Monday, July 13, 2009



Immanuel Wallerstein

Durante las últimas semanas la atención mundial ha estado fija en Irán, donde ha habido mucho desasosiego público por las impugnadas elecciones presidenciales. Ahora queda claro que Mahmoud Ahmadinejad pronunciará su juramento como próximo mandatario de Irán con el pleno respaldo del ayatollah Ali Khamenei. El presidente Barack Obama ha estado bajo considerable presión, sobre todo por parte de las fuerzas conservadoras en Estados Unidos, que empujan a que asuma una posición más dura acerca de las elecciones iraníes.

Parece ser que al mismo tiempo ha estado recibiendo de Pekín el consejo contrario. M.K. Bhadrakumar reporta que Pekín advierte contra dejar que salga de la botella el genio de los disturbios populares en una región altamente volátil que está esperando estallar. El mal ejemplo para Pekín es Tailandia, país que no puntea en la pantalla de radar de la mayoría de los comentaristas y políticos estadunidenses.

En cualquier caso, en realidad no queda claro lo que significa asumir una posición más dura, pero sí que Obama ha insistido en ser cauteloso en sus declaraciones públicas. Tomen nota de lo que ocurrió durante este mismo periodo. El 24 de junio la Casa Blanca anunció que planea volver a tener un embajador en Siria, lo que deshace una decisión que tomara el presidente Bush hace cuatro años. Y el 25 de junio el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, anunció que su país y Estados Unidos restaurarían sus embajadores, los mismos a quienes se declaró persona no grata en los últimos días del gobierno de Bush.

Uno se pregunta qué sintió Obama cuando leyó las transcripciones de las cintas del presidente Nixon, desclasificadas el 23 de junio. Entre otras cosas, estas grabaciones revelan una conversación que tuvo Nixon con el secretario de Estado, Henry Kissinger, el 20 de enero de 1973, en torno a un arreglo que el gobierno de Estados Unidos estaba a punto de pactar con el gobierno de Vietnam del Norte. Nixon y Kissinger veían esto como un acuerdo que les salvaba la cara y que haría posible que Estados Unidos se retirara de la guerra con honor, sabiendo que tras un intervalo decente el acuerdo daría por resultado una victoria militar para el Viet Minh.

Tenían un pequeño problema. El acuerdo lo había resistido, por obvias razones, el presidente Nguyen Van Thieu, de Vietnam del Sur. La discusión entre Nixon y Kissinger era al respecto cómo manejar esto. Kissinger dijo que el problema era si Thieu aceptaría dejarnos ratificar el acuerdo. Nixon dijo: “Dejarnos… ja, ja”. Nixon expresó entonces que Kissinger debía dejarle saber a Thieu que Estados Unidos cortaría la asistencia si se negaba a aceptar. Y continuó: “No sé si la amenaza va demasiado lejos o no, pero voy a hacer cualquier maldita cosa… (le) cortaría la cabeza si es necesario”.

Lo que sí sabe Obama es que ya no es posible para el presidente de Estados Unidos cortar las cabezas de nadie, enemigos o amigos, que lo desafíen. Ya había mostrado Obama su entendimiento de esta nueva realidad en julio de 2007, cuando respondió a un videoentrevistador durante la campaña presidencial. La pregunta fue: ¿Estaría usted dispuesto a reunirse por separado, sin condiciones previas, durante el primer año de su gobierno, en Washington o en cualquier otra parte, con los líderes de Irán, Siria, Venezuela, Cuba y Corea del Norte? Y la respuesta fue: Estaría dispuesto. De inmediato lo atacó su contrincante demócrata en las elecciones primarias, Hillary Clinton, diciendo que eso era ingenuo. Ahora, como secretaria de Estado, Hillary Clinton está llevando a cabo la promesa de Obama.

La realidad es que Obama no tiene muchas opciones. Parece no haber ningún modo práctico de poderle cortar la cabeza a Ahmadinejad, Chávez, Assad, Castro o Kim Jong-II. Tampoco son éstas las únicas cabezas que no puede cortar. Tampoco puede quitar del cargo al primer ministro de Israel, Netanyahu. Tampoco puede hacer que Hamas desaparezca de Gaza. Sarkozy, Merkel, Putin y Hu Jintao, todos parecen muy seguros en sus posiciones. De hecho, pronto se dará cuenta, si no es que ya lo sabe, de que no hay mucho que hacer acerca del primer ministro de Irak, Nouri al-Maliki, aunque sea probable que Maliki se distancie más y más de la política estadunidense.

Así que, ¿qué va hacer un pobre presidente? Puede refugiarse en la famosa frase del ex mandatario John F. Kennedy, frase que Obama ha citado más de una vez: nunca negociaremos por miedo, pero nunca tendremos miedo a negociar. Eso no significa que el presidente de Estados Unidos esté sin poderes. Simplemente significa que lo mejor que puede hacer es negociar mientras esquiva las pullas en casa.

Al final, Obama comparte la preocupación de Pekín –no dejar que salga de la botella el genio de los disturbios populares en un mundo que hoy es realmente muy volátil– y ningún gobierno está seguro de lo que vaya a ocurrir. Los gobiernos de todas las franjas pueden hacer concesiones ante los disturbios populares, pero los gobiernos de todas las franjas no están realmente dispuestos a someter sus políticas y poder a las demandas populares.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

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