Una reunión en primera persona con Fidel
Después de su encuentro con el líder cubano, el sociólogo argentino cuenta cómo lo vio
Atilio Borón
Página12
"Fidel vive rodeado de libros y papeles. Recopilaciones diarias de la prensa lo mantienen informado de lo que ocurre en el mundo, y en sus infaltables libretas anota comentarios, ideas o interrogantes que luego alimentan sus Reflexiones”, dice el sociólogo tras visitar al líder cubano.
Fidel no descansa. Sigue firme en la brecha. No abandonó ni abandonará la lucha. Guerrero de tantos combates, continúa acosando sin cesar al imperialismo. Su voluntad es indomable y como ocurre con los buenos aceros, el paso de los años, lejos de mellarla, la ha templado aún más. Sabe que para construir un mundo mejor hay que triunfar en la batalla decisiva: la batalla de ideas. Como fiel heredero del pensamiento de Martí, de quien no por casualidad dijera que fue el autor intelectual del asalto al Moncada, sabe también que es preciso ser cultos para ser libres. Pero esa cultura para la libertad debe nutrirse de la mejor tradición del pensamiento crítico y emancipatorio, del cual el socialismo es un componente indispensable e irreemplazable.
Su prolongada convalecencia, que le ha permitido recuperar su salud de forma notable, y su alejamiento de las funciones de gobierno le hacen posible cultivar su insaciable curiosidad intelectual. Pero no es una actitud solipsista, pues está siempre guiada por la necesidad de transformar al mundo y no sólo de contemplarlo. Pocos como él son tan conscientes del desenlace catastrófico al que nos empuja el capitalismo, que convierte al género humano y a la naturaleza en simples mercancías que se transan en el mercado con el excluyente propósito de obtener un beneficio. Una curiosidad intelectual, decíamos, en donde su sólida formación intelectual se ha visto enriquecida por una excepcional experiencia política, que se vuelca en los periódicos artículos en los que analiza los principales aspectos de la escena contemporánea.
Como antes, Fidel vive rodeado de libros y papeles. Recopilaciones diarias de la prensa de los más diversos países lo mantienen informado al detalle de lo que ocurre en todo el mundo, y en sus infaltables libretas va anotando las ideas, comentarios o interrogantes que luego alimentan sus “Reflexiones”. Como en el pasado, su avidez de conocimientos es inagotable, al igual que su pasión por la información exacta y precisa. Soldado de la batalla de ideas, se requiere una pasta especial –poco usual entre los políticos– para luego de regir los destinos de su patria por tanto tiempo renunciar a sus cargos y enfrascarse de cuerpo y alma en su actual misión. “En este momento la responsabilidad de gobernar es de mi hermano, no mía.” No pasó inadvertida a su atenta mirada una cierta incredulidad reflejada en mi rostro, motivada quizá por su durísima declaración pública a propósito de la reorganización ministerial. “Si opiné sobre el recambio de gabinete –dijo– fue por la necesidad de cortar de raíz las habladurías sobre un conflicto entre los hombres de Fidel y los de Raúl. No podía con mi silencio avalar esa bobería.” Y repitió: “Quien gobierna es Raúl. En Cuba mucha gente pagó con su vida el triunfo y la consolidación de la Revolución”. Y, prosigue, “no sólo en la Sierra Maestra y en la lucha contra Batista. También después nos mataron alfabetizadores en Cuba, y todavía lo hacen afuera de Cuba. Lo mismo ocurre con nuestros médicos, que arriesgan sus vidas para hacer realidad el internacionalismo socialista”. Intuyo que esta reflexión estuvo destinada a contextualizar el recambio ministerial de días pasados y a descartar la nada inocente acusación de que en Cuba sólo hay una generación, la de Sierra Maestra, que se jugó la vida y que, por lo tanto, sería la única con derecho a gobernar. Hay varias generaciones que tienen ese derecho y, agrega Fidel, “uno de los grandes éxitos de la Revolución es la enorme cantidad de gente joven, preparada y educada, con que contamos”.
Pero el viejo guerrero está librando otras batallas, lejos del día a día de la gestión gubernamental. Siguió muy de cerca, por la televisión cubana, las discusiones habidas en el XI Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Desarrollo, organizado por la ANEC, un evento único en el mundo donde debaten, sin restricción alguna, economistas neoliberales, keynesianos, poskeynesianos y marxistas. Hubo en esa reunión tres premios Nobel de Economía y una plétora de economistas vinculados con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el BID, diversos ministerios de economía. Fidel recibió las ponencias que allí se presentaron y haciendo un paréntesis en su plan de trabajo leyó varias de ellas con su proverbial meticulosidad. Fue él quien, con esa visión de águila que Lenin tanto admirara en Rosa Luxemburgo, auspició la realización de estos encuentros a mediados de 1998, porque se veía venir el agotamiento y crisis del modelo neoliberal. Entonces le encomendó al presidente de la ANEC (Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba) y uno de sus más estrechos colaboradores, Roberto Verrier, la misión de convocar con la mayor amplitud posible un encuentro de especialistas para discutir la crisis que ya se estaba gestando. El primero tuvo lugar en enero de 1999 y allí estuvo Fidel, sentado en la primera fila y tomando nota de cuanto se decía, interviniendo ocasionalmente, sea con inteligentes comentarios o con filosas preguntas. Estas reuniones se repitieron año a año, pero sus problemas de salud nos privaron de su presencia en los últimos encuentros. No obstante, siempre se las ingenió para estar al tanto de lo que se discutía y leer las ponencias. Pude ver la mía: renglones enteros subrayados, palabras o frases encerradas en un círculo, comentarios al margen, o arriba o abajo. En suma, la obra de un lector metódico y diligente, que sabe de lo que se habla y que está muy al tanto de los temas que le interesan. El nivel de información que maneja es hoy tan impresionante como era ayer, cuando se desempeñaba como jefe de Estado.
