Hostotipaquillo, símbolo del miedo al narco
ALBERTO OSORIO
La noche del 14 de febrero, un comando armado irrumpió en el restaurante Los Agaves, inaugurado
horas antes, y arremetió contra los asistentes. Y mientras los lugareños sospechan que fue un ajustede cuentas de Los Zetas, las autoridades omiten pronunciar ese nombre, aun cuando en la propia Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco se men-ciona que ese grupo de sicarios actúa ya en la zona serrana del municipio de Hostotipaquillo, el jefe de seguridad local, Lucio Rosales, dice que ahí “no hay ningún foco rojo en materia de seguridad”.
HOSTOTIPAQUILLO.- Inaugurado apenas el pasado 14 de febrero, el restaurante Los Agaves tuvo que cerrar sus puertas ese mismo día, luego de que un grupo armado irrumpió en el lugar y comenzó a disparar contra los comensales. En ese ataque murieron ocho personas, incluidos el propietario del negocio, Abraham González Ascensio, y su esposa. Hubo también cuatro heridos, entre ellos tres hijos del matrimonio.
Tras los hechos, las autoridades municipales determinaron clausurar el local, ubicado cerca del crucero de la carretera que conduce a la cabecera municipal de Hostotipaquillo, en el kilómetro 88 de la carretera libre Guadalajara-Tepic, mientras realizan las investigaciones para detener a los autores de la agresión.
El presidente de este municipio, el panista Hugo Moreno Miramontes, se muestra cauto y se limita a comentar que González Ascencio cumplió con todos los permisos para la construcción de su negocio. Inclusive, dice, obtuvo una licencia para operar un giro restringido, y asegura que desconoce si el ejecutado se dedicaba a actividades ilícitas.
Según el alcalde, González Ascencio habitaba en la comunidad de Magdalena, donde era conocido por ser familiar de Arturo Ascencio Ceceña, un panista que fue presidente municipal de esa localidad. Vecinos consultados por este reportero coinciden en que Arturo y Abraham eran primos.
Algunos testigos afirman que el día de San Valentín, como a las 11 de la noche, llegaron al lugar cuatro camionetas de lujo y lo rodearon. De los vehículos descendieron 14 sujetos con armas de grueso calibre e irrumpieron en el establecimiento abriendo fuego contra los comensales. Ahí quedaron los cuerpos de ocho personas, siete de las cuales murieron de inmediato; otra, Judith de la Torre García, de 56 años, falleció al día siguiente, cuando era atendida en el antiguo Hospital Civil de Guadalajara.
En Magdalena se vinculaba a González Ascencio con el narco. Quienes lo conocieron aseguran que “arrastraba fuertes deudas económicas”; algunos incluso comentan al reportero que él participó en varios secuestros de personas adineradas en la Región Valles.
La madrugada del 15 de febrero, los peritos del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) contabilizaron 400 casquillos de balas de diferentes calibres en el lugar de las ejecuciones; la mayoría eran proyectiles expansivos disparados por rifles de asalto AR-15 y AK-47 (cuernos de chivo) y pistolas 9 milímetros.
El fantasma de “Los Zetas”
Hasta el 19 de febrero, la Procuraduría General de Justicia del estado (PGJ) no había presentado ningún reporte sobre las indagatorias. Varios lugareños sostienen que el ataque pudo ser obra de sicarios de Los Zetas, quienes habrían ejecutado a González Ascencio por supuestas deudas contraídas con ellos.
Sin embargo, de manera extraoficial comenzó a manejarse la versión de que los ejecutores de esa matanza eran una célula de sicarios de Los Zetas dirigida por Rodolfo Hernández García, conocido como Comandante Doble Cero, oriundo de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
A él se le atribuyen las muertes de cinco elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco en Lagos de Moreno la noche del 10 de octubre de 2008. Así mismo, según esa versión, Hernández García estuvo detrás del ataque contra las instalaciones de esa misma dependencia el 8 de octubre. En esa ocasión se utilizaron dos granadas y la corporación reportó seis heridos.
También suele citarse a Hernández García como el principal responsable de las amenazas a jefes policiacos en la región de Los Altos y de otras autoridades municipales.
El mismo 14 de febrero, luego del ataque a Los Agaves, el gobernador Emilio González Márquez habló de la falta de coordinación de los gobiernos de Zacatecas, Nayarit y Aguascalientes para cercar a los pistoleros, pero no mencionó a Los Zetas. Tampoco lo hizo en una entrevista el día 16, pero insistió en la necesidad de reforzar el trabajo con las entidades vecinas para contener la actuación de las bandas del crimen organizado.
Para los lugareños, el multihomicidio de Los Agaves provoca confusión y temor entre las autoridades, por lo que algunos jefes policiacos declinan hablar sobre el tema.
