Sunday, September 19, 2010



La mentira detrás de los masivos suicidios de mujeres egipcias


Hay un canal de aguas negras afuera de la oficina de Azza Suleiman; una zanja en la que la porquería proveniente de uno de los peores barrios de El Cairo se ha vuelto un estanque de líquido negro. Una neblina azul de esmog y polvo envuelve a quienes circulan por los callejones aledaños; mujeres envueltas en gruesos chadores, hombres de blancas túnicas, vendedores de café, carretas jaladas por burros y pequeños recolectores de basura: niños de cinco y seis años que vienen de las colinas de Mokkatam a recoger la basura de la capital cada mañana, para alimentar cabras y cerdos que se crían en estos pútridos suburbios. Un velo de esmog se extiende sobre la miseria, pero un velo distinto cubre a Egipto, y Azza Suleiman está decidida a retirarlo.

Oficialmente, Egipto no padece asesinatos de honor; quizá muchas jóvenes se suicidan, pero no son asesinadas. Esta es la cantaleta del gobierno; una mentira, por supuesto.

Los archivos de Azza Suleiman y su Centro Egipcio para la Asistencia Legal a mujeres, y otras ONG de El Cairo dicen la verdad. En mayo de 2007, un granjero del sur del país decapitó a su hija al descubrir que ésta tenía novio. En marzo de 2008, un hombre identificado sólo como Mursi mató a golpes y mediante electrocución a su hija, por recibir la llamada telefónica de su novio. Mursi, de la localidad de Kafr el Sheij, en el delta del Nilo, admitió haberla golpeado con un palo grande y rematarla con choques eléctricos. El asesinato se descubrió sólo cuando el cuerpo apareció en un hospital local.

El trabajo de Azza Suleiman incluye casos mucho más horribles. El incesto es un problema mayor cuando nadie lo discute, señala. Recientemente, un egipcio admitió haber matado a su hija porque estaba embarazada, y él era el padre. Fue un caso de incesto, y mató a su hija para defender el honor de la familia. Otras cuatro mujeres fueron asesinadas hace poco porque fueron violadas. La comunidad de cristianos coptos, que equivale a 10 por ciento de la población egipcia, se ha cerrado a la investigación de cualquier asesinato de honor, pese a que jóvenes cristianas han sido asesinadas por querer casarse con musulmanes.

Los cristianos no pueden hablar de esto fuera de su iglesia, se queja Azza Suleiman. “Hemos tratado de abrir refugios, pero el gobierno no lo permite, nos dicen: ‘por favor, no hablen de incesto’. Los crímenes de honor con frecuencia están relacionados con herencias”.

Según Amal Abdelhadi, de la Nueva Organización de la Mujer, no existen cifras de crímenes de honor o incesto porque los casos nunca llegan a los tribunales. Ahí es más fácil hablar de violación dentro del matrimonio, dice. “He estado en casas donde toda la familia vive en un cuarto: los abuelos y los niños, la mitad de la familia duerme bajo la cama y lo escuchan todo. Son demasiados y están hacinados. Las mujeres jóvenes de la familia se tienen que casar, y por eso, si se cree que alguna se ha portado mal, se le puede matar con el argumento de que de otra forma ninguna de las demás chicas se casará. El asesinato por honor les libera el camino. Esto continuará hasta que dejen de ser consideradas objetos sexuales y se les respete como personas con cerebro”.

Los jueces egipcios se caracterizan por romper la ley, o ignorarla por completo, cuando se trata de asesinatos dentro de la familia. Hubo un hombre sentenciado a seis meses de cárcel, sólo seis meses, por matar a su hermana, dice Amal Abdelhadi. ¡Un juez decidió que dado que el hombre viviría el resto de su vida con la culpa de matar a su hermana inocente, no debía ir a prisión!.

Cuando recorre el país en su Nissan negro, Azza Suleiman ha notado que los jueces de las zonas más pobres del país tienden a ser más indulgentes que los de cortes de El Cairo y Alejandría.

Los clérigos de más alto rango –muchos de ellos incrédulos ante esta crisis invisible en Egipto– se topan con que las autoridades les facilitan el camino y disminuyen su condena a los asesinatos por honor.

Mohammed Said Tantawi, poderoso académico islámico, quien fue gran mufti de Egipto e iman de la mezquita de Al Azhar, condenaba valientemente los crímenes de honor. El religioso falleció en marzo pasado.

