Thursday, May 14, 2009



¿“Titanic” hacia el fondo?

Economía de Estados Unidos


FAUSTINO COBARRUBIA GÓMEZ*

Apenas concluida la luna de miel de 100 días que se le otorga a todo nuevo presidente norteamericano, el actual inquilino de la Casa Blanca poco o nada ha podido hacer para detener el embate de la brutal crisis que ha colocado en una situación desesperada a millones de estadounidenses y, que cada vez, suman más.

No es noticia que la contracción actual de la economía de Estados Unidos ya acumula 17 meses y clasifica como la peor desde la Gran Depresión de los años treinta, cuando el PIB se hundió 25% y la crisis alcanzó la mayor intensidad y crudeza en la historia del capitalismo. En los seis meses comprendidos entre octubre del 2008 y marzo del 2009, se ha destruido más del 12% del PIB de la primera economía del planeta y no se percibe, todavía, la luz al final del túnel.

Un termómetro de la gran incertidumbre reinante sobre la capacidad real de la economía es el derrumbe de la Bolsa de Valores.

Ante la desaparición de la ganancia y el recorte de la demanda solvente, las empresas no se sienten estimuladas a producir y prefieren atesorar o congelar el capital en forma de dinero, en una actitud de espera. En el primer trimestre del 2009, la producción industrial cayó 20% y, hasta marzo, el sector manufacturero norteamericano registraba 14 meses consecutivos de contracción.

"En abril del 2009, se experimentó la décimosexta pérdida mensual de empleos consecutiva. La tasa de desempleo oficial ha escalado hasta el nivel de 8,9% —la más alta en 26 años— y, en la actualidad, 13,7 millones de norteamericanos están desocupados. Si a ellos se les suman los más de 9 millones de trabajadores que trabajan a tiempo parcial (part-time) porque no tienen opción y los más de 2 millones de personas que ya no buscan trabajo (que las encuestas muestran bajo el rótulo de "desalentados" como si fuera un problema de actitud), el índice alcanza casi el 16%. Al menos uno de cada seis trabajadores en Estados Unidos es, hoy, víctima del desempleo o el subempleo".

Miles de ciudadanos estadounidenses que han perdido sus casas debido a la crisis inmobiliaria ahora viven en carpas.

Un termómetro de la gran incertidumbre reinante sobre la capacidad real de la economía es el derrumbe de la Bolsa de Valores. El jueves 20 de enero, Wall Street registró la peor caída de la historia en el día de la asunción de un presidente y en conjunto —enero y febrero— se constituyeron en los dos primeros meses más tristes en la historia de los índices accionarios en EE.UU., con una caída superior a la de 1933.

Es verdad, lamentablemente Obama tiene razón, existe un "desastre en curso para las familias estadounidenses". La segunda Depresión parece estar en casa.

Algunos analistas consideran que la actual administración norteamericana ya se muestra tan incompetente como la de Bush en sus peores días. En fecha tan temprana como el 2 de febrero del actual año, en un artículo publicado en el Financial Times, el respetado analista ultraconservador Martin Wolf se preguntaba incluso si la presidencia de Obama ya había fracasado: "¿Ya fracasó la presidencia de Barack Obama? En tiempos normales, esto sería una pregunta ridícula. Pero estos no son tiempos normales. Son momentos de gran peligro¼ Hoy, controla los acontecimientos; mañana, los acontecimientos tendrán el control. Hacer demasiado poco es ahora mucho más riesgoso que hacer demasiado. Si no actúa de forma decisiva, el presidente se arriesga a ser sobrepasado, como su predecesor. Los costos, para EE.UU. y el mundo, que podría significar otra presidencia fallida no resisten siquiera ser contemplados".

UN DRAMA INCONCLUSO

El problema consiste en que, como el Titanic, la economía de los Estados Unidos está condenada a hundirse todavía más por el enorme "iceberg" de deudas que ha dejado la irracional ola especulativa y consumista, y se reclaman acciones decisivas para evitar un temido descalabro social. Sin embargo, la visión económica de Obama parece nublada por los fuertes compromisos con Wall Street, el tiempo se agota y el mandatario corre el riesgo de perder su credibilidad y su capital político para impulsar los cambios necesarios. Así pues, una pregunta clave sobre la actual situación de la economía norteamericana es: ¿cuándo y cómo se tocará fondo?

En este sentido, hay que insistir en que sería un acto de ingenuidad esperar una recuperación fácil y rápida porque se trata, entre otras cosas, de la bancarrota del sistema bancario no solo norteamericano sino, prácticamente global.

