Tuesday, June 30, 2009






En los años veinte del siglo pasado, John Maynard Keynes (1883-1946) ya era un destacado economista, catedrático en Cambridge, autor de una obra sobre probabilidades y de varios ensayos polémicos sobre temas de interés público. Durante años enseñó la ideología de “la mano invisible”, dominante durante siglo y medio en Gran Bretaña, mientras en Francia la misma había sido adoptada por los fisiócratas con la consigna “Laisser faire, laisser passer”, doctrina dogmatizada más tarde por Juan Bautista Say.

Su maestro había sido Alfred Marshall, un liberal más bien ecléctico, el economista más influyente de su época. Ricardo, Stuart Mill y toda la cátedra posterior hasta Marshall acogieron la tautológica “ley” de Say de que toda producción creaba su propia demanda. En el sistema económico nunca podía existir ni sobreproducción ni insuficiencia de poder de compra y si alguna vez esto ocurría, el libre mercado resolvía ese desajuste por sus propios mecanismos. Keynes se mostró cada vez más disconforme con este axioma que contrariaba la realidad, caracterizada por continuas crisis de sobreproducción, desempleo masivo y prolongado, desequilibrios del comercio exterior y trastornos monetarios. Su participación en asuntos públicos entrenó su agudo sentido de observación que, combinado con una gran capacidad de análisis lógico-matemático, le permitió anticipar el curso de los acontecimientos. Rompió con la tradición y polemizó constantemente con su representante Alfred Pigou. Formuló fundada críticas a Ricardo y JB Say y se enfrentó con los precursores europeos del neoliberalismo -los austríacos von Mises y von Hayek- y el británico Lionel Robbins, de la Escuela de Londres.

Essays in Persuasion, (Norton Library, USA 1963) -una recopilación de artículos y ensayos publicados entre los años 1919 y 1931-, muestran la manera de pensar de su autor en diferentes ámbitos de la economía, la política y la filosofía. Escribió sobre problemas acuciantes de su época como la inflación, el patrón oro, la deflación, el proteccionismo y la política económica de los gobiernos británicos. El tiempo demostró que él tuvo la razón en dos temas cruciales. La cuestión de las reparaciones que los vencedores de la Guerra de 1914-18) exigían a Alemania, sobre las cuales Keynes se mostró contrario, advirtiendo sus efectos contraproducentes para Europa; y su vigorosa campaña por el abandono del patrón-oro. En este debate arremetió contra Winston Churchill, Ministro del Tesoro en 1925. Argumentó que su política de revaluar la libra esterlina iba a significar, tarde o temprano, reducir los salarios en proporción a la revaluación. Y que si se pretendía reducir los salarios nominales fomentando una deflación interna, esto sólo se lograría intensificando deliberadamente el desempleo.

En sus escritos de 1929 a 1931, luego del estallido de la mayor crisis económica del capitalismo en el siglo XX, Keynes fue forjando las bases de su modelo teórico. Al apoyar el programa electoral del candidato liberal Lloyd George en 1929 (A Program of Expansion, págs 118-134) se manifestó a favor de aumentar el gasto público para combatir el desempleo que durante los últimos ocho años se mantenía en más de un décimo de la fuerza de trabajo del país, “un hecho sin precedentes en nuestra historia”. Apuntó a las disparidades entre ahorros e inversiones, un tema central de su teoría general sobre las inestabilidades de la producción, el empleo y los precios, bajo el capitalismo. Refutó un axioma ortodoxo, según el cual la expansión del crédito y del gasto eran siempre inflacionistas.

En su artículo “The Great Slump of 1930”(pág 135) adelantó que el desplome de Wall Street se convertiría en “una de las más grandes catástrofes económicas de la historia moderna” haciendo notar que una cuarta parte de los trabajadores británicos habían quedados cesantes. Llamó a encarar la crisis mundial por medio de la cooperación internacional y la coordinación de las grandes potencias, lo cual fue desestimado. En los siguientes textos, (págs 148-178) Keynes abogó por aumentar el gasto y la inversión pública para reactivar el uso de la capacidad productiva. Se mostró implacable con los asesores del gabinete que porfiadamente seguían sosteniendo que la economía saldría por sí sola de la depresión, sin la acción gubernamental, más aún, si la recesión era mundial y nada podía hacerse internamente. Señaló el grave error de propiciar la deflación como forma de estabilizar la economía. Preocupado de reducir gastos para eliminar el déficit presupuestario, el gobierno conservador proponía, por ejemplo, reducir el sueldo de los profesores, lo que a Keynes le parecía absurdo económicamente en tiempos de recesión y además injusto, pues, a las altas rentas sólo se les aplicaba un recorte insignificante. Igualmente rechazaba que se propiciara el ahorro público (que ya era excesivo) y se redujera la inversión en obras públicas, (que eran insuficientes) sosteniendo que con tales criterios se agravaría el desempleo y la actividad productiva se hundiría más, con perjuicio para todos. (págs 163-265)

