Energéticos y Capitalismo |
Nicolás Alfredo Hernández Peñaloza /Comité Nacional de Estudios de la Energía
Con cariño a los trabajadores de La Verdad del Sureste.
Ubicación de Trinidad y Tobago en el Mar Caribe al noreste de Venezuela. |
Los sindicalistas petroleros de Trinidad y Tobago ofrecen su ejemplo de lucha y dignidad
Enseñanzas de la IV Cumbre de los Pueblos
PRIMERA PARTE
Nicolás Alfredo Hernández Peñaloza /Comité Nacional de Estudios de la Energía
Con cariño a los trabajadores
de La Verdad del Sureste.
Trinidad y Tobago es una nación situada sobre cuencas de gas. Emerge en el Atlántico con dos islas que señalan el fin del Caribe. Con una superficie menor a una cuarta parte de nuestro Tabasco y sus poco más de un millón 200 mil habitantes de origen africano e hindú, se yergue frente a la colosal descarga del Orinoco venezolano.
A propósito de la IV Cumbre de los Pueblos, que desde 1998 se contrapone a las Cumbres de las Américas organizadas por el imperio mediante la OEA (Organización de los Estados Americanos), tuve la posibilidad de conocer a trinitarios que se empeñan en encontrar fórmulas para salvar las confrontaciones raciales y culturales que los divide artificialmente, y buscan construir una identidad con la cual enfrentar al verdadero enemigo, que no es únicamente el antiguo colonialista y racista inglés, sino el gran capitalista de cualquier color con su único dios, la ganancia.
Escuchando extraordinarias historias narradas por jóvenes de la Unión de Trabajadores Petroleros de Trinidad (OTWA por sus siglas en inglés), nos trasladamos desde Puerto España, la capital, al otro extremo de la isla en Point Fortín, para mostrarme los centros donde trabajan en la franja petrolera: talleres, plataformas, la refinería, las plantas de metanol, , de amoniaco, de cemento, de acero; donde por décadas el poderoso les arrebata el gas y el petróleo, e insaciable se lleva de una vez, los productos elaborados y su energía, lo más que se pueda de su fuerza de trabajo.
Orgullosos de su trabajo, no dejan de estar concientes de su opresión ancestral, tan ancestral que no olvidan su origen y su historia, más reciente que la de la esclavitud, sinrazón del explotador por la que llegaron hasta este otro lado del océano.
En su idioma inglés, me comparten su historia reciente, que comprendo gracias a una hermosa Rosa Adana, solidaria joven de origen hindú, hija de un jubilado de la Refinería y que estudió economía en Cuba.
Durante el trayecto, estos integrantes de la Federación de Sindicatos Independientes y Organizaciones No Gubernamentales con más de 12,000 afiliados de los cuales 6,000 son petroleros sindicalizados, explican con orgullo como han recogido la estafeta de la rebeldía y la dignidad. Son negros observadores y silenciosos ante el extraño, pero que en cualquier momento estallan para saludar y recordar citas con estridencia y manoteos como cuando en esa carretera tan angosta, al paso aparece otro de su banda obrera, y se asoman con medio cuerpo fuera de la ventanilla como si recorrieran una calle del Bronx neoyorquino.
Recorremos decenas de kilómetros en momentos frente al mar, en momentos adentrándose a una selva montañosa entretejida con tuberías de gas y aceite, y con numerosas bimbas, característico de viejos yacimientos, meciéndose puntual y lentamente como si entregaran las últimas lágrimas de la tierra.
Atravesando caseríos y vestigios conservados de casas y cabañas con arquitectura inglesa, el viaje se convierte en la repetición del recorrido que tantas veces realizó un amado trabajador petrolero y que culminó en una colina donde hoy descansan sus restos.
Su historia es la historia del fundador del sindicato petrolero en los años 30s, en que a la resaca de la Gran Depresión que elevaba el costo de la vida y los abusos de las grandes compañías, lo que facilitó unificar a los semiesclavos petroleros, cacaoteros y cañeros; en los mismos años que en México líderes comunistas y anarquístas lograban arrancarle a las petroleras su sindicato y su contratación colectiva, y devolverle a la nación la riqueza petrolera.
Su líder histórico, Tubal Uriah ‘’Buzz’’ Butler debió ir a la clandestinidad al estallar la huelga y fue encarcelado lo que le impidió regresar a conducir el nuevo sindicato. Al salir de la cárcel en 1939 cuestionó la ideología entreguista que comenzaba en la unión Sindical y se orientó a formar una federación sindical rechazando la negociación con los poderes coloniales que concebían al sindicato para la contención de los trabajadores dentro de un marco institucional. Butler fue tajante y nunca aceptó la formación de sindicatos para amordazar la fuerza de la clase obrera. Para contenerlo fue detenido una vez más, con el pretexto de ser un peligro para afrontar la guerra.
Un petrolero y religioso con sus armas: la palabra y la Biblia protestante, y una rebeldía acumulada contra el coloniaje, el desprecio y abusos racistas de los gerentes blancos. Es más que una leyenda -dicen ellos-, apareció y desapareció cundo cumplió su misión, fue un Salvador y hablan de el como si los estuviera acompañando. Organizó a los largo de 1936-37 cientos de reuniones secretas en los caseríos y en asambleas realizadas a lo largo del cinturón petrolero a las afueras de las instalaciones petroleras y fábricas, para llamarlos a rebelarse, a unificarse con los cañeros. Insistía: ¡sin acción nunca se resolverán los problemas!
Este “David” de origen más que humilde enfrentó a la madre de la actual British Petroleum y levantó multitudes hasta desencadenar la huelga en los campos petroleros, un 17 de junio de 1937. A los explotados y agraviados sólo les faltaba una llama que los incendiara y mostrara el camino. Como no si aún hoy, cada que recuerdan las maldiciones y burlas que los gerentes de las compañías proferían a “esos perros negros que –decían- no muerden, sólo ladran”, les indigna y les hace razonar como en estos tiempos de neoliberales, una aristocracia gerencial reproduce esos cuadros que parecían propios del basurero de la historia.
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