Días después de los comicios, deslavado por los discursos triunfalistas de la última hora, prosigue el debate sobre el significado de los resultados y sus enseñanzas. Quién más, quién menos, los líderes, sobre todo los
aliancistas, interpretan lo sucedido en estas importantes elecciones locales bajo el halo de un proceso
histórico(cuándo no) que vendría a confirmar un cambio de mayor calado tras el vertiginoso ascenso electoral del PRI en 2009. Los jefes del PAN y el PRD se congratulan por la derrota de este partido en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, así como por las buenas votaciones alcanzadas en otros estados, al grado de que incluso críticos de las alianzas, como Alejandro Encinas, coinciden desde la izquierda en que
lo más importante es que se frenó el intento de restauración autoritaria del viejo régimen(El Universal, 6/7/10), aunque el PRI mantiene la mayoría de los gobiernos, continúa siendo la primera fuerza en el país y la catastrófica derrota del PRD en Zacatecas, atribuible por entero a sus propios errores, impide sacar conclusiones apresuradas en cuanto al futuro de la izquierda. Reconózcase, en efecto, que la táctica de las alianzas salió bien librada, aunque sea muy pronto para juzgar quiénes son los verdaderos ganadores. Como sea, hay una discusión en el aire que abarca un catálogo de temas y problemas que no se resuelven sin un análisis más fino. Enumero, sólo como ayuda de memoria y sin un orden preciso, algunos de estos asuntos
–Los partidos actuales –incluidos el PRI, el PAN y el PRD– están desfasados de la realidad. Pertenecen al pasado y han evolucionado poco durante los años finales de la transición. Por ello su ciclo está cerca de agotarse. El divorcio entre la ciudadanía y los políticos se expresa, entre otras cosas, por la incapacidad de las formaciones partidistas para representar la diversidad de fuerzas que están dispuestas a competir, las cuales, o ya no caben en ellas y a cada elección las desbordan, o discurren al margen de sus estructuras. Tiene razón Mauricio Merino cuando escribe: Dirán lo que quieran, pero no fueron las alianzas las que catapultaron a los candidatos que ganaron sus elecciones, sino éstos quienes, tras plantarle cara al partido del que salieron, obsequiaron a las oposiciones del PRI triunfos que les vinieron como balones de oxígeno. Un castigo a los abusos del PRI
(El Universal, 7/710). La reforma política que está pendiente debería abordar en serio la transformación del actual sistema de partidos, no para disolverlos en circunstanciales alianzas ciudadanas, sino para abrirlos al pluralismo verdadero, sin concesiones espurias derivadas del uso del registro como si se tratara de franquicias comerciales, pero sin negar a las minorías el derecho a la representación.
– Las coaliciones ensayadas hasta ahora ayudan poco a la maduración democrática de la ciudadanía, pues los partidos coaligados se unen y compiten sin cuestionar el contenido de la política que está en juego. Al privilegiar el tacticismo sobre toda otra consideración programática, la lucha se centra en el nombre, en la imagen del candidato (dependiente en buena medida de los recursos a su disposición), sin cuestionar la situación prevaleciente y sin fijar la responsabilidad que corresponde a cada uno de los protagonistas ideológicos, deviene una operación pragmática, cuando no oportunista, si no se fija con precisión su carácter acotado y excepcional. En el caso reciente, las alianzas se justificaron como un mecanismo para la sobrevivencia ante el avance del PRI, sin mayor legitimidad que el discurso contra la restauración
(o la alternancia anticaciquil) que desde el PAN se ha venido perfilando a trancas y barrancas, tras la luna de miel con el priísmo en las instituciones nacionales. De la crisis ni una sola palabra. ¿O se dirá también que Yunes en Veracruz habría puesto punto final a 80 años de autoritarismo o que en Durango, o en Sinaloa, es de esperarse un golpe de timón respecto a la política en curso?
De los grandes pendientes sociales se trató muy poco, aunque hubo, eso sí, cientos de acusaciones por el trasiego ilegal de los recursos sociales en manos de los gobernantes. Salvo en el caso oaxaqueño, donde existía el antecedente electoral de la coalición y el precedente de la lucha popular contra el gobierno de Ulises Ruiz, y en Puebla, donde el desprestigio del gobernador Marín, aunado a los apoyos recibidos por el candidato opositor, inclinaron la balanza a favor de la oposición local, la oferta aliancista se redujo en ciertos casos a sustituir unos nombres de priístas por otros, a construir un escenario de confrontación alejado en buena medida de los intereses de la población, atemorizada por la inseguridad o pesimista ante la falta de empleo, omisiones que si a nadie más preocupan deberían estar en el eje de los planteamientos de la izquierda.
– Como se anticipaba, la victoria de las alianzas en por lo menos Oaxaca, Puebla y Sinaloa ha dado un gran respiro al presidente Calderón, al PAN y al PRD y, bajo ciertos casos, favorece la reanudación de la lucha cívica y social. Sin embargo, la propuesta de unir a los opositores al PRI (como en otras épocas) se presenta ya como el camino a seguir en otros ámbitos de la vida nacional, y no sólo el electoral. Una ola de dialoguismo
acrítico nos invade como si todo esto no fuera parte de la sucesión adelantada en la que nos hallamos inmersos (la otra cara del peñanietismo
) y ya no hubiera cuentas que ajustar con el gobierno y los poderes que lo sostienen. Para la izquierda es imperioso dejar atrás el simplismo que no ve diferencia alguna entre el PAN y el PRI, distinguiendo entre la esfera de la política, la ideología y el poder real de los grandes intereses, pero tan importante como eso es no dejarse arrastrar por la promesa de que es inútil mantener un sello de identidad, basado no sólo en la geometría política, sino también y sobre todo en los planteamientos racionales que dan sentido a su acción.
– Para la izquierda, la cuestión es vital: se trata de saber cuál es el papel que juega la confrontación izquierda/derecha
, si es que éste tiene alguno en su visión, definir cuál es la naturaleza de sus diferencias con los demás partidos y resolver de una buena vez el tema de la unidad en los distintos frentes partidistas, cívicos y sociales donde hoy actúa por separado. Nada perjudica más a la izquierda que la confusión actual, el desprecio por el adversario y la división entre quienes se reclaman parte de un mismo proyecto humano pero pelean como enemigos mortales. Si ese debate no se produce pronto y en buena lid las perspectivas, habida cuenta los antecedentes y lo visto en estas elecciones en términos de abusos y acciones sucias, habrá que esperar a que una nueva generación vuelva a armar el rompecabezas.
1 comment:
And where logic?
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