La religión del rock
JUAN PABLO PROAL
foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F., 24 de noviembre (apro).- Los rituales se celebran cada domingo, día sagrado en la tradición católica. Como marcan los cánones eclesiásticos, deben asistir todos los miembros de la familia. Es una religión, definen sus propios representantes.
--¿Qué te hace vivir?"
--El rocanrol "responde Pablo, cuidador de coches de Ecatepec, Estado de México.
Pablo es un ejemplo de que en esta "religión" (no reconocida oficialmente ni aceptada como tal) también se practica la limosna. Con su huesuda quijada suplica a quien se para frente a la taquilla del Centro Cívico Ecatepec: "Diez varos, carnal; diez varos."
Los pesos que Pablo gana lavando automóviles son insuficientes para pagar los 200 que cuesta el concierto de "Los Ángeles del Infierno" y "Rata Blanca", celebrado el pasado domingo 22 de noviembre.
Una canción del grupo "Tex Tex", que también participó esa noche, refleja el sentir de Pablo: Yo sólo sé que el rocanrol, es lo que me hace vivir. Nada, nada soy sin las tocadas; nada, nada soy sin esas bandas.
Contrario a las cada vez más desiertas ceremonias católicas, los conciertos roqueros convocan a miles. Tal vez más de dos millares se congregaron el domingo pasado. En el ritual hay aplausos, cánticos y emotivos abrazos de reconciliación.
El inmueble está cubierto por un domo al que llegan tufos de solvente, pegamento, mariguana, orines y tabaco. El lodoso piso está cubierto de latas de refresco, popotes, envolturas de caramelos, colillas de cigarro, líquidos de indescriptible olor y vasos desechables.
Una niña que aparenta no más de tres años de edad forma una pirámide con vasos desechables; mientras a unos cuantos pasos, su madre baila al ritmo de "Tex Tex". No son como los juguetes del catecismo, pero igual entretienen a la niña mientras su progenitora danza al "dios del Rock".
Metros adelante un hombre robusto y con brazos gordos sufre una paliza. Un joven de baja estatura, pero certeros puños, le propina un derechazo en la quijada y otro más en la nariz. Se forma un círculo de curiosos que se contradicen: unos intentan parar la pelea; otros, la alientan.
La mujer del golpeado interviene en defensa de su amado. Se interpone entre los golpes y abraza a su pareja en un intento por cobijarlo. Los ánimos se calman. Es la única riña de la noche.
La pista es una espiral de pelos parados, cabelleras de chillantes colores, collares de picos, pantalones de cuero, playeras con grotescas tipografías aludiendo a algún grupo de rock, chamarras repletas de estampas, botas industriales y camisetas percudidas.
Las jornadas de estas ceremonias inician, por lo regular, al mediodía y se prolongan hasta entrada la noche.
El manjar principal no es el cuerpo ni la sangre de Cristo. Son estopas con pegamento a precio de 5 pesos o porros de mariguana de 10 pesos. A quienes les sobra el dinero, pueden comprar una "piedra" de 100 pesos, como a manera de indulgencia.
"Mucha gente se fija en ti; se pregunta ¿qué te hace vivir? Es la magia del rocanrol, que penetra en tu interior", vocifera Juan Gallardo, cantante de "Ángeles del Infierno", algo así como un arzobispo dentro de la jerarquía del rock urbano.
Gallardo, célebre representante del heavy metal en español, exhorta a los presentes a alzar las manos, aplaudir al unísono y pronunciar alabanzas. Entre los feligreses, el furor tal vez es la única emoción que los une.
De repente, como si Dios lo hubiera poseído, un adolescente cae al piso, patalea contra su voluntad y comienza a revolotearse entre los desperdicios. Sus compañeros corren en búsqueda de ayuda. Sale en camilla. Tal vez el exceso de alcohol, chochos o pegamento le hicieron llegar al éxtasis extremo.