Suleiman advirtió que “tenemos un gran problema, porque el jeque de Al Azhar y el mufti ya no son respetados. No se confía en ellos, lo que se debe a que han sido nombrados por el gobierno corrupto de Hosni Mubarak. Tantawi era un hombre que iluminaba, hablaba muy bien sobre estos asesinatos. Pero él y el mufti representan al sistema, y el pueblo detesta el sistema, y por eso no tienen credibilidad. La tendencia generalizada es que la gente consulta a sus jeques locales y líderes tribales; muchos de ellos consideran que los asesinatos de honor son tradición, y no tienen nada de malo”.

Están además las cortes egipcias. “En Líbano y Jordania tienen artículos en la ley que se aplican específicamente a los asesinatos de honor. Pero en Egipto se concede al juez una autoridad especial, según el artículo 17, y tiene facultad de aplicar la clemencia y reducir la sentencia, por ejemplo, de 25 años a sólo seis meses de prisión. La formación religiosa que suelen tener los jueces los afecta y pueden argumentar que el comportamiento de la víctima fue contrario a la tradición y, por tanto, el asesino, ya sea el padre o hermano, reaccionó de manera natural, lo cual motiva la indulgencia hacia los perpetradores.

“Sin embargo, nuestras estadísticas indican que 79 por ciento de las jóvenes que han sido víctimas de crímenes de ‘honor’ fueron asesinadas debido a una simple sospecha: llegaron tarde a casa, o porque los vecinos dijeron haberla visto reír a carcajadas en la calle”.

En Sohag y Assiut, al norte del país, Suleiman y sus colegas se han reunido con altos funcionarios policiales. “Encontramos que en sus actas convierten los asesinatos de honor en suicidios, porque creen que así ayudan a la familia de la víctima, aunque la familia haya cometido el crimen, con lo que los policías se convierten en cómplices”.

A la activista no le agrada la policía. “A veces tenemos tres o cuatro denuncias de incesto y recurrimos a la policía, logramos que los oficiales hablen con el hombre –cuando una mujer ha sido violada por su cuñado, por ejemplo–, pero si una mujer huye de su casa, en vez de protegerla, la policía la lleva de vuelta con sus familiares.

“Cuando estudiaba leyes en la universidad de El Cairo, fui arrestada porque era amiga de activistas en la red nasserista del campus. Cuando entrevisté a mujeres islamitas detenidas, descubrí que muchas habían sido torturadas. Denuncié esto a la BBC y la policía me arrestó de nuevo. Dijeron que ‘manché’ la reputación de Egipto. Aquí la policía siempre está furiosa, especialmente cuando tienen que tratara con gente que sabe de leyes”.

Suleiman aseguró que se niega a ONG extranjeras permiso de trabajar en Egipto si sus proyectos contienen observaciones políticamente inaceptables, incluso aquellas que tienen la misión de mejorar las relaciones entres mujeres cristianas y musulmanas. “La policía me llamó y me amenazó: ‘Te enseñaremos una lección’. Así que en una entrevista para un periódico declaré: ‘Los policías aquí son como perros salvajes’”. Desde entonces, frenaron todos nuestros proyectos. La policía me pidió que me disculpara y les contesté: Lo que dije fue un error, los perros son mucho más agradables que la policía.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca


Robert Fisk: The lie behind mass 'suicides' of Egypt's young women

Part three of our series demolishes the official claim that Egypt, where a farmer decapitated his own daughter, has no 'honour' killings

Thursday, 9 September 2010

There's a sewer outside Azza Suleiman's office, a hot ditch in which the filth of one of Cairo's worst slums has been reduced to a slowly moving swamp of black liquid. A blue mist of exhaust fumes and dust moves down alleyways thick with scarved women, men in white robes, coffee sellers, donkey carts and garbage boys, the five- and six-year-olds who come down from the Mokkatam hills to gather up Cairo's garbage every morning. Some of it feeds their goats and – yes – the pigs bred in the rotting suburbs. A veil of smog lies over this misery. But a veil of a different kind lies over Egypt, a covering which Azza Suleiman is determined to tear away.

Officially, Egypt has no "honour" killings. Young women may commit suicide, yes, but they are never murdered. This is the government line – and of course, it is a lie. The files in Azza Suleiman's Centre for Egyptian Women's Legal Assistance office – and in those of other NGOs in Cairo – tell the truth. In May of 2007, a farmer in southern Egypt decapitated his daughter after discovering she had a boyfriend. In March of 2008, a man identified only as "Mursi" electrocuted and beat to death his 17-year-old daughter because she had received a phone call from her boyfriend. "Mursi", a farmer from Kafr el-Sheikh in the Nile Delta, admitted he "beat her with a large stick" before finishing her off with electric shocks; the murder was only discovered when the body turned up at the local hospital.

