Desde el Otro Lado
■ La paradoja de Obama
Pareciera ser que la ortodoxia financiera es la única solución a los graves problemas de la economía de EU, y en esa lógica subyace la razón del presidente electo Barack Obama en la selección de su equipo económico. A este grupo de personas se le puede ver de dos formas: rescató al país de la recesión de los años 80, pero sentó las bases para la crisis actual. Lo primero es un hecho; lo segundo hay que verlo en un contexto más amplio.
En la segunda parte de la década de los 80 y principios de los 90, la economía estadunidense cayó en una recesión cuyos efectos fueron descritos por el premio Nobel Krugman como “los años de las esperanzas perdidas”. La situación cambió y, a finales de los 90, la economía crecía a tasas superiores a 4 por ciento. El espectro de la recesión había quedado atrás. Por los resultados, el equipo económico del entonces presidente Bill Clinton hizo bien su trabajo. Lo que sucedió después es otro cuento. Desregulación a destajo, “compadrismo”, abusos, ineptitud, corrupción corporativa y tráfico de intereses dieron al traste con la economía y con algo más difícil de recuperar: la confianza.
Para todo mundo estaba claro que uno de los ejes del triunfo de Obama fue el deterioro de la economía y el otro su promesa de cambio. La paradoja es que su triunfo es resultado de la necesidad del cambio, pero pareciera que esa promesa se diluye al escoger el equipo económico que lo acompañará, cuyo perfil no es precisamente el que posee las ideas progresistas que él manifestó durante su campaña. No hay que pasar por alto que en todo momento él ha dicho que, independientemente del perfil de su gabinete, será él quien fije el rumbo de su gobierno.
Por el momento, ha optado una fórmula que parece haber encontrado buena respuesta en la mayoría de los ciudadanos: estabilizar la caída en picada de la economía, mediante una combinación de ortodoxia financiera y monetaria, y cumplir con su promesa de revisar todo lo que no ha funcionado, como la desregulación financiera, el sistema de salud, la política fiscal y la aplicación de la justicia.
El escenario no es ajeno a otras latitudes en las que el fantasma de la recesión encarnará, de un momento a otro, en mayor pobreza y desigualdad. Ya se verá si no sólo los remedios, sino también las promesas, son similares.
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