Tuesday, July 06, 2010



EL PRESIDENTE DÉBIL; EL EJERCITO DESGASTADO, EL NARCO VIGENTE...

Ricardo Ravelo / Proceso

Justo cuando han transcurrido tres años y siete meses del sexenio, el presidente Felipe Calderón cambió su posición frente al problema del tráfico de drogas en México, pero sin aceptar culpas. De la declaración de guerra y el discurso triunfalista que caracterizaron el arranque de su gestión, pasó al reconocimiento de que hoy enfrenta un problema mayúsculo que tiene antecedentes y consecuencias tan graves como difíciles de resolver.
Lo anterior se desprende de un extenso diagnóstico, publicado por la Presidencia de la República el 14 de junio pasado en medios impresos nacionales. En ese documento, considerado insólito, Felipe Calderón deja ver su impotencia frente al problema criminal al magnificar el crecimiento de las organizaciones delictivas y su poderío frente a las instituciones, lo que antes no reconocía, pues afirmaba que el Estado era más poderoso que los delincuentes.
No obstante sus fallas y la creciente violencia desatada en todo el territorio, Calderón insiste en que la suya sigue siendo la mejor estrategia para enfrentar al crimen organizado, y afirma que de no haberse actuado a tiempo el país enfrentaría una situación más crítica.
Investigadores consultados por Proceso opinan que Calderón enfrenta ya un momento de evidente debilidad y que ésta obedece al agotamiento del Ejército, institución en la que descargó la responsabilidad de combatir al crimen organizado y que ha fracasado, afirman, ante la fuerza de los cárteles de la droga.
Eso no es todo: también arguyen que el auge del narco se observa en el crecimiento del llamado fenómeno de la narcopolítica, presente en el actual proceso electoral que se desarrolla en el país y que ha involucrado tanto a candidatos a alcaldes y diputados como a algunos gobernadores.
Erubiel Tirado, maestro en derecho por la London School of Economics y responsable de la cátedra sobre seguridad nacional en la Universidad Iberoamericana, afirma:
«En la medida en que se debilita el Ejército Mexicano, el presidente va en caída libre. Su fracaso es más que evidente y tan pobres son los resultados en materia de seguridad que, a mi juicio, no le alcanzan para tener una salida decorosa cuando deje el poder».
Y añade: «Hay muchos errores en la estrategia de combate contra las drogas; el principal es la corrupción en su gabinete, la cual, por desgracia, no reconoce. La falta de autocrítica lo está hundiendo y no podemos esbozar mayores esperanzas de que en el corto plazo haya buenos resultados frente a la criminalidad».
A su vez, Fernando Tenorio Tagle, profesor de tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana, autor de siete libros sobre temas de justicia y criminalidad y maestro en justicia penal y criminología crítica afirma:
«Después de Colombia, México es el segundo país que ha recurrido al Ejército para enfrentar al narcotráfico. En el caso mexicano el problema es mayor, pues existe la percepción social de que se le ha brindado protección al narcotráfico y, peor aún, de que es tan ineficaz su combate que ya resulta evidente que existe una legalización de facto en el consumo de drogas».
–¿Ve usted una solución al problema antes de que termine el sexenio? –se le pregunta al autor del libro El control social de las drogas en México (Inacipe 1991).
–No la veo y nadie la ve. Este es un sexenio extraviado en el discurso y en sus propias fallas. La gente, y esto es muy grave para un gobierno que apostó todo su capital político al combate criminal, cree que al Chapo Guzmán se le protege, y que si se le brinda protección es porque algo se le debe. La imagen del presidente Calderón está muy deteriorada y cada vez se debilita más. No quiero imaginarme cómo terminará este sexenio.
AUTOCRÍTICA CERO
El lunes 14 de junio, bajo la firma del presidente Felipe Calderón, la Presidencia de la República publicó en diarios de circulación nacional un amplio diagnóstico sobre el fenómeno de la delincuencia organizada que comenzó a combatir, con operativos encabezados por el Ejército, desde noviembre de 2006.
El desplegado se difundió en medio de una fuerte oleada de violencia en el país. Más de 60 asesinatos en tres días sacudieron los estados de Nuevo León, Coahuila, Durango, Chihuahua, Guerrero y Sinaloa, donde chocaron los cárteles del Golfo, de Sinaloa y de Juárez, así como Los Zetas.
