Traducido para Rebelión por Caty R. |
Dramane Aminata Traoré es una política y escritora maliense que nació en 1947 en Bamako. Intelectual comprometida, fue ministra de Cultura y Turismo de Malí bajo la presidencia de Alpha Omar Konaré. Conocida como una de las principales figuras del altermundismo africano, la maliense lucha en todos los frentes: OGM, algodón, privatizaciones, conservación del patrimonio cultural, divulgación. Tras su obra Lettre au président des Français à propos de la Côte-d'Ivoire et de l'Afrique en général (Carta al presidente de los franceses sobre Costa de Marfil y África en general), publicada en 2005, donde analizaba las crisis africanas y más especialmente la que se desencadenó en septiembre de 2002 en su «pre-carré», L’Afrique humiliée (África humillada) es su último ensayo-denuncia que pone al descubierto las relaciones entre Francia y sus ex colonias. Igualmente destapa las heridas de una África magullada por la globalización salvaje. En L’Afrique humiliée, Aminata Traoré denuncia la especial responsabilidad de Francia frente a las crisis africanas y señala directamente el ya célebre « discurso de Dakar » pronunciado por Nicolas Sarkozy, y también a Brice Hortefeux (ministro francés de Inmigración) y a Erik Orsenna, por su capítulo sobre Malí en su libro Voyage aux pays du coton. La obra de Aminata Traoré es un grito de amor e indignación por un continente siempre saqueado con el pretexto de la ayuda al desarrollo. Nos hemos entrevistado con ella para hablar de su lucha por África y su necesario levantamiento.
Entrevista
Incluso después de la descolonización, África sigue sufriendo una segunda violación que no es imaginaria en absoluto. ¿Para cuándo la emancipación frente al norte? ¿Es una utopía alcanzable?
El ensayo que titulé Le viol de l’imaginaire (La violación del imaginario) pretendía demostrar hasta qué punto nosotros (los africanos) estamos engañados y nos engañamos nosotros mismos mirándonos en el espejo que nos tienden las potencias occidentales y nos atragantamos de palabras. Un doble lenguaje y un doble rasero presiden la gestión de los negocios del mundo y les permiten a menudo imponer sus opiniones y sus reglas. Al interiorizar las imágenes que nos devuelven y los planteamientos que nos hacen, les echamos una mano en el saqueo del continente y en la transformación de nuestras sociedades en el sentido de sus intereses.
En definitiva los dos fenómenos, violación del imaginario y empobrecimiento del continente, van de la mano. Somos vulnerables porque somos flexibles y maleables debido a la falta de confianza en nosotros mismos y nuestros valores culturales. Pero la cuádruple crisis que sacude al mundo –financiera, energética, alimentaria y ecológica- demuestra que nuestros dirigentes se han equivocado de objetivos intentando imponer en todo el mundo su modelo de superproducción, devorador de energía, creador de desigualdades e insostenible. ¿Debemos seguir obedeciéndolos? ¿No deberíamos aprovechar esta crisis para renovar el pensamiento crítico y emanciparnos? Esta perspectiva no sólo es realizable sino, desde mi punto de vista, imprescindible. Sólo necesitamos valentía política, una visión estratégica y la voluntad de cambiar radicalmente la situación de subordinación de nuestro continente. Todos los aspectos de nuestra existencia –alimentación, educación, salud, alojamiento, vestimenta, urbanismo…- requieren un cuestionamiento, y también un ejercicio de creatividad y reconstrucción.
¿Usted dice que por un lado hay una Europa de los valores y por el otro una África de las tinieblas?
Estoy convencida de que la mayoría de los valores a los que se nos ha empujado a volver la espalda, especialmente la humildad y la sobriedad (en vez de la ostentación, el consumismo y el despilfarro), así como la solidaridad y el reparto, nos serán de una gran utilidad a lo largo de este siglo XXI, siglo de todos los peligros. No pretendo que esos valores nos sean específicos, pero sé por experiencia que la supervivencia sólo es posible en la mayoría de nuestras comunidades porque prevalecen esos valores frente a las dificultades. Por eso pienso que nuestro continente no debe perder la esperanza. Además de sus inmensas riquezas naturales, sus poblaciones reivindican los valores socioculturales que son otros remedios para los males infligidos a las relaciones sociales y al ecosistema. Será necesario explorarlos y valorar sus funciones en la vida en conjunto y en el bienestar.
