Tuesday, September 23, 2008



Propuestas surgidas de los debates del Consejo internacional del Foro social mundial, cuya próxima reunión se celebrará en Copenhague, del 22 al 24 de septiembre, después del Foro social europeo de Malmo. Traducido por Caty R.


¿«El fin del neoliberalismo»? ¿Quién se atreve a plantear esta cuestión? ¿Fidel Castro?, ¿Hugo Chávez? No. Es el economista y Premio Nobel estadounidense Joseph Stiglitz, en un artículo publicado el 7 de julio de 2008. Después constatar el fracaso económico, social y político del neoliberalismo, Stiglitz afirma que «El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica» (1).

Efectivamente, hay que concluir que la crisis actual del capitalismo, en su fase neoliberal, adquiere comportamientos sistémicos al acumular las dimensiones financiera, monetaria, alimentaria y energética. Dicha crisis ha hecho que surjan fuertes contradicciones en el sistema y entre sus «élites»: pone en la picota la hegemonía de Estados Unidos y del «Consenso de Washington», especialmente en América Latina, donde han llegado al poder gobiernos progresistas; algunos gobiernos «superliberales» como los de Londres y Washington tienen que recurrir a la nacionalización de grupos financieros; decadencia de las instituciones financieras internacionales; nacimiento de una nueva relación de fuerzas mundial multipolar con el creciente peso económico y geopolítico de los BRIC (Brasil, Rusia, India, China); potenciación de los fondos soberanos; guerras del Cáucaso relacionadas, en parte, con las ambiciones energéticas competitivas y las veleidades expansionistas de la OTAN; hundimiento en Iraq y Afganistán; tensiones en torno a Irán; evolución de regímenes políticos nacionales hacia formas autoritarias en Europa; etcétera.

Este nuevo paisaje altera lo que se podría llamar el «consenso altermundista», sellado a finales de los años noventa por una galaxia de organizaciones. Hasta ahora, las diferentes agrupaciones, implícita o explícitamente, se habían agrupado en torno a la identificación de un adversario común y homogéneo, un tipo de políticas simbolizado, y a veces impuesto, por las instituciones económicas internacionales (Banco Mundial, FMI y OMC), aplicado por todos los gobiernos y dominante en la ideología de las «élites»: el neoliberalismo. Es significativo que, durante el último decenio, un gran número de movilizaciones masivas del movimiento altermundista se han realizado contra dichas instituciones internacionales. Ciertamente las manifestaciones seguirán contra ellas, pero ya que, debido a las razones específicas de cada una, todas atraviesan crisis profundas, en pocos años dichas manifestaciones ya no tendrán la misma razón de ser.

Por lo tanto, debemos preguntarnos si en la actualidad también sigue siendo pertinente el concepto que engloba el neoliberalismo. Mientras que en los años noventa el neoliberalismo personificaba una simbiosis entre la dimensión política (los gobiernos, las instituciones económicas internacionales y las «élites»), económica (los protagonistas de los mercados y las instituciones bancarias y financieras) e ideológica (los medios de comunicación), ahora sufre el desmoronamiento de la coherencia capitalista. Paradójicamente, mientras que esta relativa debilidad habría podido fortalecer el «movimiento de los movimientos», lo sacude. En efecto, retomando el análisis de una reciente obra sobre el altermundismo (2), «La crisis que sufre el Consenso de Washington desde el cambio de milenio ha parido una situación mundial más contrastada, en la que una serie de evoluciones responde potencialmente a ciertas esperanzas altermundistas sin que por eso, sin embargo, consiga la adhesión del conjunto de los componentes del movimiento». Este movimiento y sus principales protagonistas, como los Attac de los distintos países, actualmente se enfrentan a problemas existenciales. Este término no es demasiado fuerte en la medida en que las condiciones objetivas que presidieron la existencia del movimiento se han modificado estructuralmente.

