Thursday, December 10, 2009


Oaxaca

Un viaje al corazón del México Profundo I/ IV
Periódico La Jornada
Lunes 7 de diciembre de 2009, p. 9

En marzo de este año concluí mi recorrido por los 2 mil 38 municipios de régimen de partido del país, con ese motivo elaboré un texto llamado El país desde abajo: Apuntes de mi gira por México. El 20 de noviembre terminé de visitar los 418 municipios indígenas, de usos y costumbres, del estado de Oaxaca; y ahora hago este relato para compartir mis reflexiones y, al mismo tiempo, rendir homenaje al gran antropólogo social Guillermo Bonfil Batalla, defensor del México profundo y creador de ese concepto.

Desde finales de julio viajé por las ocho regiones de Oaxaca: la Mixteca, la Cañada, el Papaloapan, la Sierra Norte, la Sierra Sur, la Costa, el Istmo y los Valles Centrales. Durante este tiempo sólo estuve en la ciudad de México los lunes porque, de martes a domingo, iba a Oaxaca. Por lo general tomaba como base una ciudad o pueblo grande, situado estratégicamente, y de allí me desplazaba a diario para llevar a cabo asambleas informativas en municipios cercanos. Salía muy temprano en la mañana, celebrábamos en promedio seis reuniones y regresaba por la noche. En total, recorrí 25 mil kilómetros, la mayor parte de terracería.

Aunque hubo algunos incidentes –casi todos provocados por órdenes de Ulises Ruiz Ortiz a través de sus delegados de gobierno regionales, una especie de jefes políticos del Porfiriato–, en todos lados nos recibieron con bandas de música y nos trataron con respeto y afecto. Me dieron la confianza al entregarme bastones de mando, de investirme con camisas de tatamandón, me pusieron coronas y collares de flores y, como es propio de esta gente buena y generosa, me regalaron tortillas, totopos, panes, quesos, miel, chiles, frutas, café, chocolate, mezcal, sombreros, huaraches, petates, jorongos, paños, vestidos bordados, tapetes, cerámicas, pinturas, alebrijes y esculturas.

Podría contar muchas cosas extraordinarias que apunté en mi diario acerca de cada uno de los pueblos, pero sólo me ajustaré a tratar en cuatro capítulos esta gran experiencia: la cultura, la pobreza, el mal gobierno y las posibilidades de un cambio democrático verdadero con una propuesta de desarrollo y bienestar.

La Cultura

Contrario a la mala costumbre de hablar de la cultura siempre al final, en este caso, definitivamente no es posible. Si la realidad nacional no se entiende a cabalidad sin tomar en cuenta la idiosincrasia de los pueblos, menos podría comprenderse lo que sucede en Oaxaca sin partir de su gran riqueza cultural.

El de Oaxaca es uno de los pueblos más cultos del mundo. En esta porción del territorio nacional se conservan valores, costumbres, tradiciones comunitarias, lenguas y organización social, heredadas de la gran civilización mesoamericana.

La pregunta obligada es por qué en Oaxaca, más que en otras partes del país, se ha podido preservar tan viva la cultura originaria. Aunque la respuesta amerita un amplio estudio antropológico y, desde luego, ese no es mi propósito, sí puedo plantear algunas hipótesis sobre los factores que hicieron posible esta continuidad a través de los siglos. Debe considerarse que, al momento de la invasión europea, los pueblos de Oaxaca mantenían un alto grado de desarrollo; que la colonización fue menos brutal que en otras regiones del país, entre otras cosas, por la poca relevancia que alcanzó la minería, que implicaba una mayor sobrexplotación del indígena en los lugares donde abundaban los metales preciosos. También pudo haber ayudado que en vez de la esclavitud, se impusiera el sistema de encomienda, que significaba pagar una renta o tributo al conquistador, pero sin que perdiera la comunidad el dominio sobre las tierras. Tal vez pudieron haber influido otras causas como el hecho de que la evangelización estuvo a cargo, fundamentalmente, de los dominicos, más respetuosos de los derechos indígenas. Y es muy probable que haya sido decisiva la resistencia de los pueblos ante la dominación colonial.

Lo que sí sabemos es que en Oaxaca, como en ningún otro estado del país, desde hace 500 años, los pueblos han mantenido la posesión de las tierras. A diferencia de otros lugares, no predominaron las haciendas con peones acasillados. Pese a los cambios que se registraron después de la Independencia, la Reforma y la Revolución, en la práctica, no se modificó la estructura agraria. Como consecuencia, actualmente es el estado con más propiedad social. De los 9 millones 400 mil de hectáreas de su territorio, 62 por ciento son tierras comunales, 23 por ciento son ejidos y sólo 15 por ciento propiedad privada.

De modo que a pesar de la dominación occidental, la posesión de la tierra a lo largo de la historia ha sido un factor decisivo en la conservación de la cultura de los pueblos. El control del territorio no sólo ha permitido la subsistencia sino sostener una relación de armonía con la naturaleza, mantener la medicina tradicional y conservar ceremonias, mitos y leyendas. Hay que tener en cuenta que los indígenas no conciben la tierra como una mercancía; es mucho más que eso: es la vida misma y el centro del universo.

Hoy, a pesar del proceso de aculturación o desindigenización impulsado por la ideología y el racismo dominantes, existen 16 grupos étnicos: zapotecos, mixtecos, huaves, mixes, chinantecos, cuicatecos, amuzgos, chatinos, chochos ixcatecos, mazatecos, chontales, nahuas, triquis, zoques, popolocas, además de los afromexicanos de la región de la Costa. En total, hay cerca de dos millones de indígenas, que representan 60 por ciento de la población del estado.

Cada pueblo tiene características culturales particulares y expresiones lingüísticas diferentes. Por ejemplo, los zapotecos viven en la Sierra Norte, la Sierra Sur, los Valles Centrales y el Istmo de Tehuantepec, con diferencias culturales muy acentuadas. En la misma Sierra Sur es diferente el zapoteco que hablan los pueblos de Ozolotepec que el utilizado en la zona de Los Loxichas.

