El Estado, "socio" del narco
JOSé GIL OLMOS
Después de una década de aislamiento penitenciario, los exguerrilleros del ERPI Jacobo Silva y Gloria Arenas expresan su visión de la realidad nacional a mediados del sexenio de Felipe Calderón: encuentran que las condiciones sociales que los motivaron a alzarse en armas todavía prevalecen, pero agravadas. Por eso, aseguran, el Estado mexicano ya está aplicando una estrategia represiva y se alía con el narco para contener el inminente estallido social.
Al salir de la prisión después de diez años, lo primero que sorprende a Jacobo Silva y Gloria Arenas, exdirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), es la militarización del país y el poder creciente del narcotráfico.
Luego viene una cascada de preocupaciones: el desempleo, la violencia, la inseguridad y la criminalización de la protesta social. Finalmente, ven que el país está a un paso del precipicio, en los albores del estallido social.
Jacobo, conocido como el comandante Antonio cuando era integrante de Ejército Popular Revolucionario (EPR) y luego dirigente del ERPI, fue detenido el 19 de octubre de 1999 en un operativo militar encubierto. Tiene una cicatriz entre las cejas, producto de la tortura. La huella de los golpes se le acentúa, endureciendo su gesto cada vez que habla de un tema delicado:
"Percibo un país en el que se han agudizado las condiciones que a nosotros nos hicieron incorporarnos a la lucha armada. Veo que esta militarización es en extremo preocupante porque se ve como algo cotidiano e incluso, para algunos sectores, como algo necesario.
"Eso es alarmante, porque va conduciendo poco a poco a que no haya preocupación por el aumento de la represión, a que (las personas) se acostumbren a los asesinatos, detenciones y desapariciones, que ahora les llaman levantones. Antes era muy poco lo que había, y ahora es cotidiano".
A su vez, Gloria, conocida antes como la coronela Aurora, tiene una expresión más sonriente que Jacobo, su pareja. Pero cuando se le pregunta cómo aprecia la situación del país se pone seria y advierte: "Parece que tenemos una paciencia infinita y que siempre vamos a aguantar más el desempleo y la inseguridad, pero en lo profundo veo un hartazgo a punto de estallar".
Al salir de la prisión después de diez años, lo primero que sorprende a Jacobo Silva y Gloria Arenas, exdirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), es la militarización del país y el poder creciente del narcotráfico.
Luego viene una cascada de preocupaciones: el desempleo, la violencia, la inseguridad y la criminalización de la protesta social. Finalmente, ven que el país está a un paso del precipicio, en los albores del estallido social.
Jacobo, conocido como el comandante Antonio cuando era integrante de Ejército Popular Revolucionario (EPR) y luego dirigente del ERPI, fue detenido el 19 de octubre de 1999 en un operativo militar encubierto. Tiene una cicatriz entre las cejas, producto de la tortura. La huella de los golpes se le acentúa, endureciendo su gesto cada vez que habla de un tema delicado:
"Percibo un país en el que se han agudizado las condiciones que a nosotros nos hicieron incorporarnos a la lucha armada. Veo que esta militarización es en extremo preocupante porque se ve como algo cotidiano e incluso, para algunos sectores, como algo necesario.
"Eso es alarmante, porque va conduciendo poco a poco a que no haya preocupación por el aumento de la represión, a que (las personas) se acostumbren a los asesinatos, detenciones y desapariciones, que ahora les llaman levantones. Antes era muy poco lo que había, y ahora es cotidiano".
A su vez, Gloria, conocida antes como la coronela Aurora, tiene una expresión más sonriente que Jacobo, su pareja. Pero cuando se le pregunta cómo aprecia la situación del país se pone seria y advierte: "Parece que tenemos una paciencia infinita y que siempre vamos a aguantar más el desempleo y la inseguridad, pero en lo profundo veo un hartazgo a punto de estallar".
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