Entre estos problemas, hay dos especialmente importantes:

1) La confirmación de la existencia, dentro del altermundismo, de una «jungla de racionalismos políticos». El pluralismo del movimiento, de sus tradiciones y corrientes políticas -que configuró su fuerza en la fase del análisis crítico del neoliberalismo-, conlleva la existencia latente de «desacuerdos entre organizaciones asociadas involucradas en el debate sobre las alternativas. Dichos desacuerdos proceden de las diversas interpretaciones de la propia globalización económica» (3). En Francia y en algunos otros países de Europa, estas divergencias se manifestaron en 2005 en los debates sobre el Tratado constitucional europeo (TCE); una parte del movimiento (entre ellos los Attac de Europa) promovieron el rechazo del texto, otra parte (más débil) propuso su ratificación y la gran mayoría se abstuvo de pronunciarse. Ahora bien, el TCE no era un texto anodino. Se trataba, nada menos, que de dotar de una especie de Constitución neoliberal a Europa. Allí se vio claramente, y se ha constatado en la preparación del Foro social europeo de Malmo, esta cuestión crucial de la fragilidad y los límites del consenso altermundista.

2) Una dificultad estructural de elaborar las relaciones con la esfera política (en su dimensión relativa a los partidos, instituciones y gobiernos), que se confirma a dos niveles. Por una parte, en ciertas situaciones nacionales, el movimiento sufre la competencia de partidos que, poco a poco, configuran nuevamente el campo político inspirándose en las propuestas y experiencias de los movimientos sociales. Por otra parte, a nivel internacional, el altermundismo se muestra reticente a pensar una relación dinámica con las nuevas experiencias concretas del cuestionamiento del neoliberalismo en América Latina.

Una situación nueva, lógicamente, reclama, nuevas reacciones. El altermundismo no puede ahorrarse la redefinición de sus formas de existencia y la elaboración de respuestas programáticas y políticas frente al arranque del nuevo ciclo histórico de un capitalismo mucho más diversificado que en el período anterior. Ese es el sentido del planteamiento que hemos denominado «post altermundista» (4), uno de cuyos ejes es la búsqueda de nuevos espacios y nuevas formas de articulación entre movimientos sociales, fuerzas políticas y gobiernos, para llevar a cabo luchas comunes.

Tenemos un ejemplo muy concreto, por otra parte único, con la Alternativa bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), que agrupa hasta ahora a Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela y podría ampliarse en el futuro con nuevos miembros, en particular Ecuador y Paraguay. Las estructuras del ALBA no sólo incluyen a los gobiernos, sino también un Consejo de los movimientos sociales dotado de importantes responsabilidades. Además, los movimientos sociales de países que no pertenecen al ALBA pueden asociarse a esta organización. El ALBA es la primera estructura internacional que procede del post altermundismo, ¡aunque no se defina de esta forma!

El caso del ALBA, ampliamente ignorado fuera de América Latina, especialmente en Europa (lo que se explica por la virulenta hostilidad de los grandes medios de comunicación), obliga al movimiento altermundista a plantearse una cuestión de orientación estratégica hasta ahora tabú: ¿debe, y en caso afirmativo de qué forma, ganar espacios políticos concretos para transformarlos? ¿Debe conformarse con influir sobre este campo, integrarse en él o colaborar en su renovación?

Aquí, las ideas de «geometrías variables» o «cooperaciones reforzadas», lejos estar en contradicción con el «post altermundismo» constituyen, al contrario, las alternativas. Con un puro ejercicio de retórica, el sindicalista Pierre Khalfa puso sobre la mesa alternativas diferentes al statu quo grabado en la piedra de la Carta de principios de Porto Alegre, pero en cualquier caso y retomando su propia exposición, «Se trata de hacer que evolucione el sentido político de los Foros. Cambiar la configuración política de los Foros supone un doble acuerdo político: un acuerdo para que este cambio no ponga en cuestión el hecho de que el Foro, como tal, no tome decisiones, condición para que todas las fuerzas participen; pero, como contrapartida, hay un acuerdo político para que las «cooperaciones reforzadas» puedan establecerse en ese marco y encuentren los medios para estar presentes y adquirir una visibilidad política necesaria».

Sobre estas bases, el movimiento altermundista debería emprender ciertas evoluciones:

- Hay que plantear seriamente la cuestión de la alianza con las clases populares con el fin de participar en la construcción de una nueva hegemonía política. Hasta ahora este movimiento, habida cuenta de su heterogeneidad, ha contribuido poco a la transformación concreta de las relaciones de fuerza sociales y políticas en su favor. Como se ve con claridad en los Foros sociales, el movimiento se halla demasiado ausente de las cuestiones cotidianas que preocupan a esas clases sociales: protección social, sanidad, educación, desempleo. Eso explica una parte de su actual «desenganche».

