Thursday, June 19, 2008



Posted by Tomás Mojarro on Junio 2nd, 2008

La carestía de la vida que nos obsequia ese al que 15 millones ayudaron a treparse en Los Pinos, y por culpa del cual muchos de tantas partes van a tener que buscar una sobrevivencia que será cada vez más dificultosa De no lograr irse a Texas, alguno tratará recalar en esta ciudad. A ese yo le prevengo:

Harto difíciles son las condiciones en que malvivimos en esta ciudad, sin espacio vital ni seguridad pública, carencias que repercuten en ira, temor, ansiedad, angustia, neurosis, paranoia “Los habitantes de las ciudades densamente pobladas, afirma la psiquiatra Elsa Ruvisnkis, son por lo general irrespetuosos, agresivos, que se molestan por cualquier cosa Son, en suma, neuróticos e irritables”. Lóbrego. Por eso, y por desalentar a los paisas de la provincia que, sometidos a los agobios de una sobrevivencia ya imposible, piensen en esta ciudad como en su tabla de salvación, va para ellos el catálogo de achaques que el capitalino pobre, pobre capitalino, carga sobre sus lomos. Paisanos de Guerrero, de Oaxaca, de mi Zacatecas que siguen pensando en esta ciudad a modo de solución: desechen de inmediato la idea

Porque ah, si pudiesen mirar las miradas de la empleadíta de Rezagos Varios de la burocracia nacional, que desde el microbús estira el pescuezo por la ventanilla porque el tránsito, porque el micro, porque el mundo se arrastra a vuelta de rueda, en tanto el perverso reloj checador se desplaza con velocidad de vértigo, y estamos apenas a medio camino, y nos quedan 12 colonias por atravesar, y enfrente sólo se mira aquellas que a la distancia parece..

Se mira enfrente un retardo más en la entrada de la oficina, y un nuevo retardo significa el desempleo, y el desempleo significa recurrir al burladero de las cuatro esquinas, a ofrecer a tsurus y caprices estas caprices tarugaditas de plástico que nadie quiere comprar. Si vieran ustedes, paisas de por allá, las tensas miradas del vendedor de las cuatro esquinas que a cielo abierto y a pura garganta, a media calle y toreando Jettas, se enfrenta a las jetas malhumoradas del gordo y le apronta los aguacates sin semilla y el paquete de chicles, las toallas higiénicas y esas tiznaderitas de artesanía popular de Taiwán con las que el 50 por ciento de mexicanos sobrevive vendiéndolas a la otra mitad de paisanos. Ojos tensos, ojos ávidos, que van desalados detrás del cliente potencial de una mendicidad disfrazada de limpiador de parabrisas…

Si ustedes, paisanos, pudiesen mirar ese mirar de quienes, faltos de un empleo fijo, miran el amanecer recargados en las rejas de catedral, la caja de herramientas al pie (fontanero, yesero, albañil, electricista, milusos, todólogo), a la espera del trabajo eventual que permita llevar el mantenimiento de la amantísima y los chamacos que aguardan allá, arrejolados en la casucha de la ciudad perdida allá, en las orillas, en las sobras de la ciudad. Paisanos:

Si pudiesen observar esos ojos, los del automovilista que intenta rebasar la luz preventiva y cuidarse de la patrulla azul, cueva de ladrones con torreta y sellomáticas. Si vieran al que va detrás del volante estirar el cogote tratando de descubrir, cuadras adelante, la causa del embotellamiento en que se fueron a atascar, y el huequito a la orilla del pavimento donde deshacerse del volks y porque se tiene prisa, seguir a pie, o se frustra la cita, o se va el avión, o se derrumba el negocio que significa la sobrevivencia como clasemediero del automovilista de marras. (O lo peor de lo peón por culpa de la me-ga-marcha no avanza esta madre, y yo ya no puedo con esta vejiga estallante, válgame..)

Ah, los ojos de aquellos que desde hace dos horas y cuarto siguen en la fila frente a la ventanilla de Rezagos Varios, en la mano el original con las ocho copias y en la mente la sospecha de que les van a solicitar ese comprobante, ese certificado que cómo se nos ocurrió dejar en casa Si vieran la mirada de quienes se retiran de ahí padeciendo en la viva carne la tarascada del aumento en el recibo de pago, que esta vez salió inflado con tantos ceros. Y quejarse con quién, y con quién desquitar el coraje entripado. Formarse, qué más, en la cola del Montepío. Paisanos de la provincia..

Vinieran a ver -mejor no vengan- los ojos del ama de casa mientras hace cola frente al hidrante que, anciano de próstata enferma, ya puras gotitas. Antes de treparse al autobús pregunten por los ojillos de esos muchachejos que, por cerrarlos a una realidad asesina, se dan respiración de boca a boca con la boca de la bolsa del cemento o del thinner, y entonces sí: a flotar, a lo sonámbulo, fuera del mundo que así los masacra Paisanos de aquellos lares: si antes de acomodar todo su mundo en una caja de cartón pudiesen ver mis pupilas mientras les redacto este mensaje (En fin.)

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