En general, se practica el trabajo colectivo y funciona el gobierno comunitario. En casi todos los pueblos la gente coopera y aporta tequio en beneficio de la comunidad. Todos aceptan participar en jornadas de trabajo para la construcción y mantenimiento de caminos, la edificación de escuelas, la reparación de templos y la reforestación de los bosques, entre otras actividades. En este mundo prácticamente no existe la noción del salario. Prevalece la ayuda mutua (la gozona), todo se retribuye sin dinero de por medio. Inclusive, todavía en algunas partes, el mercado se realiza a través del trueque.

En cuanto al gobierno de los pueblos es la asamblea comunitaria el órgano de decisión más importante. Ahí se elige a las autoridades que duran en su encargo entre uno y tres años. Los funcionarios no cobran. Hay un auténtico servicio civil de carrera. Se empieza desde joven como topil o policía, luego se va ascendiendo a teniente, comandante, mayor de vara, regidor de educación, de obra pública, de hacienda, hasta llegar a alcalde, síndico y presidente municipal. Al concluir sus cargos pasan a ser caracterizados, a formar parte del Consejo de Ancianos o Tatamandones. Todos los miembros de un pueblo tienen el deber de servir a la comunidad. Si son elegidos para cargos administrativos o como mayordomos en fiestas patronales, se les llama y tienen que cumplir, no importa que trabajen en el extranjero o en otra parte de la República.

La aceptación de estas normas es lo que les permite mantenerse como miembros de la comunidad y, al mismo tiempo, significa la posibilidad de la realización personal. La participación voluntaria es posible porque existe la convicción de que lo más importante es la convivencia colectiva. No domina el individualismo; la persona no vale por lo que tiene o por los bienes materiales que acumule sino por el prestigio que logra después de probar su vocación de servicio, su rectitud y el amor a sus semejantes. La autoridad, en el sentido amplio, se adquiere cuando una persona ha desempeñado todos los cargos del escalafón hasta llegar al más alto: es entonces cuando ingresa al grupo de los principales y obtiene el mayor grado de respeto o reconocimiento.

Es tan profundo y satisfactorio vivir de esta manera, que un migrante hace todo lo posible por regresar periódicamente a su comunidad y no hay oaxaqueño que no mantenga la ilusión de volver, algún día, a su pueblo. A la fiesta religiosa llegan de distintas regiones del país y del extranjero para reafirmar su identidad en un ambiente de auténtica fraternidad.

Aunque en todas partes se mantiene un gran orgullo por la cultura y la historia, en particular, recuerdo lo que me expresaron mixes de Totontepec acerca de que gracias a sus valores y a su organización comunal nunca se había registrado ningún asesinato; o la manera tan solemne con que me explicaron su sistema de gobierno los chinantecos de Pedro Yólox; o la importancia que tiene para los mixtecos de Santiago Nuyoo el reconocimiento oficial a José Remigio Sarabia, el Indio de Nuyoo, a quien un párroco le quitó a su mujer y se la llevó a Huajuapan. Al salir a buscarla, se enroló en las filas independentistas, cobrándose la afrenta y prestando el servicio de ir por Morelos a Chilapa, Guerrero, para que les ayudara a romper el sitio realista y liberar a Huajuapan.

La portentosa cultura de los pueblos de Oaxaca está llena de valores. Existe una profunda vocación por el trabajo, hay creatividad, bondad y respeto a las mujeres, a los ancianos y a los niños. Algo que no se sabe es que los pueblos de Oaxaca son de los más limpios de México. En todos lados, hasta en los caminos, hay recipientes, cubetas, costales, cajas o bolsas amarradas a palos para depositar la basura. Hay letreros para no contaminar los ríos y arroyos con detergentes o fertilizantes químicos. Además es un pueblo con mucha conciencia ecológica, como se refleja en un fragmento de un escrito que me entregaron zapotecos de San Pedro Mixtepec, en el distrito de Miahuatlán:

“Nuestro pueblo está situado bajo las montañas. En la actualidad cuenta con gran extensión de bosques vírgenes. Una laguna está sobre la montaña, aproximadamente a 3mil 700 metros sobre el nivel del mar, desde tiempo inmemorial, nuestros abuelos la conocían con el nombre de ‘La Laguna Encantada’. En ella viven los ‘mitos y ritos de nuestro pueblo’. Además, cerca de ahí está el lugar de ‘pedimento’. Para nosotros allí está nuestra vida, está la plenitud, está la presencia de ‘Dios’. Por todo esto, nuestros ancestros nos legaron el territorio que nos corresponde en el presente y en el futuro. Sabemos bien que la tierra es nuestra madre, ella nos proporciona todo para la vida. La tierra es el sostén de toda la naturaleza, por esta razón no debemos desnudarla, quiere decir: no talar el bosque inmoderadamente ni provocar incendios. En cambio, si actuamos de manera razonable, estamos conservando un espacio para que las futuras generaciones vivan con dignidad y autonomía”.

En suma, en Oaxaca hay una gran reserva moral y cultural para la regeneración del país. Así como en las comunidades se conservan semillas orgánicas y variedades de maíz que forman parte de la gran riqueza genética de México, allí también existe un modo de vida alejado de la ambición, de la codicia y del odio. Por ello, estoy convencido de que es posible enfrentar la actual decadencia tomando en cuenta los valores del México profundo; es decir, con una modernidad forjada desde abajo y para todos.




