Influenza: estocada mortal a la economía
CARLOS ACOSTA CóRDOVA
La rápida recuperación que supuestamente tendrá la economía nacional tras la crisis sanitaria que afecta al país es una más de las fantasías del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quien tuvo que rectificar. El PIB, aceptó el funcionario, podría desplomarse hasta -4% en este año debido a la contingencia. En realidad, la economía mexicana apenas necesitaba del empujoncito de la epidemia para irse al precipicio...
Para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, el efecto económico de la contingencia sanitaria que vive el país será equivalente a otro catarrito, pues la epidemia del virus de la influenza A (H1N1) apenas impactará la economía nacional entre 0.3% y 0.5% del Producto Interno Bruto. Y eso si la emergencia se prolonga unos tres meses.
Pero además de que hay recursos de sobra para atender dicha emergencia dijo el miércoles 29 de abril, ésta no lastimará gran cosa las actividades productivas del país, pues no afectará la infraestructura, su impacto será de muy corto plazo y se concentrará en el sector servicios, particularmente en turismo, hotelería y restaurantes.
La recuperación será rápida, auguró el secretario.
En el mundo real, empero, la contingencia sanitaria significará que millones de mexicanos se queden sin empleo, sin el sustento diario y sin certeza alguna sobre su futuro.
En contraste, el pasado viernes 1 el secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo, declaró que el impacto económico de la epidemia, al menos en el sector turismo, será mayor al que han ocasionado los desastres naturales, como el que produjo el huracán Wilma, que azotó la península de Yucatán en 2005.
La cancelación de vuelos internacionales al país, la salida anticipada de turistas y la cancelación de viajes y reservaciones hoteleras están causando estragos en el turismo, dijo Elizondo. Y dio datos: la ocupación hotelera, que normalmente en estas fechas es de entre 70% y 80%, anda ahorita en un rango de 10% a 15%.
Pero más allá de porcentajes, expuso, el problema es que saldrán afectadas millones de personas, pues el sector da 2 millones 200 mil empleos directos. Y la propia industria está en riesgo, pues en situaciones normales genera un promedio de mil millones de dólares al mes, que podrían reducirse drásticamente.
El problema no es menor. El turismo es la cuarta fuente más importante de entrada de divisas, después del petróleo, las remesas y la inversión extranjera. Según cifras oficiales, en 2008 ingresaron 13 mil 290 millones de dólares por concepto de turismo, particularmente de viajeros internacionales.
Y si se atienden experiencias internacionales similares, el panorama luce desolador, por lo menos para este año. En 2003, por la epidemia de SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo), China registró un desplome del tráfico aéreo de hasta 80%, que duró seis meses.
Es decir, aun cuando concluya la emergencia, la recuperación del sector turismo será lenta: recobrar la confianza del exterior, hacer que los viajeros internacionales no tengan miedo de venir al país, es un proceso que llevará tiempo.
Quienes resintieron de inmediato los efectos económicos de la epidemia fueron todos aquellos que se dedican y viven de la industria restaurantera y de alimentos, sobre todo los de la capital del país. Datos de la cámara empresarial correspondiente señalan que en el Distrito Federal hay unos 35 mil restaurantes y fondas que dan empleo a 650 mil personas.
Cálculos del gobierno capitalino indican que las pérdidas diarias por el cierre de establecimientos superan los mil 200 millones de pesos, pero según la Coparmex del Distrito Federal el daño es de mil 500 millones al día. La Secretaría de Desarrollo Económico local calculó en casi 15 mil millones de pesos la afectación económica si el cierre de negocios permanece hasta el 5 de mayo.
Y, otra vez, las pulgas sobre el perro más flaco. Los trabajadores de esos establecimientos se quedaron sin empleo y sin ingreso. Muchos, ante la incertidumbre sobre la duración de las medidas sanitarias, lo habrán perdido de manera definitiva.
