretarios de Estado que manifestaron su rechazo… lo que ellos señalaban es que si hacemos público nuestro patrimonio ponemos en riesgo nuestra seguridad y la de nuestras familias”.

Por esas fechas, en un encuentro con reporteros y editores de Proceso, Barrio, a quien Fox llegó a presentar como el “zar anticorrupción”, habló de la transparencia que, dijo, imperaría durante el sexenio foxista. Se le pidió entonces copia de las declaraciones patrimoniales de los expresidentes. “No se puede”, exclamó, casi escandalizado.

En su declaración inicial, Fox manifestó ingresos mensuales netos relativamente modestos: 146 mil 266 pesos de sueldo y 60 mil pesos “por actividad industrial y/o comercial”. En el renglón de inversiones incluyó una cuenta de cheques con un saldo de casi 855 mil pesos y un fideicomiso de 1.7 millones de pesos.

La lista de sus bienes inmuebles era también modesta, tanto que ni siquiera le asignó valor alguno: un departamento (en León), una casa (en San Cristóbal) y dos terrenos: uno en Estancia de Vaqueros y otro en la Hacienda San Cristóbal. Bienes muebles: menaje de casa con un valor de 1.5 millones de pesos y en “otros bienes” registró semovientes (“animales varios”) con un valor de 1.6 millones de pesos. Dijo también ser dueño de una camioneta Dodge Ram y de una motocicleta Honda, pero no informó cuánto valían.

El patrimonio de Fox se incrementó en 2002. Además de su sueldo, obtuvo ingresos de 1.25 millones de pesos por “participación social” de la empresa El Cerrito, 564 mil pesos por “semovientes nacientes”, 572 mil pesos por “seguro de ahorro” y poco menos de 100 mil pesos por regalías del libro A Los Pinos, el primer tomo de su autobiografía…

Se hizo también de una casa en el Distrito Federal, “adquirida” en 2001 en la delegación Cuajimalpa, e incorporó los inmuebles de su cónyuge, Marta Sahagún: una casa, dos terrenos y un local, de los que no se informa su valor y simplemente se anota que se ubican en Celaya. Aparece además otro vehículo: un Jetta modelo 2000, “adquirido” ese año.

El Fox inversionista informó en 2002: dos cuentas de cheques que suman un saldo de 891 mil pesos, un fondo de inversión del fideicomiso declarado por 1.9 millones de pesos, “participación social” en la sociedad agropecuaria La Estancia, “creada en el año 2001”, de 907 mil pesos, y dos depósitos a plazos por un total de 2 millones de pesos.

La declaración de mayo de 2002 entregada a la SFP (que aún se llamaba Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo) tiene otros datos. Así, dice que la casa de Cuajimalpa se pagó “de contado”, en 2 millones de pesos, en agosto de 2001. Ello significa que Fox destinó la mitad de sus ingresos netos (4 millones de pesos) de ese año a la compra de la casa. O que lo hizo con ingresos no manifestados o difíciles de rastrear, como los depositados en el fideicomiso abierto en Banamex en 2001. O que la casa no la compró, según la investigación de Proceso (1515, 13 de noviembre de 2005):

Se la regaló Roberto González Barrera, dueño del Grupo Maseca que multiplicó su fortuna impulsado por Carlos Hank González y Carlos Salinas de Gortari. En la operación figura, como comprador el fideicomiso 201, abierto en Banamex por Fox a mediados de enero de 2001, según datos del Registro Público de la Propiedad. El avalúo se hizo en julio de ese año por Banorte, del que González Barrera es uno de los accionistas principales. El perito estimó que la residencia, con más de 300 metros de superficie construida, y ubicada en una zona de clase media-alta y alta, tenía un valor de apenas 2 millones de pesos. La casa fue facilitada por Fox a su primera esposa, Lillian de la Concha, quien hasta la fecha la ocupa.