¿Cómo puede recuperar África su destino? ¿La solución es el panafricanismo? ¿Qué hay de la cooperación sur-sur?
El balance de los últimos 50 años de ensayos de desarrollo es bastante ejemplarizante en cuanto a la imperiosa necesidad de explorar otra vía. Es necesario, efectivamente, ser dogmático para creer, a la vista del estado actual del planeta, que no hay alternativas al pensamiento único que equivale a intolerancia, violencia y sufrimiento de la humanidad.
Entonces, la primera etapa de esta búsqueda de alternativa es, desde mi punto de vista, un balance honrado y riguroso de las políticas económicas que ha sufrido el continente en nombre de un desarrollo que todavía seguimos esperando. Dicho balance deberá hacerse también sobre las «transiciones democráticas». Porque en la política, como economía, nos hemos convertido en consumidores de ideas procedentes de los países e instituciones financieras. Digamos, como Joseph Ki Zerbo, que «nosotros dormimos en la estera de los demás» Ese mimetismo sigue enriqueciendo a los ricos con los que nos endeudamos y nos empobrecen material y espiritualmente. Nuestro «desarrollo económico» hasta ahora ha consistido en producir en función de las necesidades de los ricos. La crisis alimentaria no es más que la consecuencia lógica de esta extraversión en el ámbito de la agricultura.
El resultado del marasmo y el aplastamiento del continente no está sólo en la hemorragia (de la deuda, materias primas), sino en la «relocalización» de nuestras economías, su enfoque sobre los bienes y servicios que necesitamos; la producción creará necesariamente los empleos. Por lo tanto, no se trata de replegarnos sobre nosotros mismos, sino de redefinir las prioridades.
El panafricanismo señala el interés de ser nosotros mismos, solidarios frente a la adversidad y los retos mundiales. En ese sentido deberá inspirarnos en la búsqueda de alternativas adecuadas para nosotros.
En cuanto a la cooperación sur-sur, por ahora, miramos hacia los polos de concentración de las riquezas naturales, es decir, el norte. No sabemos mirarnos y apoyarnos mutuamente y menos comerciar entre nosotros, por falta de confianza en nosotros mismos. El choque político e intelectual que se impone deberá conducirnos a revisar nuestro punto de vista sobre nosotros mismos y a encontrar las respuestas adecuadas a nuestros problemas.
¿Qué piensa de la «Chináfrica»? ¿Cree que habrá un chino-colonialismo peligroso en el futuro?
Estuve allí, no me impresionaron demasiado los edificios que crecen como champiñones, los bienes y servicios en abundancia y el consumismo desenfrenado. ¿Hay que envidiar a esa China? ¿Hay que temerla? El coste social y ecológico del modelo chino es tal que debemos ser muy prudentes.
Sin embargo, respeto la manera en que los dirigentes chinos resisten y se imponen, aunque veo en ese modelo que China despliega una amenaza para nuestros países debido a sus inmensas necesidades de materias primas. Pero de ahí a hablar de una «Chináfrica» que sería más o menos similar a la «Francáfrica» hay un paso que yo no cruzaré. No creo que China tenga la intención de desarrollar con nuestros países las mismas relaciones de dominación que las antiguas potencias coloniales.
Esperanza sí, pero sin hacerme demasiadas ilusiones ni en cuanto a la generosidad china ni a los principios políticos que acordemos, en tanto que pueblos, de los márgenes de maniobra que necesitamos en la definición de las relaciones de cooperación. Porque no tengo la impresión de que los dirigentes chinos estén preocupados por la vida de la población. No tengo la impresión de que la China liberal escucha al pueblo chino. Pero pienso que las relaciones entre África y China pueden ser mucho más igualitarias. Ellos pueden estar en condiciones de comprender nuestra voluntad de autonomía si encontramos el medio de formular claramente esta exigencia.