Otro sector lastimado directamente es el de la porcicultura. La denominación inicial de influenza porcina desató una fuerte animadversión contra el cerdo y sus derivados. Varios países han prohibido las importaciones del cárnico desde México en todas sus modalidades. El consumo de carne de puerco en el país se ha desplomado 30% desde que inició la emergencia. Nadie quiere saber de las carnitas, otrora uno de los platillos y antojitos favoritos de los mexicanos.
Organizaciones empresariales del sector emitieron un comunicado el viernes 1 en el que aseguran que la carne de cerdo y sus derivados sigue siendo un producto totalmente inocuo y seguro, y su consumo no representa riesgo alguno para la salud de la población. Refieren que la propia Organización Mundial de la Salud ha difundido ese concepto.
Y dicen: Llamarle erróneamente influenza porcina ha traído consigo un impacto muy negativo, el cual está teniendo repercusiones inmediatas en sectores fundamentales de la economía del país, afectando a todas las industrias: rastros, procesadores, comercializadores, productores de cerdos, etcétera, directamente relacionados con la venta de cerdos y sus derivados.
Un día antes, la Secretaría de Agricultura hizo un insólito exhorto boletín de por medio a todos los medios de información para que nos ayuden a nombrar como influenza humana, y no influenza porcina, a la epidemia que afecta a nuestro país. Evitar el desplome del sector es el propósito.
Y da la razón: Este sector genera 350 mil empleos directos y 1.5 millones de empleos indirectos; produce 1.2 millones de toneladas de carne al año; el valor de la producción es superior a los 30 mil millones de pesos por año; el hato es de 15 millones de cabezas de ganado porcino y se sacrifican en rastros municipales y los del Tipo Inspección Federal (TIF), 14 millones de unidades animal.
Previsiones catastróficas
Más allá de las afectaciones directas al turismo, la industria restaurantera y la porcicultura, la emergencia sanitaria por el virus de la influenza impactará en toda la economía. Un análisis del Grupo Financiero Ixe hace la siguiente relación de efectos:
La suspensión de clases propiciará el ausentismo laboral, ante el cual las empresas deberán ajustar su oferta de bienes y servicios. Y ello traerá lógicamente una menor actividad económica.
Todas las actividades comerciales, sobre todo aquellas que implican reuniones de grandes grupos de personas, se verán mermadas. De hecho, las actividades de entretenimiento, incluyendo restaurantes y negocios afines, ya resienten la situación.
Otro de los efectos del brote epidémico será un menor flujo de dólares. El temor al contagio hará que los turistas extranjeros sean muy precavidos y pospongan sus viajes a México; algunos países han decretado restricciones sobre productos de exportación de origen mexicano.
Todo ello se traducirá en un menor flujo de dólares, que ya está dañando al peso, como se vio el pasado lunes, en que el dólar se disparó por arriba de los 14 pesos por unidad. Tan sólo ese día el peso perdió 5% frente al dólar.
Otra consecuencia, según el análisis de Ixe, es que habrá un mayor déficit público, pues la movilización del aparato gubernamental para enfrentar la emergencia sanitaria implica un mayor gasto público.
En resumen, de acuerdo con Ixe, los efectos de la epidemia son: menor actividad económica, menor consumo, mayor desempleo, caída en ingreso de divisas, mayor déficit público.
Pero, en realidad, la economía mexicana apenas necesitaba del empujoncito de la epidemia para irse al precipicio. El deterioro de los principales indicadores económicos, por ser mayor al esperado, tiene sorprendidos a propios y extraños.
Apenas el martes, el Inegi informó que la economía, medida a través del Indicador Global de la Actividad Económica IGAE, que define el rumbo que tomará la economía en el corto plazo, registró una caída de -10.8% anual en febrero pasado.
En el desglose, la actividad industrial cayó -13.2%, los servicios y el comercio -9.6% y el sector agropecuario -7.1%.
Un día después, el Banco de México prendió los focos rojos: en el primer trimestre, el Producto Interno Bruto se habría contraído entre -7% y -8%. Y en todo 2009 sin considerar aún los efectos de la emergencia sanitaria por la influenza la actividad económica se desplomará entre -3.8% y -4.8%.
En enero pasado, Banxico estimaba que este año la economía caería entre -0.8% y -1.8%. Es decir, agregó tres puntos porcentuales a su estimación de la caída del PIB.