En cuanto a las inversiones que declaró oficialmente, Fox reporta tres cuentas de la que no dan más detalles que saldos escasos. Enlistó además tres fondos de inversión, con saldos por 19 mil pesos, 322 mil pesos y 1 millón de pesos, pero no precisó en qué institución estaban.

La declaración patrimonial de 2003 divulgada registró algunos cambios. Su sueldo se elevó más de 500 mil pesos. La casa de Marta en Celaya fue vendida en 1.6 millones de pesos, Fox se deshizo de su departamento en León por 1 millón de pesos. El Jetta se lo robaron y la motocicleta la vendió en 10 mil pesos.

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Se asegura que Fox destinó la mitad de sus ingresos netos en la compra de una casa, pero según investigaciones de Proceso se la regaló Roberto González Barrera, dueño del Grupo Maseca que multiplicó su fortuna impulsado por Carlos Hank González y Carlos Salinas de Gortari

Además, Fox se “desincorporó” como accionista de la sociedad agropecuaria La Estancia pero se incorporó en otra sociedad no especificada, con acciones por casi 2 millones de pesos. Sus inversiones crecieron notablemente:

En el fideicomiso 201 en Banamex reportó un saldo de 2.7 millones de pesos, en “otros fondos de inversión” 250 mil pesos, en dos depósitos a plazos más de 3 millones de pesos y en una cuenta de cheques poco más de 1 millón de pesos. Aclara además que los bienes que reportó como “semovientes” en 2002, por 1.6 millones de pesos, son en realidad acciones, pero no dice de dónde. Otra “corrección”: “en el resumen entregado a la prensa en 2002 no se relacionaron cuentas bancarias por 572, 521 pesos, las cuales sí fueron declaradas ante la SECODAM”.

Esos datos no coinciden con lo que manifestó oficialmente. Declara tres fondos de inversión: con saldo “cero”, con 333 mil pesos y con 699 mil pesos. No reporta los dos depósitos a plazos que divulgó públicamente y anota en cambio como “inversión” el “seguro de separación individualizado”, por 1.2 millones de pesos. En el área de “gastos” anota 1 millón de pesos, presuntamente destinados a su esposa y a sus cuatro hijos.

La declaración pública de 2004 muestra también el crecimiento de los ingresos de Fox. Por “actividad financiera” obtuvo más de 300 mil pesos. Por “reembolso de capital” en El Cerrito –sociedad de producción rural– se hizo de 2.9 millones de pesos y por “otros” logró 691 mil pesos.

Esos ingresos podrían explicar que Fox adquiriera más acciones en una sociedad no identificada por 3.2 millones de pesos. Más de difíciles de explicar son los saldos crecientes de sus inversiones y sus nuevas cuentas:

Una cuenta de cheques con un saldo de 271 mil pesos, otra más con un saldo de casi 3 millones de pesos –en el California Commerce Bank, filial de Citibank–, un fondo de inversión en ese mismo banco por 768 mil pesos, un depósito de plazo en Banamex por 2.8 millones de pesos –a nombre de “cónyuge y/o dependientes”–, otros dos fondos de inversiones en Acciones y Valores de México, por un total de 166 mil pesos y un depósito a plazo en BBVA-Bancomer por 362 mil pesos. En su cuenta de cheques en Bancomer Fox reportó un saldo “0”.

Ninguno de esos saldos coincide con los que reportó oficialmente. En el rubro correspondiente, “Datos patrimoniales-inversiones”, ni siquiera cita el nombre de la institución.

En 2005, el sueldo de Fox se elevó de nuevo: 400 mil pesos más que el año anterior. Pero sus ingresos por “actividad financiera” se redujeron, lo mismo que su seguro de separación. En cambio, se hizo de 2. 5 millones de pesos por “recuperación de préstamo/venta de acciones e intereses dependientes y cónyuge”.

Otros cambios: Fox vendió un terreno de 10 mil metros cuadrados en 150 mil pesos y compró uno de “60 mil metros cuadrados” en 2 millones de pesos en febrero de 2004. En la declaración oficial Fox anotó la cifra real: 600 mil metros cuadrados.