En Essays in Persuasion, se incluyen cuatro textos bajo el título genérico de Politics. El primero de ellos es A short view of Rusia. (1925) Es una reflexión original y matizada, en la que el autor se hace muchas preguntas y expresa sus dudas sobre el futuro del comunismo, como movimiento social y político, al cual trata como si fuera una nueva religión laica que podría convertirse en una gran fuerza moral universal, gracias a la fe de sus adherentes y al hecho que combatía fallas muy sensibles del capitalismo como es “el amor por el dinero”. En todo caso dejó en claro su total rechazo al régimen soviético, su oposición a la revolución y a la dictadura del proletariado y su adhesión irrestricta a las libertades burguesas. En otro texto ¿Am I a Liberal?(1925) llega a decir que el proletariado no es su clase y que en la lucha de clases, él siempre estará al lado de la “burguesía educada”. Se definió contrario al “socialismo de estado” por considerarlo económicamente ineficiente, basado en “un libro obsoleto”, el cual nada podría aportar a la solución de los problemas inmediatos de Gran Bretaña. Pero si él fuera ruso, admitió, contribuiría a darle una oportunidad a la Rusia soviética y no a la Rusia zarista, “Pues, debajo de la crueldad y estupidez de la Nueva Rusia, puede estar escondido un grano de lo ideal.”(pág 311)

En política interna se definió como cercano al Partido Liberal, por ser todavía el mejor instrumento del futuro progreso. Se declara muy ajeno al Partido Conservador y rechaza al Partido Laborista por ser un partido de “una clase que no es la mía” donde los buenos intelectuales estarían siempre presionados por la extrema izquierda, (jacobinos, bolcheviques, etc). Pero el viejo liberalismo, el individualismo y el estricto laisser faire eran cosa del siglo XIX que ya no correspondían a las condiciones del siglo XX.

Los problemas contemporáneos, reflexionaba Keynes en 1925, eran la paz, el desarme y el arbitraje en los conflictos internacionales; la reforma del sistema de gobierno para desarrollar y descentralizar sus funciones, mediante el establecimiento de corporaciones semi-independientes (al estilo de las universidades, los ferrocarriles, el Banco de Inglaterra) a las que se les trasmitirían funciones administrativas viejas y nuevas, siempre bajo la soberanía última del Parlamento; el derecho a sufragio y la posición económica de las mujeres, el control de la natalidad y el uso de contraconceptivos, el divorcio y otros temas de género; los problemas del alcoholismo y las drogas. El programa que Keynes le ofrece al Partido Liberal incluye la transición hacia otro sistema económico desde la “anarquía económica” hacia uno que persiga deliberadamente el control y la dirección de las fuerzas económicas en interés de la justicia social y la estabilidad social. Debemos, continuaba, inventar nuevas políticas y nuevos instrumentos para adaptar y controlar el libre juego de las fuerzas económicas. (págs 323-338)

En el ensayo The End of Lassez-Faire condenó los que denominó sus principios “metafísicos” los que volvían a refundarse cada cierto tiempo: una supuesta “libertad natural” de los individuos en las actividades económicas; la existencia de “derechos perpetuos para los que tienen”; la suposición de que los intereses privados y los sociales siempre coinciden, y que el interés propio siempre opera en el mismo sentido que el interés público. (pág 312)

LA TEORIA GENERAL

El pensamiento de Keynes culminó en su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, publicada por primera vez en 1936. (Fondo de Cultura Económica, Colombia, 1992) A lo largo de ella mantuvo permanentemente la polémica con lo que él denominó, “la economía clásica”, pero que en realidad era la escuela neoclásica. De estas nunca cuestionó gran parte de sus postulados en la microeconomía. Centró su investigación en lo que hoy se denomina la macroeconomía y que supeditada a la ideología burguesa, tiene un marcado acento apologético respecto del capitalismo. Se le atribuye a Keynes ser el fundador de esta disciplina, aunque, desde luego, Smith y Ricardo, Marx y otros ya se habían ocupado del tema.