Lo mismo le pasó al Fondo Monetario Internacional: a principios de año pronosticó un crecimiento económico para México de 1.8%; luego cambió a una contracción de -0.3%, y apenas hace 10 días estimó un desplome de -3.7%.
La propia Secretaría de Hacienda, que siempre se ha empeñado en matizar la gravedad de la economía, tuvo que cambiar sus siempre optimistas pronósticos: desde finales del año pasado calculó que la economía registraría un crecimiento cero, luego cambió a una estimación de -1.8% que mantuvo hasta hace tres semanas para decir que la baja sería de -2.8%. Apenas el jueves 30 de abril, el secretario Agustín Carstens tuvo que reconocer que el PIB podría desplomarse este año hasta en -4%.
Banamex, que ya incorporó los efectos de la epidemia que vive el país, considera que la economía se derrumbará -5.2%.
Ante tan variados y disímbolos pronósticos, el secretario de Hacienda explicó el jueves: Lo que está sucediendo en nuestra economía no tiene precedente moderno. Estamos navegando por aguas no exploradas.
Y debió aceptar que en el primer trimestre la economía cayó -7%, cifra no vista desde los aciagos meses de 1995, cuando el país se convulsionó por la más grave crisis económica de su historia reciente.
Los nuevos y pesimistas pronósticos para la economía en este año son resultado de que todos los indicadores de la actividad económica en los primeros tres meses del año se fueron cayendo, gravemente, en cascada.
En general, la actividad industrial registró caídas superiores a 13%, muy similares a las de 1995; de entre ellas, la industria manufacturera se desplomó más de -16%; la construcción, -11.3%. También, la inversión fija bruta (adquisición de maquinaria y equipo para la industria y la construcción), se contrajo -8.5%.
El comercio y el consumo también siguieron cayendo. En general las ventas minoristas fueron 3% menores en marzo a tasa anual; las tiendas departamentales registraron ventas por 9.3% en ese mes. La venta de ropa se contrajo -13.2%.
Además, el valor de las exportaciones totales del país cae mes con mes: -31.5% en enero, -29.6% en febrero y -25.1% en marzo. Dentro de ellas, las exportaciones automotrices a Estados Unidos se han desplomado: -50% en enero, -43% en febrero y -28.6% en marzo.
Por si fuera poco, apenas el jueves pasado Pemex informó que tuvo pérdidas por 27 mil millones de pesos en el primer trimestre de este año, cuando en igual período de 2008 había registrado una ganancia pírrica, pero ganancia al fin de 3 mil 252 millones de pesos.
La causa: menores ventas y, sobre todo, menores precios de los hidrocarburos. El precio promedio ponderado en el primer trimestre de este año fue de 38.9 dólares por barril, cuando un año antes, en el mismo período, había sido de 83.6 dólares. Una baja de 53.5% en el precio.
El colmo: Hacienda reportó el mismo jueves que la recaudación se desplomó -11% en el primer trimestre. En el desglose, la recaudación por el IVA cayó -21% y la del ISR y el IETU, 11%.
Pero más allá de números y abstracciones, el derrumbe económico se ha traducido en históricas tasas de desempleo. En enero, la desocupación total alcanzó a 5% de la Población Económicamente Activa, la más alta en los últimos 13 años: en febrero fue peor, de 5.3%, y en marzo, de 4.76%.
En este último mes la tasa de subempleados es decir, de quienes tienen necesidad y disponibilidad de trabajar más horas u ocuparse en más empleos se ubicó en 8% de la PEA. Es decir, muchos de los empleos que se han estado creando son de baja calidad: temporales, mal pagados y sin prestaciones.
Según el Inegi, la Población Económicamente Activa es de 45 millones 200 mil personas. Entonces, hay cerca de 2 millones 200 mil en el desempleo, en el desamparo absoluto, que son 300 mil más de las que había en diciembre pasado. Y hay 3 millones 616 mil personas que tienen un empleo que no les alcanza para satisfacer sus mínimas necesidades.
