SOBORNOS Y TRAICIONES
Fecha: 30 Mayo 2010
Joseph Blatter.
Beatriz Pereyra
México, D.F., 29 de mayo.- El hecho de que un país de África sea por primera vez la sede del Mundial es el resultado de los favores políticos que el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, le debía al continente negro, sin cuyos votos habría sido imposible llegar y mantenerse en el cargo más importante del futbol internacional.
Para atrapar la simpatía de los africanos y asegurarse el voto de las dos terceras partes de los miembros afiliados al organismo, en 1998, cuando Blatter comenzó la campaña que lo catapultó al puesto que ahora ocupa, prometió darle a África la sede de la Copa Mundial, el evento de lujo que cada cuatro años organiza el máximo organismo del futbol y que en Sudáfrica 2010, según cálculos de la consultora Slles Sainz Grand Trotón, generará ganancias superiores a los 167 millones de dólares.
Incrédulos, presidentes de muchas de las asociaciones nacionales africanas y de otras confederaciones (delegados) anunciaron que respaldarían al sueco Lennart Johansson, el entonces presidente de la UEFA; sin embargo, el suizo Joseph Blatter se impuso en la votación por 111 sufragios contra 80 durante el Congreso 51, realizado el 8 de junio de 1998 en París.
En la prensa internacional se desencadenó un escándalo de grandes proporciones: Los reportes daban cuenta de que varios de los delegados cambiaron su voto para favorecer a Blatter y aceptaron el dinero que “el líder de un país de Medio Oriente” les ofreció.
En su libro Cómo se robaron la Copa, el periodista inglés David Yallop reveló la forma en que el suizo compró la elección, información que fue consignada por los reporteros Denis Campbell y Simon Kuper en el diario The Observer el 21 de marzo 1999:
“20 figuras clave del mundo del futbol supuestamente recibieron 50 mil dólares cada uno. El líder de un país de Medio Oriente viajó en un jet privado hasta París para hacer la entrega del millón de dólares que fue repartido entre 20 delegados de la FIFA en el hotel Meridien para arreglar la elección y posicionar a Blatter como cabeza de la FIFA.”
Los periodistas entrevistaron a Lennart Johansson, quien para entonces ya era conocido como “el candidato honesto” que pudo haberse convertido en el líder más poderoso del futbol mundial, pero que se conformó con pedir que la FIFA abriera una investigación sobre las acusaciones que amenazaban con sumergir al organismo en un escándalo de corrupción como el que entonces envolvía al movimiento olímpico: Se demostró que el Comité Organizador compró el voto de algunos integrantes del Comité Olímpico Internacional para designar a Salt Lake City como sede de los juegos invernales de 2002, en virtud de que desde 1995 fracasó cada vez que había intentado obtenerla.
“Cuando las cosas salen mal, hay que arreglarlas. Hay que hacer una investigación por el bien del juego. Yo esperaba que Blatter negara lo que se ha dicho (…) Blatter debería ser investigado. Sugiero que la FIFA actúe para limpiar los rumores de que la elección fue fraudulenta”, le dijo Johansson a The Observer.
Por su parte, Blatter desechó cualquier posibilidad de investigación. “¿Por qué abriría una investigación contra mí mismo? Las elecciones ya pasaron”, sentenció.
Todavía le faltaba cumplir la promesa de que sería el presidente de la FIFA que llevaría el primer Mundial al continente negro. Lo que para Blatter era pan comido terminó por complicarse porque si uno de los países africanos contendientes (Sudáfrica y Marruecos) quería ganar el derecho a organizar el Mundial de 2010, tendría que vencer a Alemania, que gozaba del respaldo político de la UEFA, la confederación que agrupa a los países de Europa, y del apoyo económico de poderosos patrocinadores.
El día de la votación, 6 de julio de 2000, en la sede de la FIFA en Zurich, después de la primera y segunda ronda, Inglaterra y Marruecos quedaron eliminados. Cuando los 24 miembros de la FIFA llegaron a la votación final –que es abierta– el empate estaba cantado.