El rock urbano es relacionado con marginalidad, pobreza, rebeldía. Las letras de sus exponentes hablan de fracasos amorosos, de exclusión social, del desempleo, la anarquía, la ausencia de oportunidades para quienes no entran en el sistema.
Los conciertos se celebran en las zonas más populosas del Distrito Federal y el Estado de México: Ciudad Nezahualcóyotl, Ecatepec, Tultitlán, Iztapalapa, Tlalnepantla y Naucalpan.
En Ecatepec, donde se celebró el concierto de los "Ángeles del Infierno", 60% de los pobladores sobrevive con dos salarios mínimos, de acuerdo con estadísticas del ayuntamiento.
Los seguidores de esta especie de religión son, por lo general, cargadores, limpia-coches, obreros, desempleados y drogadictos.
Pablo lava autos frente al Centro Cívico de Ecatepec. Minutos antes del concierto pedía la cooperación de sus correligionarios para juntar los 200 pesos de la entrada. Nunca pudo estudiar. Desde niño, las condiciones económicas de su casa lo orillaron a lavar autos.
--¿Qué sientes por no haber podido estudiar formalmente?
--Nadie tiene estudios (aquí), ¡pero arriba el rocanrol
--¿Qué te motiva a vivir?
--El rocanrol.
Karina, o Campanita, como la llaman sus amigos, desea ser doctora. No quiere pensar en si podrá o no cumplir su sueño.
--¿Por qué no escuchas a Shakira o Paulina Rubio?
--Se me hacen muy cursis.
--¿Qué le dirías al gobierno mexicano?
--¡Que se vaya a la chingada!
Cerca de Campanita se pasea un hombre que trae tatuado en la frente el nombre de Enrique y en la espalda la leyenda: "Mi vida es un sueño, el despertar, la muerte". Mientras bailotea, mantiene su mano derecha pegada a su nariz, un gesto común entre los inhaladores de solventes.
Al término de la ceremonia decenas de cuerpos quedan tendidos en el piso, tiesos, inmóviles, sin voluntad para levantarse y regresar a casa. Termina el domingo, el día del Señor para los católicos, del Rock para los roqueros.
--¿Qué te hace vivir?"
--El rocanrol "responde Pablo, cuidador de coches de Ecatepec, Estado de México.
Pablo es un ejemplo de que en esta "religión" (no reconocida oficialmente ni aceptada como tal) también se practica la limosna. Con su huesuda quijada suplica a quien se para frente a la taquilla del Centro Cívico Ecatepec: "Diez varos, carnal; diez varos."
Los pesos que Pablo gana lavando automóviles son insuficientes para pagar los 200 que cuesta el concierto de "Los Ángeles del Infierno" y "Rata Blanca", celebrado el pasado domingo 22 de noviembre.
Una canción del grupo "Tex Tex", que también participó esa noche, refleja el sentir de Pablo: Yo sólo sé que el rocanrol, es lo que me hace vivir. Nada, nada soy sin las tocadas; nada, nada soy sin esas bandas.
Contrario a las cada vez más desiertas ceremonias católicas, los conciertos roqueros convocan a miles. Tal vez más de dos millares se congregaron el domingo pasado. En el ritual hay aplausos, cánticos y emotivos abrazos de reconciliación.
El inmueble está cubierto por un domo al que llegan tufos de solvente, pegamento, mariguana, orines y tabaco. El lodoso piso está cubierto de latas de refresco, popotes, envolturas de caramelos, colillas de cigarro, líquidos de indescriptible olor y vasos desechables.
Una niña que aparenta no más de tres años de edad forma una pirámide con vasos desechables; mientras a unos cuantos pasos, su madre baila al ritmo de "Tex Tex". No son como los juguetes del catecismo, pero igual entretienen a la niña mientras su progenitora danza al "dios del Rock".
Metros adelante un hombre robusto y con brazos gordos sufre una paliza. Un joven de baja estatura, pero certeros puños, le propina un derechazo en la quijada y otro más en la nariz. Se forma un círculo de curiosos que se contradicen: unos intentan parar la pelea; otros, la alientan.
