Álvaro delgado
No es ni deben ser distintas la moral en el poder y la moral en la oposición. El sometimiento de la política a la ética es una radical del partido. A ella nos hemos atenido y nos seguiremos ateniendo: Carlos Castillo Peraza.
México, D.F., 5 de noviembre (apro).- El PAN es el más longevo del sistema de partidos políticos en México --con 68 años de vigencia, siete más que el PRI así denominado--, pero paradójicamente es el menos conocido por los mexicanos en general y aun por los extranjeros interesados, en buena medida porque en su largo tramo opositor construyó un discurso victimista y de monopolio de la democracia nacional que, hasta ahora, sigue explotando.
Pero el PAN, desde un buen número de años, es otra cosa: No nada más muy parecido en sus prácticas político-electorales al PRI --diez años más viejo en sus expresiones de partidos Nacional Revolucionario (PNR) y de la Revolución Mexicana (PRM)--, sino violentando cotidianamente, en una conducta peor todavía, sus propias proclamas fundacionales de ética y de bien común.
En la lógica de lo políticamente correcto, sobre todo en el ámbito de la “opinocracia” nacional, se ha impuesto el criterio de que el poder iguala y que a nadie debe extrañar que los panistas reproduzcan vicios tan cotidianos en priistas, perredistas, verdes, petistas, convergentes y, en general, en los personajes forjados en la turbia política mexicana.
Pero esta es una concepción tramposa en dos sentidos: En el primero de ellos se trata de una coartada para encubrir el oficialismo de siempre y el “neoficialismo” panista --la misma incondicionalidad ante el poder en turno--, pero en el segundo se alienta la fatalidad de que somos, sin opciones, un país de cínicos.
Por eso, desde esta concepción, se toma hasta con naturalidad que Felipe Calderón imponga desde el poder, con todos los recursos ilegales e inmorales, a quienes deben o no deben ser dirigentes y candidatos del PAN, como el presidente de ese partido, en este caso Germán Martínez Cázares.
Pero esa no es la historia ni es la ideología del PAN --o al menos eso han proclamado por décadas los panistas a través de sus prédicas y documentos básicos--, mediante las cuales ha logrado persuadir a millones de mexicanos de darle su voto, porque se ufanaba --se ufana aún-- de ser distinto y distinguible del PRI.
Ahora resulta que lo que era deleznable en el PRI --la imposición desde el poder del presidente del partido y de candidaturas a cargos internos y de elección popular-- es una virtud en Calderón, quien --además-- se presenta con credenciales de ser, como dicta el lugar común, un “panista de cepa”, es decir, con una sólida formación doctrinal del PAN.
“Se equivocó el panismo”, me dijo Martínez Cázares, apenas en julio, cuando le hice ver que los fundadores e ideólogos del PAN siempre criticaron con severidad que los presidentes de la República priistas imponían a los dirigentes de su partido, como es justamente el caso del inminente dirigente nacional panista que utilizó a la Secretaría de la Función Pública sólo como hotel de paso, para usar una expresión de Diego Fernández de Cevallos.
Y precisamente de esto trata El engaño: Prédica y práctica del PAN, una amplia investigación periodística de quien esto escribe sobre la degradación del partido de la derecha que hoy ostenta el poder federal en México y que, en los próximos días, estará en las librerías con el sello de la editorial Grijalbo, del grupo Random House Mondadori.
El engaño… no es un conjunto de valoraciones del autor sobre el PAN y sus dirigentes, sino de un escrutinio de las acciones y las proclamas, los dichos y los hechos de los propios panistas, quienes son los autores de prácticas de defraudación electoral, el uso faccioso del aparato gubernamental, el erario como botín, los abusos de poder, la claudicación ante el dinero, la manipulación de la fe, los pactos mafiosos con el priismo, el control de los órganos electorales, el neocorporativismo…
Si en todo esto, que fue contra lo que nació el PAN hace casi 70 años, fue también una equivocación, como Martínez Cázares dice que lo fue oponerse a la existencia del “Gran elector” --que ahora se consolida en Calderón--, los panistas están obligados a decirlo abiertamente a la sociedad si es que, como postulaba Castillo Peraza, “el sometimiento de la política a la ética es una radical afirmación del partido”.