Oaxaca

Un viaje al corazón del México Profundo II/ IV
Periódico La Jornada
Martes 8 de diciembre de 2009, p. 11

El pueblo de Oaxaca ha podido sobrevivir por su cultura. De ella emanan su mística de trabajo, su talento y sus fuertes relaciones familiares y comunitarias. Les ayuda su vinculación con la tierra y el mantener una economía de autoconsumo, sustentada en la producción de maíz, frijol y aves de corral, así como el cultivo del café, el aprovechamiento de los bosques, el tejido del petate y del sombrero, las artesanías y otras actividades. En las ciudades del país, en los campos agrícolas del norte y en el extranjero, es muy apreciada su creatividad y su fuerza trabajo. En Estados Unidos los mixtecos se han ganado a pulso la fama de ser de los mejores obreros del mundo.

El oaxaqueño es un pueblo ejemplar; a pesar de la aridez y lo abrupto de su territorio, de la falta de empleos y del abandono gubernamental, se ha abierto paso y salido adelante, enfrentando todo tipo de adversidades. En sus comunidades lo que existe lo han hecho ellos mismos. Todo lo que uno ve al llegar a un pueblo (las calles, la plaza, el templo, el palacio municipal, las infaltables canchas de básquetbol) se ha construido con el esfuerzo de la gente; es fruto de la cooperación y del tequio.

La ayuda del gobierno estatal es prácticamente nula y los apoyos federales son muy escasos. Por ejemplo, en la ciudad de México todos los adultos mayores de 68 años tienen derecho a una pensión de 822 pesos mensuales, con un presupuesto de 4 mil 225 millones de pesos, mientras en Oaxaca, el programa de 70 y más no es universal y sólo garantiza 500 pesos al mes a quienes viven en poblaciones de menos de 30 mil habitantes, con una inversión anual de alrededor de mil millones de pesos.

Por el abandono del gobierno, Oaxaca es el estado con más pobreza y marginación en el país. Y en estos tiempos lo están resintiendo más. Partamos del hecho de que la gente tiene tres fuentes fundamentales para el sustento: la economía de autoconsumo, los apoyos gubernamentales y el dinero que proviene de la migración.

En el primer caso, lo principal es el cultivo del maíz. Esta bendita planta es lo que asegura que no falten los alimentos básicos, entre otros, la tortilla que se complementa con frijol, chile, nopal y permite paliar el hambre. Sin embargo este año, por el retraso de las lluvias, se perdieron las cosechas y han tenido que comprar el maíz.

La ayuda con recursos públicos para enfrentar la pobreza se limita al Programa Oportunidades –apoyo alimentario, energético y educativo– y al de adultos mayores, con una inversión global de 4 mil 157 millones de pesos. En general, las familias beneficiadas obtienen alrededor de 20 pesos diarios. Por último, la tercera fuente de ingresos son las remesas que en 2009 han disminuido alrededor de 18 por ciento, debido a la crisis económica en Estados Unidos y en nuestro país. El año pasado, por este concepto se recibieron en Oaxaca mil 456 millones de dólares y en el actual se estima que apenas se obtendrán mil 194 millones de dólares. Es decir, 262 millones de dólares menos, el equivalente a todo lo que se destina al Programa Oportunidades. A esta difícil situación habría que agregar la carestía de la vida provocada por los aumentos en los precios del maíz, frijol, arroz, aceite, azúcar y otros artículos de primera necesidad.

En mis recorridos pude constatar de cerca esta amarga realidad. Me partió el alma ver a hombres llorando cuando me expresaban la difícil situación que padecen y el abandono en que se encuentran. Todavía tengo fija la imagen de una mujer en San Miguel Huautla, en la Mixteca que, con esa serenidad escrupulosa de la gente que vive en la pobreza, me dijo que se le mueren sus manos de tanto tejer sombrero para sólo recibir 5 pesos diarios. Y de otra mujer zapoteca, morena, seria, con un marido inválido, en San Juan Lachigalla, que me encaró con firmeza cuestionándome que cómo le hacían si no cosecharon nada por la falta de lluvia y no tenían qué comer. Me dejó pensando largo tiempo y sólo alcancé a decir en mis adentros que precisamente ésta es la razón principal de nuestra lucha.

Es tanta la marginación de Oaxaca que hay pueblos que no cuentan con servicio telefónico. En el 95 por ciento del territorio de Oaxaca no hay cobertura para celular. Es el estado del país donde más me han pedido ayuda para gestionar la instalación de teléfonos públicos y domiciliarios. Por eso, desde San Miguel Piedras hice un llamado con este propósito a Carlos Slim, dueño de Telmex.

Si es impresionante el hecho de que en sólo 5 por ciento del estado funcionen los celulares, asombra aún más el mal estado de los caminos. Un dato: de los 570 municipios de Oaxaca, 290 no tienen camino pavimentado a sus cabeceras municipales. Me tocó transitar por terracerías donde se va a vuelta de rueda. Por ejemplo, para llegar a Amoltepec, que está a 350 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, hicimos nueve horas de viaje.

En materia de salud también la constante es el abandono. Hay municipios sin médico y aunque en las cabeceras haya clínicas de primer nivel, los médicos sólo trabajan de lunes a viernes y en todas partes se carece de medicamentos. Escuché en distintas regiones la queja de que, por los malos caminos, los enfermos mueren cuando son trasladados a un hospital. Por ejemplo, en Choapam denunciaron que el hospital más cercano está a 5 horas de distancia, en Tlacolula. Es notoria falta de atención médica a niños con desnutrición y a mucha gente con padecimientos generados por la pobreza y enfermedades crónico-degenerativas como insuficiencias renales, diabetes y otras, que requieren medicamentos y tratamientos permanentes. También es triste constatar el desamparo en que se encuentran niños y adultos que padecen de alguna discapacidad y no cuentan con ningún tipo de apoyo. Aquí hago un paréntesis para señalar que hay un buen número de médicos jóvenes, mujeres y hombres, con sensibilidad social. Me los encontré en municipios muy apartados y ante la falta de infraestructura, equipo y medicinas, hacen lo que pueden con mucha entrega.