Debería existir fuera del liberalismo salvaje de tipo occidental y francés, una alternativa. Yo voy más lejos y sostengo que África es un continente de futuro si aprende a preservar mejor sus recursos, que son inmensos, y a negociar mejor su destino, y sobre todo si saca el máximo de enseñanzas materiales y económicas de los países desarrollados que han desembocado en el individualismo, un gran aislamiento y a veces en la desesperanza.
¿La ideología de Sarkozy sobre la seguridad ha destruido la política africana de Francia, que todavía permanece actualmente? ¿Qué queda de la política africana de Francia?
Es difícil delimitar los contornos de la política actual de Francia aparte de la inmigración escogida de Nicolas Sarkozy. Cuanto más se avanza, más refuerza él los obstáculos. Estamos en una situación que consiste para Francia y las otras naciones ricas e industrializadas en tomar del sur, incluida África, lo que necesitan, sin reparos y sin ningún miedo de agravar la situación en los países de origen. Estamos preocupados por las medidas del presidente francés sobre la inmigración, que ha hecho extensivas a los demás países miembros de la UE, a través de la Directiva del retorno y el Pacto europeo sobre la inmigración y asilo.
Es una manera para los más poderosos de hacer un frente común dirigido a cerrar los caminos a los residentes de países donde siguen saqueando las riquezas. Pero las élites que consiguen abrirse camino en el mundo cruel del capitalismo globalizado no se dan cuenta de que los ganadores de este sistema no tienen amigos, sino intereses.
¿Qué opina del encarnizamiento mediático de Occidente con respecto a Mugabe?
En el tratamiento de la información sobre Zimbabue, pudimos comprobar hasta dónde pueden llegar los dominantes en la utilización de los medios de comunicación para conseguir sus objetivos. La elección presidencial es el momento más importante de la vida política de los Estados, la de Zimbabue debía permitir a EEUU, Gran Bretaña y sus aliados acabar con el jefe de Estado africano que le gobierna. El voto tenía que conseguir lo que no consiguieron las sanciones económicas, la injerencia y la presión diplomática.
¿Por qué esa intransigencia con Robert Mugabe en un contexto donde todas las economías están asfixiadas y numerosas elecciones amañadas? Porque el dirigente de Zimbabue estorba considerablemente en un contexto internacional dominado hasta ahora por los intereses económicos y geoestratégicos de las potencias occidentales. Su respuesta a la cuestión territorial es un precedente nefasto que hay que suprimir y al propio presidente se le cataloga como un insumiso a quien hay que eliminar.
Con sus esfuerzos y su parcialidad en la crisis de Zimbabue, hasta el punto de utilizar, además de la oposición, los medios de comunicación, las sanciones económicas, el Consejo de Seguridad, la Unión Africana, el G8… las potencias occidentales pusieron al descubierto lo que muchos ya sabíamos: su voluntad de hegemonía. China y Rusia, que así lo entendieron, utilizaron su derecho de veto en el Consejo de Seguridad para bloquearlos. Un aroma de guerra fría flota en el ambiente.
Una cierta África sigue colaborando ¿Cuál es su sentimiento?
Esa África que ha entendido mal que Francia no tiene amigos sino intereses, me aflige. Desgraciadamente se recluta entre aquellos que lo único que quieren es controlar el poder, quieren acceder al poder y hablar en nombre de todos nosotros. Siguen convencidos de que no hay alternativas al «todo mercado», y sin embargo, si se observa el campo político francés en particular y el europeo en general, se ve claramente que no hay unanimidad y que en realidad la mayoría de los franceses no tiene confianza en la globalización neoliberal. Entonces, hay que creer que hay personas más papistas que el papa. También hay que observar que esa África está compuesta por una minoría de ganadores que han logrado hacerse un sitio en el sistema y que se desestabilizan sin remedio cuando se les invita a pensar de otra forma la economía, la política y la apertura al mundo.
Los medios de comunicación occidentales insisten en el «afro-pesimismo» y ciertos dirigentes de África no hacen nada por cambiar este dato, ¿Qué habría que hacer?