Hasta los años 30 del siglo XX los economistas ortodoxos simplemente consideraban la desocupación como fenómeno accidental o voluntario y lo ignoraban como fenómeno masivo, involuntario y característico del capitalismo, siendo esto último lo que Marx había demostrado como tendencia inherente en el primer volumen de El Capital. Keynes reintrodujo el concepto de demanda efectiva y su insuficiencia, como un factor crucial en las fluctuaciones del producto y del ingreso nacional, con repercusiones directas en el desempleo. El concepto había sido ya utilizado por numerosos autores que el mismo Keynes reconoce. En Marx, era pieza central de las crisis cíclicas, derivadas de la tendencia histórica del capitalismo hacia la polarización entre pobreza y riqueza, aunque más centrada en la sobreproducción que en la insuficiencia de la demanda. Pero Keynes -que nunca estudió seriamente a Marx-, no le reconoció más méritos que a los ignorados Silvio Gesell y el mayor Douglas.

En El Capital, Marx no alcanzó a incorporar sistemáticamente a su cuerpo teórico algunos temas que se proponía tratar (el estado, las clases, las relaciones internacionales) y otros que la historia puso en el tapete decenios después de su muerte. Así por ejemplo, el papel y la intervención gubernamental en el funcionamiento de la economía, la difusión y efectos de las leyes sociales, las regulaciones en amplios campos de la economía privada, los nexos de sometimiento entre los países industrializados y los subdesarrollados, el rol del capital financiero, los oligopolios en los mercados, etc. La obra de Keynes preocupado de la política económica contra las depresiones y el desempleo de corto plazo, hizo aportes valiosos pero insuficientes. Sus fieles discípulos Joan Robinson y Laurence Klein reconocieron que, por la misma época, Michael Kalecki, eminente economista polaco, había emprendido independientemente sus estudios sobre los mismos temas, habiendo alcanzado conclusiones similares. Partiendo de los esquemas matemáticos de la reproducción de El Capital, Kalecki introdujo en sus propios modelos teóricos, antes que Keynes, elementos que éste había dejado de lado o minimizado, como son el grado de monopolio de la economía nacional, la distribución de los ingresos, la relación salarios-ganancias; más tarde, Kalecki estudió la interdependencia entre las variables en términos más dinámicos y el ciclo político, el rol de los partidos y las elecciones en las opciones de política económica.

Los desequilibrios macroeconómicos entre el ahorro y la inversión, las relaciones del ahorro con el ingreso y el consumo, la tasa de interés y las expectativas de ganancia fueron, sin duda, un importante aporte a la comprensión de las fluctuaciones de corto plazo de la producción, el ingreso nacional y el empleo. En todas estas materias Keynes refutó teorías que hasta hoy repiten los seguidores del neoliberalismo. Así por ejemplo la falsa teoría de que el empleo global es una variable dependiente del nivel salarial, en circunstancias que la relación de dependencia es a la inversa, o sea que son los niveles de salario los que dependen del grado de ocupación de la fuerza de trabajo. Error, a partir del cual, los ortodoxos propician reducir los salarios por todos los medios, asegurando que los capitalistas contratarán más obreros y reducirán el desempleo, cosa que jamás se ha comprobado.