De cara al segundo tramo de su periodo gubernamental, Calderón recompone su discurso y ahora dice que no le declaró la guerra al narco, sino que su lucha siempre ha sido por la seguridad pública.
Dice en su diagnóstico: «Nuestro objetivo medular es lograr la seguridad pública de los ciudadanos, y no única ni principalmente combatir al narcotráfico. Combatimos con determinación al crimen organizado…»
Además de una introducción –en la que reconoce la gravedad del problema de la inseguridad pública– el documento aborda 19 puntos en los que, de manera sucinta, el presidente reconoce, sin aceptar fallas ni errores por parte de su administración, que el crimen organizado sigue generando violencia e intranquilidad entre la población. E incluso desliza la aceptación de que no se ha podido vencer a los grupos criminales.
Al hacer un análisis del crimen organizado, el mandatario encuentra un culpable: Estados Unidos. Afirma que el origen del problema de violencia radica en primer término en el hecho de que México está situado al lado del país con mayor consumo de drogas a nivel mundial. «Es como si estuviésemos al lado a un vecino que es el mayor adicto del mundo», dice.
Y sostiene que los cárteles –a los que se comprometió a combatir y a derrotar «para que la droga no llegue a tus hijos», según reza uno de los eslóganes de la cruzada contra el crimen organizado– se fortalecieron debido al incremento del tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos.
Desde el principio de su gestión, el presidente se propuso erradicar a las bandas dedicadas al narcomenudeo. Ahora dice en su diagnóstico que este fenómeno es aún más grave, y explica las razones por las que se ha complicado.
«La búsqueda de mercados de consumo en México y la lucha por controlarlos implicó un cambio sustancial en la actividad de los criminales. Al pasar de ser un negocio meramente exportador a ser también un negocio de distribución en el país, la actividad criminal buscó, de manera muy violenta, controlar sus propios mercados, a las autoridades y a los ciudadanos.
«El crimen organizado necesita controlar y marcar el territorio», asienta el presidente en su radiografía, y justifica así la expansión de los cárteles: «Por ello tenía que hacerse sentir y temer no sólo por otros grupos criminales, sino también por las autoridades y los ciudadanos».
Calderón, quien en 2006 dijo que su propósito era combatir a todas las redes criminales y heredar un México libre, ahora muestra signos de impotencia al argumentar que el crimen organizado sufrió transformaciones importantes, ya que pasó de un manejo de bajo perfil a un perfil violento y desafiante.
Y explica que, así cómo ha respondido el narcotráfico a las fuerzas federales por citar sólo una modalidad del crimen organizado, «en lugar de esconderse de la autoridad, los criminales comenzaron a buscarla abiertamente para dominarla, a través de la cooptación o la intimidación». Él mismo denomina la ley de plata o plomo.
Al referirse al consumo de drogas, Calderón atribuye su incremento al aumento del ingreso económico entre la población, No es todo: el llamado «Rey del empleo» acepta que la falta de oportunidades educativas, laborales y de esparcimiento para los jóvenes en algunas ciudades del país los hace presas fáciles del crimen organizado.
FRACASO SEXENAL
A pesar de que unos 35 mil efectivos militares salieron a las calles a enfrentar al crimen organizado desde noviembre de 2006, la lucha contra el narcotráfico –una de las expresiones más violentas del crimen organizado –ha resultado un fiasco.
En medio de la llamada «guerra contra el narco», los cárteles se han rearticulado. La Procuraduría General de la República (PGR) y la agencia estadounidense contra las drogas (DEA) han confirmado que el cártel de Juárez se alió con la célula Beltrán Leyva y Los Zetas; que el cártel de Sinaloa se reforzó al sumar al cártel del Milenio y a los hermanos Valencia; que el cártel del Golfo entabló negociaciones con el cártel de Sinaloa y que todos estos movimientos tienden a consolidar el narcotráfico en dos bloques: los grupos del Golfo y los del Pacífico.
Pese al reiterado discurso de que el gobierno «le va ganando la batalla al crimen organizado», los investigadores consultados por este semanario coinciden, en entrevistas por separado, en que el diagnóstico publicado por el presidente es la justificación de su rotundo fracaso frente al narco y a la delincuencia organizada en general.

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