Thursday, November 12, 2009


Arabia Saudí y la guerra de Saada

al-Quds al-Arabí


Continúa la lluvia de declaraciones de apoyo de la mayor parte de los países árabes, entre ellos la Autoridad Palestina de Ramala, al Gobierno saudí (y no al yemení) con ocasión de la guerra que ha emprendido contra “los agresores hawzíes”. No obstante, estas declaraciones sólo tienen un efecto simbólico pues la crisis que atraviesa Arabia Saudí es mucho más grave de lo que se imaginan sus aliados entre los que debe incluirse a los ministros de Asuntos Exteriores de los países del Consejo de Cooperación de Golfo que se dieron cita ayer por la mañana en Doha para ahondar en las causas y consecuencias de dicha crisis.

No exageramos si decimos que la guerra actual entre los hawzíes de Yemen y el Ejército saudí que se desarrolla en el sur del Reino es mucho más peligrosa que la crisis que se produjo tras la invasión iraquí de Kuwait en el verano de 1990 y, también, que la guerra entre Yemen y Arabia Saudí que tuvo lugar en 1962, tras la revolución de Abdalá al-Salal, y que, acabando con el Imamato de Sanaa, abrió de par en par el país para que las tropas egipcias se enfrentasen a las saudíes.

Lo que caracteriza esta guerra en primer lugar es que lleva un marchamo confesional; político, en segundo; y social en tercero, que hace que muy posiblemente se pueda propagar velozmente transformándose en una guerra regional en la que tomen parte muchos actores con papeles diferentes a juzgar por las palabras de ayer de Manouchehr Mottaki, ministro de Asuntos Exteriores iraní: “Aconsejamos con firmeza a los países de la región y a los países vecinos de Yemen que no se inmiscuyan en sus asuntos internos porque quien decida verter aceite sobre el fuego de este enfrentamiento tendrá que atenerse a las consecuencias de quemarse con sus llamas”. Esta advertencia de subido tono al gobierno saudí es el claro anuncio de una nueva etapa de polarización confesional y regional cuyas ramificaciones tal vez desdibujen el mapa político de la región y amenacen seriamente su estabilidad.

Cuando decimos que quizá esta guerra sea la más peligrosa a la que se ha enfrentado el Reino saudí desde su fundación, hace unos ochenta años, es por varias razones que pasamos a resumir en los siguientes puntos:

1- Durante decenios la invariable estrategia saudí ha consistido en debilitar a todas las fuerzas regionales vecinas promoviendo guerras, siempre que le ha sido posible, en escenarios exteriores al Reino. Y eso es lo que sucedió cuando combatió la Revolución Naserista en Yemen o la Revolución de Jomeini en Iraq, donde espoleó a su aliado iraquí para que lanzase una guerra que duró ocho años y debilitó a ambos países y, para rematar, aprovechó el error de la invasión de Kuwait para destruir la fuerza regional de su antiguo aliado, el difunto presidente Saddam Hussein.

2- La actual guerra de los hawzíes se presenta en un terreno del Reino que, además de ser considerado el más abrupto, sufre una gran dejadez, falta de desarrollo y está habitado por una minoría ismaelí, de confesión chií, que no está reconocida por la corriente religiosa wahabita aliada de la monarquía saudí.

3- En Arabia Saudí hay más de un millón de yemeníes, algunos con nacionalidad saudí y otros con la yemení, que en parte apoyan a los hawzíes y pueden suponer a medio plazo una amenaza a la seguridad interior.

4- La frontera común entre Yemen y Arabia Saudí tiene 1500 km y la costa yemení del Mar Rojo que va de Adén hasta Saada mide unos 400 km. Gran parte de estas fronteras están fuera del control del gobierno yemení debido a su falta de contingentes, por lo que es extremadamente fácil el contrabando de armas y de personas, especialmente en el Mar Rojo. No está de más recordar que Eritrea, de la que se dice que es la base que provee de armas de contrabando a los hawzíes, pudo ocupar las islas Hanish yemeníes hace diez años con dos simples lanchas armadas debido a lo limitada que es la marina de guerra yemení.

5- El mayor logro de la monarquía saudí ha sido garantizar la estabilidad del Reino a través de la seguridad interior, por lo que si ésta se tambalea, aunque sea levemente, por razón de una larga guerra de desgaste en el sur, tal vez esto conduzca a debilitar la monarquía; especialmente si la organización al-Qaeda, cuya presencia en Yemen se ha ido intensificando, aprovecha la coyuntura y el caos fronterizo para revivir y afirmar su presencia dentro del Reino a través de ataques contra objetivos estratégicos, como hizo hace cinco años.