Y el futuro inmediato no es promisorio: El Banco de México estimó el miércoles 29 de abril que este año podrían perderse hasta 450 mil empleos formales más.
Y a este año, de pesadilla, le faltan largos ocho meses para terminar.
Para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, el efecto económico de la contingencia sanitaria que vive el país será equivalente a otro catarrito, pues la epidemia del virus de la influenza A (H1N1) apenas impactará la economía nacional entre 0.3% y 0.5% del Producto Interno Bruto. Y eso si la emergencia se prolonga unos tres meses.
Pero además de que hay recursos de sobra para atender dicha emergencia dijo el miércoles 29 de abril, ésta no lastimará gran cosa las actividades productivas del país, pues no afectará la infraestructura, su impacto será de muy corto plazo y se concentrará en el sector servicios, particularmente en turismo, hotelería y restaurantes.
La recuperación será rápida, auguró el secretario.
En el mundo real, empero, la contingencia sanitaria significará que millones de mexicanos se queden sin empleo, sin el sustento diario y sin certeza alguna sobre su futuro.
En contraste, el pasado viernes 1 el secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo, declaró que el impacto económico de la epidemia, al menos en el sector turismo, será mayor al que han ocasionado los desastres naturales, como el que produjo el huracán Wilma, que azotó la península de Yucatán en 2005.
La cancelación de vuelos internacionales al país, la salida anticipada de turistas y la cancelación de viajes y reservaciones hoteleras están causando estragos en el turismo, dijo Elizondo. Y dio datos: la ocupación hotelera, que normalmente en estas fechas es de entre 70% y 80%, anda ahorita en un rango de 10% a 15%.
Pero más allá de porcentajes, expuso, el problema es que saldrán afectadas millones de personas, pues el sector da 2 millones 200 mil empleos directos. Y la propia industria está en riesgo, pues en situaciones normales genera un promedio de mil millones de dólares al mes, que podrían reducirse drásticamente.
El problema no es menor. El turismo es la cuarta fuente más importante de entrada de divisas, después del petróleo, las remesas y la inversión extranjera. Según cifras oficiales, en 2008 ingresaron 13 mil 290 millones de dólares por concepto de turismo, particularmente de viajeros internacionales.
Y si se atienden experiencias internacionales similares, el panorama luce desolador, por lo menos para este año. En 2003, por la epidemia de SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo), China registró un desplome del tráfico aéreo de hasta 80%, que duró seis meses.
Es decir, aun cuando concluya la emergencia, la recuperación del sector turismo será lenta: recobrar la confianza del exterior, hacer que los viajeros internacionales no tengan miedo de venir al país, es un proceso que llevará tiempo.
Quienes resintieron de inmediato los efectos económicos de la epidemia fueron todos aquellos que se dedican y viven de la industria restaurantera y de alimentos, sobre todo los de la capital del país. Datos de la cámara empresarial correspondiente señalan que en el Distrito Federal hay unos 35 mil restaurantes y fondas que dan empleo a 650 mil personas.
Cálculos del gobierno capitalino indican que las pérdidas diarias por el cierre de establecimientos superan los mil 200 millones de pesos, pero según la Coparmex del Distrito Federal el daño es de mil 500 millones al día. La Secretaría de Desarrollo Económico local calculó en casi 15 mil millones de pesos la afectación económica si el cierre de negocios permanece hasta el 5 de mayo.
Y, otra vez, las pulgas sobre el perro más flaco. Los trabajadores de esos establecimientos se quedaron sin empleo y sin ingreso. Muchos, ante la incertidumbre sobre la duración de las medidas sanitarias, lo habrán perdido de manera definitiva.
Otro sector lastimado directamente es el de la porcicultura. La denominación inicial de influenza porcina desató una fuerte animadversión contra el cerdo y sus derivados. Varios países han prohibido las importaciones del cárnico desde México en todas sus modalidades. El consumo de carne de puerco en el país se ha desplomado 30% desde que inició la emergencia. Nadie quiere saber de las carnitas, otrora uno de los platillos y antojitos favoritos de los mexicanos.
