Un año después del pico petrolero
Richard Heinberg: «El crecimiento mundial ha alcanzado sus límites»
Hace un año, el barril de petróleo alcanzaba su precio record de 147 dólares. El mundo entero se volvió entonces hacia Arabia Saudita –que ha servido tradicionalmente de productor de respaldo– pidiéndole que aumentara su producción para responder a la demanda y estabilizar los precios, cosa que Arabia Saudita no pudo hacer porque sus pozos se están agotando. Ese hecho marca el fin de una era. En una dramática sucesión de eventos, la toma de conciencia de que el crecimiento económico se verá limitado en lo adelante por la escasez de energía fósil hizo caer las inversiones, la demanda de petróleo y sus precios.
En entrevista concedida a la Red Voltaire, Richard Heinberg, autor reconocido por sus trabajos sobre la disminución de los recursos, analiza este hecho histórico, sus consecuencias para la actividad humana y las perspectivas futuras.
- Richard Heinberg
Red Voltaire: Según la mayoría de los medios de prensa, el origen de la crisis financiera debe buscarse dentro del propio sistema financiero. ¿Le satisface a usted esa explicación o, como usted mismo sugirió de forma premonitoria en su libro Pétrole: La fête est finie! [1] [En español, Petróleo: ¡Se acabó la fiesta! Nota del Traductor.], la falta de confianza sobre la reanudación del crecimiento en base a la producción de petróleo barato, pudiera ser también un factor esencial?
Richard Heinberg: En 2008 se produjo la mayor alza de precios de la energía que se haya conocido nunca. Históricamente las alzas de precio de la energía siempre han llevado a una recesión. A partir de ahí, era razonable prever una grave recesión para el primer trimestre de 2008. En realidad, la recesión comenzó un poco antes y resultó ser más profunda y persistente que ninguna otra en las últimas décadas. Eso se debe a que se había hecho más o menos inevitable una crisis financiera debido a la existencia de una gran cantidad de burbujas en el sector inmobiliario y en los mercados financieros.
El impacto de la crisis sobre la industria aeronáutica y los constructores de automóviles y de camiones pesados se debe ampliamente a los precios de la energía. La caída de los valores inmobiliarios y el aumento del número de hipotecas no están tan vinculados a la cuestión del petróleo.
Sin embargo, pasando a un nivel avanzado de análisis, la aspiración de nuestra sociedad a un perpetuo crecimiento económico se basa en la hipótesis de que siempre tendremos a nuestra disposición crecientes volúmenes de energía a bajo costo para alimentar nuestras máquinas destinadas a la producción y a la distribución. Esa aspiración al crecimiento se ha institucionalizado a través de los niveles de deuda y de sobrevaloración en constante aumento. Fue así que, cuando los volúmenes de energía disponibles empezaron a estancarse o a disminuir, el castillo de naipes del mundo financiero se vino abajo.
Desgraciadamente, la mayoría de los dirigentes del mundo entero siguen sin entender la crisis. Sostienen que su origen es únicamente financiero. También sostienen que es transitoria. Creen que, si prestamos suficiente apoyo a los bancos, el crecimiento económico será nuevamente positivo y todo irá bien. En realidad, nuestro actual sistema financiero no puede funcionar en un mundo en que los recursos energéticos están disminuyendo. Necesitamos una economía que sea capaz de satisfacer las necesidades primarias de la humanidad sin incrementar nuestro ritmo de consumo de recursos. Ello exige la creación de sistemas monetarios y de instituciones financieras basados en otra cosa que no sea la deuda, los intereses y la posesión de títulos.
Red Voltaire: ¿Piensa usted que se acelerará la especulación basada en los mercados de la energía, a pesar del episodio del año pasado? En ese caso, ¿cuál sería, en su opinión, la mejor solución para que la serpiente no vuelva a morderse la cola?
Richard Heinberg: La especulación basada en los contratos de futuros [En inglés, futures. NdT.] de la energía no resulta eficaz en el esfuerzo colectivo por adaptarse a las caóticas caídas de los mercados, ante esta época de combustibles fósiles a bajo precio. Sin la instauración de controles sobre los contratos de futuros, no podremos evitar fluctuaciones mayores aún en los precios de los hidrocarburos. Eso fue lo que ya vimos durante los últimos 18 meses. Cuando se dispara el precio de los hidrocarburos, la economía se ve gravemente afectada, cosa que también acabamos de comprobar. Cuando el precio se desploma, se abandonan las inversiones en la producción de energía.