LA TEORIA APLICADA

Al momento de su muerte, la obra de Keynes había alcanzado favorable recepción en los medios académicos, políticos y en la opinión pública de muchos países capitalistas. En ellos pesaba también los éxitos de la economía soviética planificada, que mostraban crecimiento económico, industrialización, sin desocupación ni crisis cíclica, lo que contrastaba con la desconcertante depresión de Occidente. En los EE.UU, su Teoría General fue recibida con entusiasmo entre los economistas más jóvenes, que la llegaron a calificar como una revolución. Fue vista como un respaldo al reformismo socialdemócrata, aceptada por los republicanos moderados y por los funcionarios de los gobiernos de Roosevelt, aunque sus conclusiones de política antidepresiva y antidesempleo no fueron aplicadas sistemáticamente ni por tanto pudieron ser testeadas en los años treinta. Pero, el enorme gasto público ampliado posteriormente para sostener el esfuerzo de guerra, sumado a la experiencia alemana de la absorción del desempleo mediante el gasto armamentista, confirmaron la capacidad y la necesidad de la intervención del estado para sustituir o limitar el mercado. La Employment Act de 1946 consagró el concepto de que la ocupación plena era una obligación esencial que el estado debía asumir. En Gran Bretaña y en Europa Occidental el keynesianismo fue adoptado por casi todos los gobiernos de la postguerra, de acuerdo con las variantes propias de cada economía y de la visión política dominante. En Francia, Holanda y algunos otros países la intervención estatal se llevó más lejos mediante la ampliación del sector de empresas públicas y adoptando modalidades de planificación indicativa.

LOS ECOS KEYNESIANOS EN AMERICA LATINA

En América Latina, La Teoría General fue estudiada con sumo interés por una nueva generación de graduados que provenían de las escuelas especializadas, las que empezaban a enseñar las modernas disciplinas macroeconómicas, entre ellas, matemáticas superiores, estadística, econometría. Se iniciaron los estudios estadísticos de la Renta Nacional, el Consumo, el Ahorro y la Inversión. La irrupción keynesiana en el continente remeció los fundamentos de la ideología dominante en las universidades, incapaz de explicar sus causas ni de formular sus soluciones. Las consecuencias de la Gran Depresión fueron muy agudas en varios de nuestros países, entre ellos Chile que cayó en la bancarrota y la paralización de la producción, con altísimo desempleo. En el México de los años treinta, la revolución de 1910 que reconoció derechos a los campesinos y obreros y afianzó la independencia nacional, el gobierno del general Lázaro Cárdenas fundó el Fondo de Cultura Económica. Esta importante editorial de propiedad estatal permitió a los intelectuales del continente el acceso al texto central de Keynes, (1943) a las publicaciones de sus discípulos y contradictores, a la primera edición solvente y completa de El Capital, a dar a conocer a los economistas neomarxistas y a las nuevas investigaciones de economistas, historiadores y sociólogos progresistas. Por entonces los científicos sociales latinoamericanos que publicaban eran escasos. Entre ellos destacó el argentino Raúl Prebisch quien escribió una Introducción a Keynes (1947) y encabezó desde 1949 la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas. (Cepal) Junto a un grupo de investigadores inspirados en concepciones keynesianas, marxistas y heterodoxas, con quienes elaboró una teoría del desarrollo económico de América Latina que tuvo amplias repercusiones teóricas y prácticas.

En The Great Slump of 1930, Keynes había advertido que los países de producción primaria serían los que más sufrirían. Los precios de sus productos mineros y agrícolas caían por debajo de sus costos, causándoles grandes pérdidas, alto desempleo, padecimientos sociales, y endeudamiento impagable, todo un “suelo fértil para la agitación, sediciones y la revolución”. (págs. 136,137,139) Así ocurrió en efecto. La baja de los precios de las materias primas redujo sus ingresos de exportación y entradas fiscales a tal punto que la capacidad para importar quedó tan dañada que el retroceso significó más de una década. Hubo golpes de estado, rebeliones, nuevos gobiernos democrático-populares. La salida de la crisis fue lenta y penosa. La sustitución de importaciones por producción interna, el inicio de la industrialización, el nuevo papel económico del estado, antes que opciones teóricas, fueron decisiones de vida o muerte. En México, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, y más tarde en otros, se crearon empresas estatales, instituciones financieras de promoción de nuevas industrias, se nacionalizaron monopolios de compañías extranjeras, se dictaron las primeras leyes sociales para sostener los consumos básicos de sectores empobrecidos. Durante tres decenios las crisis engendradas en los países ricos fueron contrarrestadas con cierto éxito, mediante políticas anticíclicas de inspiración keynesiana que amortiguaron los efectos de las recesiones.

