¿Golpe de Estado + elecciones = democracia?
En Honduras el golpe de Estado provocó una reacción nunca antes vista pese a que esa nación ha vivido otras etapas dictatoriales, lo que es consecuencia de la apertura provocada durante el gobierno de Zelaya. Para entender mejor la compleja red de intereses que se encuentra detrás de la reaparición del golpismo en la región, hay que acceder a los documentos disponibles sobre las estrategias e instalaciones militares estadounidenses en el mundo.
A más de cinco meses del golpe de Estado en Honduras nos encontramos con que a fin de cuentas nada grave sucedió.
Hubo elecciones presidenciales y borrón y cuenta nueva; al menos eso es lo que se pretende en un marco muy similar en el que a partir del golpe de Estado en Brasil en 1965 la doctrina de la seguridad nacional de Estados Unidos llenó a la región de dictaduras militares.
En función de esa misma doctrina fue derrocado y sacado por la fuerza de su casa y del país el presidente constitucional Manuel Zelaya, contra quien pesa el grave cargo de haberle dado un grado de participación al pueblo hondureño en los asuntos del país, los que por razones obvias le competen.
Las elecciones que se realizaron fueron convocadas por Zelaya, lo que no impide que los golpistas, de adentro y de afuera de ese país, se sigan tratando de justificar con el argumento de que el mandatario se quería quedar en el gobierno.
La diferencia con lo ocurrido a partir de 1965 hasta comienzos de los años 90, estriba solamente en que las elecciones serán en un plazo menor.
Y los motivos del cambio son evidentes, en tantos años de lucha contra regímenes dictatoriales los pueblos sur y centroamericanos lograron recomponer el tejido social y organizarse, lo que también permitió que los partidos políticos, casi en su totalidad proscritos, recuperaran presencia.
Esto condujo a movimientos de protesta que evidenciaron el fracaso de los gobiernos militares, los que se vieron obligados a negociar salidas democráticas.
No fue fácil, porque Estados Unidos estaba detrás de todo, los golpes y las negociaciones.
Los vacíos que aún se observan en algunas constituciones son producto de eso y la necesidad de reformas constitucionales existe en todos los países de la región, también existían y persisten en Honduras.
Más allá de esto, la evolución política y social de las aún imperfectas democracias latinoamericanas dio origen a gobiernos progresistas en la mayoría de los países de América Central y del Sur, a los que se han unido países del Caribe y estas decisiones soberanas afectan lo que Estados Unidos considera sus intereses estratégicos, que son infinitos.
En Honduras el golpe de Estado provocó una reacción nunca antes vista pese a que esa nación ha vivido otras etapas dictatoriales, lo que es consecuencia de la apertura provocada durante el gobierno de Zelaya. La movilización social produjo situaciones sobre las que no se ha hablado.
Cuando los militares ocuparon la hacienda del presidente Zelaya pensando que por estar cerca de la frontera él podría intentar regresar por ese paso, los habitantes del poblado los hicieron salir de ahí.
Cuando la represión arreció en los barrios populares, las Maras salieron en defensa de aquéllos a los que talvez antes asaltaban y hubo sectores a los cuales la policía no pudo ingresar.
''La elección va a ocurrir'', dijo un anónimo funcionario estadounidense. Sí, ocurrirá porque Washington no quiere dar tiempo a que se organice ese nuevo poder que ha surgido en Honduras.
El novel subsecretario de Estado para América Latina, Arturo Valenzuela, dijo en su debut en el Consejo Permanente de la OEA que ''las elecciones no son un invento de un gobierno de facto en busca de una salida o como una forma de blanquear un golpe de Estado''.
Agregó que se trata de una ''elección consonante con el mandato constitucional de renovar los mandatos presidencial y del Congreso''. El mismo mandato que existía el 28 de junio y que no fue respetado.
Estados Unidos se jugará para que estas elecciones sean reconocidas y sólo cejará en su empeño si la abstención es muy alta, como se advertía en la prensa hondureña que podría suceder. Esa prensa, con una o dos excepciones respalda al régimen de facto.