En cuanto a la educación, a pesar del esfuerzo de alumnos y maestros, es notable el rezago. Las escuelas están abandonadas, con techos en malas condiciones, faltan pizarrones, mesa-bancos, hay aulas construidas con materiales precarios. Y lo más lamentable es que muchos niños y adolescentes caminan hasta dos horas para asistir a la escuela y casi todos llegan sin desayunar.

Hay infinidad de escuelas comunitarias en pequeñas localidades donde uno o dos maestros imparten los seis grados. En San Francisco Huehuetlán, en la sierra Mazateca, la maestra de la telesecundaria me contó que al inicio del curso tenía 40 alumnos de tercer grado y calculaba que apenas 20 terminarían porque muchos abandonan la escuela para ayudar a sus padres en el campo e, inclusive, algunos emigran desde esa edad. En San Juan Tepanzacoalco, agencia del municipio de San Pedro Yaneri, en la Sierra Juárez, de 20 estudiantes que egresan de la secundaria, sólo dos continúan sus estudios de bachillerato porque la prepa está en Ixtlán, a cinco horas en camioneta de tres toneladas. Y así es en todas partes. Sin embargo, también debo decir que muchos estudiantes de familias muy pobres están estudiando becados en Chapingo, una universidad que, precisamente por eso, es admirable y ejemplar.

También hay muchos problemas agrarios, sobre todo por disputas de límites entre comunidades, que han sido desatendidos e incluso provocados, tanto por las autoridades estatales como por la secretaría de la Reforma Agraria. En varios de ellos han perdido la vida muchos campesinos. Uno de los conflictos más graves es el que tiene Amoltepec con otros municipios vecinos. Ahí han muerto personas de distintos pueblos sin que intervenga ninguna autoridad para conciliar y buscar acuerdos. Lo contrario ocurrió entre Teojomulco y Texmelucan donde, básicamente, por la voluntad de la gente, en 2005 se logró la solución de un litigio agrario de 80 años, que había dejado un saldo de 450 muertos de ambos lados. En la asamblea que tuvimos en Teojomulco, felicité a los habitantes de esos pueblos por su disposición a aceptar un arreglo que los libró de seguir viviendo en un ambiente de violencia. El presidente municipal de Teojomulco fue uno de los principales promotores, a pesar de que le asesinaron a su hermano y a otros familiares. De modo que hasta en estos casos tan complejos se pueden encontrar soluciones pacíficas.

Además de la desatención, de la pobreza y de la marginación, los pueblos de Oaxaca son víctimas de fraudes y todo el tiempo tienen que estar defendiendo sus tierras y sus recursos naturales. Es doloroso saber que el dinero logrado con el trabajo de migrantes es arrebatado por dueños de cajas de ahorro que, de la noche a la mañana, desaparecen sin ninguna posibilidad de que se haga justicia. Este problema me lo plantearon, sobre todo, en la mixteca, en Santa Cruz Nundaco y en Santos Reyes Tepejillo.

A ello debe sumarse el acecho constante de empresas nacionales y extranjeras que buscan explotar minerales y construir presas, despojando a las comunidades, destruyendo el territorio y dañando el medio ambiente. En muchas partes, los pobladores desconocen que a partir de las reformas al artículo 27 Constitucional y a la Ley Minera, impulsadas por Salinas y por Fox, se han concesionado a particulares 25 millones de hectáreas del territorio nacional para la explotación en especial del oro, la plata y el cobre. En el caso de Oaxaca se han entregado 335 concesiones a particulares para enajenar un millón 191 mil hectáreas, es decir, 12 por ciento del territorio del estado.

Como es obvio, al llevarse a la práctica esta política privatizadora, de pillaje, se originan graves conflictos entre las empresas mineras y los dueños originarios de las tierras ejidales y comunales. En muchos pueblos de Oaxaca ya se están padeciendo presiones para consumar el despojo de estos recursos naturales del pueblo y de la nación. Y como en otras partes, el gobierno estatal se ha puesto abiertamente del lado de las empresas extranjeras, forzando, amenazando, chantajeando e, inclusive, reprimiendo las manifestaciones de inconformidad. Por ejemplo, en Zaniza quieren explotar un mineral en contra de la voluntad de la comunidad. Y por casualidad, desde hace tres meses no hay médico y el centro de salud está cerrado. En San José del Progreso, donde empresas canadienses están operando, en mayo pasado, los pobladores fueron reprimidos con brutalidad por la policía del estado. Este mismo ambiente de tensión se percibe en los municipios de Tututepec, Zenzontepec, Ixtayutla y Tataltepec de Valdés, en la sierra Sur, porque se pretende construir en el río Verde, con inversión extranjera, la presa Paso de la Reina. En esta zona hay un movimiento de varios pueblos decididos a no permitir que se inunden sus tierras y desaparezcan sus comunidades.

En suma, los pueblos de Oaxaca están viviendo uno de los tiempos más difíciles de su historia milenaria. Padecen de pobreza, abandono, marginación y despojo de sus bienes y recursos naturales. Y sin embargo, por su cultura e inquebrantable resistencia, mientras dure el mundo, nunca perderán su gloria y su grandeza.




Oaxaca

Un viaje al corazón del México Profundo III/ IV
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de diciembre de 2009, p. 11

El caso de Oaxaca es muy ilustrativo de la crisis política nacional; de cómo existe un divorcio entre los valores, los sentimientos y las necesidades del pueblo y los intereses de la llamada clase gobernante. El pueblo oaxaqueño es extraordinario, pero padece de un gobierno mediocre, autoritario y corrupto. Es un pueblo de primera con un gobierno de quinta.

Este mal viene de lejos pero, en los últimos tiempos, los gobernantes de Oaxaca han involucionado hasta degenerar en la persona de Ulises Ruiz, el más déspota y mendaz de todos. El desprecio de este gobernante a su pueblo ofende la memoria de oaxaqueños ilustres como Benito Juárez, el mejor presidente de México, o de Ricardo Flores Magón, el luchador social más culto e íntegro en la historia de nuestro país. Ulises convirtió el palacio de gobierno, donde despachó Juárez, en salón de fiestas (se alquila para bodas de gente pudiente del país). Y tengo documentado que nunca ha ido a 368 de los 570 municipios que hay en la entidad.

