Cuba: Ellos de día, ellas de noche...
JUAN BALBOA
LA HABANA.- Uno de los sueños de Raúl Pulido es lograr cambiar en su carnet de identidad el nombre que escogió hace más de 15 años y que lo ha hecho “famosa”: Farah María.
Raúl fue uno de los primeros hombres que se vistieron con ropa de mujer y se contoneaban por las calles de esta ciudad. “Salía hasta con traje de novia”, dice en plática con Proceso, y recuerda que por su atrevimiento pisó la cárcel unas seis veces.
Pero con una gran sonrisa afirma: La “época mala quedó atrás”. “Antes me detenían y pocos días después me soltaban, pues no hacía mal a nadie. Yo me vestí desde muy jovencita, casi una niña, pues sentía que mi cuerpo no era de hombre, era de mujer”, comenta mientras camina por la famosa calle Obispo de La Habana Vieja.
Raúl, o Farah, forma parte de las brigadas promotoras de salud pública que organiza el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), dirigido por Mariela Castro, la hija mayor del presidente Raúl Castro.
“Soy promotora y ayudo a los homosexuales a que conozcan los métodos de prevención del sida. Voy a El Vedado como promotora de salud pública. Soy guía para los travestis para que no agarren las enfermedades”, expresa en la entrevista.
Participa en todas las campañas contra la homofobia; presume ser el travesti que encabeza los carnavales de La Habana y le fascina hablar de los colores de sus 15 pelucas.
Es “originaria” del municipio de Centro Habana, pero su calle preferida desde hace años es la de Obispo.
A cada paso, su cuerpo esquelético se balancea como si fuera a quebrarse. De repente, sin avisar, entra a uno de los bares de esa calle y se pone a bailar.
Es “flaca” pero, cual cubana, intenta que sus movimientos de cadera sean notorios. Sus manos no dejan de agarrarse el pelo. Su vista no se desprende de un gran espejo que tiene frente a la barra del bar.
“Soy muy bella”, se repite una y otra vez, moviendo el cuerpo cubierto con una malla negra, la blusa con un gran escote y sus pulseras de plástico.
Farah sufre catalepsia. Pocas horas antes de la entrevista perdió el conocimiento por largo tiempo, durante el cual permaneció inmóvil y sin signos vitales, pero afortunadamente, recuerda con gusto, se recuperó para “seguir siendo la bella de Obispo”.
Marileybis a escena
Marileybis es Rusniel en el día. Él es ella en la noche habanera. Los dos se visten diferente: él de pantalones sin colores llamativos; ella usa vestidos y faldas cubiertos con lentejuelas.
Rusniel es uno de los cientos de travestis que mantienen una doble personalidad en la isla: milita en el Partido Comunista de Cuba (PCC), pero también es uno de los fundadores del movimiento travesti que nació hace 20 años.
“Sólo pedimos respeto al gobierno y a la sociedad cubana, que es muy machista. Respeto a nuestra elección sexual, de nuestra vida como nosotros decidamos”, dice en entrevista en un sótano de la casa de dos pisos donde Rusniel se transforma en Marileybis.
Se maquilla con cuidado todo el rostro. Sus labios son matizados por un rojo fuego y el algodón ayuda a inflamar los senos.
Focos de colores alumbran una pequeña sala. Dos docenas de personas esperan impacientes. Una voz grave anuncia la presencia de Lupita D’alessio y Yuri. Una de ellas es Rusniel, quien aparece en escena con un vestido negro de noche.
Lo mismo en Cerro que en Arroyo Naranjo, pasando por 10 de Octubre o San Miguel, se realizan espectáculos de travestis, algo que hasta hace pocos años era prohibido y castigado con cárcel en la isla.
Raúl fue uno de los primeros hombres que se vistieron con ropa de mujer y se contoneaban por las calles de esta ciudad. “Salía hasta con traje de novia”, dice en plática con Proceso, y recuerda que por su atrevimiento pisó la cárcel unas seis veces.
Pero con una gran sonrisa afirma: La “época mala quedó atrás”. “Antes me detenían y pocos días después me soltaban, pues no hacía mal a nadie. Yo me vestí desde muy jovencita, casi una niña, pues sentía que mi cuerpo no era de hombre, era de mujer”, comenta mientras camina por la famosa calle Obispo de La Habana Vieja.
Raúl, o Farah, forma parte de las brigadas promotoras de salud pública que organiza el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), dirigido por Mariela Castro, la hija mayor del presidente Raúl Castro.
“Soy promotora y ayudo a los homosexuales a que conozcan los métodos de prevención del sida. Voy a El Vedado como promotora de salud pública. Soy guía para los travestis para que no agarren las enfermedades”, expresa en la entrevista.
Participa en todas las campañas contra la homofobia; presume ser el travesti que encabeza los carnavales de La Habana y le fascina hablar de los colores de sus 15 pelucas.
Es “originaria” del municipio de Centro Habana, pero su calle preferida desde hace años es la de Obispo.
A cada paso, su cuerpo esquelético se balancea como si fuera a quebrarse. De repente, sin avisar, entra a uno de los bares de esa calle y se pone a bailar.
Es “flaca” pero, cual cubana, intenta que sus movimientos de cadera sean notorios. Sus manos no dejan de agarrarse el pelo. Su vista no se desprende de un gran espejo que tiene frente a la barra del bar.
“Soy muy bella”, se repite una y otra vez, moviendo el cuerpo cubierto con una malla negra, la blusa con un gran escote y sus pulseras de plástico.
Farah sufre catalepsia. Pocas horas antes de la entrevista perdió el conocimiento por largo tiempo, durante el cual permaneció inmóvil y sin signos vitales, pero afortunadamente, recuerda con gusto, se recuperó para “seguir siendo la bella de Obispo”.
Marileybis a escena
Marileybis es Rusniel en el día. Él es ella en la noche habanera. Los dos se visten diferente: él de pantalones sin colores llamativos; ella usa vestidos y faldas cubiertos con lentejuelas.
Rusniel es uno de los cientos de travestis que mantienen una doble personalidad en la isla: milita en el Partido Comunista de Cuba (PCC), pero también es uno de los fundadores del movimiento travesti que nació hace 20 años.
“Sólo pedimos respeto al gobierno y a la sociedad cubana, que es muy machista. Respeto a nuestra elección sexual, de nuestra vida como nosotros decidamos”, dice en entrevista en un sótano de la casa de dos pisos donde Rusniel se transforma en Marileybis.
Se maquilla con cuidado todo el rostro. Sus labios son matizados por un rojo fuego y el algodón ayuda a inflamar los senos.
Focos de colores alumbran una pequeña sala. Dos docenas de personas esperan impacientes. Una voz grave anuncia la presencia de Lupita D’alessio y Yuri. Una de ellas es Rusniel, quien aparece en escena con un vestido negro de noche.
Lo mismo en Cerro que en Arroyo Naranjo, pasando por 10 de Octubre o San Miguel, se realizan espectáculos de travestis, algo que hasta hace pocos años era prohibido y castigado con cárcel en la isla.
No comments:
Post a Comment