La mayoría de los grandes bancos del mundo son esencialmente insolventes —sus activos valen, de acuerdo con presunciones plausibles, menos que sus pasivos. El FMI plantea que las pérdidas potenciales conjuntas de las entidades financieras de Estados Unidos, Europa y Japón provocadas por el derrumbe del valor de sus activos, sumarán 4,1 millones de millones de dólares entre el 2007 y el 2010. Solo en EE.UU., las pérdidas se calculan en torno a los 2,7 millones de millones de dólares, es decir, 500 000 millones de dólares más que lo estimado previamente.

El gurú de la actual crisis financiera, Nouriel Roubini, estima en 3,6 millones de millones de dólares las pérdidas para los préstamos y valores emitidos por instituciones estadounidenses, muy lejos de su capital de partida de 1,4 millones de millones de dólares.

Esto significa que el sistema financiero norteamericano está moribundo, inundado de bancos "zombie", es decir instituciones que siguen operando, pero en realidad ya quebraron o en el mejor de los casos, tienen suficiente capital para mantenerse de pie, pero no hacen nada de lo que supuestamente un banco debería hacer, es decir, prestar a las empresas y a los hogares.

En su edición del pasado 6 de mayo, el diario The Wall Street Journal reveló que diez de las 19 instituciones más grandes estadounidenses requieren capital adicional para capear el temporal recesivo. En la lista figuran tres de los cuatro mayores bancos del país como Citigroup, Bank of America y Wells Fargo.

La nacionalización parece ser el mejor destino posible de muchos bancos norteamericanos dentro de seis a 12 meses.

Hasta ahora, en el corazón de la crisis bancaria ha estado el colapso de la burbuja inmobiliaria. La caída de los precios de las casas en alrededor de un 60% ha llevado al desalojo de sus hogares de millones de norteamericanos —que no han podido hacer frente al pago de sus hipotecas que reflejan un valor especulativo original mucho mayor—, a la vez que ha aniquilado los balances de instituciones financieras con activos hipotecarios.

Está previsto que hasta el 2010, del total de 51 millones de familias estadounidenses con una residencia, más de 8,5 millones tendrán problemas para hacer frente al pago de sus hipotecas y unos 5,2 millones perderán sus hogares.

Pero, el problema va más allá de las casas. La imposibilidad de cobrar los créditos concedidos para la gestión de activos inmobiliarios como complejos de oficinas, hoteles, centros comerciales y otros establecimientos —derivado de la quiebra de las empresas que los ocupan—, podría provocar el cierre de hasta 1 000 entidades financieras en los próximos tres a cinco años. Este pudiera convertirse en el próximo agujero negro sectorial.

En total, las pérdidas pendientes de registrar del sector inmobiliario norteamericano se calculan en 1,6 millones de millones de dólares, que equivalen al 18% del total del mercado inmobiliario estadounidense.

Otra amenaza para el sector financiero proviene de la morosidad de las tarjetas de crédito, que dejó pérdidas de 18 600 millones de dólares en los bancos norteamericanos en el primer trimestre del 2009 y podrían ascender hasta 96 000 millones de dólares para todo el año.

La deuda total de las familias en ese país, por concepto de tarjetas de crédito, alcanza el millón de millones de dólares y sumados a los 10,5 millones de millones de dólares de créditos hipotecarios, evidencian que los estadounidenses están más endeudados que nunca.

En contraste con estas realidades, el plan de rescate financiero de Obama recicla la propuesta "Dinero a cambio de basura" del gobierno de Bush y reitera que el verdadero problema es que el mercado está devaluando todos los activos tóxicos de los bancos, por lo que es necesario que los contribuyentes entren y lo compren a un "precio justo".

Es un plan a la medida de los intereses de Wall Street, al dar por sentado que los bancos están básicamente saneados y que los banqueros saben lo que hacen. No es necesaria la nacionalización de los bancos como tampoco los especuladores merecen ser castigados.

Todo descansa en la ilusión de que la economía va a mejorar y los valores de los activos problemáticos o incobrables de los bancos pronto alcanzarán niveles "justos". Se ignora que cuando los ejecutivos financieros apostaron literalmente sus bancos existía una burbuja de la vivienda que infló artificialmente todo, incluido los activos tóxicos, que pueden estar algo infravalorados pero que no valen tanto como cuando el apogeo de la fiesta especulativa. Los ejecutivos, sencillamente, perdieron la apuesta.

La desconexión del ejecutivo con la realidad de la economía norteamericana implica un gran riesgo, como alerta Roubini: "Entonces, la estrategia actual —Plan A— podría no funcionar y el Plan B (o mejor dicho el Plan N de nacionalización) termine siendo el camino a seguir más adelante este año. Malgastar otros seis a 12 meses para hacer lo correcto podría ser un error pero las restricciones políticas de la nueva administración —y la pequeña probabilidad restante de que la presente estrategia funcione gracias a algún milagro o la suerte— sugieren que debería agotarse el Plan A antes de avanzar hacia el Plan N". Concluye que derrochar otros seis a 12 meses puede significar el riesgo de una depresión más larga y profunda.

