Monday, March 03, 2008


Aunque los perredistas decidieron dejar sus diferencias en un segundo plano y actuar momentáneamente unidos en defensa del petróleo, en el fondo hay diferencias enconadas entre “radicales” y “conservadores”, en la pugna por la dirigencia nacional. Hay muchos indicios de que aquellas se originan en lo que realmente ocurrió entre los legisladores del PRD el uno de diciembre de 2006, cuando sorpresivamente Felipe Calderón pudo tomar posesión de la Presidencia, con cierta tranquilidad.

Rosalía Vergara/ Proceso


MEXICO, D.F., 1 DE MARZO /Las descalificaciones, conatos de agresión y enfrentamientos verbales en que se encuentran inmersos los aspirantes a dirigir el PRD tienen su origen en el 1 de diciembre de 2006, sostienen legisladores y militantes de este partido consultados por este semanario.



Aquel día, aseguran, ocurrieron cosas extrañas que no han explicado los coordinadores perredistas en la Cámara de Diputados ni en el Senado. Incluso, dicen que esos “odios” se resienten cada vez más en el proceso interno que culminará el próximo domingo 16.



Los diputados Cuauhtémoc Sandoval, Valentina Batres Guadarrama, Fernel Gálvez Rodríguez, Raymundo Cárdenas y Humberto Zazueta, seguidores de Alejandro Encinas, dicen que la crispación dentro del PRD data de 2006, pero se recrudeció cuando comenzó el proceso de renovación de la dirigencia.



Sandoval agrega que la contienda interna que vive el PRD “envenenó el ambiente” entre las tribus, al grado de que el partido está en riesgo de “derechizarse” o “felipizarse”.



Tanto él como Valentina Batres, Fernel Gálvez y Humberto Zazueta, aseguran que los coordinadores parlamentarios son los culpables de la situación crítica por la que atraviesa el PRD, pues nunca informaron “hasta donde íbamos a llegar”.



Recuerdan que cuando tomaron la tribuna el 1 de diciembre de 2006 no había definición de la bancada, pues casi todos los 60 legisladores perredistas estaban de acuerdo en evitar la asunción de Calderón. Sin embargo, aseguran que una decisión tomada por los senadores, encabezados por Carlos Navarrete, les creó desconfianza.



Según Sandoval, los senadores estaban encargados de cuidar la puerta del recinto de San Lázaro que está “tras banderas”, que fue por donde finalmente entró Calderón, pero la dejaron libre. Ese acto fue “extraño”, dice. E insiste en que los coordinadores parlamentarios perredistas desactivaron la protesta al interior de San Lázaro, puesto que recomendaron a los diputados no protestar porque el país los vería “mal”, exactamente lo contrario que hizo Calderón, quien llamó a sus correligionarios para pedirles que resistieran porque estaban defendiendo a la nación.



El diputado Humberto Zazueta, por su parte, relata que en aquel momento, el 1 de diciembre de 2006, estaba convencido de que “no hubo negociación” entre el PRD y otros partidos. Pero hoy en día dice que quién sabe, que no mete las manos por nadie.



Y su compañero Raymundo Cárdenas, quien pidió a los coordinadores dejar que Calderón ejerciera el poder ilegítimamente para evitar la violencia, asegura: “No fue un debate público, fue una decisión tomada por Andrés Manuel y por los coordinadores parlamentarios. Ellos decidieron dejar la puerta abierta”.



Y menciona la trifulca del pasado 24 de febrero, durante la movilización en defensa del petróleo encabezada por Andrés Manuel López Obrador. E insiste en que se exacerbaron los ánimos de algunos militantes, quienes amedrentaron a los coordinadores parlamentarios Carlos Navarrete y Javier González Garza.



La animadversión se agudizó cinco días después, durante en un mitin de Alejandro Encinas, cuando algunos perredistas denunciaron que se estaba fomentando “una guerra sucia como la de 2006”.



Entrevistados por separado, los coordinadores parlamentarios Navarrete y González Garza aceptan que sus correligionarios están sumidos en una crisis interna por el control del PRD. Y advierten que si la situación se torna agresiva puede poner en riesgo la estabilidad y el futuro del partido.


Falta de estrategia


Carlos Navarrete, coordinador de los senadores perredistas y simpatizante de Nueva Izquierda, y Javier González Garza, miembro de Movimiento por la Democracia, consideran que la polarización y las descalificaciones se intensificaron que algunos líderes y militantes de la corriente Izquierda Unida los calificaron de “traidores” al movimiento que encabeza López Obrador y por “pactar con la derecha”.