Según el reglamento, en caso de empate Joseph Blatter tendría que definir al ganador, situación que, por supuesto, el cuestionado presidente quería evitar a toda costa. Sorpresivamente, en plena votación, el delegado por Oceanía, el neozelandés Charles J. Dempsey, abandonó la sala.
La abstención de Dempsey, quien en las dos primera rondas había votado por Sudáfrica, se tradujo en 12 sufragios para Alemania y 11 para el país del sur de África, que así perdió la sede del Mundial 2006.
Aún descompuestos por lo que acababan de presenciar, los africanos escucharon en voz de Blatter cuál sería el nuevo mecanismo para elegir las próximas sedes del Mundial: “la rotación continental”, comenzando, obviamente, por África en 2010, por lo que sólo se aceptarían candidaturas de países de dicho continente.
Después del escándalo, Dempsey fue obligado a renunciar a la Confederación de Futbol de Oceanía (OFC, por sus siglas en inglés), de la que había sido presidente durante 18 años. El delegado se limitó a explicar que fue presionado y que la situación se le salió de las manos. Los rumores se desencadenaron: desde que los altos mandos de la FIFA le dieron línea y se vio obligado a obedecer, hasta que recibió amenazas porque con su voto tocaría “poderosos intereses europeos”. Jamás se abrió una investigación.
A principios de 2002, cuando Joseph Blatter buscaba reelegirse para un segundo periodo de cuatro años, el entonces secretario general de la FIFA, Michel Zen-Ruffinen, entregó un documento de 21 páginas a la agencia Reuters, para demostrar algunas de las irregularidades que Blatter había cometido desde 1998 en clara violación a los estatutos de la FIFA, razón por la cual altos oficiales del organismo demandaron al presidente, y oficialmente se estaban realizando procedimientos legales e investigaciones criminales.
En febrero de 2002, Farah Addo, vicepresidente de la Confederación Africana de Futbol (CAF) y presidente de la Federación de Somalia, le dijo al Daily Mail de Inglaterra que en 1998 rechazó una oferta de 100 mil dólares para votar por Blatter, pero acusó a “18 votantes africanos que sí aceptaron los sobornos”.
“En la CAF comprometimos los 51 votos para el candidato Lennart Johansson; después de eso recibí una llamada del embajador de Somalia en uno de los países del golfo Pérsico. Me dijo: ‘Tengo un amigo que quiere ofrecerle 100 mil dólares para cambiar su voto. Mitad en efectivo y el resto en material deportivo’. Hice mi investigación y 18 aceptaron las mordidas”, declaró Addo, quien no acusó directamente a Blatter, pero sí dijo que “hay gente detrás de él tratando de corromper a los africanos”.
En relación al artículo publicado, Johansson refirió a la agencia Reuters: “He escuchado estas historias desde hace cuatro años. No hay que comportarse como un mal perdedor o escuchar rumores. Si alguien tiene pruebas, que las presente. Cuando llegue ese día, voy a hacer una declaración”.
En las elecciones, Blatter se enfrentó con un candidato africano, el camerunés Issa Hayatou. El presidente se mantuvo en la silla con un arrollador triunfo 139 a 56. Todos los países de América, los árabes de Asia y muchos otros africanos, además de España, Alemania, Italia, Francia y Oceanía votaron por él.
El 26 de mayo de 2002, Blatter fue reelegido a pesar de los cargos por corrupción en las cortes suizas y las acusaciones de malversación de fondos durante sus primeros cuatro años como presidente. De inmediato se deshizo de Zen-Ruffinen, a quien consideraba como “un hijo”. “Nuestro comité ejecutivo se encargará del Sr. Maestro Limpio”, le dijo a la prensa Blatter.
En diciembre de ese año, los fiscales de Zurich desecharon todos los cargos contra Blatter.
Deuda saldada
Dos años después, ahora sí, Joseph Blatter se aseguraría de cumplir la deuda política con los africanos. El 15 de mayo de 2004, con la presencia en Zurich del expresidente Nelson Mandela, acompañado por el entonces presidente Thabo Mbeki, el exmandatario Frederik de Klerk y el arzobispo Desmond Tutu, se escuchó que Sudáfrica sería el primer país de África en acoger el Mundial. Mandela levantó la Copa de la FIFA y soltó: “Me siento como un chico de 15 años”.
