El País obsequió a sus lectores en su edición del domingo 20 con un articulo sobre el fin del gobierno de Ceausescu en Rumania, titulándolo ¡Abajo el Comunismo!
Como es habitual en este periódico, sobre todo cuando se habla de los enemigos del capitalismo, tanto del pasado como del presente, la descripción de los hechos se basa más en los tópicos y mitos, transmitidos tras los acontecimientos para justificarlos, que en los propios hechos.
En primer lugar, vuelve a definir como estalinista al régimen antiestalinista de Ceausescu que, al contrario, fue el único de los líderes de los miembros del pacto de Varsovia que se opuso a Moscú en la invasión de Checoslovaquia, y de los pocos que se abrieron al comercio con EE.UU. y la CEE a pesar de la oposición de la URSS.
En cuanto a la insistente definición de los países socialistas del Este como "estalinistas", y en especial del "feroz régimen" de Rumania, El País afirma que Ceausescu hizo declaraciones a la mismísima Radio Europa Libre, la emisora que intentaba destruir el socialismo rumano, y pone en su boca las siguientes palabras:
"Si lograra contribuir a mi país lo mismo que Stalin al suyo, me encantaría que la historia me recordara de manera justa como un Stalin moderno."
Extrañas palabras en un declarado antiestalinista que había retirado todas las estatuas y recuerdos del "infame Stalin" de todo el territorio rumano.
Igualmente afirma que fue en Timisoara, ciudad donde comenzó la "Revolución" el 16 de diciembre de 1989, donde se empezó a escuchar el grito "¡abajo el comunismo!". Sin embargo, lo que la multitud y los trabajadores gritaban en las calles de Timisoara fue "queremos comida", "queremos calefacción", aunque tras la represión del ejercito estos gritos se transformaron en "¡abajo Ceausescu!".
El grito "¡Abajo el comunismo!" se creó en los despachos fuera de Rumania, y llegó a las calles cuando el proceso "revolucionario" ya estaba bien encauzado, como afirmó el joven Vigil Zbaganu, que intentó continuar el Partido Comunista Rumano después de 1989 y lo pagó con su muerte.
El propio General Stanculescu, último ministro de Defensa del gobierno de Ceausescu, y luego clave en el golpe de Estado que acabó con la vida del matrimonio, afirma que el orden de los gritos de protesta fue el siguiente: ¡Abajo Ceausescu! ¡Libertad! y, al final, ¡Abajo el comunismo!. Aunque para Occidente que las masas salieran a la calle exigiendo el fin del sistema socialista desde el primer momento sea un deseo frustrado que intentan convertir en realidad por medio de la magia de la propaganda, la realidad fue diferente.
Otra de las afirmaciones infundadas de El País es que los Ceausescu huyeron en el helicóptero desde el Comité Central del partido en Bucarest junto con su ministro de Defensa, el mismo Stanculescu del que hablamos más arriba, que luego dirigió su ejecución. La realidad fue que este ultimo se quedó en tierra organizando junto con otros oportunistas el nuevo gobierno del país.
El periodista se fía de una testigo que observó como los tres salían volando en el helicóptero, aunque desde Piata Revolutii es difícil ver quién va montado en un aparato que despega desde la azotea del edificio del Comité Central del PCR. Y ciertamente, o la testigo vio mal, o el periodista directamente se lo inventó (algo bastante habitual cuando El Pais habla de Venezuela, Cuba, Corea del Norte, el sistema socialista en general, o cualquier país que sea un obstáculo en el desarrollo del liberalismo criminal en el mundo).
En lo que sí que tiene razón El País es en que hubo un golpe de estado en Rumania, aunque no espontáneo como afirma, sino bien organizado desde hacía tiempo. De hecho el general Stanculescu acaba de confirmar en una entrevista reciente que él estaba al tanto de los pasos que había que dar en el proceso a través de agentes de la KGB (la entrevista esta publicada el pasado día 18 en el diario Evenimentul Zilei, y será traducida en este blog en los próximos días).
Este golpe de estado, que utilizó la salida de las masas a la calle contra Ceausescu para que la resistencia del gobierno rumano (que era uno de los más reticentes a aceptar las órdenes de aperturismo llegadas desde el Kremlin de la "perestroika") se aflojara y no diera lugar a una guerra civil, tuvo como consecuencia que la mayoría de los miembros del Partido Comunista que estaban entonces ocupando los miles de cargos de la burocracia rumana pasara a repartírselos igualmente en el nuevo régimen que empezó en 1990.
Esos oportunistas de entonces siguen pululando por las empresas, instituciones y partidos políticos veinte años después (recordemos que el mismísimo nuevo presidente de Rumania por seguda vez, Traian Basescu, fue secretario de estado del ministerio de Transportes en el último gobierno de Ceausescu, y continuó formando parte del mismo ministerio en el primer gobierno del Frente de Salvación Nacional).
El País termina lamentándose de que "dos décadas después, los 1.104 muertos y 3.000 heridos de aquellos días aún esperan justicia, mediante la condena de los criminales y cómplices de Ceausescu". Lo que no dice es que aquellos que llama "cómplices" de Ceausescu fueron los mismos que le abandonaron durante la llamada "Revolución" y que se cambiaron ágilmente de bando para continuar ocupando los altos cargos políticos en el futuro régimen capitalista. Es decir, son los feroces anticomunistas de hoy.
Wednesday, December 23, 2009
El País y su artículo "¡Abajo el comunismo!"
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