El poder en Oaxaca no se ejerce en beneficio del pueblo, se usa para imponer una política de despojo y mantener un régimen de opresión. No hay planeación ni programa de desarrollo. El gobierno no apoya a indígenas ni a campesinos. Nada hace por los productores de granos básicos, agave, café, piña, cítricos y ganado. Tampoco ayuda a migrantes, pescadores, músicos, artesanos, comerciantes ni a pequeños y medianos empresarios. No hay ninguna acción en beneficio de los pobres, excepto la entrega de despensas y materiales de construcción en temporada electoral.

Oaxaca es ejemplo de lo que sucede en casi todos los estados del país. En apariencia, hay división y equilibrio entre los tres poderes constitucionales pero en la práctica los titulares de los ejecutivos locales actúan como caciques o señores feudales. El gobernador concentra todos los poderes: el Legislativo y el Judicial están completamente subordinados. Ulises Ruiz, con el aval del Congreso local y apoyado en sus delegados regionales de gobierno, pone y quita a las autoridades municipales.

A pesar de la resistencia de los pueblos, nombra administradores que malusan el presupuesto municipal. Actualmente, por esta causa, hay conflictos en Santa María Ozolotepec, San Pedro Jocotipac, Santa María Temascaltepec, Santa Catarina Mechoacán, San Luis Amatlán y Candelaria Loxicha, entre otros.

El presupuesto estatal se maneja en forma patrimonialista. Se usa para comprar conciencias, lealtades y votos. Todo está enfocado a la realización de obras públicas porque ésta es la fuente principal de la corrupción. Un grupo reducido de compañías vinculadas a los funcionarios acapara los contratos con todo lo que ello implica: sobornos, ineficiencias y construcciones de mala calidad. El caso más emblemático es el desastre en la pavimentación de caminos.

Existe un organismo estatal, Caminos y Aeropuertos de Oaxaca (CAO), que maneja fondos federales de manera irregular, con la complicidad de la Comisión Nacional para Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Cuando las autoridades de usos y costumbres solicitan que les entreguen el presupuesto asignado para ese fin, los funcionarios estatales les niegan los recursos, pretextando que no tienen capacidad técnica y operativa, como si los herederos de los constructores de Monte Albán o Mitla o de quienes levantaron los grandes conventos dominicos en la Colonia y que actualmente están considerados como los mejores trabajadores del mundo, no pudieran hacer un simple camino.

En todas partes se quejan de desviaciones de fondos, de obras no iniciadas o inconclusas, de costos inflados y de caminos recién asfaltados que ya se están destruyendo. Ejemplos: en Tlacotepec Plumas desde hace cuatro años el pueblo entregó la parte que le correspondía para la pavimentación de la carretera, pero ésta sólo ha llegado a Concepción Buenavista. En San Juan Teitipac se tendió el pavimento hace apenas cuatro años y ahora ya es de nuevo terracería. Lo mismo sucedió en Ixtlahuaca y en Santa Cruz Itundujia. El presupuesto del camino de Peñasco a San Juan Mixtepec se aprobó desde 2006 en beneficio de seis municipios; lo iniciaron, sí, pero el pequeño tramo que hicieron ya no sirve. En Guevea de Humbolt han transcurrido 10 años gastando con cargo al camino y éste sigue en pésimas condiciones.

En San Vicente Lachixio llevan tres años y no hay para cuando terminen. Lo mismo han tardado en Santiago Ixtayutla: con un presupuesto de 70 millones de pesos, el avance es poco y el trabajo de mala calidad. La pavimentación del camino que conecta a Villa Alta, en la Sierra Norte, con Villa Díaz Ordaz –así llamada en honor a un liberal y no al ex presidente poblano–, se inició a finales del gobierno de Diódoro Carrasco, lo continuó el de Murat y ahora el de Ulises; entre los tres, a la fecha han gastado 160 millones de pesos en hacerlo y está inservible. En la carretera de Oaxaca a Pochutla, en la Sierra Sur, hay un letrero que dice: El gobierno del estado moderniza camino La Venta-San Francisco Ozolotepec, pero no es cierto, no hay nada.

Como una muestra del proceder de Ulises Ruiz, basta ver su actuación en el conflicto agrario entre Teojomulco y Texmelucan: el primero entregó 6 mil hectáreas al segundo a cambio de una indemnización de 93 millones de pesos, pagada por la secretaría de la Reforma Agraria, y de 100 millones para obras públicas, aportados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas; asimismo, el gobierno del estado se comprometió, por escrito, a contribuir con 40 millones adicionales. Sin embargo, los 100 millones de pesos de la CDI pasaron a un fideicomiso presidido por Ulises Ruiz, quien dispuso de 40 millones para obras de mala calidad, algunas de las cuales quedaron inconclusas. Esto obligó a la comunidad de Teojomulco a emprender un juicio y a movilizarse para recuperar los 60 millones restantes, que luego de muchas protestas le fueron entregados al gobierno municipal. Pero de los 40 millones que supuestamente pondría el gobierno del estado, el pueblo sólo ha recibido la mitad.

En Oaxaca impera la corrupción. En julio de 2008, la revista Proceso documentó y dio a conocer que la esposa (accionista mayoritaria), la mamá y una tía de Ulises Ruiz tienen un hospital de especialidades en el Distrito Federal, valuado en mil 500 millones de pesos. El reportaje describe: “Localizado en la delegación Coyoacán, al sur de la ciudad de México, compite con los hospitales más modernos. A él se puede llegar por tierra o por aire, pues cuenta con helipuerto… En su sitio electrónico, los directivos del nosocomio –inaugurado el 31 de mayo de 2007– lo promueven como ‘lo mejor para la mujer’ y destacan que se especializa en la prevención y tratamiento de cualquier ‘amenaza’ a la salud femenina. Oaxaca es el estado que registra el mayor índice de pobreza extrema en el país y ni siquiera cuenta con una clínica para la mujer. Además, tiene el mayor índice de mortalidad femenina a nivel nacional. Según la secretaría de Salud de la entidad, en los últimos cinco años murieron por lo menos 312 mujeres debido a complicaciones durante el embarazo, el parto y el puerperio”.