Los medios occidentales están a las órdenes de los países más poderosos y de las multinacionales que dominan a la mayoría de ellos.
Sin embargo hay que constatar que también fuera de África la desinformación y el adormecimiento de las conciencias forma parte del juego a todos los niveles y en todos los ámbitos.
El sistema de manipulación que utilizan a menudo no tiene nada de sorprendente cuando se trata de África. Se trata de justificar las relaciones de dominación presentando constantemente al continente como una víctima de sí mismo.
La apisonadora que está en marcha nos permite pensar que podemos establecer nuestra propia opinión y crear dentro de nuestras fronteras los medios para controlar y sancionar a nuestros dirigentes. No debemos dejar esta prerrogativa a las naciones ricas, especialmente a las antiguas potencias coloniales y a EEUU.
Cuando se observa a las democracias occidentales, forzosamente hay que reconocer que los medios sólo agasajan a los dirigentes de los países ricos teniendo en cuenta, por supuesto, su posición y su ideología. Pero los terrenos sobre los que los dirigentes del norte conducen a los medios occidentales están, la mayoría de las veces, relacionados con los objetivos más importantes: Las guerras de Iraq y Afganistán les valieron a GW Bush y Tony Blair una condena unánime en numerosos medios, mientras que en Francia, por ejemplo, las deslocalizaciones, las privatizaciones, el poder adquisitivo, las jubilaciones y los suburbios, entre otros, están en el centro del debate político. La vida privada y las cuestiones personales son secundarias con respecto a los grandes desafíos cuando se plantean e influyen en la opinión sin que predominen las cuestiones nacionales sobre los objetivos mundiales.
Los dirigentes del hemisferio sur, y más particularmente de África y Oriente Próximo, a menudo son objeto de una personalización a ultranza impregnada de satanización, sin debatir el fondo del asunto que se debería aclarar a la opinión pública internacional, como la cuestión de la tierra en Zimbabue o el petróleo en Iraq, Sudán y el Chad, por ejemplo. Los medios independientes que se preocupan de que surja una opinión pública bien informada sobre los grandes retos del siglo XXI, deberían centrarse menos en el desarrollo de las elecciones que sobre la voluntad y la aptitud de los protagonistas políticos de poner en marcha opciones económicas conformes a los intereses de sus poblaciones. En Zimbabue, como en Darfur, Chad, la República Democrática del Congo y otros, hablan de sus derechos sin hacer referencia a la deuda externa o a las condiciones comerciales globales que los condenan a la miseria. En cuanto a los medios de comunicación africanos, en general se comportan como una caja de resonancia que repite el discurso dominante.
La pelota está en el campo de los profesionales de los medios de comunicación africanos, así como en el de los no africanos que se han dado cuenta de que el mejor servicio que se puede rendir a los africanos actualmente es ayudarles a comprender mejor el estado real de sus países y del continente en el mundo, con el fin de evitar extraviarse en combates secundarios.
El continente estuvo en el orden del día, una vez más, justo al final de la cumbre del G8 en Sharm El Sheikh. En todos los casos las perspectivas se ensombrecieron ¿Qué opina?
El continente africano, una vez más, fue instrumentalizado y atraído por el club de los ricos que para hacerse una buena foto aparentan ayudar. El G8 consiguió esta vez, sobre todo, descubrir ese juego al reconocer abiertamente que no cumplió sus promesas de incrementar la ayuda pública al desarrollo que hicieron sus miembros en 2005 en Gleneagles (Escocia). Concluyeron que lo harán mejor a partir de ahora, pero es difícil creerlos teniendo en cuenta las enormes dificultades en las que se debaten ellos mismos.
Los jefes de Estado africanos a quienes volvieron a ofrecer un asiento, hicieron lo que les correspondía recordándoles las promesas incumplidas, pero al hacerlo aparecen en la posición de mendigos que serán juzgados, acorralados y sancionados por los «donantes», que de esta forma roban a los pueblos de África su derecho de control sobre sus gobernantes.