La mujer del golpeado interviene en defensa de su amado. Se interpone entre los golpes y abraza a su pareja en un intento por cobijarlo. Los ánimos se calman. Es la única riña de la noche.
La pista es una espiral de pelos parados, cabelleras de chillantes colores, collares de picos, pantalones de cuero, playeras con grotescas tipografías aludiendo a algún grupo de rock, chamarras repletas de estampas, botas industriales y camisetas percudidas.
Las jornadas de estas ceremonias inician, por lo regular, al mediodía y se prolongan hasta entrada la noche.
El manjar principal no es el cuerpo ni la sangre de Cristo. Son estopas con pegamento a precio de 5 pesos o porros de mariguana de 10 pesos. A quienes les sobra el dinero, pueden comprar una "piedra" de 100 pesos, como a manera de indulgencia.
"Mucha gente se fija en ti; se pregunta ¿qué te hace vivir? Es la magia del rocanrol, que penetra en tu interior", vocifera Juan Gallardo, cantante de "Ángeles del Infierno", algo así como un arzobispo dentro de la jerarquía del rock urbano.
Gallardo, célebre representante del heavy metal en español, exhorta a los presentes a alzar las manos, aplaudir al unísono y pronunciar alabanzas. Entre los feligreses, el furor tal vez es la única emoción que los une.
De repente, como si Dios lo hubiera poseído, un adolescente cae al piso, patalea contra su voluntad y comienza a revolotearse entre los desperdicios. Sus compañeros corren en búsqueda de ayuda. Sale en camilla. Tal vez el exceso de alcohol, chochos o pegamento le hicieron llegar al éxtasis extremo.
El rock urbano es relacionado con marginalidad, pobreza, rebeldía. Las letras de sus exponentes hablan de fracasos amorosos, de exclusión social, del desempleo, la anarquía, la ausencia de oportunidades para quienes no entran en el sistema.
Los conciertos se celebran en las zonas más populosas del Distrito Federal y el Estado de México: Ciudad Nezahualcóyotl, Ecatepec, Tultitlán, Iztapalapa, Tlalnepantla y Naucalpan.
En Ecatepec, donde se celebró el concierto de los "Ángeles del Infierno", 60% de los pobladores sobrevive con dos salarios mínimos, de acuerdo con estadísticas del ayuntamiento.
Los seguidores de esta especie de religión son, por lo general, cargadores, limpia-coches, obreros, desempleados y drogadictos.
Pablo lava autos frente al Centro Cívico de Ecatepec. Minutos antes del concierto pedía la cooperación de sus correligionarios para juntar los 200 pesos de la entrada. Nunca pudo estudiar. Desde niño, las condiciones económicas de su casa lo orillaron a lavar autos.
--¿Qué sientes por no haber podido estudiar formalmente?
--Nadie tiene estudios (aquí), ¡pero arriba el rocanrol
--¿Qué te motiva a vivir?
--El rocanrol.
Karina, o Campanita, como la llaman sus amigos, desea ser doctora. No quiere pensar en si podrá o no cumplir su sueño.
--¿Por qué no escuchas a Shakira o Paulina Rubio?
--Se me hacen muy cursis.
--¿Qué le dirías al gobierno mexicano?
--¡Que se vaya a la chingada!
Cerca de Campanita se pasea un hombre que trae tatuado en la frente el nombre de Enrique y en la espalda la leyenda: "Mi vida es un sueño, el despertar, la muerte". Mientras bailotea, mantiene su mano derecha pegada a su nariz, un gesto común entre los inhaladores de solventes.
Al término de la ceremonia decenas de cuerpos quedan tendidos en el piso, tiesos, inmóviles, sin voluntad para levantarse y regresar a casa. Termina el domingo, el día del Señor para los católicos, del Rock para los roqueros.
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