Además de esta corrupción que daña a los más desposeídos, en Oaxaca los principales violadores de los derechos humanos son el gobernador del estado y su camarilla. Existe una red de gente desalmada, dirigida por funcionarios estrechamente vinculados a Ulises Ruiz. La mayoría de ellos, después de haber ocupado cargos en el estado, como muestra de su impunidad, han pasado a ser diputados federales. Tal es el caso de Jorge Franco Vargas, ex secretario general de Gobierno durante el conflicto con la APPO; de Heliodoro Díaz Escárraga, quien sustituyó al anterior.

A este grupo también pertenece el tres veces diputado federal, Elpidio Desiderio Concha Arellano, responsable del linchamiento en el cual perdió la vida el profesor Serafín García Contreras, el 27 de julio de 2004, en el Puente de Fierro, cerca de Huautla de Jiménez. Otro es Eviel Pérez Magaña, secretario de Obras Públicas de 2004 a 2008, hoy coordinador de los legisladores oaxaqueños en el Congreso y hombre de toda la confianza del gobernador.

La responsabilidad de Ulises Ruiz y de este grupo en los asesinatos de más de 20 maestros y simpatizantes de la APPO ha sido reconocida hasta por los indolentes ministros de la Suprema Corte. Pero no sólo se han dado estos lamentables casos. Hay muchos otros. Tengo testimonios de algunos más. El 6 de abril de 2009, en Jicayán, fue cobardemente asesinada Beatriz López Leyva, coordinadora del Gobierno Legítimo, por denunciar la corrupción del presidente municipal. En San Pedro Totolapa, como consecuencia del conflicto magisterial entre la sección 22 y la 59, protegida por Ulises Ruiz, fue asesinado el 12 de mayo Leonor Ortiz Barriga, presidente de la sociedad de padres de familia. También en Jicayán, por la misma causa, el 28 de agosto ultimaron al maestro Artemio Norberto Camacho Sarabia.

Los pobladores de San Pablo Coatlán viven aterrorizados: el palacio municipal está tomado por gente armada al servicio del alcalde impuesto desde Oaxaca. Allí, el 7 de mayo de 2008 hirieron de gravedad a Sergio Contreras –quien falleció el 12 de marzo de este año–; luego, el 26 de septiembre del año pasado, asesinaron a su hijo, Rosalino Contreras Martínez, y el 29 de junio de 2009, al síndico municipal, Claudio Martínez Juárez.

En Santa María Ozolotepec, en la región chatina, me relataron: el 5 de enero de 2006 fue encarcelado el profesor Jaime Loeza Juárez; el 8 de marzo, en plena celebración por el Día Internacional de la Mujer, la policía detuvo a siete ciudadanos de diferentes pueblos; en julio de ese mismo año, fue torturado Alejandro Salinas Cortés, representante de bienes comunales. En diciembre de 2007 fueron torturados y encarcelados en Huatulco, el profesor Lorenzo Salinas Mendoza, ex presidente municipal, y Alejandro Salinas Cortés; ambos acusados de portación de armas de uso exclusivo del Ejército; en ese mismo mes, desapareció Lauro Juárez, regidor de Hacienda, cuando participaba en una manifestación en el cerro del Vidrio, en el crucero a Juquila; hasta hoy se desconoce su paradero. El 30 de abril de 2008 fueron detenidos ocho indígenas a quienes se les imputan delitos del fuero común y federal. Después de dos meses, siete salieron bajo fianza; sin embargo, Alejandro Salinas permanece en prisión en Juquila.

En Santo Domingo Ixcatlán, en abril del año pasado, el presidente municipal ordenó asesinar a tres miembros de la comunidad. La ejecución se llevó a cabo de manera brutal: destrozaron y quemaron los cuerpos. Me enseñaron unas fotos horrendas. El presidente municipal está en la cárcel con tres o cuatro personas más. Sin embargo, los familiares de las víctimas temen que sean liberados porque el alcalde está vinculado con Ulises Ruiz, a quien ayudó durante la represión a los maestros en 2006. Además, señalan que otros responsables andan libres y desafiantes.

En Santiago Xanica, un niño de 12 años, con ropa limpia y bien peinado, antes de acudir al catecismo leyó un escrito enviado por su padre desde el módulo de máxima seguridad del reclusorio de Miahuatlán, donde permanece cautivo con otros dos indígenas más, acusado de secuestro, lesiones calificadas y homicidio. Además de afirmar que los delitos les fueron fabricados, Abraham Ramírez Vázquez sostiene:

Por más dura que han sido las circunstancias, no he claudicado en mi lucha. Nosotros, que formamos parte del Comité por la Defensa de los Derechos Indígenas, hemos venido emprendiendo una larga lucha en defensa de nuestra autonomía, nuestra cultura, nuestras lenguas, nuestros recursos naturales. Los pueblos marginados de Oaxaca esperan de ustedes palabras de lealtad, verdad, seriedad, ética; ya no más mentiras, promesas que se las lleva el viento. Nuestro estado necesita un verdadero cambio, ya no más un estado bárbaro en donde el poder mata, asesina, secuestra y desaparece a sus ciudadanos y no pasa nada. Ya no más asesinos, tiranos, usurpadores como Ulises Ruiz.