Los jefes de Estado africanos que estuvieron en Hokkaido (Cumbre alternativa al G8 celebrada en Japón, N. de T.) deberían haber recordado contundentemente que África no tendría necesidad de ayuda si no fuese saqueada alegremente en el marco de un comercio internacional donde las reglas juegan a favor de los países ricos. Pero no pueden hacerlo en la medida en que la mayoría de ellos han mordido el cebo de la mercantilización del mundo y lo aprovechan en beneficio de sus clientes, parientes y amigos. Las perspectivas anunciadas en la Cumbre de la Unión Africana han surgido en el marco de un liberalismo económico que permite, cada vez más, el saqueo del continente y el enriquecimiento de un puñado de africanos mientras que otros cientos de millones son condenados al paro, al hambre, a la enfermedad y al exilio.
Koffi Annan y el «African progress report», señalan previsiones alarmistas del avance del hambre y las enfermedades en África, sin contar los riesgos de los cambios climáticos, todo esto ¿no provoca el riesgo de generar conflictos en el futuro?
Seguramente lo peor está por llegar si no damos pruebas de valentía política, espíritu crítico y perspicacia en el análisis de los errores de apreciación y estrategia que están en el origen de las crisis que sacuden el mundo. La revolución verde, en la cual cree Koffi Annan, también debe ser examinada desde este ángulo.
¿Usted opina que Occidente es responsable de los conflictos en Kenia? ¿Qué piensa entonces de lo que pasó en Sudáfrica?
Para hacerme entender, me gustaría que se considere la influencia de las instituciones financieras internacionales y de las potencias occidentales en la economía mundial y, dentro de ésta, en nuestros países tomados individualmente. Kenia, Sudáfrica y casi todos los países africanos, entre ellos el mío, se engancharon desde hace años a las políticas de apertura económica que han agravado el desempleo, la pobreza y las tensiones interétnicas. Pero nadie ayuda a las víctimas africanas del liberalismo salvaje a comprender los engranajes de este sistema para defender mejor sus intereses. Al contrario, en las elecciones se les da la ocasión de pelearse con los dirigentes y matarse unos a otros instigados por líderes que no tienen perspectivas que ofrecerles. Quienes tienen la oportunidad de observar el continente más allá de la deformación que presentan los medios de comunicación raramente van más allá del buen desarrollo de las elecciones y el tribalismo, y concluyen que todos nuestros países están bajo la apisonadora de un liberalismo forzoso, alienante y corruptor.
No hay nada bueno ni estable en nuestros países. Y en definitiva es por esta razón por la que los países más prometedores desde el punto de vista de los liberales terminan explotando bajo la presión de las injusticias, las privatizaciones y las exclusiones. El estallido de los suburbios, de los flujos migratorios, nacen de esos mecanismos que las políticas y sus socios capitalistas no quieren ver.
Y la hora de las elecciones no es nunca la del balance las reformas porque conviene que los pueblos lo ignoren. Ningún país africano está a salvo de la violencia bajo una forma u otra, tanto si las elecciones son democráticas como si no lo son, también la ausencia de falta de información y de educación cívica y política impiden a los electores juzgar a los que tienen el poder y a los que aspiran a defender los intereses nacionales en un mundo de depredadores.
La «caza al extranjero» que surgió en Sudáfrica tiene su origen, en parte, en la misma desinformación y falta de preparación de las poblaciones para analizar su situación en otros términos distintos de las medidas de los extranjeros.
Los adversarios de Mugabe y los analistas, aunque están convencidos de las fechorías de los políticos neoliberales, no han dudado en concluir que él es el responsable de la situación.
En realidad Sudáfrica, que está jugando a fondo la carta del neoliberalismo, ve cómo se incrementa, de un día para otro, el abismo entre la minoría blanca y los nuevos ricos por un lado, y la inmensa mayoría de los negros (incluidos los sin tierra) por el otro.
¿Cuál es el papel y el lugar de la mujer africana en la evolución de nuestras sociedades? ¿Qué opina de la lucha de algunas mujeres como Wangari Maathai ? ¿Quiénes son las mujeres africanas que le inspiran? ¿Cree que las esposas de los jefes africanos serían adecuadas para plantear buenas propuestas y actuaciones interesantes en África?