Los mexicanos tienen derecho a saber no sólo que un partido político, el que sea, pero sobre todo el PAN, incurre en un engaño sistemático --diciendo una cosa y haciendo otra--, sino impulsando una sostenida involución hacia un nuevo autoritarismo mediante acciones y proclamas que el autor documenta ampliamente.
De esto trata, entonces, El engaño: Prédica y práctica del PAN, cuyo prólogo es del historiador Lorenzo Meyer y concluye con el epílogo “Krauze y la derecha”, una amplia entrevista con Enrique Krauze sobre el comportamiento de la derecha en el proceso electoral del 2006.
Meyer escribe que, en el libro, son los panistas los que hacen su propio autorretrato: “En efecto, son básicamente las propias palabras de los militantes de ese partido las que se convierten en el pincel principal del autor del cuadro. El resultado es nada halagador para un partido que por mucho tiempo presumió de ser modelo de integridad, de agrupación política representativa de la ‘gente decente’ y de la moral católica bien cimentada, pero que hoy ya no es sino una sombra de aquella época y modelo originales…”
Apuntes
El semanario Proceso, fundado por Julio Scherer García y dirigido por Rafael Rodríguez Castañeda, cumple hoy martes 6 de noviembre 31 años de ejercer el periodismo sin concesiones, sometiendo el poder al escrutinio permanente: Lo hizo durante cuatro sexenios priistas y lo sigue haciendo, con la misma independencia, en el segundo con origen en el PAN… La devastación en Tabasco, producto de la incompetencia y la corrupción, no se enfrenta con iracundia o autoritarismo, como exhibió Calderón cuando, en un montaje propagadístico, ensayaba unas paladas de arena en el Malecón de Villahermosa. La tragedia tiene responsables, que no aplicaron los recursos para la prevención. Se sabe que en el gobierno de Tabasco nada hará para sancionar a nadie, pero en el caso de las partidas federales se puede saber quiénes desviaron los recursos. Ahí sí podría Calderón ser intransigente e iracundo. No hacerlo es complicidad, como con Mario Marín y Ulises Ruiz.
México, D.F., 5 de noviembre (apro).- El PAN es el más longevo del sistema de partidos políticos en México --con 68 años de vigencia, siete más que el PRI así denominado--, pero paradójicamente es el menos conocido por los mexicanos en general y aun por los extranjeros interesados, en buena medida porque en su largo tramo opositor construyó un discurso victimista y de monopolio de la democracia nacional que, hasta ahora, sigue explotando.
Pero el PAN, desde un buen número de años, es otra cosa: No nada más muy parecido en sus prácticas político-electorales al PRI --diez años más viejo en sus expresiones de partidos Nacional Revolucionario (PNR) y de la Revolución Mexicana (PRM)--, sino violentando cotidianamente, en una conducta peor todavía, sus propias proclamas fundacionales de ética y de bien común.
En la lógica de lo políticamente correcto, sobre todo en el ámbito de la “opinocracia” nacional, se ha impuesto el criterio de que el poder iguala y que a nadie debe extrañar que los panistas reproduzcan vicios tan cotidianos en priistas, perredistas, verdes, petistas, convergentes y, en general, en los personajes forjados en la turbia política mexicana.
Pero esta es una concepción tramposa en dos sentidos: En el primero de ellos se trata de una coartada para encubrir el oficialismo de siempre y el “neoficialismo” panista --la misma incondicionalidad ante el poder en turno--, pero en el segundo se alienta la fatalidad de que somos, sin opciones, un país de cínicos.
Por eso, desde esta concepción, se toma hasta con naturalidad que Felipe Calderón imponga desde el poder, con todos los recursos ilegales e inmorales, a quienes deben o no deben ser dirigentes y candidatos del PAN, como el presidente de ese partido, en este caso Germán Martínez Cázares.
Pero esa no es la historia ni es la ideología del PAN --o al menos eso han proclamado por décadas los panistas a través de sus prédicas y documentos básicos--, mediante las cuales ha logrado persuadir a millones de mexicanos de darle su voto, porque se ufanaba --se ufana aún-- de ser distinto y distinguible del PRI.