Oaxaca

Un viaje al corazón del México Profundo IV y último
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. 11

En julio de 2010 se celebrarán elecciones de gobernador en Oaxaca. En ese año, lleno de simbolismo, es posible terminar con 80 años de hegemonía del PRI-gobierno. Este cambio debe darse de manera pacífica y, obviamente, por la vía electoral. Pero no será fácil; como es sabido, existe un grupo político carente de ideales, sin escrúpulos ni sentido de responsabilidad. Sus ambiciones e intereses personales lo llevarán a tratar de mantenerse en el poder a costa de lo que sea y a seguir utilizando el dinero del presupuesto para traficar con la pobreza de la gente.

No en vano Ulises Ruiz ordenó a sus diputados federales aprobar aumentos de impuestos, gasolinas, diesel, gas y luz, para participar en el reparto del botín. El presupuesto de Oaxaca pasará de 34 mil millones de pesos en 2009 a 48 mil millones en 2010, 30 por ciento más. La mayor parte de este incremento será manejado por Caminos y Aeropuertos de Oaxaca (CAO), organismo que simboliza la ineficiencia y la corrupción.

De igual forma, seguramente, habrá una bolsa con mucho dinero destinado a la campaña del candidato del PRI para entregar despensas y materiales de construcción, y comprar votos; éste tendrá a su servicio a la mayoría de los medios de comunicación y se intensificará la guerra sucia. Ulises Ruiz contará con la complicidad de Enrique Peña Nieto y del PRI nacional y, desde luego, de la mafia en el poder que manda y decide en México.

Sin embargo, en Oaxaca hay condiciones inmejorables para lograr un verdadero cambio y establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo. ¿En qué baso mi optimismo? En primer término, en que la gente tiene mucha conciencia sobre la realidad y está decidida a luchar por una transformación. Adonde quiera que fui, en todas las regiones, hasta en las comunidades más apartadas, me encontré a hombres y mujeres, jóvenes, ancianos, maestros, estudiantes, líderes sociales, jubilados, migrantes, profesionales, comerciantes, taxistas, pequeños empresarios, líderes de colonias, religiosos, ecologistas, defensores de derechos humanos y residentes en otros estados del país, con la voluntad de terminar con la pesadilla que han significado los gobiernos autoritarios e iniciar una etapa nueva en la vida pública del estado.

A las reuniones de información asistían muchas mujeres. Al principio me inquietaba su seriedad, sus rostros como de piedra, su aparente indiferencia. Llegué a pensar que estaban en desacuerdo con lo que decía, que no entendían bien o que de plano no hablaban castellano. Pero pronto comprendí que esta actitud obedece a su manera de ser y en realidad están informadas, interesadas y simpatizan con la causa de la justicia. De esto me di cuenta cuando al terminar cada acto iba a saludarlas de mano y ahí comenzaba el verdadero diálogo.

Me hablaban de sus problemas, de lo que pensaban, y entonces sonreían y era el momento en que me entregaban frutas, bolsitas de café, piloncillo, paños bordados y nos deseaban de distintas y emotivas formas, que nos fuera bien y que nunca las abandonáramos. Ese era uno de los motivos de retraso en el recorrido diario.

Visitar todos los pueblos de Oaxaca siempre implicó administrar bien el tiempo: no dejar de atender a la gente pero no tardar demasiado en cada lugar para cumplir con todos los compromisos. Aquí aprovecho para decir que en algunas partes me reclamaban porque duraba poco la visita. Recuerdo que en Santiago Yosundúa me contaron que el general Cárdenas se había bañado en el río, que había visitado su bella cascada y se había quedado a dormir.

A propósito del general, debo decir que aunque lo recuerdan en todas partes, en donde más lo quieren es en San Jorge Nuchita. Allí lo adoran, entre otras cosas, porque en los años sesenta, cuando era responsable de la Comisión del Balsas, les construyó el camino, les hizo puentes, presa, canales, escuelas, les introdujo el agua potable y la energía eléctrica. Ningún presidente de México ha tenido tanta comunicación con la gente y un amor tan profundo por el pueblo como el general Cárdenas.

El despertar del pueblo de Oaxaca tiene que ver con su innata inteligencia. Un día visité una remota comunidad cuicateca; aunque era un miércoles a mediodía y llovía a cántaros, a la asamblea asistieron como 200 indígenas. Mi grata sorpresa fue encontrar a un joven que leyó un manuscrito, citando a Oscar Wilde, y exponiendo su sentir de la siguiente manera:

“Basta ya de que el poder esté en manos de la clase privilegiada, de esa gente hipócrita que ha saqueado nuestra nación, vendiéndola al mejor postor y que siempre quiere más, endeudándonos, haciéndonos pagar algo por lo cual nunca disfrutamos, alegando que nuestro capital es insuficiente para solventar las necesidades de la nación, pero no será suficiente si los que están allá arriba, en el poder, cobran sueldos fuera de lo común, derrochan todo lo que pueden en lujos innecesarios, y es el colmo porque todavía hay que pagarles a los que ya no están como los ex presidentes de la República.

Y aún tienen el descaro de decir que no les alcanza. Si a ellos no les alcanza, no se preguntarán entonces cómo vive un obrero, un peón, un campesino, otros que sumamos la mayoría, que día a día tenemos que luchar para medio comer, medio vivir y medio educar a nuestros hijos que asisten a escuelas públicas con baja infraestructura, a hospitales y a otras instituciones públicas tan deficientes.

Este joven, que luego supe que había estudiado la preparatoria en Oaxaca y que para poder hacerlo tuvo que trabajar de peón de albañil, con mucha claridad propuso: Generemos objetivos comunes, reinventemos formas de definición democrática y pongámoslas en práctica pero, sobre todo, seamos fieles a nuestros ideales. Yo creo que es momento de que esto ya termine, y que al final, sólo sea un vago recuerdo de un mal sueño.

Así como él, hay mucha gente inteligente, comprometida y sensible. No voy decir sus nombres ni el de las comunidades en que viven porque sería inapropiado, pero tengo presentes sus anhelos. En Oaxaca existen numerosas organizaciones sociales y radios comunitarias que defienden sinceramente los recursos naturales, la cultura y los derechos humanos. Hay importantes asociaciones de productores y destacan las que se dedican a la comercialización del café. Conocí pastores, sacerdotes y religiosas que están contra las injusticias y a favor de los pobres, como las monjas que me encontré en Zaniza, quienes viven y trabajan ahí para la gente desde hace 30 años.