6- Entre las contradicciones de Arabia Saudí cabe señalar que su gobierno creó el Comité Especial para tratar el expediente yemení tras la Revolución de al-Salal y designó al príncipe Sultán ben Abdelaziz, sucesor al trono, como presidente. Desde su creación este Comité ha utilizado el arma del dinero para granjearse la lealtad de los jeques de las tribus fronterizas, que en su mayor parte ahora se han vuelto contra él, para debilitar al Gobierno de Sanaa que hoy es su nuevo aliado. Y otro error estratégico aún mayor fue apoyar con ímpetu la guerra de separación de 1994, ya que de esta manera puso la piedra que condenó al Yemen a ser un país fracasado; enfrentado a un movimiento separatista en el sur, a una guerra confesional en el norte y a una actividad interna creciente de la organización al-Qaeda.

Cuando la Revolución de Jomeini suponía una amenaza existencial a Arabia Saudí y al resto de países del Golfo, la monarquía saudí encontró en el presidente iraquí Saddam Husein un sólido apoyo para frenarla e impedir que se extendiese hasta la costa occidental del Golfo Pérsico. Y cuando éste invadió Kuwait, pidió socorro a Estados Unidos para expulsarlo y acabar definitivamente con el peligro que entrañaba atacando Iraq primero, hasta acabar ocupándolo. En ambas guerras, la de Irán y la de Kuwait, Arabia Saudí contó con el respaldo unificado del Consejo de Cooperación del Golfo.

El escenario ahora es muy diferente, pues ya no está Saddam Husein para frenar las injerencias de los iraníes en la guerra de los hawzíes, a la vez que las tropas estadounidenses están enfrascadas en dos sangrientos frentes, Afganistán e Iraq, que están perdiendo. Y en lo que respecta al Consejo de Cooperación del Golfo, digamos que no está tan apiñado tras Arabia Saudí en esta nueva guerra.

El sultán Qabus ben Said de Omán visitó Teherán hace dos meses para demostrar su apoyo al presidente Ahmedinayad y al Guía Supremo de la Revolución Ali Jamenei inmediatamente después de las elecciones y de sofocar la Revolución de los Reformadores. Por otra parte, las relaciones bilaterales entre Arabía Saudí y Emiratos Árabes Unidos pasan por un momento de tensión a raíz de la disputa que mantienen ambos países sobre la franja marítima de Aydid y sobre cómo dividir la explotación del campo petrolífero de al-Shaiba. Últimamente esta tensión ha aumentado a causa de la negativa saudí a la solicitud de Emiratos de que Abu Dabi acogiese la sede del Banco Central Unificado, y se ha reflejado en el cierre de la frontera común durante varias semanas y en la prohibición saudí a que los ciudadanos de Emiratos puedan entrar en el Reino simplemente con el documento de identidad. Asimismo, se notó que el jeque Abdalá ben Zaid, ministro de Asuntos Exteriores de Emiratos, no estaba entre sus homólogos del Golfo que acudieron a la cita solidaria de ayer en Doha.

Podemos añadir que las relaciones de fondo entre Qatar y Arabia Saudí son ambiguas, pese a las visitas mutuas y halagos recíprocos que aparecen en la superficie, ya que los gobernantes qataríes juegan a poner un pie en Teherán y el otro en Riyad. Por último, Kuwait está inmerso en una crisis interna debida a que la guerra civil, de corte confesional, que anunció su Emir sigue latente bajo las arenas; y lo mismo se dice de Bahrein.

Concluimos diciendo, después de todo lo expuesto, que el Reino de Arabia Saudí ha caído en una trampa confesional y militar con un alto nivel de peligrosidad o que se ha echado encima un nido de escorpiones de cuyas letales picaduras va a serle difícil escapar pese a su enorme superioridad militar. Si no, baste recordar que las poderosas tropas estadounidenses barrieron en un periquete el régimen de Saddam y de los talibanes, pero ahora se arrastran con impericia en la guerra de milicias que nació tras la invasión.

De ser ciertos los informes que apuntan a que Irán apoya con armas y dinero la rebelión de los hawzíes, que parecen fundados, nos encontramos ante un nuevo triángulo que quizá anticipe las portadas de la época venidera y cuyos lados son el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás en el Emirato de la Franja de Gaza, Hizbolá en el Emirato del Sur del Líbano y los hawzíes en el Emirato de Saada y cuyo denominador común son los cohetes iraníes y Estados Unidos, Israel y los países árabes moderados como enemigos.

http://www.alquds.co.uk/index.asp?fname=today

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