Una reflexión sobre los resultados electorales
Si las elecciones fueran una fotografía de la sociedad, si ayer a la misma hora de la tarde se hubieran sacado dos fotografías, una en Alemania y otra en Portugal, nos sorprendería lo parecidas que pueden llegar a ser dos realidades tan distintas y lejanas. El primer rasgo en común en ambas fotos es que aumenta la gente que no sale en la foto. Destaca la caída de la participación electoral en los comicios alemanes, que con un 72 por ciento, cinco puntos menos que hace cuatro años, es la mas baja en los 60 años de la historia de la RFA. Aumentó igualmente la abstención en Portugal (cerca del 40%): dos de cada cinco portugueses evitaron el flash electoral.
Al comparar ambos resultados, salta también a la vista que el bipartidismo a lo Estados Unidos por el que tanto han combatido los grandes partidos de toda Europa, y que tantos estragos ha causado a la izquierda europea, resulta demasiado simplista. A los retratados no les bastan ya dos colores. La socialdemocracia se parece demasiado a los partidos conservadores. De hecho, en el Parlamento Europeo votan casi siempre igual. Puede resultar paradójico el hecho de que en plena crisis la ciudadanía vote por el modelo que la ha causado. Lo que no resulta paradójico en absoluto es que los ciudadanos prefieran la versión original del modelo, y no esa otra versión más light de la socialdemocracia europea. Los ciudadanos no quieren medias tintas y se perfila un escenario político de partidos convencidos de que este sistema capitalista es válido, y otros que luchan contra él. Avanzan en ambos países con fuerza las derechas de mensajes demagógicos y populistas; avanzan también con fuerza las izquierdas. Aquellos partidos cuyo discurso no se inclina por ninguna de ambas posiciones, aquellos que quieren cabalgar el tigre del capitalismo, como la socialdemocracia alemana, no convencen a un electorado que tiene claro que hoy no se puede estar la misa del capitalismo y repicando. El SPD alemán consiguió el peor resultado de su historia; la victoria de Jose Socrates sabe a pérdida de la mayoría absoluta, y debe mucho al demérito de los conservadores. La crónica dice que Brown paseará su agonía por el congreso laborista, mientras que el PD italiano sigue desorientado buscando líder ante un Berlusconi que no disfraza su ataque a los cimientos de la democracia. No hablemos de Zapatero, al que Cayo Lara advirtió el otro día: "Si sigue así, Zapatero llevará al PP al poder, y nosotros no vamos a salvarle del suicidio".
Finalmente, hay que celebrar el crecimiento de los partidos marxistas. Die Linke, un partido creado hace tres años, logra un 12%. El Bloco de Esquerda y el Partido Comunista, sumados superan el 17% y serán claves si Socrates quiere gobernar en mayoría. Estas victorias de los partidos de izquierda han de servir de lección para el resto de partidos europeos. Luchando por objetivos claros como la protección social, peleando contra el precariado y las privatizaciones, sembrando y arando en los terrenos propios de la izquierda (los barrios y las fábricas, no los platós televisivos), unidos en la diversidad, se convence y se gana. Además, ante la incoherencia, los indecisos se apuntan siempre a los discursos más simples: los de la derecha populista.
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