- Esta cuestión nos remite a otra, fuera de América Latina, ¿dónde se pueden construir ese tipo de alianzas? En Europa, y muy especialmente en Francia, los conceptos de Estado y nación están satanizados por las «élites» económicas, financieras y mediáticas en las clases medias superiores y entre un sector de los dirigentes de partidos políticos y movimientos que se declaran altermundistas, todos embarcados en una huida hacia delante «europeista». Estos dirigentes, por miedo al vacío o a un hipotético «repliegue nacional» que nadie plantea, se aferran a la Europa que existe realmente a pesar de que la experiencia demuestra que dicha Europa sólo puede producir planteamientos neoliberales. Esta obsesión de «lo nacional» no existe en los países del Sur, Estados Unidos o Japón.

En Europa, una parte de la respuesta se encuentra en la lucha por la democratización de las instituciones nacionales, en las que los pueblos organizan, desde hace mucho tiempo, las luchas sociales y políticas. Al mismo tiempo es importante fortalecer la construcción de movilizaciones sociales a escala continental. Pero para que sean eficaces y no arrullen a los pueblos con ilusiones, esa dinámica debe basarse en una labor permanente de deslegitimación del marco institucional de la Unión Europea que imposibilita cualquier progreso democrático y social en las sociedades de Europa (6).

- El regreso (algunos hablan incluso de la «venganza») de los Estados a la escena mundial confirma la necesidad urgente, para el movimiento altermundista, de aplicarse a este tipo de reflexión. Porque de lo contrario los espacios vacantes serán ocupados, ideológica y políticamente, por las fuerzas conservadoras utilizando los acentos de la «modernidad» y los discursos «protectores» y «reguladores» (como ya es el caso en Francia o Italia).

- En el plano internacional, otra evolución podría ayudar a su fortalecimiento: la puesta en marcha, en el marco de un funcionamiento a geometría variable, de iniciativas de tipo post altermundista (foros internacionales de análisis y actuaciones sobre asuntos y reivindicaciones económicas, sociales, democráticas y ecológicas) llevadas a cabo por componentes del movimiento altermundista y organizadas con los protagonistas políticos y gubernamentales progresistas. La evolución del ALBA proporcionará una interesante fuente de reflexión.

Estos nuevos espacios permitirían desarrollar una relación dialéctica entre los movimientos y los protagonistas institucionales y originar una reflexión dinámica y práctica en torno a las cuestiones clave que se han planteado, en cada período histórico, a todos los movimientos de emancipación: el poder, su conquista y transformación, la democracia y su construcción política, social y económica, etcétera.

Notas

(1) http://reggio.wordpress.com/2008/07/20/%C2%BFel-fin-del-neoliberalismo-de-joseph-e-stiglitz-en-negocios-de-el-pais/

(2) François Polet, Clés de lecture de l’altermondialisme , CETRI/Couleur livres, Charleroi, 2008

(3) François Polet, Clés de lecture de l’altermondialisme , CETRI/Couleur livres, Charleroi, 2008

(4) Leer las contribuciones al coloquio «Altermondialisme et post-altermondialisme» celebrado en París el 26 de enero de 2008: http://www.medelu.org/

(5) Pierre Khalfa, miembro del Consejo científico de Attac France, portavoz de la Union syndicale Solidaires, «Problèmes dans (et de) l’altermondialisme, http://www.forumdesalternatives.org/FR/readarticle.php?article_id=5012

(6) Libro publicado por «Mémoire des luttes» y la revista Utopie critique, bajo la dirección de Bernard Cassen, En finir avec l’eurolibéralisme, Editions des 1001 Nuits, París, 2008.

Original en francés: http://www.cetri.be/spip.php?article833

Bernard Cassen y Christophe Ventura son miembros de Attac France y de la asociación Mémoire des luttes y autores del libro: En finir avec l’eurolibéralisme, Editions des 1001 Nuits, París, 2008.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, a la traductora y la fuente.

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