Guillermo Ortiz ayer y hoy
Affaire Citigroup-Banamex
Quién sabe por qué, pero cada que un banco sacude al país, a sus leyes, al gobierno y/o a las autoridades financieras (no se menciona a los mexicanos, puesto que además de pagar los platos rotos del capital financiero, permanentemente son sacudidos por los bancos), viene a la memoria la comparecencia, ante diputados, de un secretario de Hacienda (enero de 1995), que antes fue pieza fundamental en la reprivatización del sector financiero mexicano y, después, gobernador del Banco de México.
Son tan ilustrativas las palabras de Guillermo Ortiz, el funcionario descrito, que ante la coyuntura
financiera que vive el país (como en las esferas del poder califican a la crisis permanente que, con altibajos, vive el país desde hace más de tres décadas), que ganan las ganas de volver a leerlas, en especial cuando se recuerda el más reciente brete (Banamex) en el que ese capital financiero ha metido al gobierno mexicano. Leamos, pues, lo expuesto por este personaje el 23 de enero 1995:
“Yo quisiera mencionar muy enfáticamente, que en estas iniciativas (de ley para reformar el sistema financiero) no se está proponiendo, desde luego, entregar el sistema de pagos o la banca nacional a los extranjeros. Hoy en día la participación del conjunto de la banca extranjera en el mercado financiero nacional es de alrededor del 8 por ciento, con las autorizaciones que se les dieron recientemente a los bancos extranjeros para operar en nuestro país.
“En otros países de América Latina –como Chile, Argentina, Brasil–, en Canadá y en muchos de los países europeos, la participación de la banca extranjera en el mercado crediticio total es muy superior, es del orden del 20 al 30 por ciento. Nosotros pensamos que aún con esta facilidad que se le estaría dando a la banca extranjera para participar en la capitalización de los bancos mexicanos, estaríamos muy lejos de llegar a los porcentajes de participación y de penetración que hay en otros países; repito, creo que es fundamental y es, digamos, en el interés nacional de tener un sistema bancario sólido.
“¿Cómo evitar que el sistema financiero (mexicano) quede en manos de extranjeros? Creo que ésta es una pregunta importante y yo la respondería de dos maneras. La primera es que habría un compromiso específico (del gobierno) de que el sistema de pagos desde luego quede en manos de mexicanos. ¿Qué es el sistema de pagos? Un sistema de pagos es el conjunto, abarca el conjunto de transacciones más importantes que pasan por el sistema financiero del país. En el caso de México, pues obviamente son los bancos más grandes (Banamex y Bancomer) los que realizan la mayor parte de los pagos y de las compensaciones por las transacciones financieras, comerciales, productivas del país. Desde luego el sistema de pagos, éste es un compromiso, quedaría en manos de mexicanos.
“En segundo lugar lo que se pretende con esta iniciativa es que los extranjeros vengan a apoyar sobre todo a algunas instituciones pequeñas que están teniendo problemas y que justamente por esos problemas de capitalización no pueden atender a sus clientes, no pueden atender a la pequeña y mediana empresas y no pueden atender a los usuarios del crédito, tanto en la parte hipotecaria, como de tarjetas, como los bancos más grandes pueden atenderlos. Se trata de evitar que pudiera darse el caso que el sistema de pagos, que está constituido por los bancos más importantes del país, pudiera caer en manos de extranjeros… No se puede dar el caso de que indirectamente los extranjeros pudieran controlar un banco mexicano”.
Eso dijo Ortiz en nombre del gobierno mexicano y de ese tamaño el compromiso: 14 años después, 90 por ciento de la banca que opera en el país pertenece al capital financiero trasnacional; el sistema de pagos es controlado por capital extranjero y, por primera vez desde aquel discurso de 1995, un gobierno extranjero, el de Estados Unidos, es el accionista mayoritario de uno de los dos mayores bancos del país, Banamex.
Sirva lo anterior para poner en contexto no sólo la solidez de nuestros funcionarios, sino el más reciente brete en el que la banca extranjera, que ya domina 90 por ciento del sistema financiero que opera en el país, ha metido al gobierno (siempre afanoso en la defensa de los intereses del capital trasnacional, y para violar la ley en pos de ese objetivo). Sirva, pues, para contextualizar el caso Banamex (ahora conocido como Obamamex), cuyo dueño mayoritario, a estas alturas, no es otro que el gobierno de Estados Unidos, o lo que es lo mismo una acción que viola la ley mexicana.
Ahora salen con que no hay tal violación, porque el Tratado de Libre Comercio del América del Norte permite
lo que la ley prohíbe. Esa es la salida
que quieren encontrarle, pero hay que recordar que el TLCAN estipulaba que ningún banco extranjero podría tener una posición mayoritaria en ningún banco mexicano, ni una participación en el mercado superior al 1.5 por ciento. Violaron su propia norma.
El problema se agudiza cuando se sabe que aparte de un banco, Banamex, Citigroup también es propietario de cuando menos una Afore, una arrendadora, una casa de bolsa y un fondo de inversión. Y tuvo la telefónica Avantel, de la que obtuvo su buena rebanada de ganancias, hasta que en 2006 Citigroup vendió su participación a Axtel por la módica suma de 245 millones de dólares. Además de una sonora mentada de madre de parte de su exprimida clientela, ¿qué se ha llevado Citigroup, por medio de Banamex en los últimos ocho años?: entre otras cosas, alrededor de 90 mil millones de pesos en utilidades netas, los apoyos públicos del rescate
bancario, los jugosos pagarés del Fobaproa, suculentas devoluciones
de impuestos y, ahora, un gobierno entre las patas.
Sin duda, el más reciente affaire de Citigroup-Banamex puede ser una oportunidad para que este banco regrese a manos mexicanas (si el gobierno recuerda cuál es su obligación), pero si esas manos son las mismas o parecidas a las que se quedaron con esta institución a raíz de la reprivatización salinista (Roberto Hernández y pandilla), nada se habrá ganado.
Las rebanadas del pastel
Mi profundo agradecimiento a los integrantes de la Asamblea dominical de la Resistencia Creativa, no sólo por la invitación de ayer en el Hemiciclo a Juárez, sino por su generosidad y gran ambiente. Un beso a las Adelitas, tan entronas y apapachadoras.
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