LA REVANCHA DE LOS NEOLIBERALES

Friedrich von Hayek, (1900-1992) desde sus posturas ultraliberales, sostuvo una obsesiva lucha contra Keynes, contra cualquier reforma que limitara al capitalismo, y con mayor razón contra el socialismo y el marxismo. Fundó la Sociedad Mont Pellerin, (1947) junto a un puñado de intelectuales, grupo que no publicaba sus debates y resoluciones, pero que contó con el apoyo de círculos derechistas y empresariales de EE.UU y Europa. Después de la muerte de Roosevelt y con el auge del macartismo se acrecentó esta ofensiva contra los intelectuales críticos. La Escuela de Economía de la Universidad de Chicago lideró a los neoliberales. Con el apoyo financiero del gobierno de Truman se dieron a la tarea de formar nuevos economistas en Chile (Convenio Chicago- U. Católica de Chile) adversarios de los postulados keynesianos, neomarxistas y de otros críticos del capitalismo.

Su oportunidad llegó en los años setenta. Las conmociones petroleras y la crisis económica en EE.UU crearon una situación inédita, - la aparición simultánea de desempleo con inflación, lo que desconcertó a los keynesianos. Entretanto, Milton Friedman, temprano integrante de Mont Pellerin había emprendido la revisión de las teorías y políticas aceptadas para enfrentar la gran depresión, centrándose en el manejo de la política monetaria. Si esta hubiera sido la adecuada y no la seguida erróneamente, la gran recesión de los treinta se habría evitado. Habría sido innecesario ampliar el gasto público, lo cual era negativo porque era siempre inflacionista y porque la intervención gubernamental en el mercado era contraproducente. Pero, el monetarismo rígido de los friedmanianos pronto fue dejado de lado, incluso por sus partidarios. No obstante, el ataque ya se había generalizado, se habían abierto otros frentes, como la teoría de la contraposición entre desempleo e inflación, la de las expectativas racionales, la teoría de los shocks de oferta, las políticas gubernamentales intervencionistas.

Se dijo que la Teoría General de Keynes, no era general sino sólo un caso especial, dadas las muchas causas que pueden llevar a la recesión y al desempleo. La verdad es que Keynes, desde una visión no marxista, descubrió los mecanismos básicos de las recesiones que se repiten en los ciclos económicos a lo largo del tiempo. Otra cosa son los factores desencadenantes e inmediatos de cada recesión, que varían de una a la otra, por circunstancias históricas, geográficas e institucionales. De este debate hay que resaltar que Friedman y toda la ortodoxia llegó a reconocer al fin que el capitalismo de libre mercado en realidad no aseguraba el pleno empleo, sino que exigía necesariamente una “tasa natural no-inflacionista” de desocupación. De allí derivó una ofensiva contra los obreros y los sindicatos, acusados de inflexibilidad por defender sus conquistas sociales, con lo cual se impedía que el mercado resolviera la crisis. El desempleo inherente al capitalismo de libre mercado, es lo que Marx y Keynes con argumentos distintos habían sostenido, mientras los ortodoxos liberales lo habían negado hasta entonces.

OTRAS CONTRIBUCIONES KEYNESIANAS

Una moneda internacional

En la Conferencia de Bretton Woods,(1946) Keynes, en nombre del gobierno británico presentó un plan destinado a evitar la retroalimentación mundial de las futuras depresiones. Su idea básica, desde los años treinta, era que se requería una cooperación internacional, para lo cual se crearía un órgano internacional de compensaciones monetarias, The International Clearing Union. Este organismo emitiría una moneda internacional, el bancor, vinculado a las más fuertes divisas nacionales. Los países con excedentes en sus balanzas de pagos financiarían a los deficitarios, eso evitaría la guerra de las devaluaciones y el proteccionismo para corregir los déficits de divisas. Se evitaría la inflación y la deflación y los países se comprometían a sostener balanzas de pagos equilibradas. El incumplimiento obligaría a pagar intereses. EE.UU. que era lejos el mayor acreedor del mundo se negó a emplear su superávit con tales objetivos. Propuso, en cambio, el Plan White que dio origen al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, cuyas orientaciones han sido restrictivas y exigentes con los países deudores y más débiles. El dólar con respaldo nominal del oro reemplazó al bancor. Sin embargo, 60 años después, EE.UU. se ha convertido en el mayor deudor mundial y el dólar ha perdido valor y la confianza internacional. La propuesta de una nueva moneda internacional, a partir de los Derechos Internacionales de Giro (DEG) o de una canasta de monedas internacionales ha vuelto a surgir, con el apoyo de los gobiernos de China, Rusia, Brasil, India y otros países y también de muchos economistas prestigiosos.