Según investigación de la corresponsal, Verónica Espinosa, se trata de un predio colindante con La Estancia, donde se ubica el ya famoso rancho secreto de Fox. El predio, conocido como La Silleta, forma parte de una extensión total de 145 hectáreas, que en 1989 los hermanos Efraín y José Luis Padilla González adquirieron por 14.7 millones de pesos. Extrañamente, ellos le vendieron a Fox casi la mitad de esas tierras, 60 hectáreas, en apenas 2 millones de pesos. Una verdadera ganga.

La declaración pública de 2006 muestra el progreso de Fox. Sus ingresos por “actividad financiera” crecieron en forma espectacular, a 1.2 millones de pesos, ganó un misterioso “reembolso de capital” de La Estancia y los intereses de “dependientes y cónyuge” sumaron casi 1 millón de pesos.

El éxito presidencial se evidenció en otros datos: el menaje de casa se elevó a 1.8 millones de pesos y los “implementos agrícolas y joyas” de su cónyuge, es decir Marta Sahagún. El declarante no precisó los “implementos” (¿arados? ¿palas? ¿machetes?) ni las “joyas” de su señora, sólo anotó el supuesto valor total de éstos: 827 mil pesos.

De los vestidos de Marta, nada dijo. “Pudieron sumar centenares”, apuntó Julio Scherer García en su libro La terca memoria. “El sexenio abarcó 2 190 días y a la señora le gustaba exhibirlos en su variedad y lujo”, agregó.

Otras novedades en las declaraciones de Fox: reportó un crédito hipotecario por un monto de 813 mil pesos e informó que sólo su hijo Rodrigo y Marta dependían económicamente de él, “Ana Cristina y Paulina ya no son dependientes”, presumiblemente porque la primera tenía trabajo y porque su hermana se casó.

La declaración oficial de 2006, como las previas, no es la misma que hizo pública, en particular en materia de inversiones.

El 29 de enero de 2007, Fox presentó en la SPF su “declaración de conclusión”, que abarca del 1 de enero al 30 de noviembre de 2006, es decir su último tramo de gobierno. El expresidente no publicitó de inmediato esta declaración, pero fue dada a conocer por Julio Scherer García en el libro mencionado. El documento, que se puede consultar ahora en la página electrónica de la SPF, incluye algunas novedades:

El inmueble ubicado en San Cristóbal que se reportaba como “terreno” se enlistó al final como casa en “obra”, con un valor de 1.3 millones de pesos. El terreno de Estancia de Vaqueros también se modificó, a un supuesto costo de 300 mil pesos, que no cubriría ni los techos de las cabañas que se encuentran en ese paraje. La señora Fox también hizo lo suyo: compró la “Huerta El Sol”, en el kilómetro 40 de la carretera Zamora-Los Reyes, en 58 mil pesos, que pagó “de contado”, claro; y remodeló su casa de Celaya, con un crédito por 300 mil pesos.

Una perla foxista brota en el rubro de inversiones: el declarante reportó una inversión en el “extranjero” con un saldo de “0 pesos mexicanos”. En la lista de “adeudos” dice quién le otorgó el crédito hipotecario por 850 mil pesos: Banorte. En ese mismo banco reporta una “cuenta de ahorro” con un saldo de 6 mil 348 pesos. Además, reincorporó como “dependientes económicos” a sus hijas Ana Cristina y Paulina. Su “seguro de separación” –una especie de seguro de desempleo del que goza parte de la burocracia– ascendió finalmente a poco más de 4 millones de pesos. Revisen mis declaraciones patrimoniales, repite Fox una y otra en estos días, en medio del escándalo que desató la exhibición de uno de sus ranchos, La Granja, aledaño a su antigua casa familiar en San Cristóbal. Equivale a una invitación para entrar a un laberinto. La Secretaría de la Función Pública cuenta con los instrumentos para seguir las pistas, pero la dependencia parece más un trampolín que una instancia de investigación.

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