Lo más preocupante, como apunta Immanuel Wallerstein en su artículo de la Jornada del 23 de marzo, es que empiezan a aparecer discusiones serias acerca de las posibilidades de una guerra civil en Estados Unidos. "Zbigniew Brzezinski, apóstol de la ideología anticomunista y asesor en Seguridad Nacional del presidente Carter, apareció en un programa de televisión matutino de entrevistas, el 17 de febrero, donde le pidieron que discutiera algo que había mencionado previamente: la posibilidad de un conflicto de clase en Estados Unidos como secuela del colapso económico mundial".

"Brzezinski dijo que el asunto le preocupaba por la perspectiva de que millones y millones de desempleados enfrentaran serias dificultades, gente que se ha vuelto consciente de que la extraordinaria riqueza transferida a unos cuantos individuos no tiene precedente en Estados Unidos". "Si no hacen algo sobre una base voluntaria, continuó Brzezinski, va a ocurrir un conflicto creciente entre las clases y si la gente está desempleada y realmente sufriendo, ¡puede incluso haber motines!"

EL AGUJERO NEGRO DE LA ECONOMÍA NORTEAMERICANA

Todo esto sucede como ya se mencionó, cuando la riqueza de las familias norteamericanas se ha ido como el agua entre los dedos: la caída en los precios de las casas y de las acciones ha destruido más de 12 millones de millones de dólares, una cantidad superior al 75% del PIB. La experiencia previa sugiere que una caída de este tipo recortará el gasto de los consumidores en aproximadamente 500 000 millones de dólares por año hasta que se restablezca la riqueza. Y el consumo es el motor de la economía estadounidense, con más del 70% del PIB del país.

Esta vez, el panorama consumista se presenta peor y la economía norteamericana enfrentará un déficit de demanda solvente superior a los casi 800 000 millones de dólares de reducciones impositivas y mayor gasto gubernamental que contempla el más reciente paquete de estímulo lanzado por el ejecutivo estadounidense.

Los estadounidenses, inundados en deudas, tienen que lidiar con la pérdida de sus empleos, la caída del valor de las casas y el congelamiento del crédito. Es decir, se tienen que acostumbrar a algo que hace mucho tiempo no hacen: vivir solo de sus ingresos e, incluso, reducir las compras de bienes básicos. ¡Se acabó la era del dinero plástico y el crédito fácil!

Gracias a la gigantesca inyección de dinero del resto del mundo, la economía de Estados Unidos y el dólar han logrado, hasta ahora, amortiguar su inevitable caída hacia el fondo. Una muestra de la debilidad y dependencia del "gigante con pies de barro".

Los bancos centrales extranjeros, en los últimos años, han financiado más del 80% del incremento de la deuda pública estadounidense, la cual se aproxima a los 11 millones de millones de dólares o el 80% del PIB del país. De ella, la deuda pública externa ronda los 4 millones de millones de dólares.

Los fondos del extranjero no continuarán alimentando, como hasta ayer, el consumo despilfarrador de los norteamericanos y las guerras injustas del imperio, no solo porque cada vez son más conscientes del engaño de los papeles verdes (dólar) sin respaldo de crecimiento productivo, sino porque los países del mundo tienen que concentrar sus esfuerzos, energías y recursos en resolver sus propios problemas. La crisis es global y no una más. Se trata de hecho, del escenario de crisis más profundo, generalizado y duradero en la historia de muchas economías avanzadas.

En conclusión, todo tendría que caer, aún más, para que sea posible una recuperación real de la economía de Estados Unidos. Ello es necesario no solo en el orden bancario, monetario y financiero, sino sobre todo en otros ámbitos de la economía. Hay que tener presente que la deuda total de Estados Unidos (de las familias, las empresas y el gobierno) supera los 50 millones de millones de dólares, más de tres veces el PIB del país y una cifra prácticamente similar a lo que se produce, en un año, en todo el mundo.

Así, importantes corporaciones, el sector hipotecario de la vivienda y el comercial, los hogares, y el gobierno mismo, tendrán que hacer grandes sacrificios o elecciones difíciles. El inevitable proceso de hundimiento de la economía de Estados Unidos, que ya está en marcha, será más doloroso y pondrá a prueba el sistema político norteamericano. Para muchos seres humanos, que cada vez serían más, el "sueño americano" podría convertirse en terrible pesadilla. ¿Quiénes resistirán y sobrevivirán? ¿cuán lejos está el fondo? ¿cuándo y cómo saldrá a flote el "Titanic" hundido? Estas interrogantes, y quizás otras que usted como lector se puede hacer, solo puede responderlas el tiempo, y este se acaba.

*El autor es del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.


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