En Hostotipaquillo, Lucio Rosales, director de Seguridad Pública, recuerda que la noche de ese 14 de febrero recibió una llamada alrededor de las 22:40 horas por una emergencia. Nunca se mencionó la balacera, dice; sólo se habló de un accidente. También niega que la zona serrana de Hostotipaquillo esté inundada de narcos. “Aquí no hay ningún foco rojo en materia de seguridad”, sostiene.
Hugo Moreno Miramontes, alcalde de este municipio, refiere el testimonio del regidor del PRD, Leoncio Márquez, propietario de una llantera ubicada junto a Los Agaves: “Él (Márquez) comentó que ese día llegaron varias camionetas con hombres armados al restaurante y abrieron fuego contra todo lo que se movía”.
Relató que algunas personas alcanzaron a huir y se habían refugiado en su casa, pero no se sabe más. Otras versiones indican que tras el ataque los agresores abordaron sus vehículos y se encaminaron a Ixtlán del Río, Nayarit. Eran dos camionetas Chevrolet, una Suburban y dos jeeps.
Un codiciado corredor
La presencia de Los Zetas en la Región Valles no convence ni a policías ni a funcionarios de la zona. Reacios a tocar este asunto, uniformados y servidores públicos comentan al reportero durante un recorrido que quizá se trata sólo de un ajuste de cuentas entre grupos de narcos que se disputan el control del movimiento de drogas en un amplio territorio que abarca los municipios de Tequila, Amatitán, Hostotipaquillo, Magdalena, Etzatlán, Amatlán de Cañas y otros de la franja fronteriza de Jalisco y Nayarit.
Los lugareños admiten que desde hace varios años la zona se convirtió en un codiciado corredor para la producción y distribución de drogas, pues se trata de una puerta de entrada y salida de estupefacientes hacia Guadalajara, el centro del país o la parte norte.
Hoy, el restaurante Los Agaves representa el símbolo del miedo en la región. Pocos quieren recordar lo que sucedió ahí hace dos semanas. Y si acceden a hablar lo hacen con frases entrecortadas, temerosos.
“Ningún hombre de bien se puede imaginar a su pequeño hijo con un balazo en el pecho”, dice un transportista, en referencia a Jacob González de la Torre, hijo de Abraham González y Sagrario de la Torre de apenas dos años y cuyo cuerpo recibió un impacto de bala en el tórax durante el ataque de ese día de San Valentín. Terminada la frase, sube a su vehículo y se aleja.
Este reportaje se publicó originalmente en el número 225 del suplemento Proceso Jalisco que empezó a circular el 1 de marzo.
horas antes, y arremetió contra los asistentes. Y mientras los lugareños sospechan que fue un ajustede cuentas de Los Zetas, las autoridades omiten pronunciar ese nombre, aun cuando en la propia Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco se men-ciona que ese grupo de sicarios actúa ya en la zona serrana del municipio de Hostotipaquillo, el jefe de seguridad local, Lucio Rosales, dice que ahí “no hay ningún foco rojo en materia de seguridad”.
HOSTOTIPAQUILLO.- Inaugurado apenas el pasado 14 de febrero, el restaurante Los Agaves tuvo que cerrar sus puertas ese mismo día, luego de que un grupo armado irrumpió en el lugar y comenzó a disparar contra los comensales. En ese ataque murieron ocho personas, incluidos el propietario del negocio, Abraham González Ascensio, y su esposa. Hubo también cuatro heridos, entre ellos tres hijos del matrimonio.
Tras los hechos, las autoridades municipales determinaron clausurar el local, ubicado cerca del crucero de la carretera que conduce a la cabecera municipal de Hostotipaquillo, en el kilómetro 88 de la carretera libre Guadalajara-Tepic, mientras realizan las investigaciones para detener a los autores de la agresión.
El presidente de este municipio, el panista Hugo Moreno Miramontes, se muestra cauto y se limita a comentar que González Ascencio cumplió con todos los permisos para la construcción de su negocio. Inclusive, dice, obtuvo una licencia para operar un giro restringido, y asegura que desconoce si el ejecutado se dedicaba a actividades ilícitas.
Según el alcalde, González Ascencio habitaba en la comunidad de Magdalena, donde era conocido por ser familiar de Arturo Ascencio Ceceña, un panista que fue presidente municipal de esa localidad. Vecinos consultados por este reportero coinciden en que Arturo y Abraham eran primos.
Algunos testigos afirman que el día de San Valentín, como a las 11 de la noche, llegaron al lugar cuatro camionetas de lujo y lo rodearon. De los vehículos descendieron 14 sujetos con armas de grueso calibre e irrumpieron en el establecimiento abriendo fuego contra los comensales. Ahí quedaron los cuerpos de ocho personas, siete de las cuales murieron de inmediato; otra, Judith de la Torre García, de 56 años, falleció al día siguiente, cuando era atendida en el antiguo Hospital Civil de Guadalajara.
