■ Los pesados deciden si te jalan a los chingadazos, narra asesino a sueldo
■ El 10 de mayo y Navidad, fechas en que más se ajustan cuentas en Culiacán
Gustavo Castillo y Javier Valdez (Enviado y corresponsal)
Culiacán, Sin., 17 de mayo. Los “pesados” saben. Te observan. Te conocen. Te miran lo belicoso. Ellos te escogen. No se fijan nada más si viviste al lado de su casa cuando niños. Ellos deciden si te jalan para los chingadazos; ¡claro que te entrenan! Y cuando te haces sicario, la sangre se vuelve helada, eres frío, calculas”.
Esta es la historia de Gerardo, quien se dice un ex sicario al que su “profesión” lo llevó a estudiar leyes para estar cerca de su “encargo”, la hija de un pesado.
“A mí me jalaron para que cuidara una buchona (mujer narcotraficante o que aparenta serlo), por eso hasta estudié leyes, porque como en la escuela no permiten escoltas, tuve que hacerlo para estar siempre a su lado. Trabajé para los Carrillo 10 años, desde los 18.
“Esa vida ya se acabó, ahora para no tener bronca hasta desconecto el claxon de mi coche. Si me dan ganas de mentarle la madre a alguien, no puedo. Me gusta ser taxista, ¿hay mejor profesión? ¿Hay otra más divertida, sin horario ni broncas? Lo belicoso (violento) ya pasó”.
Viajes y horas de conversación acerca de la situación que se vive en Sinaloa, especialmente en Culiacán y Navolato, se convirtieron en el punto de coincidencia para conocer su relato, en el que, cuenta, sostuvo varios tiros cabrones, pero no precisa cuántos muertos se cargó, solamente asegura que fueron “entre cabrones”.
En defensa de la prima Jerry
Siempre según su testimonio, Tijuana, Baja California, y Mazatlán, Sinaloa, fueron plazas donde sostuvo enfrentamientos a tiros por defender a la que siempre llamó “prima” Jerry, como le gusta que le digan los batos.
Conduce un coche compacto, discreto, igual al de todos los taxis de esta ciudad. Blanco con franjas rojas en los costados. Le gusta la música, “sobre todo de banda, esa es la buena”.
Habla de manera educada, cuando quiere. A veces presume saber leyes, pero dice no ejercer esa profesión “por las broncas. Porque uno sabe que si se dedica, hay que defender a los padrinos que te criaron, pero si les fallas, te chingas”.
Asegura que la inseguridad en Culiacán ha aumentado tanto que consiguió “chalecos antibalas para mí y mis choferes, con un comandante de la policía de aquí, que los trajo del otro lado”.
Se define como un sicario jubilado. Dice que pudo salir de la clica (banda) cuando la mujer bajo su cuidado se graduó. “Me dijeron: quieres otro encargo o te jubilas.
“Decidí jubilarme. Mi patrón me dio 10 taxis, una troca, una lana y una casa. Después, unos meses después me pagó la boda y la luna de miel. Me quieren, les serví y no les fallé. A veces los saludo, pero no se acaba la liga”, admite resignado.
“Cuando trabajaba para ellos aprendí que no te puedes chingar a quien quieras; si lo quieres hacer porque te causaron alguna chingadera, tienes que ir a ver al padrino y pedirle permiso. Ellos te dirán si lo haces por tu cuenta o se encarga su gente.
“Aquí, las fechas en que hay más muertos son el 10 de mayo, los días de muertos y la Navidad. A los que se fueron porque dejaron alguna deuda, se la cobran esos días. Se les olvida que aquí no se olvida.
“Hoy todo parece tranquilo, pero nada más que las familias de los pesados se acomoden y estén seguras fuera de aquí, comenzarán de nuevo los ajustes... es Culiacán”.
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