Estados Unidos y sus aliados más cercanos en América Latina –por lo pronto Colombia y Panamá– se proponen convalidar la farsa electoral del próximo domingo en Honduras. A contrapelo del amplio consenso latinoamericano e internacional alcanzado en los días posteriores al golpe de Estado, que exigía la inmediata e incondicional restitución del presidente Manuel Zelaya, Washington maniobró para dilatarla y poner en pie de igualdad a los gorilas y al presidente constitucional a través de la mediación de su dilecto amigo Óscar Arias. El objetivo imperial era consolidar a los golpistas precisamente para impedir la restitución de Zelaya, sobre todo porque ésta implicaba un reconocimiento a la beligerancia del movimiento popular devenido Frente de Resistencia contra el Golpe y su consigna irrenunciable de convocar a una asamblea constituyente que rompa las estructuras oligárquicas.
En cambio, lo que veremos el domingo será una caricatura de elecciones, celebradas en un país que lleva cinco meses en estado de sitio, en medio de una feroz ola represiva contra los sindicatos y las organizaciones populares que luchan sin tregua contra el golpe. Elecciones
de este tipo no son nuevas en el recetario del Departamento de Estado y la CIA. Las celebraban Batista, Trujillo, Somoza y otros ejemplares de la fauna golpista instaurada por Estados Unidos en América Latina. Lo nuevo es el restablecimiento descarado de esta práctica por Washington, supuestamente erradicada cuando se iniciaron en los años 80 las llamadas transiciones a la democracia.
El imperio se equivoca si cree que le resultará fácil legitimar al golpismo con los comicios del domingo porque no se lo va a permitir la parte más combativa del pueblo hondureño, agrupada en el frente de resistencia contra el golpe, que cuenta con importante solidaridad internacional. Más aún, si se obstina en defender al gobierno que surja de la farsa electoral, estará cavando una fosa mayor todavía que la que hoy lo separa de los pueblos de América Latina, incluyendo una mayoría de gobiernos. Entre ellos, nada menos que Brasil, que por boca de Marco Aurelio García, principal asesor de política exterior del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, ha expresado su decepción
por la actitud del gobierno de Obama ante los comicios del domingo.
Paradojas de la política imperial es con Obama en la Casa Blanca Washington está profundizando su ofensiva contra la democracia y los movimientos populares en América Latina; iniciada por Bush, sí, pero que ha ganado mayor densidad y alcance con el afroestadunidense, sobre todo con el ponzoñoso convenio por el que Colombia ha cedido su soberanía para llenar el país de bases militares yanquis y cercar así a la Venezuela bolivariana.
Pero las fuerzas populares y progresistas latinoamericanas no están cruzadas de brazos no obstante que uno extrañe, más allá de la resuelta postura de los gobiernos de la Alba, la condena de otros de sus líderes a una amenaza a nuestra independencia como la que constituyen estas bases, extendidas también a Panamá. El domingo próximo veremos redondearse la gran victoria electoral del Frente Amplio de Uruguay con la elección a la presidencia de su candidato José Mujica y una semana después la muy contundente de Evo Morales y el MAS en los comicios bolivianos. Por su parte, el Partido Socialista Unido de Venezuela se prepara para enfrentar las difíciles batallas que se avecinan en la disputa del poder al imperialismo y la contrarrevolución mediante un ejercicio radicalmente democrático de inédita participación popular en su congreso extraordinario. El chavismo sienta las bases no sólo para defender la revolución del dispositivo militar con que Washington pretende ahogarla y los planes desestabilizadores, que apoyados por una gran campaña mediática internacional están en curso. También se prepara para radicalizar la orientación socialista de la revolución bolivariana y ahondar sus conquistas en dura lucha contra el burocratismo enquistado en el Estado venezolano.
Pero la inaudita arrogancia e intervención en América Latina que entraña la presencia de esas bases y su apoyo al golpismo en Honduras seguramente sembrará conciencia revolucionaria y antimperialista y nadie dude que a la postre se traduzca en un nuevo impulso al proceso de transformaciones e integración nuestroamericano que el imperio pretende destruir con esas políticas.
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