Aclaremos algo desde el principio. Por supuesto que existen agregados macro de la economía mexicana: oferta y demanda agregadas, desempleo, ahorro e inversión, etcétera. Pero la pregunta aquí es si existe una forma de pensar la macroeconomía mexicana que coloque a estos agregados en relaciones funcionales que tengan sentido y permitan aplicar una política macroeficaz.
No es una exageración afirmar que en los últimos 250 años los economistas han estado elaborando modelos teóricos sobre las fuerzas del mercado y la mítica posición de equilibrio. Esos modelos no se refieren a una economía en especial. Son abstractos y los supuestos que los sustentan son tan extraños que en muchos casos se puede afirmar que no existen en el mundo real.
Aquí se impone una advertencia. Todos los modelos tienen que abstraerse de la realidad y son, por esa razón, simplificadores. Pero una cosa es una abstracción rigurosa y otra es ignorar aspectos esenciales del objeto de análisis. Por ejemplo, si yo no tengo sector de bienes de capital en mi economía (México), no debería utilizar un modelo macroeconómico en el que el sector bienes de capital es importante.
Mucho esfuerzo y talento fue vertido en la elaboración de estos modelos abstractos. De todos modos no consiguieron demostrar lo que pretendían. De eso ya hemos hablado antes. Lo que queremos destacar aquí es que, en contraste con estos modelos abstractos, la teoría macroeconómica siempre ha estado referida a un grupo de economías en particular. Por ejemplo, la reflexión de Keynes estuvo centrada en las economías europeas y estadunidense. Es natural, pues los efectos del desempleo como un problema crónico del capitalismo, provocado por la deficiencia de la demanda agregada, estaban a la vista en la década de los años 30.
No es que la reflexión teórica hubiera estado ausente en la obra de Keynes. Después de todo, hay en su obra un intento por desentrañar las leyes profundas que rigen el funcionamiento de cualquier economía capitalista, en especial, por qué las fuerzas del mercado son incapaces de restablecer la demanda agregada. Pero el referente siempre fue una economía capitalista en una época determinada.
Los modelos existentes de teoría macroeconómica se refieren a economías altamente industrializadas. Desde los modelos IS-LM que sirvieron para recuperar a Keynes, hasta los modelos de la síntesis neoclásica. Desde el esquema analítico basado en la curva de Phillips hasta la crítica monetarista y de expectativas racionales (Lucas y Sargent), pasando por el absurdo modelo Mundell-Fleming para economías abiertas, todos esos modelos se refieren esencialmente a economías capitalistas maduras, altamente industrializadas.
Hoy ha quedado claro que la recuperación de Keynes en los años 50 y 60 le amputó todo lo que tenía de subversivo. Por eso Keynes fue relegado al rincón de las teorías irrelevantes. Los seguidores se confundieron y tragaron el anzuelo: se dedicaron a ver qué pasaba cuando había rigideces en el mercado laboral y surgía el desempleo. Un resultado típicamente clásico fue presentado como derivado de un modelo supuestamente keynesiano en el colmo del travestismo académico. Algunos se refugiaron en la curva de Phillips y todos sus avíos. Y cuando llegó la estanflación de los años 70, las críticas monetarista y de expectativas racionales condujeron a pronunciar el obituario de John Maynard Keynes. Su corolario: en política macroeconómica, la pasividad es lo indicado.
Independientemente de estos debates, para nosotros lo importante es que en México la política macroeconómica siempre descansó en los modelos concebidos para economías capitalistas altamente industrializadas. Eso es lo que fueron a aprender a Estados Unidos los tecnócratas mexicanos durante los últimos 30 años. Por eso, en México el debate sobre si Keynes tenía o no razón quedó resuelto cuando los monetaristas (y los absurdos modelos de expectativas racionales) ganaron la batalla en Estados Unidos. Aquí no se dio el debate. Los nuevos modelos macro a ser aplicados ya estaban disponibles en las universidades estadunidenses. No importaba que estuvieran basados en la creencia de que la teoría de equilibrio general había demostrado la estabilidad de los mercados. No importaba si el mercado laboral en México estuviera desarticulado, si el sector bienes de capital era inexistente, si las estructuras sectoriales se encontraban dislocadas, etcétera. La formación teórica profunda no se les dio a los tecnócratas mexicanos de los últimos 30 años.
Consecuencia: hoy el pensamiento macroeconómico en México tiene muy poco que aportar y nada que responder a las preguntas sobre crecimiento y desempleo en nuestro país.
Hoy los modelos en el Banco de México y en la Secretaría de Hacienda siguen los cánones de la macroeconomía clásica. En esos modelos no cabe la crisis y lo mejor es no hacer nada. El resultado es la destrucción de lo que queda del aparato productivo, millones en desempleo y la profundización de la miseria. De un modelo consistente y realista depende la posibilidad de diseñar y aplicar una estrategia de desarrollo para el futuro.
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