Saturday, March 14, 2009



Enrique Calderón Alzati

Tal como sucedió en los países de Europa hace un siglo y medio, como resultado de la revolución industrial, México ha venido sufriendo graves problemas sociales con la migración de la población rural, esencialmente campesina, a las ciudades; las voces que llamaban a la cordura y pedían la atención que el campo necesitaba fueron ignoradas por gobiernos y gobernantes ilusos e irresponsables, que pensaron que la modernización del país implicaba necesariamente pasar de una economía agrícola a una industrial, negándose a ver la dura lección que tuvieron las naciones europeas cuando adoptaron el paradigma de la supuesta modernidad basada en la industrialización.

La toma del poder por los grupos neoliberales, a partir de la década de los 80, que pronto se revelaron como meros operadores de los intereses trasnacionales, agudizaron el problema. Su proyecto incluía hacer que el campo fuera productivo, pero en su programa los campesinos representaban sólo un estorbo. Una frase del célebre Hank González, tan adicto a las mejores ejemplificaciones del cinismo, fue: mi trabajo como secretario de Agricultura es sacar del campo a 10 millones de campesinos, y a la pregunta de un periodista sobre qué proponía para que éstos no se muriesen de hambre con sus familias, respondió: ese no es mi problema.

Los gobiernos neoliberales se han caracterizado por un pensamiento pragmático, orientado a convertir el campo mexicano en un gran negocio, tal como lo imaginaron los hacendados de la época porfirista, en el que los campesinos eran irrelevantes.

Con la llegada al poder del Partido Acción Nacional, ese tipo de pensamientos se llevó a su máxima expresión junto con otros, referentes a la educación, de corte supuestamente moderno pero aristocrático, en el que la enseñanza de calidad debe ser accesible sólo para las elites. Las masas deben conformarse con una capacitación que les permita ser productivas, obedientes y no más; no obstante ello, diversas instituciones públicas de educación superior han resaltado por el alto nivel de sus investigadores y por su influencia entre amplios sectores de la población.

Entre ellas destacan, sin lugar a dudas, la Escuela Agrícola de Chapingo y su Centro de Posgrado, donde se forman los mejores especialistas agrícolas y forestales del país, con el propósito de elevar la eficiencia agrícola y propiciar la diversificación de los cultivos, así como la regeneración y explotación forestal. Para ello los investigadores del Centro de Posgrado estudian los problemas relacionados con el cultivo y cuidado de las granjas agrícolas y la explotación de los productos forestales.

Con una gran tradición académica y de desarrollo experimental, la institución, sus investigadores y maestros vienen padeciendo una situación de descuido y abandono gubernamental que refleja las políticas del gobierno panista hacia los sectores del campo y la educación, hecho que les ha llevado a una huelga que parece no tener solución, ante la cerrazón de las autoridades, incluida la dirección misma del plantel.

La problemática es similar a la que afecta a todo el campo mexicano: falta de apoyos, estímulos y oportunidades, pero sobre todo de visión política de los gobernantes, incapaces de entender la importancia que la producción de alimentos tiene para el futuro de la nación.

Bajos salarios en relación con otras instituciones de educación superior, promesas incumplidas de funcionarios públicos (existen compromisos de homologación de sueldos con los de profesores e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional desde hace más de cinco años), falta de equipos para hacer investigación. Pareciera que el objetivo es claro y similar al que se da con los productores, haciéndoles ver que el campo no tiene futuro, excepto para aquellos que estén dispuestos a trabajar para las grandes corporaciones agroindustriales.

El mensaje para estudiantes y profesores de Chapingo es una clara invitación a dedicarse a otra cosa. Ante la falta de técnicos, ya vendrán otros que sabrán encontrar, tanto españoles como estadunidenses, que nos vengan a enseñar lo que no sabemos, siguiendo el ejemplo de la titular de la Secretaría de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota. Para ellos la educación y la investigación carecen de sentido, excepto en los proyectos que se circunscriban a los intereses de las grandes corporaciones agropecuarias. En ese sentido, Chapingo cuenta con una hacienda inmensa en el municipio de Temajac, que recibió como donativo hace más de 20 años y cuyo acceso está hoy restringido a unos cuantos investigadores que conforman un grupo aparte, porque ellos sí están dispuestos a trabajar para algunas de las corporaciones patrocinadoras.

Todo ello conforma hoy un ambiente de molestia en la comunidad académica de Chapingo, que tiene sumida a la institución en una huelga desde hace varias semanas y sin visos de solución, ante la cerrazón de las autoridades de la Secretaría de Agricultura y de la propia dirección de la escuela, que parecen no entender la importancia de la institución en el desarrollo del México pobre, que no debiera serlo.

Se trata, así, de otro caso de soberbia y terquedad que ha caracterizado a los dos gobiernos panistas que hemos sufrido hasta ahora, que se caracteriza ya por su inclinación a la discrecionalidad, la arbitrariedad y la corrupción, sin importar a cuántas familias agredan ni el daño económico que generen.


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