Posted by Tomás Mojarro on Abril 22nd, 2008
Y por seguir atacando a López Obrador en la empresa imposible de que caiga de la gracia de unas masas sociales que le entregan su voluntad sin limites, los medios electrónicos le endilgan el remoquete de populista, y de dictador no lo bajan, y de mesiánico, y que “ese violento no tiene madre”, en tanto que a los mediocres del gobierno los pintan como modelos de democracia Es México.
Bueno, sí, ¿pero qué es el tal populismo? Y sobre todo, ¿qué es la tal democracia que los políticos nos mientan a todas horas, sin nunca explicarnos su significado? Lo que se dice, mis valedores, lo que pudiera decirse de lo que es y no es “democracia”. La CEPAL, Comisión Económica para AL y el Caribe, ha llamado a fortalecer en México la democracia, porque las tensiones sociales que vive el país pueden desembocar en la ingobernabilidad hasta el punto de “volver a encender el populismo”. Se encrespa la cúpula empresarial:
- ¡No permitiremos esa droga! ¡No es posible que México se detenga años a la espera de que llegue otro líder mesiánico a resolver sus problemas! Para entonces ya no habrá condiciones de gobernabilidad. ¡No a la droga del populismo!
La droga del populismo, y repito: ¿qué es, a fin de cuentas, el populismo? He bajado a mi biblioteca, he hurgado en obras diversas que tratan el tema, y encuentro que no existen coincidencias en torno a su definición Por cuanto a la democracia, mis valedores: bien a bien, ¿qué viene siendo esa “democracia” tan bien trovada por el tiburón imperial y sus sardinitas? Se extraña alguno de los autores consultados:
“Democracia es una de las palabras claves del discurso ideológico contemporáneo, a pesar -o tal vez por ello- del hecho de que se le ha dedicado tan poco estudio serio. ¿Cómo puede ocurrir que en los principales y más avanzados países capitalistas una clase fuertemente minoritaria, la burguesía, gobierne por medio de formas democráticas? La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo…”
Democracia En su sexto informe de gobierno el anterior inquilino de Los Pinos lo proclamó en la sede alterna del Congreso, que se encontraba tomado por legisladores de la oposición:
- ¡La fuerza de nuestra democracia radica en la fuerza de la ciudadanía! La sociedad ahora es la protagonista de las grandes transformaciones de México. Su voz es expresión de la democracia que hemos construido. (¿?) ¡La democracia se consolida en el estricto apego a la legalidad, en el respeto a las instituciones..!
Tal se atrevió a afirmar Vicente Fox, y toda la concurrencia de albiazules, empresarios, comerciantes y concesionarios de medios de “información” le aplaudieron. Es México.
No, el sistema democrático que se impone al país no es más que una mala copia de la democracia “burguesa” (el término no es obsoleto, como nos hacen creer), que es la norteamericana, esa de la que Heinz Dieterich afirma, categórico: “La democratización del sistema burgués es equivalente a su negación, porque el carácter predominantemente plutocrático del sistema es incompatible con la democracia real en la política, la economía, lo cultural y lo militar. La democracia capitalista-burguesa huye de la democracia real como el diablo del agua bendita…”
Y que la democracia “como una propiedad característica de los sistemas sociales avanzados puede concebirse en tres dimensiones: la social (que se refiere a la calidad de vida, y que es la más avanzada)”, porque abarca temas fundamentales para el paisanaje: nivel material de vida, salud y educación, cultura y transportes, alimentación, derechos humanos, seguridad pública y empleo, etc.; la participativa, que alude a la determinación ciudadana sobre los asuntos públicos, y la formal, que en el liberalismo político burgués comprende nueve instituciones, la tercera de las cuales estipula Un sistema formal-democrático de elección de los representantes políticos de la nación, desde el nivel municipal hasta el federal”.
Y sí, los mexicanos tenemos la facultad de elegir a nuestros gobernantes por medio del voto. ¿Y? ¿Tenemos el poder para hacer que las promesas del candidato elegido se cumplan? ¿Lo tenemos para hacer que se transparente el destino de nuestros impuestos, condiciones en las que estriba, precisamente, la “soberanía popular”? ¿Somos los dueños de la soberanía nacional, como lo proclama el 39 constitucional? (Sigo en el próximo.)
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