Existe un gran esfuerzo de renovación de la reflexión que hay que hacer sobre la situación de las mujeres y la cuestión de la igualdad. Lo mismo que es difícil promover la democracia y el respeto de los derechos humanos en un orden mundial desigual y violento, es difícil plantear el papel de las mujeres, inmersas en una lógica de mercado que les priva de educación, cuidados, salud, empleo y alimentos. En la realidad de la división sexual de las tareas, las mujeres son las primeras que sufren, en sus casas, en el campo y en los suburbios de las ciudades. Padecen las consecuencias de la degradación del medio ambiente teniendo que ir a buscar el agua y la leña cada vez más lejos. La tasa de mortalidad maternal durante el parto sigue siendo escandalosamente elevada en África. Sin olvidar el pesado tributo que pagan, por falta de medicinas, a las enfermedades curables y al sida. En caso de conflictos armados en nombre de una democracia a la baja, se ven obligadas a huir con sus hijos y sufren violencias tanto en su campo como en el del adversario.
En tiempos normales los males de los sueldos de miseria, la rebaja de los precios de los productos agrícolas y otros perjuicios afectan a las mujeres, que están al pie del cañón de noche y de día. Aunque sólo fuera por la situación de las mujeres y los niños, los políticos deberían actuar con honradez y sentido de la justicia en la lectura de los hechos, los papeles y las responsabilidades.
Las numerosas acciones emprendidas en nombre de las mujeres y en su beneficio en los ámbitos más diversos, ciertamente les aportan un alivio, pero no son más que parches provisionales mientras persistan las guerras depredadoras y las luchas fratricidas por la parcela de poder y las migajas que los poderosos del mundo permiten a nuestros países.
Tengo mucho respeto por Wangari Maatai y por Vandana Shiva , de la India, por su compromiso en el frente del medio ambiente y la biodiversidad. Pero de todas las africanas, realmente es mi madre la que más me ha marcado.
En cuanto a las esposas de los jefes de Estados quiero evitar, como en relación con sus maridos, caer en los clichés que pretenden que todos ellos son malvados y corruptos. Lo que pasa del lado de los hombres se verifica entre las mujeres; a menudo tendemos a valorar demasiado la capacidad de los jefes, sus mujeres, sus hijos o sus cercanos para arreglar ciertos problemas y el liberalismo mafioso obligado de los mercados.
Para cambiar los hábitos y las políticas en la cumbre, en la base tenemos que comprometernos en un debate de fondo sobre la cultura política que nos permita controlar y disciplinar a nuestros dirigentes si no queremos que los bomberos pirómanos que dirigen las naciones ricas nos roben esa prerrogativa además de las riquezas que rebosan en el continente.
Biografía:
Aminata Traoré nació en 1947 en Bamako, es escritora y fue ministra de Cultura y Turismo de Malí (de 1997 a 2000) bajo la presidencia de Alpha Omar Konaré. Titular de un doctorado de tercer ciclo en Psicología Social y diplomada en Psicopatología, ha sido investigadora en Ciencias Sociales en el Instituto de Etnosociología de la Universidad de Abdijan (1974-1988). Ha ocupado el puesto de Directora de Estudios y Programas en el ministerio de la Condición Femenina de Costa de Marfil (1979-1988), también dirigió un programa regional del PNUD sobre el agua y el saneamiento (PROWWES-Afrique, 1988-1992) y ha trabajado para varias organizaciones regionales e internacionales.
Ha publicado las siguientes obras: L’Étau (El Estado). L’Afrique dans un monde sans frontières (África en un mundo sin fronteras), Actes Sud 1999, Le Viol de l’imaginaire (La violación del imaginario), Actes-Sud/Fayard, 2001, Lettre au Président des Français à propos de la Côte d’Ivoire et de l’Afrique en général (Carta al presidente de los franceses en relación con Costa de Marfil y África en genera), Fayard, 2005 y su última obra, en diciembre de 2008, l’Afrique humiliée, Fayard, París.
Texto original en francés:
http://www.palestine-solidarite.org/interview.Aminata_Traore.091208.htm
No comments:
Post a Comment