Saturday, March 08, 2008
arturo rodríguez garcía
Monterrey, N. L., 8 de marzo (apro).- En Coahuila, exigen justicia; en Nuevo León luchan por el respeto de los derechos humanos; y en la frontera se organizan para impedir abusos laborales. Son víctimas de constantes abusos y descalificaciones; pero no se arredran, persisten en la búsqueda de respuestas y soluciones “a costa de lo que sea”: son mujeres y encabezan las luchas sociales en el norte del país.
Su activismo, coinciden, surgió por un agravio y por el coraje ante las injusticias, y lo han mantenido a través de los años, pese a las agresiones desde el poder, muchas veces con descalificaciones sexistas o discriminatorias por su condición de género.
En la región carbonífera, encabezadas por Elvira Martínez Espinosa, las viudas de los trabajadores muertos en la mina Pasta de Conchos, Coahuila, desde hace dos años mantienen la exigencia: justicia. En las ciudades de la frontera, las obreras de maquiladoras lideradas por Julia Quiñones, se organizan para evitar los abusos laborales.
En Monterrey, una mujer, María de Jesús Mejía, encabeza la resistencia contra los pasivos ambiéntales de la industria. Y una monja, Consuelo Morales, es la activista que defiende los derechos humanos.
Entrevistas por Apro con motivo del Día Internacional de la Mujer, narran sus historias, sus vivencias diarias en la lucha por acabar con las injusticias, y dan su opinión sobre la participación de la mujer en la vida pública del país.
La religiosa Consuelo Morales Elizondo, coordinadora de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos de Nuevo León (Cadhac), considera que las mujeres encabezan luchas sociales, porque están en contacto con la realidad de la gente que sufre. “Son las que reciben de cerca los abusos”, precisa.
Para la monja, los hombres son más racionales y evitan los conflictos pensando en las consecuencias, mientras “las mujeres buscan solucionar problemáticas a costa de lo que sea”.
Para explicarse mejor, ejemplifica con los operativos policíacos recientes en Monterrey y la zona metropolitana que, por su brutalidad, han desatado la protesta de madres de familia:
“Las mujeres sabemos aquí en Nuevo León que tenemos un pie encima y pensamos en lo que se puede venir si no hacemos algo. Los hombres piensan en las consecuencias de protestar. La lógica nuestra va más en el sentido de defender la vida y la realidad de la gente; la de ellos, en ser proveedores.”
Julia Quiñones fue obrera de una maquiladora y ahí vivió de cerca las violaciones a los derechos laborales de sus compañeros. Por eso, estudió Trabajo Social y terminó coordinando el Comité Fronterizo de Obreras (CFO), la única trinchera de lucha obrera en las ciudades fronterizas de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde el sindicalismo es inexistente.
“Mi propia experiencia me llevó a trabajar por los derechos laborales. Vi la explotación en la primera línea, la viví en las maquiladoras”, refiere. Pero no fue sólo eso: Como profesionista, trabajó en el Instituto Nacional de Educación para los Adultos y gran parte del trabajo se realizaba en las maquiladoras, donde los obreros preferían trabajar horas extras que estudiar, porque el salario siempre era insuficiente y para la capacitación no hay estímulos.
“El problema es que la ley dice que el salario debe ser suficiente y remunerador, pero no lo es. Desde entonces quiero contribuir a cambiar la situación, pero entendí que es un proceso, que la lucha es permanente: la meta final es un cambio profundo que mejore las condiciones de trabajo y de vida individuales, por grupos, por líneas, por plantas; y que los pequeños logros son avances y estimulan”, explica.
En esa lucha de pequeños logros, coincide María de Jesús Mejía de Marqueda, activista ambiental en Nuevo León, quien coordina el Organismo Pro Bienestar, dedicado a la defensa del medio ambiente, desde que los vecinos de la colonia Victoria se organizaron para impedir que Industrial Minera México (IMMSA), creara, a cielo abierto, un tiradero tóxico a unos metros de sus casas. Esa lucha inició hace 15 años y la resistencia sigue. Dice que su activismo “fue en defensa propia”.
“Y esto causa adicción –continúa- porque nos damos cuenta de que hay mucha injusticia, que la justicia ambiental no ha llegado al país, porque las decisiones en políticas ambientales están en unas cuantas manos: 3 o 4 personas deciden qué calidad de aire respiramos, cuáless son los recursos naturales que se deben cuidar o no.”
Cambiar el paradigma
Alicia Leal, quien preside la organización Alternativas Pacíficas, dedicada a sostener refugios para mujeres víctimas de violencia en Nuevo León, afirma que el problema de género en México está relacionado con el paradigma del poder y la política, cuyo cambio es indispensable para que se generen las condiciones de equidad.