Organizaciones empresariales del sector emitieron un comunicado el viernes 1 en el que aseguran que la carne de cerdo y sus derivados sigue siendo un producto totalmente inocuo y seguro, y su consumo no representa riesgo alguno para la salud de la población. Refieren que la propia Organización Mundial de la Salud ha difundido ese concepto.
Y dicen: Llamarle erróneamente influenza porcina ha traído consigo un impacto muy negativo, el cual está teniendo repercusiones inmediatas en sectores fundamentales de la economía del país, afectando a todas las industrias: rastros, procesadores, comercializadores, productores de cerdos, etcétera, directamente relacionados con la venta de cerdos y sus derivados.
Un día antes, la Secretaría de Agricultura hizo un insólito exhorto boletín de por medio a todos los medios de información para que nos ayuden a nombrar como influenza humana, y no influenza porcina, a la epidemia que afecta a nuestro país. Evitar el desplome del sector es el propósito.
Y da la razón: Este sector genera 350 mil empleos directos y 1.5 millones de empleos indirectos; produce 1.2 millones de toneladas de carne al año; el valor de la producción es superior a los 30 mil millones de pesos por año; el hato es de 15 millones de cabezas de ganado porcino y se sacrifican en rastros municipales y los del Tipo Inspección Federal (TIF), 14 millones de unidades animal.
Previsiones catastróficas
Más allá de las afectaciones directas al turismo, la industria restaurantera y la porcicultura, la emergencia sanitaria por el virus de la influenza impactará en toda la economía. Un análisis del Grupo Financiero Ixe hace la siguiente relación de efectos:
La suspensión de clases propiciará el ausentismo laboral, ante el cual las empresas deberán ajustar su oferta de bienes y servicios. Y ello traerá lógicamente una menor actividad económica.
Todas las actividades comerciales, sobre todo aquellas que implican reuniones de grandes grupos de personas, se verán mermadas. De hecho, las actividades de entretenimiento, incluyendo restaurantes y negocios afines, ya resienten la situación.
Otro de los efectos del brote epidémico será un menor flujo de dólares. El temor al contagio hará que los turistas extranjeros sean muy precavidos y pospongan sus viajes a México; algunos países han decretado restricciones sobre productos de exportación de origen mexicano.
Todo ello se traducirá en un menor flujo de dólares, que ya está dañando al peso, como se vio el pasado lunes, en que el dólar se disparó por arriba de los 14 pesos por unidad. Tan sólo ese día el peso perdió 5% frente al dólar.
Otra consecuencia, según el análisis de Ixe, es que habrá un mayor déficit público, pues la movilización del aparato gubernamental para enfrentar la emergencia sanitaria implica un mayor gasto público.
En resumen, de acuerdo con Ixe, los efectos de la epidemia son: menor actividad económica, menor consumo, mayor desempleo, caída en ingreso de divisas, mayor déficit público.
Pero, en realidad, la economía mexicana apenas necesitaba del empujoncito de la epidemia para irse al precipicio. El deterioro de los principales indicadores económicos, por ser mayor al esperado, tiene sorprendidos a propios y extraños.
Apenas el martes, el Inegi informó que la economía, medida a través del Indicador Global de la Actividad Económica IGAE, que define el rumbo que tomará la economía en el corto plazo, registró una caída de -10.8% anual en febrero pasado.
En el desglose, la actividad industrial cayó -13.2%, los servicios y el comercio -9.6% y el sector agropecuario -7.1%.
Un día después, el Banco de México prendió los focos rojos: en el primer trimestre, el Producto Interno Bruto se habría contraído entre -7% y -8%. Y en todo 2009 sin considerar aún los efectos de la emergencia sanitaria por la influenza la actividad económica se desplomará entre -3.8% y -4.8%.
En enero pasado, Banxico estimaba que este año la economía caería entre -0.8% y -1.8%. Es decir, agregó tres puntos porcentuales a su estimación de la caída del PIB.
Lo mismo le pasó al Fondo Monetario Internacional: a principios de año pronosticó un crecimiento económico para México de 1.8%; luego cambió a una contracción de -0.3%, y apenas hace 10 días estimó un desplome de -3.7%.