Y admiten que antes de la agresión que sufrieron ese 24 de febrero los legisladores se negaban a aceptaron que había pugnas intestinas pero no se atrevían a decirlo en público como los hacen ahora. Las diferencias políticas eran consideradas como algo normal dentro de un partido que se considera democrático, arguyen los coordinadores.



Pero ahora los militantes de las principales corrientes internas se subieron al ring y acusan a sus contrincantes de “envenenar el ambiente” en el partido, dice Navarrete en entrevista con Proceso –“la última que doy porque ya decidí cerrar el capítulo del 24 de febrero”–, y admite que lo sucedido en la Torre de Pemex “mostró los peligros que se ciernen dentro del proyecto político del PRD”.



El líder de los senadores perredistas insiste en que “estos puntos de fricción” responden a que el partido no ha logrado establecer una estrategia conjunta para embonar la lucha social y la labor legislativa. Eso es lo urgente, dice. No actuar en consecuencia “puede traer consecuencias violentas”.



No obstante, se muestra autocrítico y acepta que él contribuyó a la crispación cuando calificó a sus agresores de ser miembros de Izquierda Democrática Nacional, “la corriente de René Bejarano”, y gente de Gerardo Fernández Noroña, secretario de Comunicación del PRD.



Por eso, dice, “no quiero escalar el conflicto interno. Lo ocurrido nos debe enseñar que estamos en momentos de definiciones; es urgente conciliar una estrategia común, porque cuando los ánimos se desbordan podemos caer en el precipicio”.



En el mismo tono, González Garza sostiene que algunos militantes “están envenenando el ambiente” en el PRD. Según él, el domingo 24 llegó caminando a la Torre de Pemex y recibió críticas de “gente enojada” que le cuestionó la aprobación de la Ley Televisa en la pasada Legislatura. Incluso le exigieron “correr” a Ruth Zavaleta de la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y le preguntaron si también él “traicionará” a López Obrador.



En opinión de González Garza, este “odio” fue provocado por quienes intentan controlar al partido. Lo más grave, sin embargo, es que en 18 años el PRD no ha creado un método para dirimir estas diferencias.



Y advierte que la confrontación puede desunir a los perredistas en la lucha en defensa del petróleo.


El petróleo


Después del conflicto del 24 de febrero, los perredistas determinaron enarbolar una causa común por encima incluso de la contienda para elegir a su nueva dirigencia: la defensa del petróleo.



López Obrador, los coordinadores parlamentarios, los integrantes del Frente Amplio Progresista (FAP) y los candidatos a la dirigencia nacional apoyaron el plan de acción y anunciaron su decisión de actuar unidos ante una eventual privatización del sector energético.



Carlos Navarrete asegura: “Estamos urgidos de una victoria. Esa puede ser la defensa del petróleo. Si logramos impedir en el corto plazo que se intente la apertura de capital privado a Pemex, será una victoria que nos permitirá serenar el ánimo y plantearnos resolver temas pendientes.



“Si no ganamos esta batalla, el PRD, la sociedad y la izquierda mexicana perderán ante los embates de la derecha.”



Resaltó también el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, a quien algunos legisladores critican en privado pero defienden en público, con el argumento de que “nadie se quiere pelear con Andrés Manuel”.



Así lo dice incluso González Garza: “Si, nadie se quiere pelar con Andrés Manuel. Cualquiera que tenga una opinión distinta a la de Andrés Manuel no es un traidor, hay gente con posiciones diferentes. El problema es cómo se resuelven.”



El coordinador de los diputados perredistas se pregunta: “¿Qué pasa cuándo mi partido decide una cosa y Andrés Manuel decide otra? La decisión es del partido, pero ahí están las contradicciones”. Por eso, asegura, el tabasqueño es “el liderazgo más importante del país”.



Y también se deslinda, pues como coordinador ha actuado conforme a los estatutos y los acuerdos del Consejo Político o del Comité Ejecutivo Nacional. “No consulto con Andrés Manuel, consulto con el CEN porque esos son mis estatutos”, dice.



El 25 de febrero, en la reunión realizada en la oficina de López Obrador, el llamado “presidente legítimo” dijo a los coordinadores parlamentarios que el abucheo y las agresiones del día anterior respondían a que la gente veía su actuación en el Congreso de la Unión y actuaba en consecuencia, según uno de los asistentes.



Cuestionado al respecto, Navarrete soltó: “Lo que en privado se discute, en privado se queda”.



Y Zazueta lo secundó: “A nadie le sirve descalificar a Andrés Manuel porque es el principal dirigente de la oposición de este país, si Nueva Izquierda no lo asume así, está en un gran error. Más allá del PRD, como oposición.”

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