Tuesday, December 08, 2009


Carismáticos: de Juanito a la limpieza social

Fuente de grandes debates en la izquierda mundial fueron las teorías sobre la organización: ideas sobre partidos de combate, partidos históricos, movimientos de masas, sindicatos, estructuras, cuadros para el cambio en la correlación de fuerzas.

En ese entorno, la izquierda mexicana en lucha contra el aparato corporativo del Estado y su partido, al no poder acceder a la dirección formal de organizaciones oficiales de carácter social, construyó corrientes internas, muchas clandestinas para preservarlas de la represión o la cooptación. Eso dio lugar a pequeños y grandes movimientos que luego se fueron coordinando bajo la unidad de acción con visión de largo plazo. De ese proceso se formaron sindicatos en las universidades, en pequeñas y medianas industrias, corrientes en los grandes sindicatos charros, movimientos populares y campesinos. Cada cuadro, cada militante, de una pequeña o gran organización política sabía que era parte de un esfuerzo colectivo, ligado por la solidaridad, y que la lucha concreta dependía del nivel de organización general para enfrentar la represión gubernamental y sus estructuras de control social y político.

No sólo en México, sino en el mundo entero, el determinismo económico del neoliberalismo y la globalización dieron lugar al surgimiento desde el poder de personajes mediocres, pero carismáticos. El uso de recursos maniqueos como la invención de enemigos, el manejo del bien y el mal, el uso de símbolos religiosos, no solamente hizo su aparición desde las derechas, sino también desde las izquierdas, destacando aquellos radicales y polarizantes que no organizaban nada.

El concepto y esencia de los liderazgos carismáticos están ligados al papel mediático adoptado por la política, gracias a los avances tecnológicos, que ha hecho reivindicar lo individual sobre lo colectivo. Los liderazgos carismáticos polarizan y tienen seguidores en favor y en contra. Los poderes mediáticos pueden usar a unos y otros, reportar y hasta agrandar su presencia, pues la base que apoya o discrepa del líder carismático no construye o destruye al líder, sólo le otorga legitimidad al aparato mediático, pues esa masa individualizada en pro y contra espera una solución de arriba abajo o una extinción por odio, más en papel religioso que político.

Abandonada toda idea política de la lucha organizada para el cambio de la correlación de fuerzas, sin convicción ni proyecto democrático, lo que dice representar a la izquierda aceptó como suyo el clientelismo que garantiza una masa para llenar plazas y avalar el discurso de los líderes carismáticos. De ahí surgió Juanito, en cuya figura se distingue la pertenencia por el uso de una camiseta o una gorra que certifica ser propiedad de un líder carismático en una relación de tipo feudal más que moderna.

Así, quienes hoy hacen política de manera carismática convocan una y otra vez en tono amenazante a la organización y la movilización. El discurso organizativo está ligado al objetivo del momento, y se hace y se deshace continuamente, pues una tarea de los liderazgos mediáticos, es que no surjan organizaciones y liderazgos permanentes que les cuestionen o disputen la tribuna y las decisiones. Por ello el organizativismo carismático es la mejor vacuna contra cualquier intento profundo de organizar bajo reglas permanentes y colectivas.

A diferencia de cuando las organizaciones construían a sus dirigentes, hoy los medios construyen a los que deben dirigirnos. Por eso los liderazgos mediáticos están profundamente relacionados con la estridencia y el escándalo; la construcción de conflictos que, basados en problemas reales, los líderes carismáticos los toman como su propiedad, luego los vulgarizan y terminan reducidos y desprestigiados. Gracias a los carismáticos, la oligarquía radicaliza, pero desorganiza.

Bajo esas reglas al líder carismático se le etiqueta en importancia por la gente que trae, por el rating que genera y el resultado en las encuestas. Está prohibida la promoción de procesos de organización permanentes.

La formación de corrientes desapareció como arma en el campo del adversario bajo la bandera de democratizar e independizar organizaciones sociales. Ahora son formas de hacer clientelas teniendo que ver con una idea feudal de poseer ciudadanos en propiedad. Cualquier crítica a este esquema es obra del resentimiento, y lo que no sirve y es impresentable o es Juanito o es sujeto de limpieza social, ambos resultado del esquema clientelar y carismático. Es una demostración de la vigencia y usos de los aparatos clientelares para apropiarse y distribuir los fondos públicos que se obtienen del actual sistema de partidos y que hacen la estructura de derechas, centros e izquierdas: nuestra democracia.

En el fondo, Juanito y la limpieza social son dos caras de la misma moneda hechas por el clientelismo y los líderes carismáticos, que en nombre del bien refundaron el fascismo en México.

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