La propia Secretaría de Hacienda, que siempre se ha empeñado en matizar la gravedad de la economía, tuvo que cambiar sus siempre optimistas pronósticos: desde finales del año pasado calculó que la economía registraría un crecimiento cero, luego cambió a una estimación de -1.8% que mantuvo hasta hace tres semanas para decir que la baja sería de -2.8%. Apenas el jueves 30 de abril, el secretario Agustín Carstens tuvo que reconocer que el PIB podría desplomarse este año hasta en -4%.
Banamex, que ya incorporó los efectos de la epidemia que vive el país, considera que la economía se derrumbará -5.2%.
Ante tan variados y disímbolos pronósticos, el secretario de Hacienda explicó el jueves: Lo que está sucediendo en nuestra economía no tiene precedente moderno. Estamos navegando por aguas no exploradas.
Y debió aceptar que en el primer trimestre la economía cayó -7%, cifra no vista desde los aciagos meses de 1995, cuando el país se convulsionó por la más grave crisis económica de su historia reciente.
Los nuevos y pesimistas pronósticos para la economía en este año son resultado de que todos los indicadores de la actividad económica en los primeros tres meses del año se fueron cayendo, gravemente, en cascada.
En general, la actividad industrial registró caídas superiores a 13%, muy similares a las de 1995; de entre ellas, la industria manufacturera se desplomó más de -16%; la construcción, -11.3%. También, la inversión fija bruta (adquisición de maquinaria y equipo para la industria y la construcción), se contrajo -8.5%.
El comercio y el consumo también siguieron cayendo. En general las ventas minoristas fueron 3% menores en marzo a tasa anual; las tiendas departamentales registraron ventas por 9.3% en ese mes. La venta de ropa se contrajo -13.2%.
Además, el valor de las exportaciones totales del país cae mes con mes: -31.5% en enero, -29.6% en febrero y -25.1% en marzo. Dentro de ellas, las exportaciones automotrices a Estados Unidos se han desplomado: -50% en enero, -43% en febrero y -28.6% en marzo.
Por si fuera poco, apenas el jueves pasado Pemex informó que tuvo pérdidas por 27 mil millones de pesos en el primer trimestre de este año, cuando en igual período de 2008 había registrado una ganancia pírrica, pero ganancia al fin de 3 mil 252 millones de pesos.
La causa: menores ventas y, sobre todo, menores precios de los hidrocarburos. El precio promedio ponderado en el primer trimestre de este año fue de 38.9 dólares por barril, cuando un año antes, en el mismo período, había sido de 83.6 dólares. Una baja de 53.5% en el precio.
El colmo: Hacienda reportó el mismo jueves que la recaudación se desplomó -11% en el primer trimestre. En el desglose, la recaudación por el IVA cayó -21% y la del ISR y el IETU, 11%.
Pero más allá de números y abstracciones, el derrumbe económico se ha traducido en históricas tasas de desempleo. En enero, la desocupación total alcanzó a 5% de la Población Económicamente Activa, la más alta en los últimos 13 años: en febrero fue peor, de 5.3%, y en marzo, de 4.76%.
En este último mes la tasa de subempleados es decir, de quienes tienen necesidad y disponibilidad de trabajar más horas u ocuparse en más empleos se ubicó en 8% de la PEA. Es decir, muchos de los empleos que se han estado creando son de baja calidad: temporales, mal pagados y sin prestaciones.
Según el Inegi, la Población Económicamente Activa es de 45 millones 200 mil personas. Entonces, hay cerca de 2 millones 200 mil en el desempleo, en el desamparo absoluto, que son 300 mil más de las que había en diciembre pasado. Y hay 3 millones 616 mil personas que tienen un empleo que no les alcanza para satisfacer sus mínimas necesidades.
Y el futuro inmediato no es promisorio: El Banco de México estimó el miércoles 29 de abril que este año podrían perderse hasta 450 mil empleos formales más.
Y a este año, de pesadilla, le faltan largos ocho meses para terminar.
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