Los cambios anunciados por el gobierno cubano este 2 de marzo no hubieran sido diferentes, en forma y fondo, a los sucedidos constantemente en el resto de los países del mundo si no hubiese sido por la reflexión del ex presidente cubano Fidel Castro el día después. Fue entonces cuando la “liberación de funciones” de los “compañeros” notificada formalmente por el órgano competente, el Consejo de Estado, se convierte en una secuencia de graves acusaciones hacia “dos de ellos”.
Es evidente que quien haya sido líder de la revolución tiene todo el derecho a expresar y compartir sus impresiones y opiniones con el pueblo cubano. También que, liberado de su compromiso como jefe del Estado, sus palabras ya no deben responder a la mesura y diplomacia del cargo, y pueden atender solamente a su libre pensamiento. Bien claro lo dejó Fidel Castro el día que anunció que no se presentaría al cargo de presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe, el 19 de febrero de 2008. “Deseo solo combatir como un soldado de las ideas. Será un arma más del arsenal con la cual se podrá contar. Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso”, fueron sus palabras. De ahí que sus artículos fuesen presentados con el humilde encabezamiento de “reflexiones del compañero Fidel”. Algunos amigos llegaron a equiparar sus textos con un sencillo blog de quien, desde su atalaya de líder retirado por razones de salud, seguía aportando en el campo de las ideas.
El problema surge cuando las reflexiones del compañero Fidel abren portadas en los dos únicos diarios del país, ocupan lugar privilegiado en todos los portales de Internet cubanos y se leen sistemáticamente en la televisión nacional, de forma que terminan desplazando la información institucional de los legítimos órganos de gobierno. Nos encontramos, por tanto, con que la institucionalidad cubana se subvierte cuando llega al terreno de la comunicación. Ya se vivió un antecedente durante la visita de la presidenta chilena Michelle Bachelet: el comentario personal de un analista –Fidel Castro- posicionándose a favor de una salida de Bolivia al mar, se convirtió en un conflicto diplomático. Esa distorsión se ha convertido ahora en esquizofrenia en la nueva situación de cambios en el gobierno. El pueblo cubano, los amigos de Cuba y la comunidad internacional en general que sigue con atención los acontecimientos del país han asistido a una disfunción entre el mensaje oficial gubernamental y la reflexión del ex presidente. Como resultado, los amigos de Cuba nos encontramos sin fuerzas ni información para explicar la institucionalidad cubana.
Estamos ante un error que los responsables cubanos deben afrontar y resolver, la incertidumbre no es buen cemento para la cohesión de un pueblo, y la confianza se consigue acompañándola de la luz. Yo recordaría las palabras del prócer independentista José Gervasio Artigas: “Con la verdad ni ofendo ni temo”.
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