Sudáfrica obtuvo la mayoría en la primera vuelta con 14 sufragios contra 10 de Marruecos. Egipto no recibió ningún voto y Libia fue descalificada por negarse a aceptar a Israel en su territorio. Para Marruecos el golpe fue seco: por cuarta ocasión al hilo fracasó en su intento por ser sede del Mundial.
Tras la ceremonia de designación, se supo que los cuatro delegados africanos (Camerún, Túnez, Botswana y Mali) favorecieron a Marruecos; sin embargo, los de la Concacaf, confederación dócil ante Blatter, votaron por Sudáfrica.
En su libro Foul!: El mundo secreto de la FIFA, sobornos, votos corruptos y escándalos de taquilla, el periodista inglés Andrew Jennings dio cuenta del precio que Nelson Mandela tuvo que pagar para obtener la sede del Mundial: entre otras lindezas, viajar a Trinidad y Tobago, tierra natal de Jack Warner, presidente de la Concacaf.
Jennings consigna que 10 integrantes de los comités de la FIFA estuvieron presentes cuando el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, inició su segundo mandato en abril de 2004, ceremonia en la que Warner y sus acompañantes tuvieron mejores asientos incluso que algunos líderes mundiales. A continuación se reproduce un fragmento del libro:
Warner, con sus pulseras doradas tintineando, aprieta, sin ninguna intención de soltarlo, la mano de Mbeki. Casi puedes leer en el rostro enojado de Mbeki su pensamiento: ‘No me queda de otra que seguir sonriendo con tal de que este tipo nos traiga la Copa del Mundo’ (…) Jack se hospedó una noche en la suite presidencial que había sido de Mandela. ¡Durmiendo en la cama de Mandela! ¿Qué más tenían que hacer los sudafricanos? Mucho más. Warner exigió una hora del tiempo de Mandela, y abruptamente lo invitó tanto a él como a su amigo, el también Premio Nobel de la Paz, el arzobispo Desmond Tutu, a visitar Trinidad y Tobago (…) Mandela tenía 85 años de edad y sus doctores querían que suspendiera sus viajes internacionales. Desmond Tutu (72 años) estaba en pleno tratamiento por cáncer. Si Mandela y Tutu querían de verdad que Sudáfrica fuera sede de la Copa del Mundo, la invitación de Jack era lo único que, literalmente, no podían declinar (…).
(…) Durante el viaje, Warner marcó la agenda de Mandela, decidió con quién se reuniría y hasta las manos de quiénes estrecharía. El gobierno de Sudáfrica le tuvo que decir que era una visita de Estado a un país, no a la República de la Concacaf. Mandela fue a dar la batalla, otra vez, por su amado país (…) Llegaron entonces las malas noticias: Evelyn, la primera esposa de Mandela, había fallecido y tuvo que regresar a casa. Desmond Tutu tuvo que viajar solo a la isla de Granada para continuar con el circo de Warner (…) “Es una pena que Mandela se haya enredado en algo como esto”, dijo el primer ministro de Trinidad y Tobago, Patrick Manning (…) Es un tema tabú hablar de las mordidas que reciben los dirigentes de la FIFA, pero una semana antes de la votación para elegir la sede del Mundial 2010, Espoo Pahad, uno de los ministros del presidente Mbeki, declaró: “Si tenemos que escoger entre corromper gente y perder, déjenos perder. No vamos a dar ningún dinero por debajo de la mesa”…
Blatter pagó su deuda política, pero compró varios problemas porque, a pesar de que Sudáfrica es la economía más sólida del continente, presenta altos índices de criminalidad, una tasa de desempleo de alrededor del 25%, y cerca del 50% de la población se encuentra en la pobreza. Se estima que el 20% de los habitantes sufre los embates del SIDA, y la esperanza de vida sólo llega hasta los 47.7 años.
