México SA
■ Reformas al gusto de los empresarios
■ Trabas al sindicalismo
■ Cantinflas Martínez Cázares
A la fábrica de engrudo de la “continuidad” ya se le hizo bolas la “reforma” petrolera, pero ya empuja la relativa al sector laboral, la cual, al igual que aquella, sólo persigue la satisfacción de los intereses empresariales, el fortalecimiento del corporativismo sindical y la “flexibilización” del factor trabajo.
En breve se conocerá la nueva ola propagandística del calderonismo, que enaltecerá el “tesoro” laboral contenido en su “reforma”, que no es otra que la concebida por monseñor Carlos Abascal durante su estancia en la presidencia de la Coparmex, a mediados de la década pasada, y por él promovida, como secretario del Trabajo, durante el gobierno del “cambio”.
Habrá que estar atentos a este nuevo “tesoro enterrado”, pero en vía de mientras la Cepal divulgó su estudio Regulaciones laborales, calidad de los empleos y modelos de inspección: México en el contexto latinoamericano, del que vale retomar algunos pasajes que describen a la perfección de qué se trata la susodicha “nueva reforma”.
De entrada, comenta que los principios de la “nueva cultura laboral” (NCL) pactados en 1995 entre Fidel Velázquez y el entonces presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, (monseñor) Carlos María Abascal, en torno a los “criterios que debían guiar el cambio en el mundo del trabajo”, fueron una expresión contundente de la convergencia de intereses entre ambos sectores y “un blindaje del mundo corporativo frente a los vientos democratizadores, que terminó por cerrar el paso a una verdadera reforma de la legislación laboral”.
Para entonces el PAN acababa de presentar una propuesta de reforma integral “que ni siquiera fue realmente promovida por ese partido”. Lo importante, subraya la Cepal, “era evitar a toda costa que se pusieran en peligro los candados jurídicos que sostienen el corporativismo, algo que hubiera podido ocurrir si se hubiera abierto el debate de la reforma después de los resultados electorales de 1988 o en el contexto de la crisis de 1995”.
Fue así que “a cambio del apoyo de la CTM y demás centrales obreras a la privatización de la seguridad social y de una estrategia empresarial que implicaba la flexibilización laboral por la vía de los hechos, acompañada por una política salarial restrictiva, el tema de la reforma de la legislación se postergó indefinidamente, aunque entró de manera intermitente a la agenda pública. Este acuerdo (NCL) expresó asimismo el acercamiento de la visión que tenían el PRI y el PAN con respecto al mundo del trabajo a través de la mediación de la Coparmex, pero también generó un clima propicio para que el sector empresarial diera rienda suelta a un profundo antisindicalismo, legitimado por el creciente deterioro de la credibilidad de las organizaciones frente a la opinión pública y los mismos trabajadores, ante su incuestionable abandono de la representación de sus intereses”.
Cuando la alternancia en el Poder Ejecutivo llegó finalmente en diciembre de 2000, el dirigente empresarial que dio origen a la NCL (monseñor Abascal) se convirtió en el Secretario del Trabajo de la primera presidencia panista: de “un gobierno de empresarios, para empresarios y por empresarios”, como lo propagó abiertamente Vicente Fox al asumir su cargo. “Se supo entonces que el corporativismo estatal seguía siendo un arreglo aceptable para las cúpulas del poder político, sindical y económico porque les permitía ganar tiempo (entre tanto el sector empresarial iba asumiendo un creciente protagonismo en el control de los trabajadores y contribuía a degradar a los sindicatos tradicionales ante los ojos de los trabajadores y de la opinión pública) e impedir que se fortaleciera el sindicalismo independiente”.
Ante ese panorama, apunta el organismo, “no es de extrañar que todavía hoy se siga apoyando el viejo arreglo corporativo desde el actual gobierno del PAN –cuyo actual secretario del Trabajo proviene paradójicamente de las filas del PRI–, al defender las supuestas ventajas de las juntas de conciliación y arbitraje por su estructura tripartita dependiente del Poder Ejecutivo, frente a demandas encaminadas a profesionalizar y trasladar el sistema de justicia laboral al Poder Judicial, lo que constituye uno de los ejes más importantes de una reforma estructural e integral en el mundo del trabajo…” Diversos factores políticos y económicos han detenido el cambio en este escenario a pesar de que se cuenta con varios proyectos de reforma (…), al punto de que en el Congreso existen alrededor de 200 iniciativas que tratan la legislación laboral, algunas de ellas de manera integral”.
Tanto el gobierno de Fox como el de Calderón, “sin el control del Poder Legislativo, han tenido que ofrecer públicamente su respaldo a lo que el viejo sindicalismo representaba y a su partido aliado (PRI), en términos de antidemocracia, corrupción y ausencia total de transparencia y rendición de cuentas, lo que ha obstruido una transición hacia nuevas formas de gobernabilidad democrática y una competitividad sustentada en algo más duradero y viable que los salarios bajos”.
Ese respaldo “era fundamental para reformar y privatizar el sistema de pensiones de los trabajadores en general (1995) y al servicio del Estado (2007)… Quienes tienen algo que perder con la revisión a fondo del sistema corporativo -como la burocracia sindical tradicional y los grandes empresarios, beneficiados por una amplia flexibilización de hecho y acostumbrados a no tener una auténtica interlocución en la empresa ni a escuchar la voz de los trabajadores- tuvieron poder de veto por conducto de sus nexos partidarios y procuraron imponer paradójicamente una agenda restringida que no tocara la Constitución, a la que tanto condenaron en su origen”.
En resumen, la “nueva cultura laboral”.
Las rebanadas del pastel
Del doctor honoris causa por la Universidad Cantinflas, campus Siglo XVI: “sí se le ha consultado a los ciudadanos, y por eso hay diputados y senadores consultados con los ciudadanos que además son los mismos ciudadanos quienes les pagan para que tomen decisiones en su nombre y representación” (Germán Martínez Cázares, oveja becaria al que algunos llaman dirigente nacional del PAN).
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