La especulación en los mercados financieros

En el capítulo 12 de la “Teoría General de la Ocupación” Keynes analiza cómo se forman las expectativas a largo plazo de las inversiones y su relación con las decisiones que adoptan los agentes financieros, particularmente quienes se dedican a los negocios bursátiles. Su conclusión es que las fluctuaciones cíclicas de las ventas, la producción y la ocupación llegan a ser agudas y catastróficas debido al aumento proporcional de la inversión en títulos y valores que se transan libremente en los mercados financieros, en comparación con la inversión global del capital de la comunidad. Se anticipó a lo que hoy se reconoce como la hiper expansión de los mercados financieros, en comparación con el crecimiento de la producción real. Y junto a esto el predominio de la búsqueda de la ganancia inmediata o a corto plazo, en lugar de la ganancia a largo plazo. Keynes advierte: “Entre las máximas de las finanza ortodoxa, ninguna es, seguramente, más antisocial que el fetiche de la liquidez, la doctrina según la cual es una virtud positiva de las instituciones de inversión, concentrar sus recursos en la posesión de valores líquidos. Olvida que las inversiones no pueden ser líquidas para la comunidad como un todo” .(pág. 142)

Keynes distingue entre especulación y espíritu de empresa, según se trate de ganancia de corto plazo o de largo plazo. Anota que la especulación es predominante en los mercados financieros más grandes y desarrollados, como Wall Street, y esto lleva a que el negocio bursátil se transforme “en subproducto de las actividades propias de un casino”, con lo cual las burbujas especulativas pueden hacer mucho daño. Se pronuncia a favor de un impuesto fuerte sobre todas las operaciones de compraventa para mitigar el predominio de la especulación. El polémico proyecto de la Tasa Tobin tiene su origen en esta propuesta de Keynes.

La socialización de las inversiones

En sus notas finales sobre la filosofía a la que podría conducir La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, su autor plantea algunas ideas audaces que en aquellos tiempos tuvieron escasa aplicación. Parte señalando que los principales inconvenientes de la sociedad en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos. Considera que los impuestos directos a los ingresos y a la herencia, sumados a una limitación de los ingresos provenientes de los intereses sobre el capital permitirían reducir las desigualdades.

Keynes fue un decidido crítico del capitalista rentista que no aportaba nada útil a la producción y defendió las medidas destinada a controlar y mantener en un bajo nivel la tasa de interés. Justificó la condenación histórica de la usura, no sólo por razones morales que las consideraba válidas para la política económica. Sostuvo que en largo plazo, la tasa de interés debería tender a la baja a medida que el capital crecía. La política debería asegurar que así fuera, aunque esto provocara “la eutanasia del rentista” uno de los conceptos característicos de su pensamiento. En uno de sus ensayos anteriores – Economic Possibilities for our Grandchildren (1930) -se planteó una idea que ha vuelto a difundirse y es “el crecimiento cero, a casi” , no como una desgracia social, sino como el fin de una carrera sin sentido por la acumulación de bienes físicos, a favor del ocio creador como objetivo de la humanidad. En cambio otra de sus propuestas “la socialización de las inversiones”, inaceptable para el capitalismo de libre mercado, llegó en algún momento a ser aceptable en cierto grado. De acuerdo con su Teoría General, el estado debe asegurar que el flujo de inversiones reales (no financieras) de una economía tenga la envergadura y la estabilidad suficiente para afianzar el volumen de ocupación plena de los trabajadores.

En los países industrializados en ciertos períodos esto se logró ya sea en momentos de tensión bélica con recursos del estado o durante el período de reconstrucción en los países destruidos por la guerra. En América Latina también en varios países se logró con inversiones públicas y privadas asociadas o no, pero donde el aporte estatal al monto de las nuevas inversiones alcanzaba al 50% o más del total invertido cada año. Keynes no era partidario de ir más lejos. Reiteró una vez más su rechazo al socialismo de estado “que abarque la mayor parte de la vida económica” y defendió la iniciativa privada. Pero, aún así para los partidarios de una transición gradual pero real hacia una economía socialista, la socialización de las inversiones, como instrumento de orientación, y control social del desarrollo sustentable y equitativo es una idea de fecundas perspectivas.



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