La OPEP [Organización de Países Exportadores de Petróleo, también conocida por su sigla inglesa OPEC. NdT.] trató de ayudar a reducir las fluctuaciones del precio mediante el aumento o la disminución de la producción y mantener así el precio del barril más estable de lo que habría sido sin esa intervención. Pero la OPEP está perdiendo su capacidad, ya limitada, de actuar de esa manera ya que la mayoría de los países que pertenecen a ella están registrando una disminución de su capacidad de producción y sus posibilidades de garantizar una producción suplementaria son pocas o simplemente inexistentes. Arabia Saudita es el único productor de respaldo importante y un solo Estado realmente no puede seguir equilibrando por sí solo las tasas de producción destinadas al mundo entero.
La única solución factible es la conclusión de un acuerdo internacional destinado a racionar la producción y el consumo, solución que ya propuse en mi libro The Oil Depletion Protocol [2].
Red Voltaire: ¿Qué cree usted del creciente número de científicos que contradicen la responsabilidad del hombre en el cambio climático? En el seno de la ASPO (Asociación para el Estudio de los Picos de Producción de Petróleo [siglas en inglés.]) algunos, como Jean Laherrere, son muy escépticos…
Richard Heinberg: Yo no estoy seguro de que el número de científicos que dudan que el hombre sea responsable del cambio climático esté aumentando. Me parece que es más bien lo contrario. Sí, yo sé que el señor Jean Laherrere, a quien respeto enormemente, ha presentado numerosas interrogantes sobre ese tema. Como geólogo, su reflexión se articula en millones de años y el clima de la Tierra, efectivamente, ha cambiado mucho en ese lapso de tiempo. Por eso puedo entender que él se pregunte si lo que hoy estamos viviendo se debe o no a procesos climáticos provocados por modificaciones de las radiaciones solares, por la excentricidad de la órbita terrestre (los famosos ciclos de Milankovitch) y las corrientes oceánicas. Pero los climatólogos han avanzado mucho en sus investigaciones sobre los probables efectos de otros factores que no tienen que ver con el carbono y han llegado a la conclusión de que éstos no explican por sí solos el calentamiento que se está produciendo actualmente.
En lo fundamental, yo tengo la misma opinión que la mayoría de los climatólogos, cuya conclusión es que nosotros, los humanos, estamos ejerciendo presión sobre un sistema que es por naturaleza inestable (la atmósfera, el clima) y que lo estamos empujando hacia su punto de ruptura al inyectarle enormes cantidades suplementarias de gases de efecto invernadero.
Red Voltaire: ¿Qué le inspira esa hipótesis? ¿El proyecto internacional de bolsa del carbono acaso no es para la élite financiera otra cosa que un medio de mantenerse a flote y, para los países ricos en el plano financiero y pobres en cuanto a recursos naturales, una forma de arrogarse el derecho de consumir lo que quede de las reservas de combustibles fósiles a cambio de dinero, mientras que privan del derecho al desarrollo a los países financieramente pobres pero ricos en recursos naturales? En otras palabras, se podría decir que el fondo del problema no es tanto si vamos a consumir las últimas reservas de hidrocarburos –que es indudablemente lo que está pasando, a menos que nos dediquemos a otra cosa que no sea el crecimiento económico– sino más bien saber quién va a consumir esos recursos.
Richard Heinberg: En lo tocante a los programas internacionales de la bolsa del carbono, no tengo muchas expectativas por varias razones, entre ellas el hecho de que darán lugar a la creación de un enorme mercado de contratos derivados que exigirá una estricta regulación, si queremos evitar burbujas y crisis financieras de gran envergadura. Hay que establecer límites para las emisiones de carbono, pero es posible que haya mejores métodos de aplicación de esas limitaciones que la creación de nuevos tipos de productos derivados. Algo que pudiera funcionar es, por ejemplo, un sistema de racionamiento que comprometa a toda la ciudadanía, como las cuotas de emisiones de carbono (TEQ, Tradeable Energy Quotas).