El otro motivo estará en la reacción de la comunidad internacional, misma que al igual que la OEA no enviará observadores a esta elección porque, como lo dijo el presidente del gobierno español, ''no es aceptable''.
Los que sí concurrirán son los representantes del neofranquista Partido Popular (el de Aznar), los que junto a Washington y Panamá reconocen estos comicios; mientras Colombia y Perú tienen la misma posición pero prefieren esperar el desarrollo de los acontecimientos para no quemarse antes de tiempo.
El libro blanco
Para entender mejor la compleja red de intereses que se encuentra detrás de la reaparición del golpismo en la región, hay que acceder a los documentos disponibles sobre las estrategias e instalaciones militares estadounidenses en el mundo.
Uno de esos documentos fue señalado por el presidente venezolano Hugo Chávez en uno de sus discursos y curiosamente no se registraron mayores comentarios, pese a que lo exhibió como prueba de los planes desestabilizadores del país del norte.
Una portavoz del departamento de Defensa de Estados Unidos dijo que se trataba de un documento académico.
El sitio Argenpress, argentino y uno de los más prestigiados de Internet, publicó un análisis del Libro Blanco firmado por Andrés Sallari, quien señala que más allá de lo que declaren los voceros gubernamentales del norte, el documento ''responde a la estrategia militar de Estados Unidos en todo el mundo'' y divide las localidades o bases en tres niveles, siendo el primero el de mayor desarrollo y el tercero el de menor.
Al entrar a lo que es la infraestructura actual, Sallari cita estas líneas de la sección de antecedentes: ''Tanto en los teatros del Pacífico como de Europa, la infraestructura que se obtuvo al final de los armisticios representa la espina dorsal de nuestra infraestructura de apoyo casi 70 años después''.
Al respecto apunta que si se reconoce la importancia que tuvo la Segunda Guerra Mundial en el desarrollo del sistema ofensivo estadunidense, eso indica la conveniencia que para ese país tiene ''generar nuevos escenarios de guerra en los que puedan establecerse nuevas bases una vez que el conflicto particular hubiera finalizado''.
En el Libro Blanco aparecen también las bases que son más útiles para alcanzar objetivos en África; por ejemplo, como las españolas o las inglesas y en el punto 11 se lee: ''Si observamos la ruta del gran círculo puramente desde la costa de Bagdad, Djiboutí o Ghana, se comenzará a ver la génesis de la estrategia de tres rutas de distribución principales que proponemos para abastecer los aviones de combate norte, centro y sur''.
Eso muestra, dice Sallari, ''lo conveniente que fue derrocar a Saddam Hussein'', lo que se une a lo publicado hace ya dos años por el diario inglés The Independent respecto a la instalación de 50 bases estadounidenses en Iraq.
Las dependencias militares que aparecen en el Libro Blanco y que Sallari señala como ''superestructuras militares'' son: ''1. Comando de Movilidad Aérea (AMC). 2. Ejército Estadounidense en Europa (Usaeur). 3. Comando de Transporte de Estados Unidos (Ustranscom). 4. Comando Europeo de Estados Unidos (Useucom). 5. Comité de Dirección de Infraestructura de Tránsito Europeo (Eerisc). 6. Comité Directivo de Infraestructura de Tránsito del Pacífico (Peerisc). 7. Comando Estadounidense en África (Usafricom). 8. Comando Estadounidense del Pacífico (Uspacom). 9. Escuadrón Expedicionario de Movilidad Aérea (Eams). 10. Comando Central de los Estados Unidos (Uscentcom). 11. Comando Sur (Ussouthcom). 12. Fuerza Aérea Estadounidense en Europa (Usafe)''.
Y en estas superestructuras se encuentran las antiguas y nuevas bases de Estados Unidos en América Latina y el Caribe; una de las cuales es la de Soto Cano en Honduras, a la que se le han asignado nuevas misiones, para lo que se ha contratado a la empresa de comunicaciones Harris Corporation, cuya magnitud se aprecia en los cinco mil millones de dólares anuales que factura.
(*) La autora es una reconocida periodistas chilena radicada en México.
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