En los últimos 15 años apenas ha organizado tres eventos deportivos: el Campeonato Mundial de Rugby 1995, la Copa Africana de Naciones 1996 y la Copa Mundial de Crícket en 2003.
Los seis años que han pasado desde que Sudáfrica fue designada sede del Mundial, el presupuesto original de alrededor de 3 mil millones de dólares se ha modificado para tratar de resarcir las deficiencias en aeropuertos, red ferroviaria, transporte público (compuesto por una flota de taxis y minibuses en deplorables condiciones), infraestructura hotelera, hospitales, inseguridad (se registran al año 50 mil homicidios) y en la construcción de cinco estadios y la remodelación de otros tantos que derivó en una serie de huelgas que retrasaron las obras.
Con 45.5 millones de habitantes (75.2% de población negra y 13.6% blanca), la FIFA regalará 120 mil boletos para los sudafricanos, una decisión sin precedentes motivada por el castigado poder adquisitivo. La entrada más cara del Mundial costará 900 dólares y 80 la más barata, pero habrá boletos de hasta 18 dólares para los sudafricanos.
Franz Beckenbauer, quien fue el presidente del Comité Organizador del Mundial de Alemania 2006, advirtió en más de una ocasión que Sudáfrica enfrentaba carencias en infraestructura y una compleja problemática social.
Desde entonces, Blatter no ha cesado de respaldar la sede: “A menos que ocurra una catástrofe natural, el Mundial se disputará en Sudáfrica”; “el plan A es Sudáfrica, el plan B es Sudáfrica y el plan C es Sudáfrica”; “están celosos quienes dicen que Sudáfrica no está apta para ser la sede”, y, por si fuera poco, cada año felicita públicamente a Mandela por su cumpleaños y no pierde ocasión para llamarlo “mi amigo Madiba”.
Además, ha viajado al país acompañado de jugadores estrella como David Beckham, o la FIFA ha organizado partidos con los mejores clubes del mundo y las selecciones más triunfadoras para demostrar que todos quieren estar en Sudáfrica.
Beckham declaró en diciembre de 2009 que, en relación a su anterior visita (un año antes), desde que aterrizó en Ciudad del Cabo notó “los cambios en las carreteras y en los hoteles”, y el presidente del Comité Organizador, Danny Jordaan, cada que puede insiste en hablar de la democracia, los derechos humanos y la libertad, y de que el país goza de una economía boyante. “Nuestro país nunca ha estado en mejores condiciones que ahora”, dijo.
El 5 de enero pasado, Jimmy Mohlala, miembro del Comité Organizador de Sudáfrica 2010, fue asesinado a tiros por nueve hombres cuando salía de su casa, situada en Mbombela, en la provincia de Nelspruit, una de las nueve ciudades sede.
Antes de morir, Mohlala denunció ante la prensa local las irregularidades en las concesiones de la construcción del estadio Mbombela y advirtió que varios políticos del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA) estaban inmiscuidos en actos de corrupción y querían apartarlo de su cargo.
El líder del CNA en aquel entonces era Jacob Zuma, sobre quien pesaban 763 acusaciones de corrupción y de haber violado a varias mujeres. El 9 de mayo pasado, Zuma se convirtió en el nuevo presidente de Sudáfrica, en virtud de que todas las imputaciones fueron retiradas por la fiscalía general sólo dos semanas antes de las elecciones.
El periodista Kevin Bloom escribió el artículo Sepp Blatter, una vida menos publicitada en la edición del 7 de mayo de 2010 del diario sudafricano The Daily Maverick, en el que editorializó: “En la víspera de la Copa del Mundo 2010, el dominio de Blatter en el mundo del futbol soccer es casi redondo. Por lo que se ve hasta ahora, ha hecho al gobierno de Sudáfrica como ha querido. Lo estamos permitiendo, tal vez, porque creemos que la Copa del Mundo nos traerá otra oportunidad de probar que tenemos mucho que dar como nación. Pero, ¿qué tal que nuestra misión es probar, de una vez por todas, que la FIFA es una farsa?”.(proceso)
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