Con el fin de los hidrocarburos, el uso de éstos estará reservado únicamente a quienes puedan comprarlos. Esto se produce a veces de forma indirecta: para poder producir y exportar sus mercancías a bajo precio, China está quemando carbón por cuenta de América del Norte y de Europa.
En todo caso, el desarrollo basado en el consumo de combustibles fósiles ha dejado de ser un camino hacia la riqueza y la seguridad, como lo fue a principios del siglo XX. Hoy en día se ha convertido en una trampa ya que sólo crea una dependencia hacia el uso de recursos cada vez menos disponibles y más costosos. La economía de los países pobres será mucho más saludable en la medida en que logren mantenerse alejados de esa trampa.
Yo me doy cuenta de que un simple periodista puede expresarse en ese sentido más fácilmente que un jefe de Estado cuyo pueblo se ve apartado de las ventajas de la era moderna. Pero esa es una de las duras realidades del nuevo siglo que recién comienza.
Red Voltaire: ¿Cuál debiera ser la prioridad en materia de adopción oficial de decisiones? ¿Prepararse para la crisis o para el cambio climático?
Richard Heinberg: Muchos factores hacen que las soluciones de ambos problemas sean idénticas: reducir la dependencia de las energías fósiles y aumentar la producción de energías alternativas.
A pesar de todo, algunas de las proposiciones de solución de la crisis climática son absurdas en relación con los límites del aprovisionamiento en combustibles fósiles. Tomemos un ejemplo, el de la recuperación y almacenamiento del carbono que emiten las centrales térmicas que funcionan con carbón. Es un proyecto que exigiría una inversión enorme y varias décadas para concretarlo. Al mismo tiempo, el precio del carbón va a dispararse. Ese es un aspecto del problema que no se ha tenido muy en cuenta al prever los costos de ese «carbón limpio». A priori, menos de 20 años nos separan del pico de producción mundial de carbón, como hago notar en Blackout [3], mi más reciente libro. Así que investir con más moderación para desarrollar la producción de energías renovables sería más razonable que desplegar una amplia y costosa infraestructura destinada a mantener el consumo ininterrumpido de un combustible que se hace cada vez más difícil de encontrar, que cuesta cada vez más caro y que emite grandes cantidades de carbono.
Red Voltaire: ¿Prevé usted un aumento de la cantidad de conflictos alrededor de los recursos energéticos? De ser así, ¿cómo explica usted esa tendencia?
Richard Heinberg: Es de esperar. Los hombres siempre han peleado por los recursos esenciales. Hoy que los recursos energéticos en hidrocarburos que alimentaron la sociedad moderna escasean y son caros, es previsible un aumento de la cantidad de conflictos por el control de esos recursos. Sabiendo eso, quienes tomas las decisiones políticas a nivel nacional tienen que prever en qué lugares donde pueden estallar esos conflictos, y también tienen que tratar de evitarlos. Ante todo, el único medio de lograrlo es reducir la competencia por el acceso a esos recursos disminuyendo la dependencia allí donde es posible hacerlo (ciertos recursos, como el agua, son indispensables) y estableciendo acuerdos sobre la limitación de la producción y el consumo de energías fósiles mediante protocolos concertados de manejo de la escasez.
Por supuesto, eso exige un cambio radical en las posiciones de los jefes de Estado. Hoy en día, la reflexión [de los jefes de Estado] gira únicamente alrededor de cómo obtener la ventaja de la competitividad. De forma esquemática, ellos están buscando cómo salir victoriosos de los conflictos energéticos más que la manera de evitarlos. Con el crecimiento de la población mundial y la disminución de los recursos, esa forma de pensar se hace cada vez más peligrosa.
Red Voltaire: A su entender, ¿cuál es el papel del alza de precio de las energías fósiles, de los fertilizantes y los pesticidas en la actual crisis alimentaria?
