Monday, May 31, 2010


Ban Ki-moon

Rendición de cuentas: una nueva era

31 de mayo de 2010


Hace 12 años se reunieron en Roma líderes de todo el mundo para establecer la Corte Penal Internacional. Rara vez antes de la fundación de las propias Naciones Unidas se había tomado una medida tan decisiva en favor de la paz, la justicia y los derechos humanos.


El 31 de mayo, las naciones vuelven a reunirse, esta vez en Kampala (Uganda) para llevar a cabo el primer examen oficial del Tratado de Roma. Ello brinda una oportunidad no solo para evaluar los progresos realizados, sino también para construir con miras al futuro. Más aun, es una oportunidad para fortalecer nuestra decisión colectiva de no permitir que los crímenes de lesa humanidad queden impunes, para que sea más fácil impedir que se cometan en el futuro.

En mi calidad de Secretario General de las Naciones Unidas, he llegado a apreciar cuán eficaz puede ser la Corte Penal Internacional, y cuánto camino ya hemos recorrido. Hace un decenio, pocos podrían haber imaginado que hoy la Corte estaría funcionando plenamente, investigando y juzgando a los responsables de actos de genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad en un número cada vez mayor de países.

Hemos dado un vuelco fundamental en la historia del mundo. Ha llegado a su fin la vieja era de la impunidad. En su lugar, vemos que sin prisas pero sin pausa, surge una nueva “era de rendición de cuentas”, iniciada por los tribunales especiales establecidos en Rwanda y en la ex Yugoslavia. Hoy, la Corte Penal Internacional es la piedra fundamental de un sistema cada vez más amplio de justicia mundial que abarca tribunales internacionales, tribunales internacionales-nacionales mixtos y juicios incoados a nivel nacional.

Hasta la fecha, la Corte Penal Internacional ha iniciado investigaciones en cinco lugares. Se han iniciado dos juicios, y se prevé que en julio se inicie un tercero. Hay cuatro detenidos en custodia. Estaban equivocados quienes pensaron que la Corte sería poco más que un “tigre de papel”. Por el contrario, la Corte Penal Internacional tiene una estatura cada vez mayor. Evidentemente los que no tienen escrúpulos en cometer crímenes de lesa humanidad hoy temen a la Corte.

Y sin embargo, la Corte Penal Internacional sigue siendo un tribunal de último recurso, a la que se acude solamente cuando los tribunales nacionales no actúan o no pueden actuar. En marzo Bangladesh pasó a ser el 111° Estado parte en el Estatuto de Roma, en tanto que otros 37 países lo han firmado, pero todavía no lo han ratificado. Sin embargo, algunos de los países más grandes y más poderosos todavía no se han adherido a él.

Para que la Corte Penal Internacional tenga el alcance que debería tener, para que se convierta en un factor eficaz de disuasión y en un repositorio de justicia, debe contar con un apoyo universal. En mi calidad de Secretario General, insto a todas las naciones a que se adhieran a su Estatuto. Los que ya lo han hecho deben cooperar plenamente con la Corte, lo que supone apoyarla públicamente y cumplir fielmente sus decisiones.

La Corte Penal Internacional no tiene una fuerza de policía propia. No puede arrestar a nadie. En tres de las cinco causas examinadas por la Corte, los sospechosos siguen en libertad y viven en la impunidad. No solo la Corte Penal Internacional, sino la totalidad del sistema internacional de justicia, se ven menoscabados por esa actitud; entre tanto, quienes están dispuestos a transgredir los derechos humanos se sienten menos amenazados.

En la conferencia de examen de Kampala se examinarán medios de fortalecer a la Corte.

Entre ellos cabe mencionar la propuesta de ampliar su alcance de manera de abarcar los “delitos de agresión”, y la de adoptar medidas para lograr que los tribunales nacionales estén más dispuestos a investigar y juzgar crímenes de guerra y tengan una mayor capacidad para hacerlo.

Es posible que la mayor controversia se centre en el equilibrio entre la paz y la justicia. A decir verdad, no creo que haya por qué elegir entre una y la otra.

En los conflictos actuales, la mayoría de las veces las principales víctimas son los civiles.

Las mujeres, los niños y los ancianos están a merced de ejércitos o milicias que, como parte de su estrategia de guerra, violan, mutilan, asesinan y destruyen ciudades, aldeas, cosechas, ganados y recursos de agua.

Cuanto más aborrecible sea el crimen, más efectivo será como arma.

Es comprensible que las víctimas quieran que se ponga fin a esos horrores, incluso pagando el precio de conceder inmunidad a quienes los hayan atacado. Pero esas son treguas impuestas por la fuerza de las armas, desprovistas de dignidad y justicia, sin esperanzas de un futuro mejor. Hemos dejado atrás el momento en que podíamos hablar de la paz en contraposición de la justicia. No puede existir la una sin la otra.

El desafío que se alza ante nosotros es lograr la una y la otra. Para ello es fundamental la acción de la Corte Penal Internacional. En Kampala haré cuanto esté a mi alcance para contribuir a la lucha contra la impunidad y dar paso a una nueva era de rendición de cuentas. Los crímenes de lesa humanidad no son sino eso: crímenes contra todos nosotros. No debemos olvidarlo jamás.

Secretario General de las Naciones Unidas

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