¿Guerra de exterminio?
2009-12-23
Eduardo Valle
La cuadratura del círculo
La familia del marino especialista Melquisedec Angulo Córdoba fue masacrada en Paraíso, Tabasco. La madre, dos hermanas, la tía, fueron asesinadas y un hermano herido de gravedad mientras dormían.
Un acto cruel, cobarde, miserable. Existen algunos antecedentes recientes en ese Estado en cuanto a la aniquilación de familias. Hay un grupo de chacales ahí; bestias feroces, inhumanas. Quien ordenara esta nueva aniquilación de una familia no tiene la menor idea de lo que ha hecho: ha declarado una guerra de exterminio. Quizás como provocación (¿cómo saber quién y con cuáles objetivos ordenó esta masacre?) o como estupidez infinita. Pero eso ya no importa: intenta escalar el enfrentamiento a niveles de exterminio. ¡Cuidado; mucho cuidado! Esta es una provocación contra la sociedad, las fuerzas armadas y el gobierno. El presidente de la República y los secretarios de los despachos de Gobernación, Defensa Nacional y Marina tienen la oportunidad de salir de la trampa y hacer ver, con hechos, que ésta no es una guerra de exterminio sino una campaña para el cumplimiento de la ley, en la que el respeto a las garantías individuales es la primera frontera del gobierno y sus representantes. Y esa primera frontera no será violada.
La única respuesta racional es: no. El exterminio lo plantean ellos, estas personas bestializadas. Pero no el Estado quien tiene reglas y responsabilidades, las cuales van mucho más allá de la violencia y el derramamiento de sangre. Incluso de inocentes. Incluso, y lo escribo muy conciente, de culpables. O presuntos culpables, para colocar en mejor perspectiva el problema del cual hablamos. Pues, no lo olvidemos, todo acusado es inocente hasta que se prueba su culpabilidad. El culpable lo es porque fue juzgado y se comprobó, en debido proceso, esa culpabilidad. Antes es probable responsable de uno o muchos delitos o probable inocente de uno o muchos delitos. Y la carga de la prueba está en el terreno del Estado; no del probable responsable. El Estado tiene que demostrar que el acusado es culpable; el acusado no tiene que probar que es inocente.
De otra forma escalaremos el enfrentamiento: todos somos culpables frente al Estado. A menos que probemos nuestra inocencia. Eso es lo que se juega ahora. Por eso, exactamente por eso, los gobernantes tienen que salvar la provocación. Aquí no hay guerra de exterminio, sólo aplicación de la ley y el debido proceso, cuando nadie es culpable hasta que es juzgado y condenado. Esa es la forma de superar la provocación de quien ordenara este crimen. El cual va más allá de sangre y muerte de una familia inocente, y se inscribe en la imbecilidad o en la inconcebible perversión de los cárteles de la droga.
O las dos cosas, pues no hay por qué negar esa posibilidad. En fin, esperemos que la inteligencia y la sensatez dominen, expliquen, los actos —y la estrategia— de los gobernantes.
Mientras tanto, viva usted las fiestas con la alegría esperada. Y esta columna volverá a publicarse el próximo 6 de enero, si el director lo permite. Pues quién sabe, ya no se puede apostar a nada.
mvalle131@aol.com
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