Richard Heinberg: A primera vista, ciertos aspectos de la crisis alimentaria no parecen estar directamente vinculados a la dependencia de las energías fósiles. Por ejemplo, la escasez de agua se agrava por causa de la irrigación. Sin embargo, casi siempre [la escasez de agua] es consecuencia del cambio climático, que a su vez se debe a las emisiones de carbono provenientes de los combustibles fósiles. Después, está la erosión de los suelos, causada muy a menudo por los métodos modernos de producción agrícola intensiva que implican el uso de tractores y de otros aparatos agrícolas que consumen gasoil. Otro factor es a uniformidad genética de las semillas: las plantas se hacen más vulnerables a los parásitos y necesitan entonces más pesticidas, que contienen hidrocarburos. Si seguimos la cadena de causas que dan lugar a esas diversas amenazas contra nuestro sistema alimentario, casi todas tienden a provenir de una misma fuente.
De manera general, nuestro sistema alimentario moderno, basado en el consumo de energías fósiles, padece de una grave vulnerabilidad a varios niveles y esa vulnerabilidad tiene ante todo su origen en nuestra dependencia de esas energías. La inevitable reducción del aprovisionamiento de combustible para los tractores será nefasta para los agricultores. Además, los compuestos químicos utilizados en la agricultura serán cada vez más caros. Los elevados costos del petróleo encarecerán el intercambio de productos alimenticios a través de grandes distancias. El cambio climático y la sequía reducirán las posibilidades de rendimiento de las semillas.
Estamos ante una crisis alimentaria enteramente previsible, cuyas causas son evidentes. También son evidentes las políticas que habrá que adoptar: tenemos que comenzar a reformar nuestro sistema alimentario en su conjunto para reducir nuestra dependencia de las energías fósiles.
Red Voltaire: ¿Pudiera usted presentarnos en pocas palabras los objetivos de trabajo que usted y sus colegas llevan al Post Carbon Institute y cuál ha sido su impacto hasta hoy?
Richard Heinberg: Actualmente nos estamos reuniendo con una pléyade de investigadores que comparten la misma visión de la crisis mundial y que están interesados en trabajar en colaboración con los programas de educación. Consideramos que estamos viviendo un momento histórico que exige una profunda revisión de nuestros postulados sobre el crecimiento económico, el consumo de energía, el sistema alimentario, el cambio climático y la demografía. Se trata de cuestiones que se entrecruzan pero que raramente se abordan de manera sistemática por parte de quienes tienen la responsabilidad de tomar las decisiones políticas.
Al mismo tiempo, el Post Carbon Institute trabaja en estrecha colaboración con las iniciativas de transición (Transition Initiatives, transitiontowns.org). Se trata de una red de comunidades ciudadanas que promueve la economía de la época postpetrolera. Los jefes de Estado seguirán poniendo dificultades hasta tanto las reformas políticas necesarias no sean concebidas, adoptadas, puestas a prueba y promovidas por los individuos y las comunidades.
Nosotros estimamos que la actual crisis económica es un momento fundamental de cambio en nuestra historia. Es indudable que la economía mundial ha alcanzado sus límites en materia de crecimiento. En este momento todo depende de nuestra voluntad para colaborar y adaptarnos a esos límites.
Compartimos la idea de que, en definitiva, es posible una vida mejor sin energías fósiles y sin crecimiento continuo en materia de demografía y de consumo. Pero la transición entre el actual paradigma de un crecimiento basado en los combustibles fósiles y el de una sociedad estable basada en las energías alternativas tiene muchas posibilidades de representar un paréntesis difícil. La humanidad va a sobrepasarlo, de una manera o de otra. La disminución de los recursos es la garantía de ello. Lo que nosotros queremos es simplemente facilitar esa transición, hacerla más equitativa y más humana para todos.
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Richard Heinberg es el autor de Pétrole, la fête est finie! Esa obra de referencia cuenta con la recomendación de la Red Voltaire y se distribuye por correspondencia (en francés) a través de la librería de nuestra Red.
[1] Pétrole: La Fête est finie! Avenir des sociétés industrielles après le pic pétrolier, Editions Demi-Lune, Collection Résistances, 2008, traducido por Hervé Duval.
[2] Leer el text de la proposición de protocolo. La obra que menciona R. Heinberg solamente está disponible en inglés: Richard Heinberg y Colin Campbell, The Oil Depletion Protocol, New Society Publishers, 2006.
[3] Richard Heinberg, Blackout : Coal, Climate and the Last Energy Crisis, New Society Publishers, 2009.
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