Ahora resulta que lo que era deleznable en el PRI --la imposición desde el poder del presidente del partido y de candidaturas a cargos internos y de elección popular-- es una virtud en Calderón, quien --además-- se presenta con credenciales de ser, como dicta el lugar común, un “panista de cepa”, es decir, con una sólida formación doctrinal del PAN.
“Se equivocó el panismo”, me dijo Martínez Cázares, apenas en julio, cuando le hice ver que los fundadores e ideólogos del PAN siempre criticaron con severidad que los presidentes de la República priistas imponían a los dirigentes de su partido, como es justamente el caso del inminente dirigente nacional panista que utilizó a la Secretaría de la Función Pública sólo como hotel de paso, para usar una expresión de Diego Fernández de Cevallos.
Y precisamente de esto trata El engaño: Prédica y práctica del PAN, una amplia investigación periodística de quien esto escribe sobre la degradación del partido de la derecha que hoy ostenta el poder federal en México y que, en los próximos días, estará en las librerías con el sello de la editorial Grijalbo, del grupo Random House Mondadori.
El engaño… no es un conjunto de valoraciones del autor sobre el PAN y sus dirigentes, sino de un escrutinio de las acciones y las proclamas, los dichos y los hechos de los propios panistas, quienes son los autores de prácticas de defraudación electoral, el uso faccioso del aparato gubernamental, el erario como botín, los abusos de poder, la claudicación ante el dinero, la manipulación de la fe, los pactos mafiosos con el priismo, el control de los órganos electorales, el neocorporativismo…
Si en todo esto, que fue contra lo que nació el PAN hace casi 70 años, fue también una equivocación, como Martínez Cázares dice que lo fue oponerse a la existencia del “Gran elector” --que ahora se consolida en Calderón--, los panistas están obligados a decirlo abiertamente a la sociedad si es que, como postulaba Castillo Peraza, “el sometimiento de la política a la ética es una radical afirmación del partido”.
Los mexicanos tienen derecho a saber no sólo que un partido político, el que sea, pero sobre todo el PAN, incurre en un engaño sistemático --diciendo una cosa y haciendo otra--, sino impulsando una sostenida involución hacia un nuevo autoritarismo mediante acciones y proclamas que el autor documenta ampliamente.
De esto trata, entonces, El engaño: Prédica y práctica del PAN, cuyo prólogo es del historiador Lorenzo Meyer y concluye con el epílogo “Krauze y la derecha”, una amplia entrevista con Enrique Krauze sobre el comportamiento de la derecha en el proceso electoral del 2006.
Meyer escribe que, en el libro, son los panistas los que hacen su propio autorretrato: “En efecto, son básicamente las propias palabras de los militantes de ese partido las que se convierten en el pincel principal del autor del cuadro. El resultado es nada halagador para un partido que por mucho tiempo presumió de ser modelo de integridad, de agrupación política representativa de la ‘gente decente’ y de la moral católica bien cimentada, pero que hoy ya no es sino una sombra de aquella época y modelo originales…”
Apuntes
El semanario Proceso, fundado por Julio Scherer García y dirigido por Rafael Rodríguez Castañeda, cumple hoy martes 6 de noviembre 31 años de ejercer el periodismo sin concesiones, sometiendo el poder al escrutinio permanente: Lo hizo durante cuatro sexenios priistas y lo sigue haciendo, con la misma independencia, en el segundo con origen en el PAN… La devastación en Tabasco, producto de la incompetencia y la corrupción, no se enfrenta con iracundia o autoritarismo, como exhibió Calderón cuando, en un montaje propagadístico, ensayaba unas paladas de arena en el Malecón de Villahermosa. La tragedia tiene responsables, que no aplicaron los recursos para la prevención. Se sabe que en el gobierno de Tabasco nada hará para sancionar a nadie, pero en el caso de las partidas federales se puede saber quiénes desviaron los recursos. Ahí sí podría Calderón ser intransigente e iracundo. No hacerlo es complicidad, como con Mario Marín y Ulises Ruiz.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
... la mentira como táctica.
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