Luis Hernández Navarro
Smithfield, el gigante agroalimentario productor de puercos, es una de las más grandes empresas del mundo. En 2008 ocupó el lugar número 222 entre las 500 firmas más importantes de Estados Unidos, según la revista Fortune. Es la tercera compañía más poderosa en la producción de alimentos, después de Archer Daniels Midland y de Tyson Foods.
Pero su impresionante crecimiento económico se enfrenta a un grave problema: las cada vez más estrictas regulaciones ambientales y laborales, y las multas por violarlas. Smithfield ha sido reiteradamente acusada de contaminar agua, suelo y aire, y de no respetar los derechos humanos de sus trabajadores. Human Rights Watch documentó ampliamente en su reporte Sangre, sudor y miedo, publicado en 2005, los abusos que comete esta empresa.
Para evadir esas regulaciones, Smithfield ha trasladado parte de sus operaciones a países en los que las leyes que protegen el medio ambiente son más laxas, y los políticos están más dispuestos a ayudar a la empresa. Es así como ha instalado fábricas productoras de cerdo en México, Rumania y Polonia.
Las granjas de Smithfield son verdaderas ciudades de puercos, rodeadas de mares de mierda y desechos, que crecen a la sombra de regulaciones ambientales débiles y autoridades permisivas. En ellas los marranos son engordados hasta alcanzar 120 kilogramos en un tiempo récord: escasos 300 días. Los animales viven en jaulas que impiden su movimiento, en barracas con ventilación deficiente, con iluminación constante para estimular su crecimiento.
En Polonia y Rumania ha llevado a la ruina a miles de pequeños ganaderos. En ese último país, según el diario estadunidense The New York Times (06/5/09), los criadores de puercos han descendido en 90 por ciento, mientras disminuyeron en 56 por ciento en Polonia, el cual, por si fuera poco, exporta chuletas de cerdo a África a precios muy bajos, provocando la quiebra de campesinos en naciones como Costa de Marfil. La compañía obtiene millones de euros de subsidios económicos proporcionados por la Unión Europea.
En 2007, cerca de 67 mil ejemplares murieron o fueron eliminados, como resultado de la fiebre porcina, dentro de las instalaciones de la empresa en Rumania. Dos de las plantas operaban sin permiso, sus directivos no informaron adecuadamente del fallecimiento de los animales y sus empleados se movían libremente entre las distintas granjas sin tomar medidas de seguridad. Los científicos han encontrado elementos de este virus porcino (uno de Europa o Asia, y otro de América del Norte) en el código genético del virus de la actual influenza A/H1N1.
Aprovechando el Tratado de Libre Comercio, Smithfield se estableció en México y fundó en 1994 Granjas Carroll en Veracruz y Puebla. En el estado de Sonora instaló Norson en 1999.
En contra de lo que afirma, esa empresa porcícola destina el grueso de su piara al mercado nacional. Desde 2000, ha engordado 6 millones 400 cerdos en pie. De ellos 5 millones 120 mil se enviaron al valle de México para su sacrificio en rastros y su consumo en el Distrito Federal y estado de México. El resto se mandó a Veracruz y a la península de Yucatán.
Al igual que en los países de Europa del este, donde opera Smithfield, los problemas ambientales y de salud pública generada por estas ciudades de puercos y la facilidad para asociarse con importantes políticos locales han sido evidentes en el caso de Granjas Carroll.
El gobierno de Fidel Herrera, en Veracruz, y el Partido Revolucionario Institucional han utilizado a la empresa para promocionar proyectos sociales a partir de donaciones hechas por la trasnacional. Simultáneamente, las autoridades federales se han dedicado a cubrir a la compañía.
La contaminación que ha provocado Granjas Carroll y su impacto en la salud de los pobladores de las comunidades que se encuentran alrededor de los centros de producción, así como las lagunas en que depositan los desechos animales propiciaron, desde 2004, el surgimiento de un movimiento ambientalista regional. La empresa respondió reprimiéndolo.
A comienzos de 2005, pobladores de La Gloria y Xaltepec, a los que se sumaron 10 comunidades más, se unieron para protestar, por medio de firmas, en contra de la expansión de Carroll. Hicieron asambleas y marchas. El 26 de abril de 2005 los habitantes de Totalco realizaron la primera marcha en contra de la trasnacional. La maestra de telebachillerato Verónica Hernández Argüello escribió un comunicado que fue leído en la radio local, llamando a defender el medio ambiente. La empresa la demandó legalmente por difamación, igual que hizo con otros vecinos. En total, ocho ambientalistas tienen procesos legales en su contra. Tres de ellos, Verónica incluida, fueron detenidos y obligados a pagar una fianza de 8 mil pesos para salir de la cárcel.
Los habitantes de Achichica, Guadalupe Buenavista, Quechulac, Guadalupe Victoria, San Luis Atexpac, Portes Gil, San Pedro el Águila, Techachalco, Achichica, Iztoten, La Gloria y Xaltepec, comunidades enclavadas alrededor de las ciudades de puercos de Granjas Carroll, viven desde hace 14 años con miedo a la contaminación. Respiran día y noche una peste infernal. Las tolvaneras arrastran la fetidez a muchos kilómetros a la redonda. Ellos creen que sus enfermedades respiratorias se deben a la empresa.
La epidemia de la influenza existe. No es una maquinación para enriquecer a Donald Rumsfeld, estimulado las ventas de Tamiflu o un complot para quitarnos libertades democráticas, por más que las ganancias de las compañías farmacéuticas se hayan incrementado y que el gobierno haya respondido a la crisis de manera autoritaria y mentirosa.
La enfermedad es un hecho real, surgido, según apuntan diversos estudios científicos, del modelo de producción industrial de puercos como el puesto en práctica por Smithfield, al que se le suma la crisis de nuestro sistema sanitario y de investigación científica creada por la devastación neoliberal, y la erosión de nuestros sistemas inmunológicos propiciada por el hacinamiento humano y nuestros modelos de consumo. Mejor entenderlo así, antes de que sea tarde.
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