La mejor organización popular de Oaxaca es la de los maestros. Se trata de la sección sindical más democrática y de mayor dimensión social del país. Por eso, han sido muy golpeados y han estado sometidos a una intensa campaña de desprestigio. Pero me consta que trabajan con responsabilidad y están vinculados a las comunidades. En todos los lugares a los que fui había clases en días laborables: en las vísperas del 20 de noviembre, los encontré por la tarde y noche reunidos con padres de familia y estudiantes, haciendo arreglos y preparando los festejos y el desfile conmemorativo.

En mi gira por los 570 municipios de Oaxaca siempre me acompañaron los senadores Salomón Jara Cruz y Gabino Cué Monteagudo, no así otros dirigentes. Salomón Jara ha tenido la sensatez de no dejarse cautivar por el poder, como sucede con otros que al llegar a un cargo ya están pensando en merecerlo todo. Pasó la prueba, nada sencilla, de declinar a ser candidato a la gubernatura para apoyar a quien está mejor posicionado.

El caso de Gabino Cué es también muy interesante. Aunque proviene de una familia acomodada de la ciudad de Oaxaca y estudió en una universidad privada, tiene mucha sensibilidad social. Es un candidato idóneo para la gubernatura de Oaxaca porque reúne dos cualidades básicas: representa tranquilidad para las clases medias que suelen ser asustadizas y susceptibles de manipulación ante las campañas mediáticas de satanización o de violencia y, al mismo tiempo, cuenta con la confianza de los pobres que son la mayoría en el estado.

Por todo ello, considero que es posible el triunfo en las elecciones del año próximo. Desde luego, es indispensable convocar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para consumar esta gesta cívica y poner mucha atención en la defensa del voto, teniendo en cuenta que en 2004 inventaron 80 mil sufragios para imponer a Ulises Ruiz. La trayectoria de este personaje lo dice todo: su carrera la ha dedicado a realizar fraudes electorales por todo México.

A pesar de las grandes dificultades que habrá que enfrentar, mi pronóstico es que triunfará la democracia en Oaxaca. Su pueblo está decidido a establecer un gobierno de mujeres y hombres honrados y de buenos sentimientos, que no tenga como objetivo la venganza, sino la justicia. Asimismo, considero que es indispensable aplicar un programa para impulsar las actividades productivas porque hay mucho potencial para aumentar la producción y crear empleos. Por ejemplo, es inaceptable que, debido al abandono gubernamental, en los municipios de Santa María y San Miguel Chimalapa –de sólo 10 mil habitantes y con 580 mil hectáreas de tierras de primera, susceptibles de ser utilizadas para la agricultura de ciclo corto, para la ganadería y, sobre todo, para la producción de árboles maderables como el cedro y otras especies–, los jóvenes estén emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo.

Es necesario apoyar a los productores de café, a las mujeres y los hombres que se dedican al tejido de la palma; fortalecer la economía de autoconsumo, entre otras acciones, con pequeñas obras para retener el agua y enfrentar las sequías, cada vez más frecuentes; fomentar el desarrollo forestal sustentable y proponerse como reto pavimentar en el sexenio los 290 caminos de terracerías que conducen a las cabeceras municipales. Esto parecería inalcanzable pero, al mismo tiempo, es una gran oportunidad para crear miles de empleos, abriendo frentes de trabajo por todos lados para construir seis mil kilómetros de concreto hidráulico, haciendo a un lado lo más que se pueda el uso de maquinaria, para emplear intensivamente la mano de obra. Claro está que para ello es indispensable una buena organización y un gran acuerdo con los gobiernos municipales a fin de sumar esfuerzos y recursos.

Hay que construir una verdadera alianza por la educación entre el gobierno y el magisterio, que contemple mejorar la calidad de la enseñanza, el respeto a las culturas indígenas y la aplicación de un programa de desayunos escolares y de becas para asegurar que ningún joven se quede sin la oportunidad de estudiar por falta de recursos económicos. De igual forma, hay que garantizar el derecho a la salud con atención médica permanente, no sólo de lunes a viernes, con medicamentos suficientes y gratuitos, y construir hospitales en las regiones más distantes. El programa de adultos mayores debe beneficiar a todos y apoyar sin restricciones a los discapacitados pobres del estado.

Asimismo, hay que aplicar una política de fomento a la cultura, el arte y las artesanías en especial, apoyando a los creadores en la comercialización de sus obras y productos. Y fortalecer la extraordinaria tradición de las bandas de música, con escuelas, maestros e instrumentos.

Un gobierno verdaderamente democrático debe atender los conflictos agrarios para evitar enfrentamientos y dar tranquilidad a la gente; también tiene que ponerse del lado del pueblo y defender los recursos naturales y los bienes de las comunidades, ante el acecho de empresas depredadoras en todo sentido, tanto nacionales como extranjeras.

Termino este relato no sin nostalgia. Tuve el privilegio de vivir esta gran experiencia. Siempre recordaré Oaxaca, sus hermosos paisajes, sus zonas arqueológicas y conventos. Cómo olvidar los majestuosos sabinos que son como las ceibas de mi tierra. Sus manantiales, cascadas y lugares tan bellos como San Juan Ozolotepec. O las tlayudas, el pan de Santo Domingo Tomaltepec y de Talea de Castro, el café de Pluma Hidalgo, los alebrijes de Tilcajete, el mezcal tradicional de San Juan del Río y Zoochila, el tejacate de San Andrés Huayapam y no le sigo para no herir susceptibilidades porque en todas partes hay cosas excepcionales pero, sobre todo, lo subrayo, el oaxaqueño es un pueblo con alma colectiva y una inmensa bondad.


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