Es debido a esto que vio venir la crisis antes que nadie, y ahora se anticipó a los demás al advertir sobre las formas bárbaras que puede asumir la “resolución” capitalista de la crisis. Le pareció convincente el argumento que elaboré en mi ponencia en el sentido de que ésta es más grave que las dos grandes que la precedieron: la “Larga Depresión” de 1873-1896 y la “Gran Depresión” que estallara en 1929. La actual es una explosiva combinación de crisis económica, ecológica, energética, alimentaria, que se despliega teniendo como contexto las ominosas consecuencias del cambio climático. “La gente no se da cuenta de lo que está pasando –musita mientras levanta sus pobladas cejas–, y los medios no informan lo que tienen que informar.” Una crisis que actualiza el viejo dilema que en una época tenebrosa de la historia popularizara Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”, y nada más cercano a ésta que la catástrofe ecológica y climática que hoy pone en cuestión la sobrevivencia misma de la vida en el planeta. Pero no hay solución capitalista a esta crisis. Ya en su intervención en el Primer Encuentro de la ANEC Fidel había demostrado, con la rigurosidad de un teorema matemático, que la crisis capitalista en gestación no tendría solución dentro del capitalismo y que, por lo tanto, había que pensar en otra cosa. El socialismo es en la actualidad más necesario que nunca.
“¿Crees tú acaso que el G-20 podrá aportar una solución a la crisis?”, pregunta dando por descontada mi respuesta negativa. “¿Y por qué te parece que invitan a la Argentina, Brasil y México?” Respondo: es una táctica que busca alejarlos de Chávez, asignándoles un protagonismo escénico y retórico pero no real y cuyo mensaje latente es “olvídense del ALBA, ustedes son países grandes y deben jugar con nosotros, no contra nosotros”. Hicieron lo mismo con la crisis de la deuda, en 1982, cuando desalentaron activamente la creación de un “club de deudores” para oponerse al poderoso “club de acreedores” –auspiciado y respaldado por los gobiernos del G-7– prometiendo a cambio un “tratamiento preferencial” para su deuda, promesa que finalmente no se cumplió sumiendo a todos por igual en la crisis. La misma táctica se pone en marcha ahora, con los mismos previsibles resultados.
Está en todos los detalles, y nada del mundo le es ajeno. “Dios –me dijo hace ya unos años– está en los detalles.” Sigue fiel a ese axioma y sigue examinando los datos de la realidad con compulsivo empecinamiento. “Obama es un buen hombre –dice–, pero la presidencia es una cosa y el imperio es otra. Tiene sus leyes, sus intereses, sus relaciones de fuerza.” El hombre al que diez presidentes de la mayor potencia económica y militar de la historia trataron de derribar y, en algunos casos, asesinar, no revela el menor atisbo de resentimiento o de odio. Siente una cierta simpatía por Obama, un joven afronorteamericano cuya sola presencia irrita hasta lo indecible a los muchos racistas y a la derecha radical de Estados Unidos. Pero, conocedor como pocos del imperio, sabe que las resistencias a cualquier iniciativa de cambio serán formidables y que los intereses dominantes no se van a arredrar por las intenciones reformistas de un ocasional ocupante de la Casa Blanca.
Mientras tanto, sigue leyendo y estudiando, como antes o, mejor, más que antes. Comenta que al acervo de conocimiento científico se duplica cada 14 años, y que la tendencia es hacerlo en un plazo cada vez menor. Me sorprende preguntándome “¿Qué buen estudio conoces sobre el pensamiento de Gramsci?”. Mientras proceso mentalmente la lista de los “gramsciólogos” no puedo dejar de pensar al mismo tiempo en cuántos jefes de Estado, o ex presidentes o jefes de Estado, podrían haberme hecho una pregunta similar, referida a Gramsci en el caso de los que se referencian en la izquierda, o a un autor como Hayek para los que se identifican con la derecha. ¿Quiénes? Muy pocos. Probablemente Hugo Chávez. Conclusión: Fidel pertenece a otra galaxia.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-121514-2009-03-14.html
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