En Magdalena se vinculaba a González Ascencio con el narco. Quienes lo conocieron aseguran que “arrastraba fuertes deudas económicas”; algunos incluso comentan al reportero que él participó en varios secuestros de personas adineradas en la Región Valles.
La madrugada del 15 de febrero, los peritos del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) contabilizaron 400 casquillos de balas de diferentes calibres en el lugar de las ejecuciones; la mayoría eran proyectiles expansivos disparados por rifles de asalto AR-15 y AK-47 (cuernos de chivo) y pistolas 9 milímetros.
El fantasma de “Los Zetas”
Hasta el 19 de febrero, la Procuraduría General de Justicia del estado (PGJ) no había presentado ningún reporte sobre las indagatorias. Varios lugareños sostienen que el ataque pudo ser obra de sicarios de Los Zetas, quienes habrían ejecutado a González Ascencio por supuestas deudas contraídas con ellos.
Sin embargo, de manera extraoficial comenzó a manejarse la versión de que los ejecutores de esa matanza eran una célula de sicarios de Los Zetas dirigida por Rodolfo Hernández García, conocido como Comandante Doble Cero, oriundo de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
A él se le atribuyen las muertes de cinco elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco en Lagos de Moreno la noche del 10 de octubre de 2008. Así mismo, según esa versión, Hernández García estuvo detrás del ataque contra las instalaciones de esa misma dependencia el 8 de octubre. En esa ocasión se utilizaron dos granadas y la corporación reportó seis heridos.
También suele citarse a Hernández García como el principal responsable de las amenazas a jefes policiacos en la región de Los Altos y de otras autoridades municipales.
El mismo 14 de febrero, luego del ataque a Los Agaves, el gobernador Emilio González Márquez habló de la falta de coordinación de los gobiernos de Zacatecas, Nayarit y Aguascalientes para cercar a los pistoleros, pero no mencionó a Los Zetas. Tampoco lo hizo en una entrevista el día 16, pero insistió en la necesidad de reforzar el trabajo con las entidades vecinas para contener la actuación de las bandas del crimen organizado.
Para los lugareños, el multihomicidio de Los Agaves provoca confusión y temor entre las autoridades, por lo que algunos jefes policiacos declinan hablar sobre el tema.
En Hostotipaquillo, Lucio Rosales, director de Seguridad Pública, recuerda que la noche de ese 14 de febrero recibió una llamada alrededor de las 22:40 horas por una emergencia. Nunca se mencionó la balacera, dice; sólo se habló de un accidente. También niega que la zona serrana de Hostotipaquillo esté inundada de narcos. “Aquí no hay ningún foco rojo en materia de seguridad”, sostiene.
Hugo Moreno Miramontes, alcalde de este municipio, refiere el testimonio del regidor del PRD, Leoncio Márquez, propietario de una llantera ubicada junto a Los Agaves: “Él (Márquez) comentó que ese día llegaron varias camionetas con hombres armados al restaurante y abrieron fuego contra todo lo que se movía”.
Relató que algunas personas alcanzaron a huir y se habían refugiado en su casa, pero no se sabe más. Otras versiones indican que tras el ataque los agresores abordaron sus vehículos y se encaminaron a Ixtlán del Río, Nayarit. Eran dos camionetas Chevrolet, una Suburban y dos jeeps.
Un codiciado corredor
La presencia de Los Zetas en la Región Valles no convence ni a policías ni a funcionarios de la zona. Reacios a tocar este asunto, uniformados y servidores públicos comentan al reportero durante un recorrido que quizá se trata sólo de un ajuste de cuentas entre grupos de narcos que se disputan el control del movimiento de drogas en un amplio territorio que abarca los municipios de Tequila, Amatitán, Hostotipaquillo, Magdalena, Etzatlán, Amatlán de Cañas y otros de la franja fronteriza de Jalisco y Nayarit.
Los lugareños admiten que desde hace varios años la zona se convirtió en un codiciado corredor para la producción y distribución de drogas, pues se trata de una puerta de entrada y salida de estupefacientes hacia Guadalajara, el centro del país o la parte norte.
Hoy, el restaurante Los Agaves representa el símbolo del miedo en la región. Pocos quieren recordar lo que sucedió ahí hace dos semanas. Y si acceden a hablar lo hacen con frases entrecortadas, temerosos.
“Ningún hombre de bien se puede imaginar a su pequeño hijo con un balazo en el pecho”, dice un transportista, en referencia a Jacob González de la Torre, hijo de Abraham González y Sagrario de la Torre de apenas dos años y cuyo cuerpo recibió un impacto de bala en el tórax durante el ataque de ese día de San Valentín. Terminada la frase, sube a su vehículo y se aleja.
Este reportaje se publicó originalmente en el número 225 del suplemento Proceso Jalisco que empezó a circular el 1 de marzo.
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