Cuba: temblor, pánico y frío
Juan Balboa
LA HABANA, 17 de enero (apro).- Los cubanos fueron sorprendidos el pasado martes 12 con tres fenómenos atípicos para los habitantes de la isla, lo que provocó pánico en una docena de poblados ubicados en provincias (estados) orientales, las más cercanas a la destruida región de Haití, castigada por el fuerte terremoto.
Primero sintieron un movimiento telúrico de 5 grados en la escala de Richter, que hizo temblar la tierra y enfurecer al mar. Después, la supuesta amenaza de un tsunami provocó la histeria colectiva e hizo correr a las zonas altas a más de 40 mil personas. Y, para rematar, los cubanos sintieron uno de los días más gélidos de un histórico crudo invierno, con registros de 3.7 grados.
El sismo que estremeció Haití a las 04:53 p.m., con magnitud de 7.3 grados Ritchter —cuyo epicentro se localizó a los 18.45 grados de latitud Norte, los 72.45 grados de longitud Oeste y una profundidad de 10 kilómetros—, se sintió en toda la región oriental de Cuba.
La Estación Central del Servicio Sismológico Nacional de Cuba (SSNC) confirmó el movimiento telúrico que destrozó a su vecino Haití. En las provincias del oriente cubano se han registrado, entre el martes (12) y el jueves (14), más de 350 réplicas con magnitudes de 5.9, 5.5, 5.1, 4.8 y 4.5.
El Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil no reportó daño alguno en las provincias en donde se sintió el sismo (Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma y Holguín), pero registró una histeria colectiva en poblados de esos estados cubanos.
La noticia corrió como pólvora por las calles de Baracoa, San Antonio del Sur y Maisí, los tres poblados de la provincia de Guantánamo más cercanos a la destrozada Haití. La palabra tsunami corrió de boca en boca entre la población. La voz de una mujer se escuchó fuerte: “Desalojen sus casas, busquen las zonas altas”.
La voz de la mujer pasó de la alerta a la preocupación, y en cuestión de minutos, miles de habitantes salieron a las calles con la ropa que tenían puesta. Buscaban como sonámbulos las lomas. La sola palabra tsunami provocó el terror entre unos 80 mil de sus habitantes que, en sólo dos horas, se refugiaron, la mayoría, en zonas altas ante el temor de las grandes olas.
Nadie quedó cerca de las costas. Y no era para menos. Los habitantes de Baracoa, San Antonio del Sur y Maisí recordaban las imágenes cuando un tsunami de grandes proporciones azotó la isla indonesa de Sumatra y las costas de Sri Lanka.
En La Habana nada se sabía de lo que ocurría en los poblados que hacen frontera marítima con Haití. Las primeras noticias se conocieron por algunos blogs o páginas personales de cubanos radicados en la zona.
Arelis Alba, responsable del blog La Baracoesa, fue la más leída al hacer una crónica de vida personal narrando el drama. “Yo no sentí el temblor de tierra que percibieron muchos de mis compañeros de trabajo poco antes de las 5 de la tarde”, inicia.
“Pero muy rápido tuve que darme por enterada ante la ola de comentarios e incluso llamadas telefónicas para hablar del suceso. Se entiende, porque los temblores de tierra son un fenómeno bastante raro aquí (aunque reportado en otras ocasiones), pero por entonces no había ningún signo de alarma…
“…Demasiado concentrada y preocupada a la vez, no comprendí a tiempo la alarma en la voz de mi esposo cuando entró a buscarme y a conminarme a que saliera de prisa mientras gritaba para hacerse escuchar por nuestra hija de cuatro años, que jugaba en el pasillo inocente a todo peligro y corría a su encuentro…
“…Una ambulancia había pasado pidiendo vía, la gente hablaba de algún problema relacionado con el terremoto que se había sentido poco antes y la Defensa Civil ordenaba dirigirse de inmediato a lugares altos.
“Era hora de correr, aunque antes, unos instantes bastaron para ordenar categóricamente por teléfono a mis hijas mayores que no salieran de la casa, distante unos tres kilómetros del centro de la ciudad, más lejos del mar y asentada sobre la falda de una loma.
“Al salir a la calle escuché por primera vez la palabra tsunami. De mi esposo y mi pequeña no veía rastros, lo cual, lejos de preocuparme, sentí como un alivio.
“…Cientos de personas corrían por las calles rumbo a la subida del Hotel Castillo. Me sumé al grupo desesperada mientras pensaba en mis hijas solas en la casa y sentía la cabalgata atormentada de mi corazón.
“…Fue difícil abrirse paso. Fui quizás de los últimos en llegar entre miles de personas que se aglomeraban en áreas interiores y exteriores de la instalación hotelera. Trabajadores del hotel intentaban poner un poco de orden en medio del caos, acomodar a niños y personas ancianas, trasmitir las últimas noticias que veían por CNN, calmar a los más desesperados, consolar a los afligidos…
“…Los minutos transcurren mucho más de prisa desde entonces. Estar al tanto de lo que sucede me devuelve cierta sensación de seguridad. Al final, la noticia que todos no sé si esperan, pero sí sé que ansían escuchar. Ha pasado el peligro, es hora de regresar a casa.
“La crónica de los instantes en que Baracoa fue ciudad desierta reflejó la visión de una vivencia colectiva. Pero me hacía falta conjurar mis propios fantasmas y compartir con alguien el susto más grande de mi vida”...
A unos mil kilómetros de Baracoa, San Antonio del Sur y Maisí, otras historias se entrelazaban. Miles de habaneros sufrían de un intenso frío, algo inusual en La Habana.
Yinelis Bermúdez Souza, del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, confirmaba que en el aeropuerto internacional “José Martí” se había registrado una temperatura de 3.7 grados Celsius, la más baja de toda Cuba.
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