“Los funcionarios públicos y los políticos, consideran que las mujeres somos ineptas. Las mujeres en el poder, son peores, porque generalmente carecen de solidaridad de género y subestiman a quienes no nos interesan el poder ni un empleo.
“Entre unos y otros, quieren que nos vayamos a barrer, a realizar las tareas del hogar, pero no pueden lograrlo”, advierte Mejía de Marqueda.
La religiosa Consuelo Morales rompió ese paradigma del poder cuando fue objeto de una persecución judicial ordenada por Fernando Canales Clariond, entonces gobernador de Nuevo León (1997-2002), luego de que la activista promoviera recursos internacionales por la práctica de tortura y las violaciones a derechos humanos en el estado. Recuerda:
“Una mujer en derechos humanos, además religiosa, en una sociedad donde la monja está supeditada a un colegio, hospital o parroquia, rompe el esquema. Y eso le pasó a Canales Clariond.
“No podía entender. Me descalificaba diciendo que yo no era monja que era una impostora, pero no descalificaba mi mensaje. Él se fue y nosotras continuamos; como en todas las luchas, las mujeres siguen ahí.
“El factor género, lleva a decir a quien detenta el poder y se siente agraviado con una exigencia de justicia, que la mujer está loca, es sensible cuando en el fondo se aprovecha de nuestra riqueza para construir una sociedad más humana”, dice.
Para Julia Quiñones, en el mundo del trabajo el acoso es permanente: la contratación se supedita, en muchos casos, ya no sólo a las pruebas de embarazo, sino que, además, no se contratan mayores de 35 años. Hay empresas que sólo contratan obreras guapas y excluyen a las feas; y un caso reciente, una empresa de Piedras Negras no contrata obesas.
“El acoso es permanente, es lo de cada día: sexual, verbal, de hostigamiento ha existido por años, se sigue dando el día de hoy, la discriminación para las mujeres es lo del día. En pleno siglo XXI y que se sigan dando estas cosas, es contra lo que tenemos que seguir luchando”, advierte.
A propósito del paradigma, la dirigente obrera comenta: “En las luchas y los procesos, las compañeras están al frente, aunque después se revierte, porque cuando es momento de elegir figuran los hombres. Y ese es el reto, las compañeras que están al frente deben tomar el liderazgo y ponerse al frente de aquello por lo que están luchando.”
La viuda persistente
Las viudas de los mineros muertos en Pasta de Conchos se han enfrentado a todo y a todos. Han sido acosadas por los medios locales de comunicación, que las tildan de mujerzuelas o las acusan de “manchar” la memoria de los mineros; por los directivos de Grupo México, que las amenazan, mientras los guardias de seguridad las intimidan.
Por si fuera poco, desde el gobierno federal, el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, ha descalificado de manera personal a Elvira Martínez, una de las lideresas del movimiento de viudas. Lo mismo hizo el anterior secretario, Francisco Xavier Salazar Sáenz, pero ella no se intimida y cuenta su historia.
Muy lejos de su casa en Palaú, Coahuila, Elvira Martínez Espinosa, viuda del minero Jorge Bladimir Muñoz, responde el teléfono en el campamento donde vive desde el pasado 10 de febrero, frente a las oficinas de Grupo México, en la exclusiva colonia Polanco del Distrito Federal.
Acaba de salir de una reunión con el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, quien renovó las esperanzas de las viudas en cuanto al rescate de los cuerpos de los mineros muertos el 19 de febrero de 2006, en la mina Pasta de Conchos.
Al campamento, dice, llegarán diferentes organismos para acompañar a las viudas que acampan ahí, por ser el Día Internacional de la Mujer.
“La verdad nunca me imaginé que me tocara una cosa como esta. No estar de acuerdo en la injusticia: la pérdida de mi marido. Al principio, yo no tenía conocimiento de lo que pasó, pero con el tiempo vi que eso no fue un accidente. El coraje y el dolor, por perder algo que valía bastante para mí y cambió mi vida, hace reflexionar que no se puede dejar así.
“Le truncaron la vida a 65 personas por las que no me podía quedar con los brazos cruzados. De ahí sale la fuerza. Me he sentido cansada, cuando se van viendo las complicaciones, y quiero olvidarme e irme y rehacer mi vida, pero no puedo estar tranquila ni continuar con mi vida cuando en mi conciencia hay algo pendiente”, explica.
La mujer de 35 años de edad, asegura que su motivación surge de la certeza de que hay una verdad y que alguien quiere ocultarla, por eso no se incomoda con las agresiones ni las acciones en su contra: “Creo en lo que estoy haciendo y si hablan es porque estoy en el camino correcto”, dice.
Para ella no hay paradigmas por romper. Las condiciones de género la tienen sin cuidado, por eso afirma que pase lo que pase, continuará en su insistencia “hasta donde sea necesario”.
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