Proceso Díaz contra los caciques
Luis Hernández Navarro
El profesor Proceso Díaz Ruiz nació en Molango, Hidalgo, el 3 de septiembre de 1951. Y, por haber venido al mundo en la Huasteca y ser maestro de educación pública, desde que tiene uso de razón se ha topado con cacicazgos. En su pueblo y en su región, con el de los Austria. En su estado, con el de Manuel Sánchez Vite y sus sucesores. En el sindicato de maestros con el de Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo.
Como muchas otras familias en la región, la del profesor Díaz Ruiz creció bajo la sombra del cacicazgo de los Austria. Los patriarcas de la dinastía, el coronel Honorato Austria y Francisco Austria, conocido como Francisco el Grande, eran señores de horca y cuchillo, dueños de tierras y vidas en Tepehuacán y sus alrededores. Proceso creció con el relato paterno de cómo, perseguido por los caciques, su abuelo tuvo que huir del pueblo.
Después de estudiar la secundaria en la escuela por cooperación Héroes de México, en Pachuca, Proceso ingresó primero en la normal rural del Mexe –que el gobierno decidió cerrar en 2008– y después en la Normal Superior de México, tomada por el cuerpo de granaderos en 1983. Entró al Mexe con la decisión de aguantar. Las condiciones eran muy difíciles y no era fácil estar en un internado de ese tipo. Pocos muchachos resistían estar allí. Pero él lo hizo. En la escuela tenía comida, alojamiento y un poco de dinero para algunos gastos.
Entró a la normal rural en 1968, dos meses después de la fecha establecida para el inicio a clases, debido a que la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) se fue a la huelga. Él no participaba mucho en política pero el Mexe fue fundamental para su formación. “Fue una preparación muy positiva –dice–: aprendí lo que no había sabido nunca. Había buenos catedráticos. Te metían la cuestión de la misión que debe tener el maestro en las comunidades. Sabíamos que salir de allí no era para ir a hacerse rico o buscar puestos, sino para estar en las peleas de las comunidades, del pueblo. Porque nosotros provenimos de ahí. Adquiríamos una ideología a favor de la lucha de liberación. Aparte de las clases, yo leía mucho. Me metía a la biblioteca y buscaba los libros más adecuados.”
Al terminar sus estudios, en 1971, regresó a trabajar a Tepehuacán. Inspirado en la necesidad de luchar por la liberación comenzó a organizar el descontento popular. Al llegar se encontró con una situación familiar complicada. El hijo del cacique, Francisco Austria Cabrera, había golpeado y maltratado al hermano de Proceso porque éste se había enamorado de su hermana. El papá de Proceso guardó mucho coraje. La situación se tornó muy amenazante. "Ya no podíamos andar en la calle. Teníamos que andar armados", cuenta el maestro.
A finales de los sesenta y comienzos de los setenta el hombre fuerte del estado era Manuel Sánchez Vite, líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y egresado del Mexe. Él era un cacique por partida doble, que cayó en desgracia al desafiar al presidente Luis Echeverría.
En la región, los maestros tenían que estar a lo que Francisco Austria dijera. Tomaban alcohol con él, estaban a sus órdenes. Él nombraba a todas las autoridades y manejaba la cuestión económica. Tenía nexos muy fuertes con los gobernadores en turno. Hacía votar a la gente a fuerza y él mismo tachaba las boletas. Déspota, cometía todo tipo de agravios y ofensas.
Afrenta sobre afrenta, la gota que derramó el vaso de la familia Díaz fue el abuso cometido por Arturo Austria, hijo del cacique, de Frida, hermana de Proceso, en 1975. Ella se suicidó, dejando un escrito en el que contaba el abuso del que había sido víctima. Su papá tomó la decisión de no regresar a Tepehuacán. Tras de sí dejaron tierras que había heredado de su abuelo, casa y pertenencias.
En el exilio, Proceso procuró mantener viva la llama de la disidencia interna contra el cacique, junto a otros paisanos y parientes, también expulsados del municipio. Se afilió al Partido Mexicano de los Trabajadores y, más tarde, junto a otros maestros, al naciente Partido de la Revolución Democrática, de donde salió decepcionado. Participó en la Comisión Nacional de Telesecundarias y en el combate al cacicazgo de Carlos Jonguitud en el SNTE. Desde el Consejo Central de Lucha de Hidalgo fue parte de la CNTE. En ese estado, los intentos por democratizar al sindicato derivaron en un enfrentamiento salvaje. Varios maestros democráticos, como Pedro Palma, cayeron abatidos por las balas asesinas de Vanguardia Revolucionaria. Proceso fue sancionado laboralmente. Más adelante formó el Centro de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo, apoyó a la rebelión zapatista y se incorporó a la otra campaña.
En mayo de 1989, los habitantes de Tepehuacán imitaron a Fuenteovejuna. El presidente municipal sustituto, un antiguo teniente del Ejército, metió a la cárcel a Francisco Austria Cabrera, después de que éste lo ofendió. En menos de un día, más de 3 mil personas se concentraron en la cabecera municipal queriendo linchar al cacique. Para protegerlo, las autoridades lo metieron en un cuarto en el que él acostumbraba torturar a sus enemigos. Desde la calle, la masa lo mojó y escupió. Él lloró hasta que la policía del estado lo salvó. Enojados por el rescate de su verdugo, con sed de venganza, los agraviados saquearon la casa del señor, le prendieron fuego a su rancho y devoraron en un festín 200 de sus cabezas de ganado y borregos. Muchos de ellos apenas habían comido carne en su vida.
“Nuestra participación en la lucha contra el cacicazgo fue determinante –asegura Proceso-; toda la población reconoce el trabajo que hicieron nuestros papás, mi papá, mi tío, mis maestros, nosotros.”
Proceso Díaz ha sido tenaz en la lucha contra los cacicazgos de los Austria, de Jonguitud y de la señora Gordillo. “Yo no me voy –afirma el normalista rural–; me sostengo, tratando de hacer algo para quitar ya a Elba Esther. Ella es un lastre que está acabando con la educación y con las conquistas de los maestros.” Por culpa de educadores como él, la maestra quiere desaparecer las normales rurales.
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