BEIRUT, 9 de enero (Proceso).- Empujadas por la miseria, mujeres asiáticas y africanas viajan a Líbano para emplearse por contrato como trabajadoras domésticas. Pero entonces conocen el infierno… Durante su estadía en ese país llegan a ser privadas de su libertad y sometidas a maltratos y vejaciones, y algunas han muerto al intentar huir del cautiverio. La policía libanesa se rehúsa a investigar estos casos y se limita a calificarlos de “suicidios”.
“Aquí están sus estúpidas sábanas, Madame...”, escribió Kassaye Atsegenet, una etíope de 23 años, en la nota que le dejó a su patrona el 16 de octubre pasado. “Hoy no las voy a lavar”, añadía.
Kassaye trabajaba en un departamento situado en el séptimo piso de un edificio de la avenida Charles Helou, una de las más importantes de Beirut. Después de escribir la nota, se lanzó desde la ventana…
Cinco días después de este hecho, el cadáver de otra etíope, Zeditu Kebede Mantente, de 26 años, fue hallado cuando pendía de un olivo en el pueblo de Haris, al sur de Líbano.
En octubre pasado la prensa de Madagascar reportó que en Beirut una mujer de ese país, a la que sólo identificó como Mampionona, había muerto al caer de un tercer piso mientras limpiaba el balcón. Y el 8 de ese mes, Sunit Bholan, un nepalí de 22 años, se cortó la garganta, también en esa ciudad.
Entre suicidios y accidentes laborales, octubre fue el mes en el que ocurrieron más muertes de trabajadoras domésticas (maids) en Líbano desde que Human Rights Watch (HRW) realiza un conteo de casos.
En agosto de 2008, esta organización publicó un informe donde indica que de enero de 2007 a esa fecha, en Líbano se habían registrado 95 decesos de maids.
Estos hechos revelan un fenómeno más complejo: la esclavitud a la que estas mujeres son sometidas en Líbano. De acuerdo con Caritas Migrant (CM), un grupo de asistencia, en ese país hay unas 80 mil maids. Rania Houkayem, coordinadora de proyecto de CM, explica que a estas mujeres se les engaña con contratos falsos. “Desde que llegan al aeropuerto, la policía les quita sus pasaportes para entregárselos a sus patrocinadores (la persona que las va a emplear), y eso es algo prohibido por la ley”, comenta.
Además, las autoridades permiten que los empleadores renueven cada año los permisos de residencia de sus trabajadoras, sin la presencia o consentimiento de ellas.
Se trata de un caso típico de abuso: una joven acepta un contrato para venir a trabajar a Líbano por dos o tres años, a cambio de un salario mensual, comida y horario fijo con descansos. En cuanto llega, su patrón le quita el pasaporte y la lleva a la casa donde debe vivir y laborar.
Este es un extracto del reprotaje que se publica en la edición 1732 de la revista Proceso que ya se encuentra en circulación.
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