Saturday, July 18, 2009



Ana María Aragonés

La muy reciente crisis que están viviendo prácticamente todos los países capitalistas no permite todavía caracterizar el nuevo patrón de acumulación que surgirá cuando el sistema ponga en marcha las estrategias productivas que le permitan superarla y con ellas los nuevos mercados de trabajo que respondan a esas nuevas exigencias. En este escenario, lo que sí puede esperarse es que los flujos de trabajadores migrantes seguirán respondiendo a la acumulación capitalista y transformarán sus patrones de acuerdo con los requerimientos de esos mercados a los cuales se encuentran vinculados.

A lo largo de la historia del capitalismo, la funcionalidad de la migración ha quedado demostrada. Tiene que ver con su papel equilibrador de los mercados laborales y por la diferencia salarial que suele pagárseles, lo cual beneficia a los empleadores y a la competitividad de los productos. Un argumento bajo el cual se trata de justificar esta situación es que en sus países de origen ganan mucho menos. Y si bien esto puede ser cierto, queda claro que es un argumento inaceptable.

En el contexto de la globalización y el neoliberalismo, ha sido posible confirmar que las características de los trabajadores migrantes en Estados Unidos se hicieron más heterogéneas, pues se incorporaron tanto aquellos de alta como de menor calificación. País motor de las economías mundial y del conocimiento, esa nación experimentó importantes cambios en su mapa migratorio, ampliándose los llamados nuevos destinos y con ello las necesidades de trabajadores. Dentro de este marco de crecimiento productivo extraordinario y de requerimientos cada vez mayores que exigía de su población nativa escalar niveles educativos que cumplieran con las expectativas del sector de investigación y desarrollo, y en un escenario de dificultades demográficas sin embargo no se planteó una política migratoria que estuviera a la altura de sus requerimientos laborales. Y no sólo eso, sino que para colmo intentó blindar la frontera a través de diversos programas de refuerzo policial, lo que produjo el incremento extraordinario de trabajadores migrantes, pero ahora bajo el estatus de indocumentados. En el contexto de la crisis actual, estos empleados son la parte más débil de la cadena, y hasta se les hace responsables de las dificultades económicas. Por tanto, hay que deportarlos, encarcelarlos, etc., etc., estrategias que lo único que logran es hacer más vulnerable y precario el trabajo, en beneficio de los patrones.

Habría que señalar que el presidente Obama está intentando cambiar la dureza de la ley promulgada por la administración anterior y ya no se habla de deportar a los trabajadores indocumentados, aunque sí de despedirlos de sus trabajos –lo cual es realmente terrible– y sólo sancionar a aquellos empleadores que hubieran cometido abusos laborales y salariales, así como hubieran contratado indocumentados sabiendo que tenían papeles falsos. Por su parte, en el Senado de Estados Unidos se está insistiendo para evitar que la ley previa sea debilitada. Lo que demuestra la dificultad en la que se encuentran esos trabajadores.

En crisis anteriores, los migrantes habrían vuelto a sus lugares de origen. Sin embargo éste no ha sido el caso, como muchos señalaban, a pesar de sufrir sus efectos negativos, ya sea por haber sido despedidos o bien por la reducción de sus horas de trabajo. Esto se debe en gran medida a que el patrón migratorio en la globalización tiene ese componente muy extendido de trabajadores indocumentados. La vuelta a México es para la mayoría de ellos simplemente inaceptable, no sólo porque han pagado mucho dinero para cruzar la frontera, sino porque la mayoría lleva ya 10 o 15 años en ese país y, por tanto, han formado familias. De hecho, los mismos hijos se niegan a regresar a México.

Es decir, una migración que podía haber sido temporal, ante la falta de una política migratoria laboral que respondiera a las necesidades económicas del país, se ha convertido en permanente. Y esto no tiene vuelta para atrás, por más intentos de redadas y deportaciones que pretendan llevar a cabo, violando todos los cánones de los derechos humanos. Lo que debe destacarse es que se trata de trabajadores que han mostrado una capacidad extraordinaria de organización para la defensa de sus derechos, como ya empezaron a hacerlo desde tiempo atrás, lo cual irá dejando el camino para los nuevos migrantes, una vez puesto en marcha el nuevo patrón de acumulación. El neoliberalismo está agotado, pero no el capitalismo, lamentablemente, y los trabajadores migrantes seguirán cumpliendo su misión histórica de favorecer con su labor las altas ganancias de los empleadores, así como cubriendo las vacantes que los nativos van abandonando al incorporarse a mayores niveles educativos como necesidad constante de la economía del conocimiento.

Sin embargo, la historia también ha mostrado que las crisis pueden ser un espacio de oportunidad para los países y transformar sus condiciones económicas, políticas y sociales, y con ello revertir la tendencia migratoria. Pero de no hacerlo, seguirán siendo trabajo-exportadores, como ha sido –y tal parece que continuará siendo– México.

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