Azza Suleiman's work provides much bleaker material. Incest is a major problem which no one will discuss, she says. Recently, an Egyptian man admitted killing his daughter because she was pregnant. But he was the father of his daughter's unborn child. It was a case of incest. But he killed her to protect the family's "honour". Four other women have recently been murdered by their families because they were raped. The Christian Coptic community – perhaps 10 per cent of the Egyptian population – has closed itself off from any "honour" killing investigations even though Christian girls have been murdered because they wanted to marry Muslim men. "Christians cannot talk about this outside the church," Azza Suleiman complains. "We have tried to open up shelters, but the government will not allow it. They say: 'Please, no talk of incest.' And 'honour' crimes are often also related to inheritance."

In Egypt, according to Amal Abdelhadi of the New Woman Organisation, there are no figures for "honour" crimes or incest because such cases never reach the courts. "You can talk more easily about marital rape here," she says. "I have been in houses where whole families live in one room – grandparents, children, half the family sleeps under the bed at night and they hear everything. It's too close. It's too much. And all the young women in the family have to get married. So if one is thought to have behaved badly, then she can be killed – otherwise, none of the other girls will be able to marry. One 'honour' killing clears the way for them. This will go on as long as women are regarded as sexual objects rather than people with brains."

Egyptian judges are notorious for bending the law – or disregarding it entirely – when faced with family murders. "There was a man sentenced to six months – just six months – for killing his sister," Amal Abdelhadi says. "But the judge decided that since the man will have to live his whole life with the guilt of his killing his innocent sister, he should not go to prison!"

Travelling around the country in her black Nissan 4x4, Azza Suleiman has noticed that judges in upper Egypt – in the poorest and least educated parts of the country – tend to be more lenient than courts in Cairo and Alexandria. And senior Muslim clerics – most of them appalled at what they know is a hidden crisis in Egypt – find their condemnation of "honour" killing hobbled by their own sponsors. Mohamed Sayyid Tantawi, a powerful Islamic scholar who was Grand Mufti of Egypt and Imam of the Al-Azhar mosque and who died last March, confronted "honour" crimes with great courage.

"But we have a big problem here because the Sheikh of Al-Azhar and the Mufti, they are not respected any more," Ms Suleiman says. "They are not trusted. And the reason is that the people know they have been appointed by the Hosni Mubarak government, which is corrupt. Tantawi was an enlightened man. He spoke very well about these murders. But he and the mufti represent the system and the people hate the system, so there is no credibility in them. And so there is a new trend. People go to their local sheikhs and tribal leaders – and many of them believe that 'honour' killings are a tradition and are not wrong."

Then there are the Egyptian courts. "In Lebanon and Jordan, they have articles in law that specifically refer to 'honour' killings. But in Egypt, the judge believes he has a special authority and Article 17 of the law allows judges to use clemency if they wish to reduce sentences – from 25 years, for example, to six months. The religious and traditional background of the judges affects them. They can say that the victim 'acted against tradition'. The murderers – the father or the brother – can therefore be considered as someone who 'acted naturally'. This provides leniency for the perpetrators. Yet our statistics suggest that 79 per cent of the girls who have been victims of 'honour' crimes here were killed out of pure suspicion – because they came home late, or because neighbours said they had seen a girl laughing loudly in the street."

In Sohag and Assiut (in upper Egypt), Azza Suleiman and her colleagues met senior police officers. "But we found that in their books, they transfer 'honour' killings into suicides. They think that by doing this, they are helping the victim's family – even though the family was responsible for the murder. So in these cases, the police have become accomplices of the killers."

Ms Suleiman is no friend of the police. "Sometimes we have three or four cases of incest and we meet with the police. We get the police to talk to the man – sometimes a woman is raped by her brother-in-law. But if a woman runs away, the police often bring the woman back to her family rather than protect her. "When I studied law at Cairo University, I was arrested by the police because I was a friend of activists in the Nasserist network at the university. When I interviewed Islamist women who had been detained, I found they had been tortured. I said this in an interview on the BBC. So the police arrested me again. They said I was 'tarnishing the reputation of Egypt'. The police here are always angry – especially when they have to deal with people who understand the law."

According to Azza Suleiman, foreign NGOs are refused projects if they make politically unacceptable remarks. She says the police have interfered with her social projects, even those intended to improve relations between Christian and Muslim women. "The police rang me and said: 'We will teach you a lesson.' So I said in a newspaper interview: 'The police are like wild dogs.' That's when they stopped our projects. The police asked me to apologise, so I did. I said: "What I said was a mistake – dogs are much nicer than the police."

http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/fisk/robert-fisk-the-lie-behind-mass-suicides-of-egypts-young-women-2074229.html

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